24
Jimin se había levantado muy temprano, sus amigos le habían informado que ya habían llegado a la ciudad y que ha medio día lo irían a visitar. Se levantó temprano para ordenar el desorden que estaba esparcido por el piso, habían sido días caóticos, el dolor de su pecho no le dejó mantener su hogar ordenado y limpio, tenía demasiada flojera de hacer algo.
Solamente había estado tirado en su cama, desde que se despertaba hasta que se dormía, no tenía fuerzas de hacer algo productivo; solamente se levantaba para darle de comer a su gatita, después volvía a envolverse en sábanas mientras esperaba al día siguiente. Lucia como si hubiese pasado diez años desde que dejó Nueva York, pero solo había pasado una semana, su dolor se sentía eterno. Se sentiría eterno.
La tristeza que llevaba en su espalda logró que perdiese apetito alguno, habían sido días en los que no consumió nada; era la pesadez de sus pies que le mantenían de pie y claro, el sueño que le perseguía siempre.
Jimin terminó de ordenar las cosas que él mismo había desordenado, la segunda noche estando solo en ese enorme lugar llamado hogar; había conseguido un pequeño ataque de rabia y tristeza, tirando los cojines del sofá, desordenando los libros de segunda mano, envolviéndose en una esquina a llorar; mientras sentía esa rabia de haber sido traicionado, de haber dado todo y haber sido dejado de lado, la tristeza de haber sido dejado, la tristeza y rabia de estar solo en un lugar lleno de recuerdos.
Los días eran difíciles.
Y seguirían siendo difíciles.
Se sentó en el cómodo sofá a esperar a sus amigos, pronto llegarían y debía verse bien para no preocuparlos, con un suspiro se levantó, fue arrastrando sus pies hasta su antigua habitación; la opresión en su pecho se acentuaba mientras iba llegando.
La primera noche en soledad; Jimin había llorado toda la noche abrazando la almohada de Jungkook, pidiéndole a las estrellas que borrasen aquel día en donde se rompieron, las estrellas no le hicieron caso, por lo que al día siguiente entre lágrimas y sollozos llevó su almohada hacia el cuarto de visitas, instalándose en aquellas paredes blancas, paredes sin ningún recuerdo dibujado entre su fino lienzo. Creyó que aquello le haría sentir bien, pero no fue así, las noches transcurrían con él abrazándose a sí mismo mientras derramaba lágrimas silenciosas.
De todas formas, se veía horrible, se miró al espejo y no pudo reconocerse, era otra persona. Con los ojos hundidos, las ojeras sobre sus ojos, la nariz roja y los labios algo hinchados por llorar en la mañana. Suspiro.
Ya no soy lindo, por eso me dejo. Se dijo reteniendo las lágrimas.
Tomó un corrector y con él trató de esconder las bolsas negras debajo de sus ojos, fue bastante difícil, estaban tan marcadas que solo se acentuaban con el corrector.
—Que horrible me veo.—Dijo en voz alta.
Antes de que pudiese utilizar más adjetivos para referirse a sí mismo el timbre sonó, salto en su lugar tratando de difuminar las líneas blancas y hacer un buen trabajo, algo ocultaban de las bolsas, se puso un bálsamo sobre sus labios rajados y fue en camino a abrir, forzándose a sonreír como siempre solía hacerlo.
Abrió la puerta encontrándose con sus mejores amigos, ellos le sonrieron, Jimin lo hizo también, aunque sabía muy bien que tras esas sonrisas se ocultaba una gran preocupación por su apariencia.
—¡Hola!—Sonrió abrazándolos.
—Hola, Minnie.—Respondieron al unísono.
—Pasen, pasen. No pude hacer galletas o jugo porque me quede dormido, espero puedan perdonarme.—Rió bajo.
El lugar se encontraba como siempre; limpio y con un olor a manzanilla, pero algo no se veía bien. Y claro, era la falta de flores sobre las mesas.
—¿Cómo les fue? ¿Todo bien?—Pregunto Jimin sentándose en el sofá y llamando a sus amigos a su lado.
—Todo bien, la fiesta fue muy buena.—Dijo Soojin.
—¿Cantó Jungkook?—Preguntó Jimin en un susurro, mirando sus manos, jugando con sus pulgares.
—Lo hizo.—Respondió Taehyung.—Fue una basura, después de todo, he visto peores presentaciones.
—No digas eso.—Susurro Jimin.—Él siempre da unas buenas presentaciones.
Tal vez lo que más dolía en el momento, era escuchar la dulce voz de Jimin aún defendiendo a Jungkook; como siempre lo había hecho, se iba contra la marea por defenderlo. No podría hablar mal de él, nunca.
Sin importar que le hubiese roto el corazón.
—¿Cómo estas, Minnie?—Pregunto Yoongi.
—Estoy bien.—Sonrió.—Algo cansado por haberme quedado hasta muy tarde despierto, estuve viendo películas hasta muy tarde y por eso tengo ojeras.—Se excusó antes de que le preguntasen por las bolsas de sus ojos, todo con una sonrisa.—Comí mucha chatarra ayer.—Volvió a soltar una risilla.
Las mentiras eran claras, pero la sonrisa de Jimin las lograba distraer.
—¿Puedo traer algo para estas galletas? Te compramos tus favoritas.—Dijo Taehyung tomando la bolsa que había traído consigo.
—Ve a la cocina a traer algo.—Dijo Jimin.
Taehyung asintió, se levantó del sillón y fue hacia la cocina, los pasillos olían a manzanilla y muy bien ordenados, al entrar a la cocina se dio cuenta de la falta de ollas sobre la hornilla, Jimin no había cocinado ni había comido nada, se dio cuenta al instante. Con una bandeja rosada en forma de flor volvió hacia la sala, con las galletas encima de la bandeja las puso sobre la mesita.
Jimin miraba las galletas pero no tomaba ninguna, Taehyung lo noto rápidamente, por eso tomó la bandeja y se la ofreció a Jimin esperando a que tomase una. Por suerte la tomó, pero la dejo reposando contra sus dedos mucho tiempo, a penas dándole una mordida.
—¿Cuando volverás a desfilar, Yoonie?—Pregunto Jimin.
—No lo sé, aún mi agenda no está acomodada.—Rió.—¿Y tú? ¿Cuando sacarás algo de música?
—Ah, creo que pronto, no lo sé. —Las canciones que había escrito para ese álbum saldrían pronto.
Su corazón se rompió un poco más, pues en ellas, había escrito sobre su gran amor y ahora que no lo tenía, derramaría unas cuantas lágrimas por la noche.
—Minnie.—Llamó Taehyung.—¿Haz almorzado?
Jimin se sorprendió, con las cejas levantadas y una expresión de sorpresa.—Uh...no, no tenía hambre.
—¿Quieres ir a almorzar después? Yo invito.
—Gracias por la invitación.—Sonrió.—Pero no tengo hambre, ayer comí mucha chatarra y aún estoy lleno de eso.—Rió suavemente.—Podemos ir a almorzar otro día.
Taehyung asintió. Sin creerse nada. Los ojos de Jimin no sabían mentir.
—¿Enserio haz estado bien, Minnie?—Pregunto Soojin.—Sabes que nos tienes a nosotros y puedes hablar sobre cualquier cosa.
—Yo...
El apoyo que sus amigos siempre le daban le resultaba muy bello, lo necesitaba ahora. Por eso, esas palabras lograron que lágrimas rodasen por su rostro, cubriéndose con su mano el rostro para que no lo viesen llorar. Yoongi que estaba sentado a su lado lo abrazó, dejando que Jimin se recostara en su pecho mientras aún tenía las manos cubriendo su rostro y sollozando suavemente.
—No puedo estar aquí.—Susurro.—Me duele mucho estar aquí. Porque pienso que en cualquier momento entrará Jungkook y-y me abrazará, me besará, que todo volverá a ser normal. P-pero eso no pasa y no pasará.—Sollozo.
—¿Quieres irte?—Pregunto Soojin.
—N-no, pero...no puedo seguir aquí...me duele mucho.—Quito sus manos de su rostro, mostrando sus ojos hinchados, señaló su pecho.—Me duele aquí.
El corazón de todos se rompió ante las palabras. Se rompía al ver las gruesas lágrimas recorrer las mejillas de Jimin, era como ver a un ángel llorar y perder poco a poco sus alas.
—Minnie...deberías mudarte.—Dijo Soojin.—Te sentirás algo mejor al hacerlo.
—Pero no quiero, he vivido aquí tres años, ya iban a ser cuatro. Han pasado muchas cosas aquí y no quisiera...no quisiera dejar ir esos recuerdos.
—Es lo mejor, Minnie, te lastimas más estando aquí.—Dijo Yoongi acariciando la cabeza de Jimin.—Puedes quedarte con uno de nosotros mientras tanto.
Jimin lo pensó, dejar aquel lugar donde había sido muy feliz...le rompía el alma. Pero debía hacer eso, ya no le quedaba nada más entre esas paredes, solo recuerdos fantasmas que no volverían. Su amor viviría dentro, como un fantasma que perdió su tumba. Debía dejar ir, sino le dolería por más tiempo.
Jimin asintió.
—¿Quien me ofrece un hogar temporal?—Rió limpiándose las lágrimas.
—Puedes quedarte conmigo, si gustas.—Dijo Taehyung.
Jimin asintió sonriendo.—Me quedare con Tae.
Ahora, sería sacar las cosas de aquel departamento, sería demasiado costoso.
—Si quieres mañana podemos sacar tus cosas de este lugar.—Dijo Taehyung.
—Aún no...—Murmuró Jimin.
—Mientras más rápido lo hagas, mejor será.—Dijo Yoongi.
Si sus cosas se quedaban más tiempo dentro se seguirían impregnando del aroma de Jungkook, se seguiría impregnando de los recuerdos que alguna vez vivieron. Sería difícil quitar todo aquello.
Jimin volvió a asentir. Sacaría todas sus cosas de aquel lugar, dejando las cosas de Jungkook solas.
Era parte de la vida, después de todo. Las cosas llegan a su fin, aunque es difícil moverse, uno debe hacerlo. Aunque se rompa en pedazos, pintando el cielo de gris, debe moverse. Porque el tiempo pasaba y las estaciones terminaban. Debía moverse.
Aunque sería muy difícil, un amor como el que tuvo con Jungkook jamás se repetiría, estaría buscando en cada libro aquellos versos que alguna vez se recitaron; dándose cuenta que nadie podría escribir un amor como el suyo. Y es tan triste, un amor roto. De un día para otro, partido en dos. En distintos caminos y en distintos horarios.
Un amor tan perfecto que resultó siendo trágico, aquello era lo que atormentaba a Jimin, ¿cómo un amor como el suyo pudo terminar? nunca tendría respuestas.
Muchos tal vez recorrían su cabeza, tal vez si hubiese sido más lindo, tal vez si hubiese sido menos parlanchín, tal vez si hubiese sido más delgado, tal vez. Pero nada le daría la respuesta.
Con los pies pesados y sintiéndose enfermarse, débil, con el nudo en su garganta, tomó su almohada, la jaula de Margarita y salió de lo que alguna vez llamó hogar. Viendo por última vez esas paredes blancas llenas de fotografías, aún el peor dolor no venía, pero se rompía por dentro.
El camino hacia el enorme hogar de Taehyung se hacía eterno, con cada kilómetro recorrido sentía como algo lo tiraba hacia atrás, lastimando su pecho.
Le fue imposible no romperse al entrar al hogar de su mejor amigo, lloro en sus brazos durante horas, hasta que su garganta se quedó ronca y su cabeza dolió.
Le dolía mucho.
Se sentía morir.
Consolidó el sueño solamente por las feromonas de tranquilidad que Taehyung le lanzaba, solamente así dejó de llorar; durmiendo abrazado a su almohada.
La almohada aún conservaba el aroma de Jungkook.
Cómo lo hacía su libreta amarilla, las hojas desprendían el aroma dulcete de Jimin. Aún se podía oler a pesar del tabaco que fumaba.
Antes la constante de su vida era la sonrisa a través de la pantalla de Jimin, ahora, su constante eran las cajas de cigarro que fumaba todas las tardes.
Se sentía morir.
Pero se lo merecía.
Él había causado todo eso.
Y sinceramente, se repetía aquello siempre, sobre todo cuando la rabia contra sí mismo escalaba en sus hombros y se sentaba en su cabeza. Cuando destruyó su camerino, tirando las sillas y lo que encontrase, llorando de rabia.
¿Pero que podría hacer? Las cosas estaban hechas.
Jimin se la había pasado repitiéndole que era una hermosa y grandiosa persona; que se merecía el universo entero. Pero eso no era cierto, al parecer, Jungkook era lo que la gente decía de él. Una basura.
Se sentía enfermo de si mismo, quería golpearse, pero lo que hacía era fumar cajetillas de cigarro enteras todos los días, su forma de herirse, tal vez.
Las noches eran peores, cuando recordaba las lágrimas de Jimin por sus mejillas, siempre me atormentaría.
Siempre.
Era un maldito bastardo, se lo repetía siempre, por las madrugadas cuando no podía dormir.
Jimin se merecía el mundo.
Jungkook no pudo dárselo.
Por eso se atormentaba siempre.
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