Capítulo 4 "El peso de una espada"
A penas y pude separar las manos para verla, tan pequeña, tan volátil que me extrañaba, no hubiera salido despedida por la ráfaga de viento helado que nos azotó. No pensé en más que protegernos y la tomé, como agarraría una muñeca y la llevé a mi pecho, mientras trataba de resistir a no ser arrastrado, al mismo tiempo que cada paso me hundía más y más en la nieve.
¿En dónde estoy? ¿Hacia dónde voy? Si nunca salía de casa cuando nevaba, mucho menos a competir contra la intemperie. Cuando me di cuenta me tiró al suelo, en el que no pude hacer más que cubrir mi rostro, soportando la extrema frialdad de la nieve que me envolvía más con cada segundo que pasaba. ¿Esto me iba a sepultar? ¿Iba a morir sepultado en la nieve al primer intento de entrar a un mundo virtual? ¿Por qué había aparecido en ese lugar? ¿Cómo puedo salir? ¡Quiero irme!
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Capítulo 4 "El peso de una espada"
Las lágrimas se concentraron en la curvatura de sus párpados inferiores, justo antes de derramarse. Apretó los puños y los párpados al sentirse impotente, cuando aquella posición le trajo de vuelta un recuerdo, del que preferiría huir para siempre, no quería haber escuchado su llanto al teléfono... no hubiera querido encontrarla tirada en el piso de esa forma... no hubiera querido que sufriera jamás... Pero también... ¿Si él no hubiera estado ahí para recibir esa llamada? ¿o para levantarla del suelo?...
—¡Kazu-chi! ¡Kazu-chi! —los gritos sollozantes al teléfono lo asustaron. Recién acababa de darle una mordida al pan de yakisoba que apenas y logró adquirir en la cafetería, por lo que tragó duro, al escucharla. La voz de Reika se entrecortaba, así que se levantó, para encontrar mejor señal. Estaba almorzando a la salida de la escuela, sentado frente a la gran cancha de Futbol.
—¿Dónde estás? —la voz salió tan serie de su garganta, que parecía su pecho se había expandido con la última inhalación. No interesaba por el momento lo que hubiera pasado. Simplemente sabía que decía llegar hasta ella lo antes posible, si había algo que podía hacer, lo solucionaría en el momento que la viera frente a frente.
—La sala... de artes...
—Mantente al teléfono... ¡enseguida estoy ahí! —Tomó el pan que le quedaba, el termo que traía día con día desde su casa, con aquel té, que degustaba sin duda muchas veces que si bebiera agua. Y corrió.
Sin notar lo rápido que realmente iba, chocando sus tenis contra el piso cuya invitación a deslizarse en él sobraba, pero prosiguió su camino, hasta llegar a la puerta, desde la que al lado contrario, se encontraba ella, su amiga... más bien su única amiga.
—Voy a entrar... —dijo al teléfono y colgó, para abrir la puerta y encontrarla tirada en el suelo, con la falda manchada de agua, pero por el olor, enseguida notó que era un líquido diferente. —¿Qué sucedió?... —se agachó a su lado, muy delicadamente, demostrándole que aún en esas circunstancias todo estaría bien.
—Perdón... ¡Perdón! —se llevó ambas manos al rostro, se sentía demasiado avergonzada para seguir hablando. —No tenía... a quien más decirle esto... Mis amigas jamás comprenderían esto... —las lágrimas fluían con mucha intensidad, corriente abajo, sobre sus mejillas.
—Tranquila... —trató de tocar su hombro para tranquilizarla, pero no lo logró, apretando el puño a la mitad del recorrido. —¿Cómo pasó?... —Miró a los alrededores y localizó el inhalador a un lado de su mano.
—Ellos... se lo habían llevado... y yo... lo necesitaba... —al escucharla pudo hacerse clara la idea de lo que había ocurrido. Los episodios de ataques asmáticos de Reika, venían empeorando últimamente, aunque desde la infancia había sido causa de muchos sustos... hasta de haber estado a punto de perderla un par de veces. —¡Y me asusté tanto qué! ¡No podía respirar Kazu-chi! —Fue ella, quien se refugió entre los brazos del joven Kirigaya, quien sentía hervir su sangre hacia los desgraciados que habían tenido la osadía de meterse con ella... Queriendo partirles la cara a todos... Pero sin idea de cómo hacerlo... o si realmente debía hacerlo... ¿Qué era ella?... Para exponerse de esa manera... —colocó sus manos de manera casi imperceptible sobre la espalda alta de la chica.
—Lo mejor será que nos movamos aquí... ¿Puedes caminar?
—Sí... —se separaron, para verse cada uno a los ojos temblorosos del otro, los grises más enfurecidos que preocupados. —¿Kazu-chi? —Estaba por preguntarle sobre su ánimo, cuando la manecilla de puerta se giró. —¡Ahh!
—¡Sal de aquí! —le gritó, al mismo tiempo que tomó su termo y lo vertió sobre sus pantalones, acción que abrió grandes los ojos de la hija de Ryoutarou. —¡Ahora!
El grito la llevó a la segunda puerta a la que no había llegado aún, cuando los alumnos de esa clase, empezaron a entrar, sin notar la salida de ella, por el desastre que había alrededor de él.
Los ojos plata se abrieron entre la nieve, sabía que dentro de él, existía el coraje para afrontar lo que tuviera en frente, siempre lo había pensado de esa manera, una vez tuviera el problema frente a frente, pensaría en la manera de solucionarlo.
—¡La última vez... me gané un almuerzooo! —gritó para darse fuerzas a si mismo, mientras Yui-chan, que permanecía escondida entre sus ropas, se asomó, con la mirada preocupada, sobre lo que estaría sucediendo. ¿Qué clase de situación entraña era esa? Donde el Kazu-chan que recordaba como un pequeño de gran sonrisa juguetona, aparecía ahora frente a ella como un joven inexperto en la vida VR.
—Papá... Mamá... ¿Qué está pasando?...
—¡AAAAAAHHHHHH! —gritó con todas sus fuerzas para levantarse en medio de la nieve y sacó una pierna, seguida de la otra, para enseguida volver a sumergirse en la frialdad blanca. —¡Rayos!
—¡Kazu-chan, busca en el inventario! —se asomó más Yui-chan, recordándole su presencia.
—¿Inventario?... —el vaho de su respiración no tardó en aparecer y disiparse al instante.
—¡Levanta la mano y arrástrala en el aire! ¡Aparecerá el cuadro de diálogo de acceso!
Tras escucharla, así lo hizo, deslizó el brazo en el viento, atendiendo a las indicaciones del reciente aparecido cuadro frente a él, y accedió al inventario. —¡Seguramente hay algo aquí que sirva! —le sonrió a la pequeña hada, por lo que ella le respondió de la misma forma entusiasta.
—¡Actívate! —señaló lo primero que vio en medio de la ventisca y enseguida una sombrilla de playa, apareció en su mano derecha. —¡¿Qué?! —Misma que por el rugir del viento se terminó abriendo hacia atrás. —¡Ahhhhh! —se dejó arrastrar un poco, hasta que la soltó, llevada por el viento, la perdió de vista en un instante.
—Creo... que esa no era la mejor opción —levantó los hombros Yui.
—¿Y ahora lo notas? —le dirigió una de sus miradas más gélidas, lo que la petrificó. Nunca nadie la había mirado con semejante semblante, para enseguida cambiar de expresión a la preocupación, al verlo cerrar los ojos con cierto grado letárgico y encorvarse hacia adelante.
—¡No puedes seguir aquí! ¡Vas a congelarte! —voló hasta su rostro, observando su nariz y párpados enrojecidos.
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Al mismo tiempo que las líneas paralelas del tiempo, llevan la historia 10 años atrás.
La pequeña manita de tez clara, movía los dedos de manera irregular, lo que abrió preocupados los ojos ambarinos de su madre, que lo miraba a través de aquel cristal, que sentía cual barrera infinita entre su amor y el pequeño que no sabía sería realmente capaz de percibirla desde la distancia.
Apenas y podía divisar los cabellos negros y lacios que caían sobre la frente de su hijo, por aquel aparato en que se encontraba recluido. Veía su pechito desnudo subir y bajar de manera irregular, sosteniendo todos aquellos cables que lo monitoreaban.
—¡Kazu-chan! —golpeó con fuerza el cristal, por lo que su esposo la detuvo y la volteó hacia su pecho, refugiándola en un abrazo, como lo único que podía hacer para brindarle apoyo, mientras veía por si mismo como la cortina tras el cristal, fue corrido para inhabilitar su visión hacia dentro de la sala.
—¡Kazu-chan!... Kirito-kun...
—Lo sé... lo sé... —apretó con fuerza los párpados. Sabían que ese momento llegaría... pero jamás esperaron que fuera tan pronto... o tan tarde... ¿Cuál es la verdad?
—¡Kirito! —el llamado preocupado de su amigo, lo llevó a mirar hacia su izquierda, de donde provenía la voz.
Al verlo... el pelirojo, que lo conocía tanto... sólo pudo comparar la expresión en el rostro de su amigo... con aquella que puso esa vez... cuando recién liberado del Sistema Dendrita, corrió con todas sus fuerzas al hospital donde Asuna dio a luz a las gemelas y lo único que encontró fue la noticia que una de ellas había muerto, al igual que su esposa.
—... —no supo que decir... las palabras se estancaron como tapón en su garganta. Aunque estaba seguro que lo peor no había llegado aún... porque estaban parados y hasta cierto punto fuertes... pero era grave...
—¡Asuna! —llegó al instante Liz y con ella la pequeña peliroja de largas coletas.
—¿Qué... qué hace la niña aquí?... —frunció el seño el Kirigaya al verla. No era lugar para ella... menos cuando su amigo... su mejor amigo de todo el mundo, en palabras de los pequeños, estaba ahora en esa cama, peleando por su vida.
—Reika... —los ojos se le hicieron agua, al escuchar la pregunta del padre de su amigo. —¡Reika quiere ver a Kazu-chi!
Kazuto la escuchó, pero no mencionó palabra. La verdad... era que él también quería verlo... se sintió irónico por un momento.
—Yo... ¡Trataré de entrar de nuevo! —se separó del abrazo la castaña, mirándolo suplicante.
—Asuna... el no puede escucharte... ni verte... no estamos seguros siquiera que realmente eso haya funcionado... —llegó hasta su lado Liz, tras escucharla y tomó su mano, apretándola un poco, indicándole que comprendía el dolor por el que estaba pasando.
—Gracias Liz... pero... es lo único que puedo hacer por él... que sienta mi presencia aunque sea... a lo lejos... mi niño... mi bebé... ¿Por qué?... —se llevó ambas manos al rostro.
—Al menos ella puede conectar... —respaldó a su esposa el pelinegro.
—¿Tú aún no pudiste?... —dirigió ahora su faz pecosa hacia él, recibiendo una negativa.
—No... y no comprendo... —le pegó con el puño a la pared, tratando de tranquilizarse.
Habían pasado 4 meses desde que lo más temido había sucedido. Una mañana que Asuna llamó a desayunar, mi hijo Kazuto no bajó como de costumbre. Es un niño tan enérgico que estaba despierto antes que todos en la casa, pero ese día... se quedó dormido... pensé que tal vez era un capricho y subí por él, pero no pude hacerlo reaccionar...
La falla de su corazón finalmente se había dado, haciéndolo quedar en una extraña fase de coma...
Desde que era bebé... no... antes incluso que naciera, lo sabíamos... todo lo que había ocurrido con Asuna desde la pérdida de su memoria, había terminado afectando su cuerpo y el bebé no venía bien... traía un defecto congénito cardiaco al que no le pronosticaban supervivencia. Pero pasaron las semanas... y esas se convirtieron en meses... el año... los 5 años...
Fue ingresado en el proyecto de Magnus MediCuboid, en el Hospital Central de Yokohama, que brinda una interfaz de vida promedio a nivel virtual. Sin embargo... él no ha dado señales de contacto de ninguna clase. No sabemos si está despierto dentro del coma... o qué pasó con su conciencia...
Yuuki y Hime se conectan siempre que pueden, pero jamás han logrado realizar conexión con él.
Mientras que Yui-chan entra en etapa de hibernación cada vez que trata de hacer contacto con la interfaz donde él se encuentra...
¿Qué es lo que estará pasando?... Nunca me había sentido tan impotente... si hay un obstáculo en frente lo golpeo... si debo pasar por una puerta, la atravieso como sea... pero...esto es como tener una espada tan pesada que no puedo siquiera levantar... no tengo idea de cómo hacerlo...
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Continuará...
SWORD ART ONLINE, GOLD BUTTERFLY, Capítulo 5 "Interferencia"
Woa!!!! Jajaja se rebeló un pequeño —gran secreto— Xp
GRACIAS POR LEER!!!
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