7. La empollona y el imbécil

DÍAS DESPUÉS

Terminaba Diana de atarse las zapatillas, lista para salir del vestuario y volver a la Residencia. Desde que entrenaba con el primer equipo, el míster se había empeñado en que ella también compartiera el mismo vestuario que los demás, queriendo hacerla sentir así, más parte del equipo. Por suerte, todos los jugadores la trataban bastante bien y aunque no era la única chica que estaba allí, si era la más joven de todos ellos.  

El entrenamiento de hoy había sido bastante físico y estaba deseando comer y poder echarse una siesta antes de ir a clase. Aparte, hoy tendría que quedarse una hora más para empezar a preparar el examen para el curso en Dortmund.

-Mañana por la tarde es mi cumpleaños y haré una fiesta en mi casa. Quiero que vengas, y no acepto un no por respuesta -Vinicius, uno de los jugadores brasileños del primer equipo, se sentó a su lado guiñándole un ojo al hablarle.

-No sé si voy a poder. Tengo clases -se disculpó ella forzando una mueca con una media sonrisa.

-Oh, vamos, Di. Es mi cumple y te quiero allí -volvió él a insistir ante la negativa de la chica.

-Ni te molestes, Vini, aquí la empollona es la negación de la diversión -las palabras de Jude sonaron aún más duras de lo que parecían, molestando a Diana al escucharlas. Vio como el británico alzaba su barbilla retándola de alguna manera.

-¿Puedo llevar a una amiga? -fue la respuesta que Diana le dio a Vini, para regocijo de este.

-¡Claro que puedes! Te paso la ubicación en cuanto llegue a casa.

Le sonrío Diana al jugador, dándole las gracias por la invitación, terminando de levantarse para poder irse. Por el camino, ignoró a Jude quien parecía haber decidido lo mismo que ella, salir del vestuario.

-¿Los estudios te dejan tiempo de tener amigas? -ignoró Diana al británico intentando acelerar el paso para no tener que llevar ambos el mismo camino, pero parecía que el jugador no tenía la misma idea que ella-. te estoy hablando, empollona.

-Y yo ignorando, imbécil.

-Guau -río Jude satisfecho de haberla provocado, notando la incomodidad en el rostro de la chica. Fue al doblar una esquina, harta ya de que él la siguiera, que Diana detuvo sus pasos hasta estar frente a él.

-¿Sabes? no sé que te jode más, si que no fuera a cenar o que no fuera contigo a cenar -le pregunto ella poniendo sus brazos en jarra esperando una respuesta que parecía divertir al chico pues agitaba su cabeza de un lado a otro de forma burlona- déjalo, no me interesa.

A punto estaba la rubia de irse, cuando él la agarró del brazo estampándola contra la pared con suavidad. Las pupilas de Jude se dilataron solo con aspirar el embriagador aroma que ella emanaba. Diana, sin embargo, intentaba mantener el ritmo de su respiración, una que él le estaba alterando mirándola con tanta intensidad.

-No me atraes, Diana, en lo más mínimo. Si por esa cabecita de empollona tuya está cruzando esa idea, te equivocas. Yo paso de niñatas. Yo solo salgo con mujeres.

Como si un cuchillo se le hubiera clavado en el corazón, estrujando este un par de veces, fue lo que sintió Diana con las palabras de Jude. Ni se le había pasado por la cabeza ni fantaseado con el hecho de que ella le gustara a él, pero, estaba claro que parecía haber algo cuando Jude necesitaba aclarárselo.

¿O quizás es que vio en ella algo que le hacía creer que a Diana le gustaba?

-Creerás que eres irresistible porque eres rico, famoso y buen futbolista, pero, desde luego me interesas menos que la pesca del salmón en Islandia. Así que, apártate que me estás agobiando.

Puso Diana su mano sobre el pecho de Jude para que hiciera precisamente lo que le pedía, que se apartara. Solo tuvo que empujarlo un poco para que él pusiera distancia entre ambos, algo conmocionado de ver que no le afectaba a Diana tanto como pensaba.

La rubia cogió su mochila, alejándose de Jude, intentando mantener la compostura, una que él le había alterado al mencionarle la palabra niñata.

-Y por cierto, Bellingham, da gracias a que no te denuncio por estamparme contra la pared. Que pases una buena tarde, imbécil.

POR LA TARDE

Estaba cansada de todo el día. De los entrenamientos. De las clases. De tener que estudiar cuando podía. Y ahora, esto. Casi dos horas de clases de trigonometría para reforzar algo que ella ya sabía. Sus padres se habían mostrado encantados de ese curso, y aunque eso significaría que no podrían pasar la mayoría de las fiestas juntos, valía la pena ese sacrificio.

Diana adoraba las matemáticas. Desde pequeña se le daban extremadamente bien. Quizás también porque su padre era Delineante y estaba acostumbrada a los números. Aunque su sueño era triunfar en el fútbol, quería tener opciones de futuro.

-No estás prestando atención, Diana. Tienes que centrarte más. Vamos a tener que dar clases todos los días a este paso -le regañaba Arturo observando por encima de su hombro como hacía los ejercicios.

-Tampoco lo estoy haciendo tan mal. He resuelto esa ecuación -volteó Diana su cabeza sorprendiéndose al encontrar el rostro de su profesor a pocos centímetros del suyo. Solo lo miró unos segundos, incómoda por estar en esta postura, volviendo a bajar su cabeza para concentrarse en el ejercicio.

-Sé que mañana no hemos quedado, pero, vamos a tener que hacerlo, estás muy lejos de aprobar ese examen -sintió Diana la mano de Arturo en su cuello, erizándole la piel al tocarla, y no porque fuera agradable, sino porque le molestaba.

-Mañana no puedo. Tengo planes -le contestó ella a la vez que sentía como los dedos de él masajeaban su cuello hasta deslizarse por sus hombros.

-Pues cancelas lo que tengas que hacer. Mañana nos tendremos que quedar hasta tarde.

Tragó saliva Diana bastante nerviosa y temerosa pues no sabía como reaccionar. La mano estaba bajando por su cuello hasta casi rozar su clavícula, provocando en ella que el estómago le diera un desagradable vuelco. 

-Ya te he dicho que no puedo -abruptamente, Diana arrastró su silla hacia atrás, obligando a Arturo a hacer lo mismo. Abruptamente se puso en pie, marcando distancia entre ellos. No era la primera vez que esa tarde tenía que aguantar sutiles roces de Arturo, siendo estos cada vez más incómodos. 

-¿Tú es que no quieres hacer ese curso? porque me parece a mi que te está importando una puta mierda -gruñó él algo frustrado por la actitud de su alumna. 

-Si que quiero, pero, tampoco voy a ser una esclava. Tengo que vivir, ¿sabes? y ya te he dicho que mañana no puedo.

Empezó Diana a recoger sus cosas deseando irse de esa habitación, la cual ahora mismo la asfixiaba. Podía escuchar la agitada respiración de Arturo, y como de molesto debía sentirse por la actitud de la chica.

-¿Y se puede saber donde vas mañana para que sea más importante que perder mi tiempo en darte clase? porque para que lo sepas, esto lo hago por ti. Que nadie me paga -le dijo él con bastante prepotencia. 

-Y te lo agradezco, pero, no eres mi padre, Arturo, ni eres mi tutor, y no tengo porque darte explicaciones de nada. Nos vemos en lunes.

Salió Diana rápidamente sin darle tiempo a replicar. Sentía el corazón acelerado y como una nausea se formaba en su garganta. No le había gustado la forma en la que Arturo la había tocado, y el problema era que tenía que pasar más horas con él si es que quería ir a es curso.

-¡Di! ¡Di! ¿has terminado? -aceleró sus pasos Diana hasta llegar donde estaba su amiga Amelia, quien la estaba esperando para irse juntas.

-Si -le contesto escuetamente la rubia, sin ganas de contarle lo que le había pasado- oye, ¿a ti te gustaría venir conmigo mañana a una fiesta?

-¿Fiesta? joder, si. ¿De quién?

-De Vinicius.

Gritó Amelia abrazándose a Diana por la invitación. Su amiga era una gran aficionada al fútbol y la fan número uno de su amiga, y el poder asistir con ella a un evento del equipo la había emocionado.

-Pero tendrás que comportarte, Ame, no puedes pedirles autógrafos ni hacerte fotos con nadie. Vamos a una fiesta y pasarlo bien -le recordó Diana alzando uno de sus dedos.

-¿Y tampoco puedo enrollarme con nadie? -una pícara sonrisa salió de la boca de la chica, guiñándole el ojo a continuación.

-Creo que esa fiesta, va a ser interesante.

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