VII.- Nuevo Día

— Camie. . .

El pelirrojo se encontraba en las gradas del coliseo con un libro entre manos cuando fue llamado.

— ¿Qué sucede Milo? —pregunto sin alzar la vista de las palabras

— Mañana partiremos. . .

Al escuchar eso, apretó con fuerzas el libro. Torciendo sus orbes rojizos y batallando por no llorar, pues Milo se iría.

Este mismo lo noto y se arrodillo frente al pequeño de piel palida.

— Camie, tranquilo. . . — quiso tocar su mejilla, pero no sabia si eso en realidad ayudaría.

Hasta que una idea surco por su mente.

— Camie, hagamos una promesa — formo una gran sonrisa, mostrando sus blanquecinos dientes

— ¿Promesa? — se quito una pequeña lágrima que habia escapado sin su consentimiento

— ¡Exacto!, prometamos que ambos regresaremos y nos encontraremos de nuevo — dijo con mucho entusiasmo

— ¿Que dices Cam?

— Yo... lo prometo Milo — le mostró una tierna sonrisa acercando su meñique al de cabellos azules.

El otro unio el suyo y de inmediato abrazo al francés.

Pero era tanto su entusiasmo que no midió lo que hizo después.

El pequeño Camus estaba tan rojo, que podrías compararlo con un tomate. ¿El motivo? Un beso en su mejilla por parte de el de orbes azules.

— Señor Camus. . . — escucho de repente en la lejanía

— Señor Camus. . . — volvio a escucharlo cada vez más cerca hasta que. . .

🌒🌑🌘

Con pereza abrió sus ojos rubíes, notando a la energética de cabellos verdes, quien le sonreía.

— ¿Adalia que. . .

— No sabia que soñaba con el señor Milo — soltó la peliverde, quién fue la única que recién despertaba

Camus solo sintió como la sangre se acumulaba en su rostro, volteo a la ventana, mirando que Apolo apenas comenzaba a alzar el sol.

— Será mejor ir preparando el desayuno, así tendremos más tiempo antes de que el patriarca nos llame — evito el tema, así como la mirada gris sobre su persona

Sin más se levantó de la cama, dejando a una peliverde confundida con sus trenzas a nada de soltarse.

— ¿Que acaba de pasar?
— pregunto al aire, pues estaba segura de haber oído un susurro cuando trataba de levantar al acuariano

“Lo prometo Milo” había escuchado, estaba segura.

Sin más chasqueo la lengua, tendría que averiguar que ocurría con esos. Lastima que el tiempo no estaba de su parte, pero podría pedirle a Mei que. . .

— ¡NO! — grito al caer en cuenta de que ya no vería más al albino menor

— ¡¿Que paso?! — se despertó asustado el guardian de piscis. Su cabello celeste estaba revuelto y su rostro reflejo un poco de terror por el gritazo que oyó.

— Cinco minutos más. . . — susurro la castaña cubriéndose con la sabana el rostro.

Aphrodite miro a su pequeña que estaba balbuceando cosas, mientras unas cuantas lágrimas escurrían de su delicado rostro.

Se levanto y fue donde su princesa.

— ¿Que sucede Dali?

— Ya no vere a Mei. . . Ya no vere a Mei. . . ¡Waahh! — se tiro al piso con un brazo sobre su cabeza y el otro en su pecho — ¡No sobreviviré!

El doceavo guardian solo cubrió su rostro con su mano al ver a su hija comportarse de esa forma y más que la razón sea el mocoso de Dante.

Debería hablar tanto con el custodio de Cancer y ese mocoso para aclarar las cosas de una vez, sobre todo dejarle claro que no iba a permitir que algo le ocurriera a su Liten. Primero muerto antes de que eso ocurriera, sobre todo le pediría al albino mayor que mantuviera alejado al chico de las cantinas. . .

Si bien le agradecía a Dante haberlo llevado hace unos años, pues gracias a eso tenía a su hija a su lado, eso no quiere decir que va a permitir que algo así le pase a Adalia, y más por qué le prometió a su madre que la cuidaría de todo y todos.

A pesar de que ahora. . . Sería su princesa quién se viera obligada a portar la armadura de Piscis.

Pero esta aún no lo rechazaba y aún si tuviera que alejar a su más grande tesoro así lo haría.

Iba a decir algo, pero el aroma a comida atrajo la atención de todos, incluida la castaña.

La de orbes grises quito sus lágrimas y fue a donde provenía el aroma, seguida de su padre y Margo.

Camus estaba cocinando huevos con jamón, lo supieron por el aroma.

Los platos ya estaban en la mesa con pan tostado y al lado, vasos con jugo de naranja. Adalia sin demora se sentó, esperando ansiosa la comida.

Margo se sentó a su izquierda y Aphrodite a su derecha. Pasados unos dos minutos, el de cabellos rojizos venia con sartén en mano, y con ayuda de la espátula le sirvio a cada quien una ración. Una vez termino, fue rápido a la cocina remojando lo que utilizo.

— Bon appetit — dijo sentándose con los otros.

Camus no era de cocinar, pero era la última vez que las niñas estarían en los templos, así que lo hizo y ellas lo supieron de inmediato.

Ambas sonrieron al francés por ese pequeño gesto y degustaron la comida, junto a los caballeros de las últimas casas.

▪️◻️▪️

Deathmask estaba entrando en la casa de Tauro. Llevaba solo su pantalón de su pijama de color negro; su torso y pies estaban al descubierto, su cabello blanquecino se encontraba un poco revuelto y sus bostezos delataban que despertó no hace poco.

Fue a “pedir” un poco de leche con el taurino, aunque en realidad solo la tomaría y dejaria una nota en donde diga que el la tomo.

Su alumno se habia gastado toda la que tenia en su templo.

Ingreso a la cocina asustando se al ver a Aldebarán sentado, aunque no sabia que hacia, pues solo podía verlo de espaldas en la silla en la que estaba.

Con cautela se acerco, solo para ver como este estaba dormido con la mocosa de ayer.

Ella estaba sentada en sus piernas, con los brazos de este alrededor de su cintura para que no cayera, estaba cabeceando un poco.

Extrañamente, eso le recordo a Aphrodite en una ocasión en la que ya estaba tan cansado, que no le dio tiempo de ir a su cama y durmió en el sofá con la niña en brazos.

Simplemente sonrió por ese recuerdo y miro como la azabache comenzó a moverse.

— ¿Mami? — llamó ella tallando sus orbes cafés

Ella alzo la mirada notando al custodio de la segunda casa, sorprendiendo se en el acto.

— ¡Si paso! — emocionada exclamó pero a la vez una tristeza anido en su pecho y sin más abrazo al pingüino junto al tauriano.

Quien también comenzó a cabecear al escuchar gritar a la menor. Deathmask por otra parte solo alzó ambas cejas, comprendía un poco de español gracias al viejo maestro y el gemelo menor, gracias a lo que pudo entender el concepto de lo que hablaba la niña el día anterior.

— ¡Aldebarán! — llamó el canceriano

— Mmh. . . ¿Que? — parpadeó una cuantas veces. — ¿Death? — miro extrañado al mencionado. —¿Qué estás haciendo aqui?

— Eso mismo me pregunto, ¿Qué haces durmiendo con la mocosa en brazos? — el castaño bajo la mirada para notar a la pequeña yoko abrazando su pingüino. — Y en la cocina

El moreno recordó que la pequeña tuvo hambre durante la noche por lo que decidió ir a hacerle un pequeño lonche. Sin embargo después de una plática motivacional ambos quedaron dormidos, olvidando la comida.

Motivo por el que ahora se encontraban ahí, frente al santo de Cancer.

— Íbamos a cenar, pero nos quedamos dormidos

— Alde es cómodo — señalo la menor abrazada a el aún

— De acuerdo. . . — el albino no había entendido, pero aún así asintió en respuesta mirando a Aldebarán nuevamente. — En fin, yo venía por un poco de leche, Mei se la agoto haciendo quién sabe que

Recordaba haber despertado por su joven aprendiz, mismo que tenía un desastre en la cocina a juzgar por el ruido de la batidora y la estufa. No quiso ni asomarse, a saber que se iba a encontrar por lo que sin más bajo a Géminis, pero ambos gemelos no se encontraban, pues habían salido por un encargo de Athena a juzgar por la nota que dejaron. Obligándolo a descender solo por qué quería tomar su licuado con melón como todas las mañanas, por lo que forzosamente necesitaba la leche.

— Ah si, toma un litro si gustas — «De cualquier manera iré a Rodorio a comprar la despensa» pensó el tauriano, revolviendo su cabello.

Sin más el albino fue al refrigerador a tomar la cantidad que le ofrecieron.

Aldebarán entre tanto, bajo a Yoko y él se levanto de la silla, alzo a la niña y la sento.

— Esperame, en un momento vuelvo — La pequeña asintio. El castaño se retiro dejando a esos dos.

Yoko no dejaba de ver muy curiosa la apariencia de ese hombre que servia leche. Gracias a el señor Dohko, supo que era el guardián del templo siguiente a Géminis.
                  
— ¿Mmh? — giro su rostro para ver a Yoko, quien lo veía fijamente.

— ¿Qué tanto miras mocosa? — arqueó una de sus cejas

La niña ladeó su cabeza.

«Ups, olvide que no entiende el griego» penso

Sería mejor llamar al tauriano, pero a saber que se encontraba haciendo, así que, decidió ignorar a la pequeña.

Una que termino por llamar su atención.

— Death. . Deathmask, ¿Ese es tu nombre? — pregunto, con sus orbes cerrados pues trataba de evocar a su memoria con los caballeros que le presentaron

Con sus ojos carmín un tanto sorprendido asintió. Pues fue uno de los pocos junto con el escorpión que solo saludo y se quedó a escuchar los relatos de la niña, sin intervenir mucho

— Tienes un nombre extraño. Pero tus ojos. . . — sonrió levemente. — Son muy bonitos. Nunca habia visto a nadie con ojos de ese color — mencionó, recordando las veces que acompañaba a su madre a comprar al centro de la ciudad. Siempre habían muchos turistas, pero estos tenían ojos verdes o azules, incluso llego a ver a una muchacha muy bonita de ojos grises.

Pero ¿Ojos rojos?. Saber que si existe alguien con ojos de su color favorito, la sorprendió.

— Gracias. . .— estaba desconcertado, había entendido que a la pequeña le gustaban sus ojos, lo que lo hizo recordar a cierto custodio. — ¡Ja! ¡¿Cómo no van a gustarte?! Si son exóticos

Se mofo poniendo su mano en su pecho.

— Aunque también tienes ojos preciosos, sabes, se dice que estos son la ventana del alma, te servirá cuando quieras saber la verdad — recitó las mismas frases dichas por aquel que impacto en el cuando era un niño

Sin embargo la azabache solo ladeó su cabeza, recordándole al custodio que no hablaban el mismo idioma.

— Ah que mocosa, tendrás que aprender de lo contrario no duraras mucho — sin más tomo la leche dispuesto a irse al sentir cerca el cosmo del tauriano

Mismo que entro con una camisa de color negro, unos pantalones de mezclilla y unos tenis blancos, mirando curioso a la azabache con su cabeza ladeada.

— Nos vemos y gracias por la leche Alde — paso a su lado despidiéndose.

Yoko escucho el nombre del segundo custodio, bajo de la silla con cierta dificultad, dejando a su muñeco y fue corriendo a él

— ¡Señor Alde! — se abrazo a su pierna, muy feliz de verlo.

Este solo negó con la cabeza y con una sonrisa.

— No me fui tanto tiempo

— Aun así lo extrañe.

El momento fue interrumpido por el aprendiz de Aries.

— ¡Señor Alde! — grito este a la entrada del templo

— ¿Quien. . .? — pregunto la de orbes café, sin embargo el mayor la interrumpió respondiendo

— El es otro de los aprendices, ven para que lo conoscas — indico tomando a la menor de la mano

— ¡Señor Alde! — saludo el niño, transportando se para quedar en el hombro. — Mi maestro me dijo que tengo competencia y que estaba aquí, ¿En donde esta? ¿Se acobardo? ¿Es otro lemuriano?

Miro con confianza al mayor.

— Esta aqui — contesto. Kiki  entonces se asomo para notar a Yoko.

— H-hola — respondió viendo curiosa que este niño era parecido al señor Mū.

El niño la observo.

—¡¿Es una niña?!, Bah, será sencillo — salto del hombro y restando importancia, posiciono sus brazos tras su nuca.

— Parece un duende — soltó de repente la azabache, viendo las orejas que estaban un poco puntiagudas de ese niño de cabellos naranjas.

Aldebarán comenzo a reir por la comparación.

El de cabellos naranjas alternaba su mirada entre el tauriano y en la niña. No entendía que fue lo que está le dijo y mucho menos por qué reían.

— ¿Eh que dijo? — exclamó al sentirse excluido

— Ella no habla griego Kiki — respondió Aldebarán entre risas

— ¡¿Ehhh?! ¡Otra niña! ¡Y encima muda también! — jalo sus hebras naranja, pues a la última que había escuchado que no hablaba griego ni siquiera conocía su voz

Eso provoco que Yoko riera.

— Es gracioso — volvio a reir

— Ella se llama Yoko — el castaño se quito una lagrimita — Y si, ella es tu competencia — todo esto lo dijo en griego.

— Y no te confies de que sea una niña. Ella con el entrenamiento lograra enfrentarte — el niño bufo

— Pff, si claro

— ¿Qué acaso olvidas que Margo y Adalia son niñas también? — escuchar el nombre de la geminiana le hizo temblar al recordar la paliza que le dió en uno de los entrenamientos.

— Ah si, olvide darle esto a tu maestro. Ya no me dio tiempo ayer — saco las pulseras que compro en Chinchen itza.

— Toma una es tuya — el niño las agarro, eligió una de color verde y se la puso en su muñeca.

— ¡Gracias señor Alde! — quito de su mente la imagen de esa ocasión. — ¡Ire a darle la suya a mi maestro!

Vio a Yoko y se acerco extendiendo su mano, con una mano en su nuca. — Y mucho gusto en conocerte Yoko y perdón por lo que dije — habló apenado por lo de antes.

Ella no entendió lo que Kiki trato de decirle, así que solo le correspondió estrechando su mano con la suya.

Para después el "duende" como la yucateca lo bautizó correr hacia templos abajo.

Sin embargo antes de cruzar la puerta grito. — ¡Señor Alde! A medio día los nuevos aprendices deben estar en la cámara del patriarca!

El niño había recordado lo que había escuchado de las amazonas.

Pues para bien o para mal, el lemuriano menor disfrutaba de molestar las y en una de sus tantas jugarretas escucho a una de las más grandes hablar sobre cuando permitirían que Géminis y Piscis vayan al campamento para iniciar su verdadero entrenamiento.

«Al medio día. . .» pensó tauro, sabía que sería su último día en los templos, pero no pensó que sería tan pronto, solo tendría dos horas para despedirse de Yoko.

Y eso que la pequeña no había conocido aún a los últimos residentes del zodiaco. Así que con una sonrisa revolvió el cabello de la menor.

— ¿Que te parece comer y luego vamos a que conoscas a los demás? — pregunto mirando como la azabache asentía emocionada, comenzó a sentir pena por su pronta despedida por lo que agrego. — Después no nos veremos muy seguido, ya que estarás con otras niñas. . .

— ¿Cómo las que le dijiste a Kiki? — se podía ver la emoción en su mirada

Pues a sorpresa del Tauro, lo único que la yucateca había entendido, fueron los nombres propios, eso además de que el día anterior las habían nombrado breve para después no volver a repetir esa palabra.

— Exactamente — revolvió sus cabellos y fueron a desayunar.

♋♉♈

— ¿Así que cumples siete dentro de ocho días? — ahora es encontraban en la entrada a Cancer. No tardaron mucho en comer, pues estaban bastante hambrientos, aunque Yoko tal vez más, ya que le sirvio una segunda ración.

— Sipi — ella se encontraba sentada en los hombros del taurino y sosteniéndose de su cabeza para no caer — Todo se ve muy hermoso desde aqui arriba señor Alde — observando lo pequeño que se veía el bosque, el que que dijeron que era un coliseo y los tres primeros templos.

— Ya lo creo pequeña — escucho los gritos de Deathmask al interior

Ingresaron al templo para ser rodeados por las almas que lo cuidaban. La azabache las observo con asombro e ignorando los rostros que se encontraban en las paredes, extendió su mano dejando que una se acerque.

— ¡Son muy lindas! ¿Qué son estas cosas señor Alde? — expreso su emoción al ver otras dos acercarse y posarse en su mano. — Jiji, me hacen cosquillas

— Son almas Yoko — unas flotaban frente a él, indicándole el camino a donde se encontraba Deathmask.

Este estaba en la cocina obligando a su alumno a limpiar el desastre que hizo en esta.

— ¡Y quiero el piso reluciente ¡¿Entendido?!

— Ya entendí abuelo — contesto el muchacho molesto, pero logro ver a los otros dos.

— Hola señor Aldebarán — el joven albino, se levanto del suelo, sacudiéndose un poco el polvo de su pantalón café y su camisa con un rojiza con un estampado de calavera

— Hola Mei, mira, te presento a Yoko.

— Hola — movió su manita con mucha emoción.

— Mucho gusto Yoko — él tambien podía entender un poco el español, gracias a las clases que recibió en su tiempo en la mansión.

— El también es un aprendiz como Kiki — le explico el castaño a la niña

— ¡Mocoso ven a limpiar!

— Lamento no poder hablar un rato más señor Aldebarán, pero ya ve que histérica se pone — apunto a su maestro que venia a donde estaban.

— Maldito mocoso — claramente lo escucho

— No hay problema muchacho, ya nos íbamos. Suerte con él

— Gracias y adiós linda — le sonrió a la de orbes cafés

— ¡Adiós Mei! — aún con esas almas con ellos se retiraron de ahí. Una vez estaban en la salida estas se fueron al interior.

— ¡Adiós almitas! — se despidió de quienes estaban no hace poco en su mano.

Y así continuaron su trayecto a las otras casas zodiacales.

♈♓♊

Entre saludos fue como ahora salían de la casa de Escorpio, directo a Sagitario. Extrañamente las puertas de la casa estaban abiertas, así que Aldebarán cruzo junto a la azabache, quién miraba asombrada el lugar.

— ¡Aioros! — exclamó, para encontrar al arquero con una cadena entre sus manos. — ¿Ocurre algo?

No era normal ver al griego de la novena casa con una mirada ausente. Sin embargo este reaccionó, sonriéndole a tauro que venía junto con la niña.

— ¡Aldebarán! — saludo para mirar a la menor en sus hombros. — ¿Y esta pequeña?

— Es la última aprendiz, Yoko

«La última eh. . .» pensó el arquero bajando su mirada, sin embargo recordó frente a quienes estaba

— Bueno es un placer conocerte Yoko — mencionó evadiendo la mirada extrañada de toro y la niña

— No habla griego

— Oh bueno, mi español no es muy bueno, pero ‹Hola, mi nobre es Aioros› — habló

— Hablas gracioso — respondió está, sacándole una sonrisa al arquero

Quien recordó el acento de la pequeña castaña, entre sus manos apretó aquella cadena que había pertenecido a Joanne. . .

No había tenido el valor de darle la última posesión de su hermana a la pequeña Géminis.

— ‹Gracia, pero yo no hablo nucho español› en fin, ¿A dónde se dirigen Alde? — retomó su lengua materna para preguntar

Ignorando las ganas de reírse del toro

— A que conozca a los demás caballeros — dijo aguantando las risas por su pésimo español, aún viviendo con un español de vecino

— De ser así. . . — dejo un poco en suspenso, llamando la atención de ambos presentes. — ¿Podría ir con ustedes?

La niña ladeaba la cabeza con confusión, pronto Aldebarán le dijo que Aioros los acompañaría, emocionando la y pidiendo ir en brazos del arquero.

Eso además de que era de los más jóvenes junto a Mei.

Sin más siguieron su recorrido, nuevamente sorprendiendo a la yucateca, pues el caprino habló con toda fluidez su idioma, aunque con un rato acento. Continuaron su ascenso, observando la casa del copero.

Y junto con ellos por alguna razón se encontraban nerviosos y todos por la misma razón.

Serían testigos de si los aprendices se agradarían o no. El tauriano tenía plena confianza en que la azabache lograría encajar, pero a la vez temia que la rudeza y frialdad del acuariano y la pequeña Géminis, terminará por desanimar a la pequeña.

En cambio está noto los nervios de quién la cargaba, así como un extraño miedo en los ojos azules del mismo.

Tragándose los nervios, Aldebarán tocó la puerta, siendo recibidos por el caballero más hermoso de los 88, Aphrodite.

«¿Que hace Aphrodite en Acuario?» se preguntaron internamente ambos caballeros

— ¡Chicos que alegría! — mencionó este alzando sus brazos para saludar. — ¡Que adorable pequeña! ¡Te llevarás de maravilla con mi Liten!

Aioros no supo en qué momento, pero Yoko había sido apresada por el pez, quién la abrazaba. Mientras ella estaba embelesada con la belleza de Piscis.

— Hermosa. . . — susurró tocando las mejillas del caballero de las rosas

El sueco río por el susurró y para más sorpresa de los presentes le hablo con un fluido y casi perfecto español.

— Soy un varón querida — mencionó este. — ¿Cuál es tu nombre peque?

— Y. . Yoko — respondió, levemente sonrojada

Sin más la bajo de sus brazos. Hablando en griego nuevamente.

— ¿Vienen a ver a Camus? — pregunto

— Si, queremos que conosca a Yoko — aclaro el tauriano

— Síganme pero no hagan ruido — les guíño el ojo

La azabache, tomo la mano del más cercano, quién resultó ser el noveno custodio. Quien respondió también tomando la mano de la más chica.

— De acuerdo. . .

Si bien tenían algo de intriga por lo dicho por el pisciano, se olvidaron de ello una vez que se adentraron a la onceava casa.

Alcanzando a percibir la melodía de un piano, junto a una flauta dulce. Pronto a sus oidos la dulce voz de la princesa de las rosas.

— Soñabas con volar y hoy por fin eres libre, al cielo azul irás y de ahí, y de ahí no vol. . .

Sin embargo ella se interrumpió al ver a las visitas, sonrojándose. Casi a la par ambos instrumentos también se sumieron en silencio, ambos permaneciendo indiferentes.

Sin embargo, la castaña que está sentada al lado del francés frunció el seño al notar como la fastidiosa estaba agarrada de la mano del arquero.

«¿Que está haciendo ella aquí? ¿Por qué. . .» rápidamente sus orbes verde miraron con coraje a la azabache intimidandola.

Estaba enojada, por haber interrumpido su tiempo con quiénes comenzaba a apreciar, más de lo que creía.

— ¿Que hacen aquí? — el pelirrojo robo las palabras de la boca de la menor, que aprecio que el acuariano lo dijera primero

— Venimos a que Yoko conozca a los demás y solo faltas tú, Camus — tomo la palabra el taurino, tratando de no mostrarse tan nervioso al hablar

La pequeña trato de ignorar a la molesta castaña para observar a ese hombre de piel palida y de ojos. . .

«¿Rojos?» otra persona igual a Deathmask, solo que él tambien tenia su cabello de ese mismo color.

Queria decir algo, pero ha diferencia de los otros, sentío lo mismo que con Margo al conocerla. . . esa sensación de tristeza.

Y como con Margo no funciono intentar hablarle, no queria decir algo que provocara que el se enojara como aquella niña.

Pero para su sorpresa, fue una peliverde quien la saludo con emoción.

— ¡HOLA! — o tal vez demasiada emoción

Aunque también sorprendida de que hablara español, cortesía del tío Eloy.

— H-hola — respondió nerviosa y apretando su agarre a la mano de aioros

— ¡¿Así que tu eres la aprendiz de Aries?! ¡¿Cuantos años tienes?! Tu cabello es muy lindo ¡Te gustan los peces?! ¡¿Cuál es tu comida favorita?! ¡¿Conoces a mei?! — soltó preguntas tan rápido y si contestaba una, esa niña de ojos grises le formulaba otra más.

Mientras la castaña no hacía más que fruncir el seño, y terminó por bajar su cabeza. Adalia se había convertido en su mejor amiga en ese corto tiempo, iban juntas a todas partes, incluso cuando no siempre tenían a la otra presente.

Y con Aioros agarrando fuerte de la mano de la azabache. . .

La hizo sentir que sobraba, sin embargo alguien despeinó, aquel de orbes rubíes, le dió una leve sonrisa, suficiente para que su seño fruncido desapareciera, nuevamente ambos ignoraron los gritos de la peliverde y el nerviosismo de los presentes. 

Pues Camus había comenzado a mostrarle las partituras que antes tocaba. Relajándose, ella dejó de lado la sensación de sobrar y el olvido por un momento los recuerdos que Yoko había traído a su mente.

‘Solicito la presencia de los aprendices en el templo patriarcal’ los presentes excepto Yoko, recibieron el mensaje via cosmos de Shion.

Adalia dejo a Yoko, yendo al lado de su padre, mientras Margo la miro una última vez con molestia para ir con Camus.

Todos ellos comenzaron a avanzar a la salida de la casa de Acuario.

Yoko soltó la mano de Aioros, quien noto como Margo miro a la azabache.

— Ya es hora. . . — miro como Yoko pidió ser cargada por Alde, a lo que este lo hizo.

— ¿Por que están tristes? — la pequeña alternaba su mirada a los caballeros preocupada por ellos. Apenas los conocía, pero no le gustaba verlos así, eran buenas personas y las buenas personas no debian estar tristes. Al menos. . .ella así lo creia.

— ¿Camus también está triste? — le pregunto el tauriano extrañado, mientras caminaba hacia la salida

Detrás de los Piscis y frente a ellos, se encontraban Acuario y Géminis.

— Si. . . Sus ojos estaban apagados — susurró, mirando al frente. — Ytú tambien — mostró un puchero y poso sus manitas en las mejillas del castaño. — No se porque. . . pero no tienes que estarlo — sonrio dulcemente y aldebarán se enternecio por ello. — Y tú tampoco — esta vez viendo al arquero que caminaba al lado del taurino. Este soltó una risilla y revolvió los cabellos de Yoko.

‘Mū. . . Quizá tu nueva alumna no sea lemuriana, pero si tiene su facilidad de leer a las personas’ habló por cosmo al primer custodio

‘Lo suponía. . . Kiki ya me comentó sobre ella’ respondió el pelilila

Sin embargo Tauro no volvió a responder, pues disfrutaría del corto tiempo que aún estaría con esa azabache.

Esa azabache que extrañamente. . . le recordaba tanto a alguien y le provocaba la misma sensación que aquella persona. . .una inmensa felicidad.

▫️⛎▫️

Finalmente se encontraba frente al patriarca. Él estaba parado al lado de athena, quien se encontraba sentada en su trono y observando a las tres niñas.

Margo estaba junto a Camus, evitando la mirada de la joven diosa y Adalia estaba agarrada de la mano por Aphrodite.

Mientras la última, Yoko, de quien sabia que asi se llamaba, por palabras de shion le sonreia y saludaba de lejos. Yoko la vio tambien como una buena persona, al igual que ha todos los que conocio, incluida Margo.

La diosa alternaba la mirada en las tres niñas, cuando notó una mirada un tanto molesta sobre su persona. Aphrodite de Piscis.

Sabía que este estaba en contra de que su hija permaneciera en el santuario, sin embargo nada pudieron hacer para cambiar algo, y más cuando las estrellas revelaron el destino de la peliverde. Sin más y queriendo cortar la incomodidad que se alzaba en la cámara del patriarca, saludo.

— Bienvenidas, espero que se encuentren listas para comenzar con sus entrenamientos — habló la diosa, conectando su cosmo con los pequeños destellos del de la azabache, para que lograse entender sus palabras

— Y les pido que se esfuercen, se que no es algo que esperaban. . . Sin embargo todos nos encontramos aqui por una razón, para defender la paz y el amor en la tierra, y ustedes fueron elegidas. De ustedes depende demostrar nos el porqué.

«¿Elegidas?» observo a las otras niñas, la de cabellos verdes se veia nerviosa y la castaña, como si eso no le importara.

Su orbes se fijaron de nuevo en Saori, quien asintio ante la desconcertante mirada de Yoko.

"Prometeme que te esforzaras" las palabras de su querida madre se reprodujeron en ese momento. A esto se referia cuando le dijo eso.

En ese momento, noto nuevamente una mirada sobre su persona, siguiendo su origen se encontró con una mirada lastimera de color verde.

La azabache solo alzó una de sus cejas en desconcierto, no entendía el significado detrás de esos ojos y probablemente nunca lo haría. Tantas palabras que quedaban en el olvido que jamás habían sido escuchadas, incluso por Adalia y Camus.

Siendo fiel a su signo, nunca sabías con qué cara te miraba. Sin embargo, contrario a lo que creía la azabache; Margo pensaba que las palabras de la diosa eran una sarta de mentiras, y probablemente la deidad era conciente de esto, pero le daba tristeza que sacaran a esa niña de su casa, alejándola de su familia para condenarla a esa vida.

«No es justo. . .» pensaba la castaña, para mirar directo a los orbes esmeralda brillantes de la diosa, sorprendiendola

Por otro lado, la peliverde tenía una sonrisa en su rostro, sabía de sobra los riesgos que acarreaba ser un caballero. Pero anhelaba estar al lado de su padre, ¿Y por qué no? También pelear a su lado como igual, codo con codo defendiendo lo que creían correcto.

Por fin, su sangre envenenada tendría sentido, a pesar de que su costó sería la soledad, no le preocupaba tener que tomar distancia, por qué sabía que ni eso podría con las amistades que tenía en el santuario.

— Les presentare a sus respectivas maestras — trato de ignorar la mirada verde de Margo.

De una de las puertas, salieron tres mujeres con máscaras que poseian distintos diseños, al igual que sus armaduras.

Cada una fue y se posiciono frente a una niña.

— Margo, te entrenaras con Geist de Serpiente.

La mencionada solo chasqueo la lengua.

— Adalia, te entrenaras con Mayura de pavo real

La mujer hizo una reverencia a la pequeña, sonriendo por debajo de la máscara

— Y por ultimo Yoko. Te entrenaras con Shaina de Ofiuco.

La mujer de cabellos verdes observo a quien seria su nueva alumna.

— Ellas les ayudaran a liberar sus cosmos y ha tener una mejor resistencia fisica — Shion miro a quienes su diosa eligio personalmente para que entrenara a cada pequeña.

— Si una de ustedes falta en desarrollar su cosmos, un si las otras pueden, no se les permitira volver a los templos hasta que la que falte lo logre — sentencio el patriarca

— Con eso aclarado — retomo la palabra la diosa — Les deseo mucha suerte a todas. Se que lo lograran

— Ahora pueden retirarse con sus maestras.

La de orbes grises abrazo a su padre.

— Te quiero mucho, mi liten.

— Tambien te quiero papá — beso su frente y fue con su maestra para retirarse del salón.

Margo simplemente miro al francés, quien entendió sin necesidad de las palabras lo que esa niña quiso decirle. Luego se retiro junto a Geist.

— ¿Ya no los veré? — artículo la última de las elegidas con un nudo en la garganta y viendo a aldebarán, quien tampoco queria dejar de verla.

— Solo será por un tiempo Yoko — se arrodillo frente a la niña quien retenía sus lágrimas

— P-pero. . . — sentía miedo, mucho miedo. No vería a su familia, tampoco vería a sus nuevos amigos, en especial al señor Alde.

— Se que podrás con esto Yoko — revolvió sus cabellos, sintiéndose tambien triste. — Mira, te daré esto, para que sepas que tambien te cuidare aunque no nos veamos dentro de un rato — de su bolsillo saco su pulsera que tenia una cuenca con forma de toro — Consideralo tu regalo de cumpleaños — le sonrio.

Ella lo tomo y lo puso en su muñeca derecha — Gracias — tallo sus ojos, queriendo evitar derramar una lágrima

— Le prometo. . . que me esforzare para poder volver y estar aqui — y a pesar de sonreir, algunas lágrimas cayeron haciendose paso por su infantil rostro.

Abrazo al castaño y después fue al lado de Shaina, para seguirla fuera del salón.

Aldebarán se levanto.

Aphrodite lo miro con tristeza, a pesar del tiempo compartido, sabía lo que ocurría con el instinto del toro.

Entendió que esa niña formaría parte importante de su presente y futuro. Este coloco su mano en el hombro del segundo custodio.

— Descuida Alde, ya veraz que estará bien — en realidad lo dudaba, pero se guardaría sus comentarios. — Las niñas van a cuidarla, lo sé

— ¿Que te asegura eso Dite? — pregunto desanimado

Camus que escuchaba atento, no pudo evitar indignarse, ¿Estaba dudando de su alumna?

— Escucha, quizá no lo parezca pero Margo no dejara que la lastimen — habló, sorprendiendo a los presentes por su seño fruncido. — Podrá decir de todo, pero jamás abandonaría a un compañero

Esto último lo dijo mirando a la diosa en específico. Quien se removió un tanto incómoda, pero a la vez intrigada ¿Acaso había logrado que Géminis hablara sobre el incidente?

Sin más, el pelirrojo con una reverencia de por medio, se retiró, dejando a todos con las palabras en la boca.

---1 mayo 2019---
5420 palabras

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