27
El peso dentro de su garganta era tanto que creía que alguien podría ver aquel nudo que la ataba.
Siempre llevaba un nudo en la garganta, conteniendo con aquel las lágrimas que de vez en cuando sus ojos querían desechar.
La carga emocional y el gran dolor que sentía por las cosas pasadas, cosas futuras que se quedaron en un sueño y el presente solitario, era demasiado. Su espalda llegaría a encorvarse por toda la culpa que recargaba contra ella, muchos tal vez y quizás encima de ella.
El ceño fruncido de su rostro parecía contener toda la tormenta que se causaba dentro suyo, era demasiado bueno guardando apariencias, nadie podría descifrar qué tras aquellos ojos redondos se encontrasen murallas azules derrumbándose. Se había quedado estático frente a su edificio, contaba hasta tres mirando a un punto negro inexistente, aún se encontraba dentro de la camioneta de uno de sus representantes, el silencio siendo tan incomodo que podían escuchar la respiración contraria. Y es que Jungkook no era alguien hablador, se limitaba a ser amable y cordial, pero sus silencios nunca se oían de aquella forma, siempre eran calmados y serenos, ahora, solo era un silencio triste. Siempre debió de llevar consigo un silencio triste, después de todo, pero no lo oía por la compañía parlanchina que siempre tenía, pero las cosas fueron diferentes.
Por tu culpa.
Soltó un suspiro, frotándose ambos ojos tomó su maleta entre sus manos y se decidió a entrar, por más que alargase aquel silencio tendría que entrar en cualquier momento.
Se despidió cordialmente de su representante. Saliendo de la camioneta miró hacia arriba, nunca había notado lo enorme que era el edificio en el que vivían, jamás notó que las nubes llegaban a tocar el último piso; en el que vivían. La calle en la que estaba ubicada el edificio era de personas millonarias y sobre todo de celebridades, nadie se metía en los asuntos de ajenos, y nadie miraba más allá de su barda, por eso habían durado mucho tiempo escondidos entre la maleza.
Dejo de divagar frente a la puerta, metió su tarjeta y tuvo acceso, en el camino pensó en usar las escaleras, para hacer las cosas aún más eternas, es que aún quería prepararse para -tal vez- ver a Jimin después de lo sucedido, pero aunque se tomase todo el tiempo del mundo; al final de este, enfrentaría la verdad. Así que se decidió por el ascensor.
Y este incluso se veía eterno, con aquella música relajante y la soledad suya mirándose a través del reflejo del metal fino. Viéndose en el metal pulido, vio un poco de lo mal que se encontraba, tan enfermo que pareciera que de un momento a otro caería de rodillas.
Era parte de la culpa que le consumía desde adentro. Aquella y el sentir todo lo que ahora pasaba Jimin.
Cuando descubrió que Jimin era su destinado quiso saltar de la alegría, se sentía en una eterna primavera llena de amor. Pero aquel descubrimiento fue su perdición, pues ahora todo era frío, quería morir por la pérdida de su compañero.
Volvió a soltar un suspiro, ya había llegado.
Tomó su maleta fuerte contra sus manos, contando hasta tres, haciéndose idea que pronto estaría de nuevo dentro de aquellas paredes que guardaban florecillas. O tal vez no.
La puerta del ascensor se abrió solamente cuando metió su llave, fue tan lento, el tiempo parecía burlarse de él.
O tal vez solo le preparaban para lo que viese al abrirse por completo las puertas.
El tiempo no logró con su cometido.
Su corazón cayó aún más profundo y el peso sobre su joroba empeoro.
Recuerda haber dejado un departamento lleno de color, macetas de diferentes colores adornando el lugar, chucherías de tiendas de segunda mano en los estantes, muchos juguetes gatunos por el piso y aquel calor hogareño. Pero ahora estando nuevamente en aquel lugar, lo desconoció.
El color se había desvanecido de aquel marrón. Ya no había ni una pizca de amarillo junto al gris, ni siquiera un punto de rosa en el rojo.
Jimin se había ido, llevándose todo el color y todo el calor consigo.
Y Jungkook quiso llorar, ha querido hacerlo todos los días desde que él mismo trazó una línea por su yugular, lo ha hecho-no lo suficiente-, pero no lo hizo, no iba a llorar ahora, solo contemplaría lo solitaria que sería su vida de hoy en adelante.
Siempre fue solitaria, hasta que una estrella se postró sobre ella, pero ahora que se había ido, volvía a lo mismo de siempre.
Por lo menos, tendría el recuerdo de que alguna vez no estuvo solo.
Apreciaría aquello.
Lo recordaría en las madrugadas frías de invierno, en donde ni la calefacción podría calentar sus palmas, tal vez el recuerdo de unas pequeñas manos sobre las suyas logren calentar su corazón.
Solo soltó un suspiro triste. Era lo único que hacía, soltar suspiros.
Dejó su maleta en el piso y fue hacía el sofá negro en medio del salón, quería descansar siquiera algo. Sentado en el cuero artificial, miró a todos los lados, descubriendo que era un departamento muy amplio; siempre lo había visto lleno, es que las cosas de color que Jimin se llevó lo hacía ver de esa forma.
Volvió a soltar un suspiro, mirando al frente, miró justo en el mueble que reposaba a su televisor, dentro de él; aún existía algo de color. Se levantó del sofá en dirección de aquel amarillo. Estando frente al mueble de madera, vio aquel marco que Jimin había comprado en una feria de sus muchos viajes por Europa, tenia los marcos amarillos y pequeñas figuras dibujadas, en el se podía ver una fotografía suya. Tomó el marco entre sus manos, acarició el vidrio con sus pulgares; viendo aquella sonrisa en el rostro de Jimin, una que siempre extrañaría. Los dos se veían felices en esa foto, fue de su primer día en su departamento, al fondo de ellos se podía divisar las cajas de la mudanza y a Margarita jugando con un estambre. Se veían eternos en esa fotografía.
El sabor saldo llegó a la comisura de sus labios, al sentir con sus dedos aquello se dio cuenta que había empezado a llorar. Lágrimas silenciosas caían por sus mejillas, haciendo surcos profundos en sus mejillas pálidas, tratando de encontrar consuelo.
—Cariño.—Susurró mientras acariciaba el vidrio del marco.—¿Donde habrás dejado las demás fotos?
Y como si fuese una respuesta, miró debajo de sus pies encontrándose con una gran caja de la cual sobresalían muchos marcos apilados uno a uno.
Dejó el marco en su lugar y se agachó para ver dentro de la caja, tomando entre sus manos el montón de recuadros que yacían dentro, muchos álbumes y bolsas llenas de fotos.
Volvió a llorar.
—Era de esperarse que no quisieras ningún recuerdo nuestro, no te culpo.—Susurró, hablándole a la fotografía.—Viviremos en ellos, en estas fotografías seremos eternos. Por lo menos...
Lágrima tras lágrima se desmoronaba, el dolor en su pecho aumentando en cada suspiro robado, viendo los ojos finos de su amado, rompiéndose el corazón por el hecho de que de ahora en adelante solo vivirían de recuerdos y fotografías, de melodías y párrafos.
En medio del dolor encontró aquella pista de egoísmo que surgía de vez en cuando, lloraba mientras sentía su corazón astillarse por el hecho de que Jimin no se haya llevado ni una fotografía de lo que fueron.
Pero estaba muy equivocado, pues, ahora al otro lado de la ciudad se encontraba Jimin abrazando un retrato suyo mientras que lágrimas silenciosas recorrían por sus mejillas.
El dolor los unía, después de todo.
La única unión que les quedó y que sentían aún.
Aunque el amor seguía presente, era uno doliente, de aquel que te hace muchas preguntas sin respuestas.
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