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—¿Qué tal? —preguntó Jimin girando en sus talones.

Taehyung lo vio de pies a cabeza, admirándolo; la única forma digna de mirar a Jimin era admirándolo cual obra de arte, esa era la única forma. El atuendo de Jimin era el digno de un príncipe, uno de aquellos cuentos que le leyeron cuando era un pequeño niño, era el príncipe de sus sueños.

—Te ves precioso, Minnie. —Dijo, con toda la esperanza de que Jimin notara el brillo de sus ojos, brillo que nacían solo por y para él.

Pero Jimin nunca las notaba.

—Gracias, Tae. —Sonrió ampliamente, con un claro sonrojo sobre sus mejillas.-Tú también te ves demasiado guapos, pareces salido de una película romántica.

—Exageras. —Sonrió de lado, quería ser modesto, pues siéndose sincero se había puesto uno de sus mejores trajes y su camisa mas cara solo para salir con Jimin.

—¿Cómo se llama el restaurante?

—La rouge, es francés.

—Uh lala.-Soltó una suave risilla, tomando del brazo a Taehyung. —Bueno, creo que es hora de irnos.

Taehyung asintió, pidiendo al cielo no sonrojarse por la cercanía de Jimin y por el hecho que había enredado sus brazos, recostando suavemente su cabeza contra su hombro.

—Margarita, pórtate bien y cuida de Yeontan, duerman juntitos. —Habló a su gata que pasaba por el lugar, la felina camino hacia su pierna y se frotó contra ella antes de irse, como si le hubiese entendido cada palabra soltada fue a recostarse al lado de Yeontan; logrando que Jimin soltara las risillas típicas suyas. —Que lindos.

—Se llevan muy bien ¿no lo crees?

—Son como hermanos de otra especie. —Sonrió. —Ya, vamos, se hace tarde.

El corazón de Taehyung estaba envuelto en un claro manto de amor, dios, amaba tanto a Jimin que sentía que podría explotar. Jimin aún seguía tomado de su brazo, guiando a ambos hacia la puerta de salida, mientras pasaban por los pasillos Jimin le platicaba de su día y cómo es que había conseguido una nueva taza para su colección, recuerda lo emocionado que estaba cuando le mostró la pequeña taza. Fue cuando se dijo a sí mismo, que se esforzaría en conquistar el cálido corazón de Jimin.

Había estado enamorado de Jimin antes de que el omega conociera la palabra "amor", había pasado primaveras enteras mirándolo desde lejos, deseando el día en el que pudiese voltearse a verlo; así podría regalarle mucha de las flores que había estado recolectando en su camino. Ahora parecía que podría hacerlo.

Jimin era del tipo que hablaba hasta por los codos, el tiempo en el que estaba demasiado triste como para salir de su habitación; casi ni hablaba, por eso a Taehyung le daba mucha felicidad escuchar lo parlanchín que Jimin había vuelto a ser. Ya sanaba de aquel corazón roto.

Aunque eso aparentaba, Jimin volvió poco a poco a la normalidad, hablaba como siempre, salía de compras, horneaba y comía las galletas con un té; pero por las noches, aún soltaba pequeñas lágrimas; llamando de vez en cuando a Jungkook, sintiéndose muy solo. Extrañando a su gran amor, susurrando que volviera con él; que le perdonaría, que tratarían de resolver todo. Pero no pasaba. Su superación iba paso a paso, pero muchas veces tenía bajones.

Al llegar al restaurante unas cuantas personas les tomaron fotos, por suerte su presencia no hizo mucho furor, lo último que Taehyung quería era el tener un escándalo en una de sus primeros intentos de cita con Jimin. Entraron al restaurante y entre sonrisas fueron a su mesa.

—¿Qué me recomiendas, Tae? —Dijo Jimin tomando el menú entre sus manos, fingiendo escoger algo.

—¿Algo que se te apetezca del menú? Tal vez así pueda darte una reseña.

—Mhm. —Empezó a buscar entre todos los nombres, ninguno le llamo la atención, hasta que con un pequeño saltito y los ojos iluminados hablo.—¡¿Cómo es la Ratatouille?!

—Es deliciosa.—Sonrió con ternura, recordando que Jimin siempre babeaba cuando recordaba la ratatouille de la película.—¿Quieres probarla?

—¡Claro que sí! Siempre quise probarla, jeje.—Sonrió.—¿Que pedirás tu?

—Caracoles con mantequilla y perejil.

—Ew, Tae, eso es asqueroso.—Comento Jimin con una expresión de disgusto, la cual hizo sonreír a Taehyung logrando que se apoye en su palma, viendo atentamente a Jimin.

—Saben bien, cuando los pruebes lo sabrás.

—Jamás lo probaré.

—Oh, vamos, hay que probar nuevas cosas, ¿no?

—Si...pero caracoles...

—Pruébalos con los ojos cerrados, te gustaran.

—Mhm, esta bien.—Suspiro.—Lo hare por ti.

El alfa sonrió, conteniendo un suspiro enamoradizo. Lo amaba tanto.

Pidieron una botella de vino, compartiéndola mientras sus pedidos llegaban; les ofrecieron pequeños quesos y uvas, las comían mientras alimentaban al otro; fue Jimin quien empezó, acercando un queso a la boca de Taehyung logrando que se sonroje y le sonría, compartían un buen momento esperando su orden.

Sin imaginarse que en el pasillo principal se encontraba el causante de los suspiros robados de Jimin. Con una elegante camisa y pantalones ajustados, Jungkook esperaba al lado de sus amigos, manteniéndose en silencio mientras esperaba las órdenes para ir hacia su mesa. Era el primer día en el que salía, había estado encerrado desde que se había mudado; solamente salía a tomar aire cuando fumaba por las noches. Había vuelto a aquella costumbre de fumarse sus penas, cajetilla tras cajetilla mientras miraba a la luna arrepintiéndose de todo lo que había pasado, tratando de recordar. Antes de que sus amigos fueran a recogerlo se encontraba fumando en el balcón, terminando su primera cajetilla del día, tratando de resolver el rompecabezas y tratando de hacer una táctica que pusiera nuevamente su vida en orden. A él no le gustaba el desorden, jamás le había gustado el ruido que producía; por eso es que perdía los cabales con cada segundo pasado. Su vida había perdido su perfecto orden y eso le consumía en el fondo.

Lo peor era que, a veces en las madrugadas podía sentir el llamado de Jimin, aun, eso era lo que más ruido causaba en su interior. Era horrible sentir aquello, no poder hacer nada. Por eso es que aprendía sus sentimientos fumando o saltándose las comidas, no quería darle aquella carga a Jimin, esa opresión en el pecho que nace de la nada. No quería causarle más dolor del causado.

—Se tardaron en darnos mesa, ¿no?—Sonrió Hoseok a su lado.

—El restaurante está lleno, los jueves mayormente son días de parejas, muchas deben estar en una cita.—Expreso Jungkook.

—Ah, sí, un restaurante francés es bueno para las primeras citas, ¿no es así, Seokjin?—Hablo Hoseok.

—Medio cliché, pero si.—Suspiro.—Ahora vamos por nuestra mesa que me muero de hambre.

Los tres asintieron al unísono, provocando pequeñas risas entre los tres; Jungkook sonreía por primera vez desde que todo con Jimin había acabado. Caminaron por el lugar, cerca de unos acuarios enormes que contenían muchos peces coloridos; aquellos peces le hicieron pensar algo a Jungkook y es que, si su relación con Jimin hubiese sido vista al ojo público, lo hubiese podido traer a un restaurante tan bello como este, hubiese amado los peces coloridos.

Aunque no quisiera, al final del día siempre terminaba pensando en Jimin, jamás podría sacarlo de su cabeza, jamás podría superarlo ¿Cómo hacerlo? Si fue lo mejor que le pasó en la vida.

Los tres ordenaron casi lo mismo, guiándose por las reseñas de Seokjin. Compartían una pequeña conversación sobre sus días, Jungkook escuchaba atentamente, hasta que algo llamó su atención, un ruidito en particular.

Una risilla que reconocería a kilómetros.

Busco con su mirada, encontrándolo a través del vidrio de la pecera, Jimin con los ojos cerrados mientras Taehyung le convidaba su comida. Se quedó plasmado, esperando la reacción de Jimin, la cual fue abrir los ojos grandes y con las mejillas abultadas, disfrutando la comida. Sin poder evitarlo sonrió, ver a Jimin tan cerca, escuchar su risa, había iluminado su semana.

Hoseok y Seokjin se dieron cuenta de la mirada perdida de Jungkook, al seguirla, hicieron una pequeña mueca de tristeza. Ellos eran quienes mejor veían el gran golpe que había recibido Jungkook, el cómo se había apagado y el como solo olía a tabaco. Tanto ellos como Jungkook querían que esta farsa terminase, porque eso era, una farsa.

Por otro lado, la boca de Jimin era una fiesta, probando el platillo que había ordenado y lo que Taehyung le convidaba, sorprendentemente y de la nada se sentía muy feliz.

Sin darse cuenta del par de ojos que le observaban a la distancia.

Se sentía feliz.

—Ah, Tae, estoy tan lleno que podría explotar.—Dijo con una sonrisa terminando de limpiar sus labios.

—¿El postre para llevar?

—El postre para llevar.­­—Confirmo.

El postre eran crepes con fruta y chocolate, esperaron a que se los trajeran y dejando una buena propina salieron del restaurante, fue cuando Jimin sintió la necesidad de mirar hacia atrás, como si le llamasen en silencio. Al darse la vuelta, solamente se topó con una enorme pecera y figuras que resultaban familiares, quiso tratar de reconocerlas, pero el pequeño jalón que recibió en su brazo le hizo perder la concentración; al final dejó el lugar, tomado del brazo con Taehyung.

Sintiendo que le faltaba algo, como si hubiese dejado algo dentro del restaurante, pero no era nada material.

Sino un sentimiento, el amor.

Y aunque sus caminos se hayan separado por baches en él, siempre encontrarían el cómo seguir juntándose, aunque no se diesen cuenta.

Sus corazones y almas eran uno, siempre encontrarían la forma de volver, siempre. Así estaba dicho para las almas enamoradas y destinadas, el hacer el camino entre la maleza para nuevamente unirse en un fuerte abrazo.

A pesar de la tormenta.

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