Prólogo

UN DÍA COMO OTRO CUALQUIERA

Movía su bolígrafo contra sus labios pensando en esa última respuesta. Era un ejercicio fácil, pero sabía que su profesor lo estaba complicando, confirmando la media sonrisa que lucía su sospechas. Miró de nuevo la operación y casi chilló pues había resuelto el problema casi sin consumir el tiempo de clase. 

Tan concentrada estaba en el problema, que ni fue consciente de que alguien entró en clase, dirigiéndose directamente hacia su profesor. Solo unos segundos tardó su nombre en ser pronunciado y que todos sus compañeros desviaran su mirada hacia ella.

-Diana, recoge tus cosas y sal de clase, te están esperando -tragó saliva algo temblorosa pues si alguien había venido a buscarla solo podía significar una cosa, alguien de su familia estaba enfermo.

-¿Porqué? ¿qué pasa? -preguntó ella sintiendo el corazón darle un terrible vuelco al ver la seriedad en el rostro de su maestro.

-Tú solo date prisa, te esperan fuera. 

A toda prisa, recogió sus bolígrafos metiéndolos en el estuche, así como el resto de utensilios que había usado para el pequeño examen. Cogió el folio y lo llevó hacia la mesa de su tutor, asistiendo este con asombro a como su joven alumna había resuelto un problema, nivel universitario, en unos escasos quince minutos. 

-No me ha engañado, pero, ha sido interesante de hacer -fue la respuesta que ella le dio al ver la perplejidad en el rostro de su profesor, quien, antes de que ella se fuera decidió despedirse, sin revelarle lo que él sabía.

-Diana, que tengas suerte y te quiero ver dándolo todo.

La joven le medio sonrío sin saber a qué venían sus palabras. Salió por la puerta, mostrándose perpleja al ver en el pasillo, como alguien que ella conocía demasiado bien, la esperaba con impaciencia.

-Leo .-pronunció ella su nombre temerosa de la respuesta, pues, esa misma mañana había hablado con su madre y no mostraba ningún signo de que le ocurriera algo.

-No pasa nada, tranquila -la calmó él cogiendo su mochila y llevándosela al hombro- ¿pero qué coño llevas aquí? ¿piedras?

-Mis libros, el estuche, las botas... y cosas de chicas.

-Preparada para otra pandemia, por lo que parece -se río él decidiendo llevar la mochila en la mano de lo mucho que pesaba. 

-Leo, jolines, ¿Qué ocurre? estoy atacada y me estás poniendo más nerviosa -le protestó ella siguiéndolo casi a la carrera por los pasillos del instituto donde ella acudía a clases por la tarde.

-Joselu tiene gastroenteritis y Vinicius está sancionado. Falta un delantero en la convocatoria para viajar a Sevilla, así que, arreando que en una hora sale el autobús y tienes que hacer la maleta. 

-¿Maleta? ¿de qué hablas?

Puso Diana su mano en Leo, uno de los delegados de su equipo así como el director de la Residencia donde ella vivía con el resto de chicos y chicas que jugaban en las diferentes categorías del club. Un lugar que en solo un año se había convertido en su segunda casa, y cuyo trato tanto con ella como con el resto de los que allí habitaban, procuraban hacer que no echaran de menos su hogar.

-Hablo de que, Diana Grayson, vas a vivir tu primera convocatoria con el primer equipo del Real Madrid. Enhorabuena, cielo, te lo mereces.

Ésta idea surgió hace unos días hablando con una buena amiga. Ambas alguna que otra vez, habíamos pensado en escribirla, y al final, me he decidido yo a hacerla, contando con su apoyo y todo su ánimo. Así que, va para ti, mi cazadora. 

En ésta historia, tanto las chicas como los chicos pueden jugar a fútbol en el mismo equipo, sin ningún tipo de restricción, teniendo ambos los mismos derechos.

Espero que os guste.

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