4. Una futbolista
UN PAR DE DÍAS DESPUÉS
Cuando Diana regresó a clase un jueves por la tarde, recibió una inesperada ovación por parte de sus compañeros. Sus sonrojadas mejillas evidenciaban la verguenza tan grande que sufría, al ver a toda su clase de pie jaleándola. Aunque no todos eran del equipo blanco, estaban orgullosos de la rubia y su debut con el Real Madrid.
-¡Venga! ¡A sentarse todos! -les pidió su profesor de matemáticas costándole un poco el contener a sus alumnos.
-¡Profesor! Queremos que Diana nos cuente como es Bellingham -le decía un pelirrojo de nombre Marcos quien quería conocer todos los pormenores del debut de Diana con los blancos.
-Y yo quiero que salga a la pizarra y resuelva este problema -Arturo, que así se llamaba su profesor, le tendió una de las tizas a la rubia para que hiciera lo que le había pedido.
Le agradecía Diana que quisiera continuar con la clase e impedir de esta manera el "acoso" de sus compañeros, aunque se sentía feliz y emocionada por las atenciones recibidas.
-Te dije que lo dieras todo, y me hiciste caso -le recordó su profesor con complicidad, una que solo había entre ellos.
-No lo di todo. Estaba algo cortada y abrumada por el debut. Pero una vez que estás con el balón en los pies, se te olvida todo -.le confesó ella desviando su mirada hacia la pizarra, la cual tenía escrita una operación algo más complicada de las que habitualmente resolvían.
-Fue un golazo, Diana -esbozó una sonrisa la rubia, olvidándose por un momento del partido para centrarse en el problema.
No le costó mucho resolverlo. Sus compañeros lo estaban haciendo a la vez que ella, aunque, Diana tomó ventaja con respecto a los demás, dejándolo resuelto en apenas un par de minutos. No se mostró asombrado Arturo. Ya estaba acostumbrado a que su más brillante alumna solucionara las operaciones en un tiempo record. Como también sucedió en ésta ocasión.
-¿Qué quieres estudiar cuando acabes el instituto, Diana?
-Aún no lo sé -le respondió ella encogiendo sus hombros- aunque tengo claro que será algo relacionado con las matemáticas, aunque, todo depende de mi carrera deportiva.
-Bueno, puedes compaginar las dos cosas, aunque, puede que llegue un momento que tenga que elegir. Los futbolistas no son eternos y no todos llegan a la élite.
Escondió Diana la molestia que sus palabras le causaban, encontrando en ellas algo de resentimiento. Era la primera vez que Arturo se mostraba con ella muy crítico, y casi desprestigiando a lo que ella quería dedicarse en un futuro.
Diana amaba las matemáticas, pero, el fútbol era su vida desde que era pequeña. Sus padres se habían sacrificado para que ella estuviera en el Real Madrid. Pudo seguir en Mallorca, jugando en las categorías inferiores, pero, cuando les llegó la oferta de los blancos ni pudieron ni quisieron rechazarla.
Y ni él ni nadie le iba a quitar la ilusión de lo que era.
Una futbolista.
-Yo no le haría caso, Diana, a Arturo todo el que no vaya a estudiar matemáticas es gilipollas -le dio la razón la rubia a Amelia, su compañera de clase y una de sus mejores amigas, a quien tampoco le había pasado desapercibido la forma en la que su profesor había tratado a la chica.
-No quiero ser la típica futbolista que deja de estudiar y se centra solo en el fútbol. Quiero tener opciones, pero, si tengo que elegir, me quedo con el fútbol -se quejó Diana dándole un bocado a otra de las zanahorias que se estaba tomando de merienda.
-Oye, ¿y qué tal Bellingham? ¿es tan guapo como parece?
-Es mucho más, Amelia -le contestó la rubia sin poder evitar que una media sonrisa se instalara en su rostro pensando en el británico- es un poco chulo, pero, está bastante bueno. Y huele muy bien.
Ambas amigas rieron, agarradas del brazo. A Amelia si pudo contarle Diana algunas anécdotas de su debut así como su opinión sobre algunos jugadores.
-Creo que Jude te está advirtiendo -le aconsejó Amelia después de escuchar como Diana le contaba las recomendaciones que el británico le había dado con respecto a Rodrygo- y yo le haría caso.
-A ver, si Rodrygo no es malo, pero, hay algo en él que no me gusta. Demasiado empalagoso conmigo.
-Pues puerta, Diana. No queremos a Rodrygo en nuestro equipo.
-¿Nuestro equipo? -le preguntó Diana a su amiga viendo la diversión en el rostro de esta.
-Si, nena, el tuyo y el mío. Y ambas jugamos en la misma liga, cariño.
SÁBADO POR LA MAÑANA
Diana llegó puntual, como todos los días, a entrenar. Recibió el cariño de los trabajadores del club, los cuales estaban encantados con la que decían que era la "niña mimada" del Castilla. Estaba por dirigirse a su vestuario para cambiarse, cuando Leo la interceptó antes de que lo hiciera.
-Rubia, hoy entrenas con el primer equipo. De hecho, hasta nueva orden, vas a entrenar con ellos -le contó él viendo como su perplejo rostro la miraba casi sin creérselo.
-¿Esto es por el gol?
-Esto es porque eres jodidamente buena, Diana. Pero, que no se te suba a la cabeza, enana, o yo mismo te pongo los pies en el suelo.
-Contaba con eso -le contestó ella sacándole la lengua antes de entrar en su vestuario.
Aunque entrenara con los "mayores", ella seguía cambiándose en el mismo sitio donde lo llevaba haciendo desde que empezó la temporada. Al entrar, saludó a sus compañeros, los cuales habían comenzado a ponerse la ropa de entrenamiento.
-¿Cuando coño me vas a presentar a Amelia? -sintió Diana la mano de Mario Martín, uno de los centrocampistas de su equipo, posarse en su hombro, esperando la respuesta de la rubia.
-Cuando madures -le contestó ella burlándose de él, deshaciéndose de forma cariñosa del agarre de su amigo.
-Eres muy mala conmigo, Grayson. Luego te jodes si no te elijo de compi en las series.
-Pues hoy te jodes tú que me voy a entrenar con el primer equipo.
Recibió Diana un gran abrazo de su amigo, feliz de que ella fuera una de las elegidas para estar con los mayores. De sobra era reconocida la calidad que tenía la rubia, siendo cuestión de tiempo que diera el salto definitivo al primer equipo.
Terminó de cambiarse algo nerviosa. Solo una vez había entrenado con el primer equipo, y no estuvo sola cuando lo hizo. Pero ahora era diferente. No tendría a su lado ni a Mario, ni a Lucas, Theo o Sabrina, sus mejores amigos dentro de ese vestuario.
Fue a salir de este para dirigirse hacia el campo de entrenamiento donde seguramente, ya estarían alguno de los jugadores de la primera plantilla, cuando se cruzó con Raúl González, el míster del Castilla y también su entrenador.
-¿Todo bien? -le preguntó él conocedor de los nervios que a veces atenazaban a Diana.
-Tengo ganas de vomitar, pero estoy bien -le contestó ella marcando su boca con una amplia sonrisa.
-No llegues nunca antes ni después de la hora. Si ponen el entrenamiento a las 10.00, tú a las nueve y media entras por la puerta. No seas la primera ni la última. Sé tu misma. No te dejes mangonear por esos capullos. Asustan, pero no comen. Me hiciste sentir muy orgulloso contra el Sevilla, sigue haciéndolo como tú lo haces.
Sintió Diana que los latidos de su corazón se incrementaban tras las palabras de su entrenador. Le ofreció una sonrisa antes de darse la vuelta para dirigirse al campo, no sin antes darle Raúl una última recomendación.
-Cómetelos, Diana.
Una vez que Diana se había relajado, el entrenamiento resultó ser muy cómodo para ella. Entrenar con los jugadores del primer equipo, era otro nivel y pensaba aprovechar ésta oportunidad para aprender todo lo que pudiera de ellos.
-¿Cansada? -dejó de beber Diana de su agua para contestarle a Jude, quien se había acercado hasta ella para interesarse por su estado.
-Reventada. Jodidos. Parece que estáis entrenando para la Champions -río Jude por las palabras de la chica, quien estaba resultando ser algo descarada tanto dentro como fuera del césped.
-Ya te acostumbrarás a que te demos caña -le guiñó un ojo Jude a la rubia quien enrojeció por sus palabras. Tendría 17 años, pero, le costaba disimular los nervios que le provocaba que un chico guapo la piropeara.
-A ver si va a ser al revés, Bellingham.
Terminó de beberse Diana su botella de agua, dándole la espalda deliberadamente a Jude. No quería mirarla. No quería fijarse en el movimiento de sus caderas al caminar. Ella tenía 17 años y él 21. Estaba mal, muy mal. Se recriminó el haber mirado a la chica de esta manera, pero, es que no lo pudo evitar.
Diana era preciosa y a él, le estaba empezando a gustar.
-Ve a ver la convocatoria antes de irte a tu vestuario -le pidió Davide a Diana interceptando a la joven jugadora antes de que ella abandonara el terreno de juego.
-.¿Convocatoria? -le preguntó ella algo confusa.
-Tú solo ve -le dijo él de nuevo de forma esta vez, algo más insistente.
Con el corazón latiéndole de forma frenética, Diana encaminó sus pasos hacia el vestuario de la primera plantilla. Intentó mantener la calma y que nadie notara la emoción que este momento la embargaba. En un panel de corcho que había en una de las paredes, estaba colgada un folio con la convocatoria del partido que se celebraría mañana domingo contra el Villarreal.
Se acercó casi como si fuera a cámara lenta, conteniendo el aliento al hacerlo. Ojeó el folio y segundos después, contempló perpleja, su nombre en ese folio.
Era su segunda convocatoria con el equipo.
Y esta vez , el partido se celebraría en el Bernabeú.
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