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El paisaje de la pequeña ciudad visto desde el mirador estaba opacado por una pequeña capa de bruma, tiñendo de un blanco grisáceo las casas y sus alrededores. El sol salió tras las montañas, iluminando y dando calor a sus habitantes.

Los hombres que laboraban en trabajos fuertes —como la agricultura, ganadería o minería— ya estaban de pie, caminando a su jornada diaria. Estos trabajos eran realizados por alfas que poseen la capacidad y la fuerza para resistir, como también los betas, que no pueden verse afectados por sus hormonas o aromas

La mayoría en la ciudad tenía conocimiento de cuáles eran los alfas, omegas y betas, con sus respectivos trabajos. Porque siempre dicen que pueblo pequeño, infierno grande.

Pero había uno en particular que no encajaba en nada de los estereotipos de los habitantes. Jung Hoseok era un omega que trabajaba en la minería.

Fue contratado un mes atrás y luego de hablar con el dueño para pedir el puesto de trabajo, empezó la jornalera en el área de trituración de la piedra.

Él no estaba en el campo, picando la roca, cargando tierra, ocasionando explosiones bajo la montaña. No. Su trabajo era más liviano comparado con lo anterior, pero tampoco es que pasaba con las piernas alzadas en un escritorio y rascándose la barriga.

Era el único omega en esa sección, porque el resto eran betas.

Varios se burlaban de él, diciendo que ese trabajo lo podría hacer un niño alfa y no un omega adulto como Hoseok.

Pero al joven omega de cabellos rizado y rubios, no le importaba lo que decían el resto de personas, hacía oídos sordos e ignoraba todos esos comentarios, centrándose en su trabajo.

El grupo de mineros, ganaderos y agricultores salían de sus casas cada día a las cinco y media de la madrugada, para dirigirse a sus jornadas laborales. Y en ese grupo se hallaba Hoseok, que caminaba a paso rápido sin alejarse del grupo.


La alarma sonó a las seis de la mañana y una maraña de cabellos oscuros se movió en la almohada, luego una mano salió en busca del bendito celular para apagarla.

El bostezo resonó en la habitación que olía a alfa.

Madera y lima.

Yoongi se levantó con pereza, arrastrando sus pies hasta el baño. Tenía trabajo que realizar y supervisar varias de las minas que su padre era dueño.

El padre del alfa, era un omega muy hermoso, adinerado y con una posición económica alta.

Todos conocían los hijos del omega SeokJin y el alfa Jungkook, hombres hermosos como el omega y fuertes como el alfa.

Pero no solo eran dueños de minas, sino también de hectáreas para pastorear el ganado. Y habían asignado a cada uno de sus hijos una responsabilidad.

Yoongi supervisada las minas, mientras su hermano —el omega Namjoon—, el ganado. No exactamente Namjoon pastoreaba el ganado, pero tenía asignado varios capataces competentes y fuertes para ese trabajo.

El desayuno estaba servido cuando Yoongi bajó y encontró a sus padres desayunando envueltos en una conversación íntima. Torció los ojos porque la etapa de andar como adolescentes melosos ya había terminado hace muchos años y sus padres continuaban igual, como si se mantenían en esa edad.

Namjoon bajó después, mostrando sus hoyuelos al formar una suave sonrisa y saludar a su familia para sentarse y acompañarlos en el desayuno.

—No se olviden que hoy es la fiesta de su padre —SeokJin recordó a sus hijos.

El alfa padre ya se levantó unos minutos antes y retiró a su despacho. No porque ya dejaron la responsabilidad en sus hijos de gran parte de los negocios, ellos no iban a estar de holgazanes.

—Cinco décadas no se cumplen todos los días —Namjoon habló cuando no tuvo nada en la boca.

Yoongi miró a su padre omega de manera suspicaz, cuando este le sonrió de una manera que conocía.

Tramaba algo.

—Solo no quiero que esto sea una justificación para presentarme omegas, padre —dijo alzando las cejas.

—¿Cuándo acá te he presentado omegas? —fingió verse ofendido, regalándole una leve sonrisa.

No lo podían juzgar, quería que su hijo escogiera un buen omega y que mejor pretendiente que él hijo de su mejor amigo.

Kim Taehyung era un omega muy bonito.

—Te olvidas de Taehyung —lo encaró sin enfadarse.

Namjoon estaba atento a la conversación ajena y prefirió alejarse cuando notó a donde iba el rumbo de dicha charla.

—Yo me retiro a mis obligaciones —se levantó interrumpiendo lo que iba a decir su padre.

Caminó rápido, porque el día era muy bonito para que una mezcla de olores agrios lo afectaran.

—Es hijo de JongIn —mencionó tranquilo.

—Lo sé —miró su plato ya vacío y luego a su padre. —Pero sabes mis gustos, lo que busco en un omega y no tengo nada contra él —se adelantó levantando sus manos al ver la ceja alzada de su progenitor. —solo que es un poco tosco y casi nada delicado —explicó más despacio.

Y si, Yoongi tiene ciertos estereotipos idealizados en los omegas, imaginando que deben cumplirse. Por eso, muchas veces solía discrepar con su padre SeokJin, por su absurda manera de pensar.

El omega negó cansado de como su hijo idealizaba a su futura pareja y se dejaba llevar por los estándares de la sociedad.

—Llegará un Omega que te moverá cada fibra de tu ser y no será delicado, dulce, tímido, delgado, más bajo que tú y con un aroma dulce, pero lo querrás tanto que tu lobo no te dejará tranquilo.

Repitió lo que solía decirle para dar como terminada su conversación, que no debía seguir un modelo ideal para su pareja.

Es más, hasta bromeaba que quizás se podría enamorar de un alfa y que eso no estaría mal.

Amor era amor.

Yoongi no respondió, esperando no volver a tocar ese tema.


En la noche, la hermosa casa de los Jeon estaba arreglada para acoger a sus invitados. Los colores dorado y negro formaban parte de la decoración en el salón, los bouquets de flores colocados en diferentes esquinas de la casa, las luces que colgaban todo el camino hasta llegar al patio trasero, donde las sillas y mesas se organizaron para la comodidad de sus invitados.

En la puerta eran recibidos por un beta que saludaba e indicaba por donde debían avanzar, mientras los meseros iban a paso rápido sirviendo a los invitados bocaditos y bebidas.

En una de las habitaciones de arriba, se hallaba el homenajeado, que peinaba su cabello negro con reflejos platinados debido a las canas, mientras su esposo, se colocaba una de sus mejores esencias para oler maravilloso.

Concentrado en su labor de quedar impecable, se asustó cuando unos brazos atraparon la cintura del Omega, que se giró para encontrar al dueño de sus suspiros y corazón.

Y por supuesto, con la corbata mal hecha.

Se estiró un poco para dejar libre sus brazos y poder acomodar el desastre.

—Gracias, lindo —Jungkook besó los labios de su esposo agradeciéndole.

SeokJin apretó con delicadeza la mejilla de su alfa y esperaba que sus hijos tuvieran una persona que los ame tanto, como ellos lo hacían.

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Los trabajadores de la familia Jeon también habían sido invitados, por eso se vistieron con sus mejores trajes para ir a la fiesta del alfa.

Hoseok se encontraba vistiendo un pantalón azul de tela con pinzas, qué amoldaba sus hermosas piernas fibrosas, una camisa de gasa con cuello y en las mangas atadas a un lazo, con piedras preciosas en los filos de la camisa y sus hombros.

El estilo de su cabello era algo más natural, un poco de crema de peinar en la humedad de sus hebras, colocando la secadora y haciendo crunch para que sus rizos se mantuvieran.

Un poco de perfume en lugares estratégicos de su cuerpo donde no se desvanecería tan rápido. Ya estaba listo, solo faltaba tomar sus pertenencias y esperar a su amigo Jimin, con el cual vivía.

Era un beta que también trabajaba para la familia Jeon, como uno de los capataces de la hacienda. Por eso, cuando lo llamaron por un problema en el ganado, tuvo que disculparse con su amigo y salir en dirección contrario a la casa del alfa.

Un poco nervioso por tener que llegar solo, a Hoseok no le quedó de otra que llamar un taxi para ir a la fiesta.

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Cuando se asistía a un lugar donde se hallaban más personas, por educación se debía mantener sus niveles de olor bajo, para evitar incomodar a los presentes.

La fiesta era un claro ejemplo de ello.

Los invitados estaban pulcramente vestidos y conversando tranquilamente, muchos de ellos eran trabajadores y otros allegados de la familia. Los olores de los presentes se percibían cuando llegaban, emitiendo matices dulces y amargos.

Yoongi reconocía los aromas de varios de ellos, los observaba con atención y detuvo sus ojos en cierto joven que no supo identificar. Su cabellera rizada y rubia, su piel de porcelana, su cuerpo esbelto y su belleza, lo hacía destacar entre muchos.

Agudizó su nariz queriendo encontrar el olor que le caracterizaba.

Su lobo se inquietó, comenzando a mover la cola de manera emocionada con sus ojos brillantes llenos de esperanza.

Con pasos lentos y decididos, se acercó a saludar.

Quería olfatearlo, verlo de más cerca y admirar su belleza, embriagarse en esa mirada limpia y cautivante.

Verlo conversar animadamente con el beta Park, uno de los capataces de la familia le hizo sentir envidia.

No tuvo opción a saludar cuando Jimin lo saludó un poco antes de llegar donde estaban ellos.

—Yoongi —saludó con amabilidad.

—Park —respondió y con un cabeceo miró al omega.

De cerca era mucho más hermoso y Yoongi pasmó un gruñido de satisfacción al poder olfatearlo.

Jazmín.

Dulce y delicado jazmín.

—Buenas Noches —escuchó decir en un susurro y eso fue lo más maravilloso que pudo escuchar Yoongi.

Sin detenerse a pensar en las consecuencias, Yoongi expulsó su olor en mínima cantidad. La mezcla de la lima con madera se percibió sutilmente.

—Buenas Noches… —dejó la frase sin terminar para conocer el nombre del Omega.

—Hoseok —murmuró —me llamo Hoseok —aclaró su garganta al final.

—Mucho gusto, soy Yoongi —se presentó.

—Lo sé, todos conocemos a los hijos del alfa Jeon —comentó sin apartar la mirada y con una suave sonrisa.

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