Capítulo 8.

Los Phenex ya se habían marchado hace unos cuantos minutos luego de unas cuantas horas.

El sol lentamente se iba ocultando en Kyoto, Goku y Yasaka observaban serenos el bello y calido atardecer sentados uno al lado del otro.

Sus manos entrelazadas, la cabeza de la mujer recostada sobre el hombro de su marido, feliz de tenerle allí a su lado.

-Es increíble lo mucho que Gohan y tú han aumentado sus fuerzas -murmuró la mujer repentinamente con un inimaginable orgullo.

-Jeje, fue necesario, pero aún así... -Goku miró su mano libre con incomodidad- No me siento satisfecho aún, tengo que superar mis límites y alcanzar a nuestro hijo -murmuró con una pequeña sonrisa.

-Estoy segura que lo harás, amor mío, siempre lo haces -afirmó la mujer dando un tierno beso en la mejilla del azabache.

-Estaba pensando, dime Yasaka, ¿quién es el ser más poderoso que conoces en este mundo? -preguntó con emoción llamando la atención de la youkai.

-¿Huh?

Aquello fue lo único que pudo responder con curiosidad aunque la respuesta era más que obvia.

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El cálido viento mañanero agitaba los cabellos rubios del principe de Kyoto. Gohan había decidido dar un paseo solo por el bosque cerca de lugar algo que le llenaba de nostalgia.

Subió con tranquilidad por una pequeña elevación de tierra hasta llegar a un gran árbol de tronco grueso. Sus largas y saludables ramas se extendían por todos lados, sus hojas rosadas caían lentamente al suelo y brindaba una agradable sombra.

-Ha crecido bastante bien -se dijo feliz el mestizo posando su mano en el árbol cerrando sus ojos.

Fue allí que su expresión se llenó de nostalgia al pasar ligeramente su mano sobre un pequeño grabado.

Pero su atención fue robada repentinamente por una presencia en aquel lugar, con tranquilidad se giró para ver al recién llegado.

Se llenó de sorpresa cuando la vio, sus cabellos negros moviéndose con gentileza, su expresión normalmente sin emociones y sus ojos fríos como el hielo.

-Eres tú... -murmuró asombrado antes de esbozar una enorme sonrisa.

-Gohan -fue lo único que dijo la pequeña niña entrecerrando sus ojos analíticamente.

No fue sorpresa para el rubio que repentinamente la pequeña se arrojara a él con un abrazo nada fuerte.

-Te has ido un tiempo... has cambiado bastante en este corto lapso de separación entre nosotros -habló en tono monótono la azabache mientras miraba hacia arriba al chico quien se puso algo nervioso.

-N...no creo jeje -respondió rascando su nuca.

-Y tampoco te despediste o avisaste algo, eso no es bueno Gohan, eso no hacen los amigos -aseguró la pequeña y aunque su tono no cambió el mestizo supo que estaba levemente molesta incluso cuando para ella el tiempo fluyera diferente por su longevidad.

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Le tachaban de tímido, pero en realidad era muy curioso y justo por ello recorría solo por aquel bosque, no le aviso a su madre pues no tenía razón de hacerlo o mejor dicho tenía miedo que se lo fuera a prohibir.

Observaba con curiosidad y emoción toda la fauna y flora del lugar, los animales pequeños con los que jugaba con ramas. También los distintos colores que poseían las hojas de los árboles y flores.

Todo era tan emocionante para él o así fue cuando la encontró a ella. Sus ojos tan negros como la noche al igual que sus sedosos cabellos largos. Su edad no parecía mucho mayor a la suya o la de Ravel pero se notaba más alta que él.

Con temor se escondió tras un árbol pero ya era tarde, aquella niña ya había notado su presencia desde hace horas.

-Sal niño, ¿quién eres? -preguntó la pequeña caminando hacia aquel grueso tronco.

-M...me llamo Gohan, ¿y tú? -preguntó asomando su cabeza con timidez.

La azabache entrecerró sus ojos, ¿debía este simple niño ser digno de saber su nombre? De ella, conocida como el dragón del infinito.

Pero algo le causaba curiosidad de este "insignificante" ser.

-Ophis es mi nombre niño -respondió con simpleza sin moverse.

-Ya veo, u...un gusto conocerte Ophis-san -respondió con educación incluso realizando una pequeña reverencia, su madre le había educado bien- ¿Y qué haces aquí? ¿acaso también disfrutas de la naturaleza? -preguntó con algo más de emoción.

-Me gusta la tranquilidad pero esa no es la razón de mi presencia en este lugar, además tampoco se compara a lo que en antaño fue mi hogar -respondió confundiendo de sobre manera al azabache quien por fin dejo de ocultarse.

¿Tu casita? ¿y por qué no vas ahí? -preguntó algo curioso.

-Alguien me lo quitó -respondió fríamente.

-Esa persona debe ser mala para quitarte tu casita -habló con tristeza el pequeño acercándose a la niña.

El dragón ladeó su cabeza curiosa por la actitud del niño mestizo. Ciertamente le causaba algo de curiosidad esa empatía que le mostró.

Mucho menos se esperaba las siguientes palabras del mocoso.

-S...si no tienes donde quedarte, puedas quedarte conmigo Ophis-san, como una amiga quizás -dijo con más emoción apretando sus pequeños puños enérgicamente.

-No es bueno que estés solita, puede llover y te puedes enfermar -agregó con un deje de preocupación.

No supo qué responder en aquel momento, una amabilidad infantil, ingenua y sin alguna intención oculta, podía sentir su honestidad después de todo.

Era algo extraño y ajeno a su persona.

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Sus brazos aún rodaban al rubio mestizo, sintió como el muchacho correspondía tiempo después con afecto a ella.

Claro que sería así pues Ophis fue su primera amiga en el mundo, en este y el otro.

-Fue algo raro que ni siquiera me hayas comunicado algo, ¿no es algo que deberías haber hecho como amigo mio? -preguntó la niña apartándose del muchacho quien se puso nervioso.

-Bueno, no fue algo realmente planeado y además estaba emocionado de visitar el hogar de mi padre -respondió con tranquilidad.

Por unos momentos su expresión fue más seria el recordar todo lo vivido desde la llegada de su tío, pero ignoró aquello contrario a la dragona quien no dejó pasar nada.

-Supongo que tienes muchas historias que contarme Gohan -habló con algo de interés detallando al rubio- ¿Y por qué ahora tu cabello es rubio? -preguntó mientras se ponía de puntitas para sostener uno de los mechones del saiyan.

-Sí, hay mucho que contar en realidad -respondió el Son con una pequeña sonrisa- Y esto es una transformación de la raza de papá -agregó nervioso.

-No te sienta nada mal la madurez -dijo repentinamente tomando asiento en el suelo.

-Gracias jeje -habló el Son sentándose a su lado mirando el cielo detenidamente.

Por unos momentos quedaron en un cómodo silencio que fue interrumpido por la azabache quien debía resolver una gran duda que ya tenía una respuesta pero que necesitaba confirmación.

-Dime una cosa Gohan, ¿fuiste tú quien liberó aquel desbordante poder de ayer? -cuestionó conectando su vista en aquellos orbes turquesas.

Gohan simplemente asintió con tranquilidad, no era algo que realmente quería ocultar.

-Ya veo...

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Los reyes de Kyoto charlaban amenamente como en su juventud, las historias de Goku siempre serían entretenidas para su hermosa mujer.

-No quisiera encontrarme con ese maestro tuyo Goku -Yasaka habló con algo de nervios al imaginarse al sabio Roshi.

-No es un mal hombre, solo que le gusta hacer cosas raras -rio Goku con nostalgia.

-Aún así le estoy agradecida por haberte enseñado con tanto rigor, al menos como pudo intentó ser una figura para ti -mencionó la mujer con un deje de tristeza al recordar aquella soledad de su marido en su infancia.

-Sí, así es -fue lo único que dijo el saiyan mientras dejaba caer su cabeza en las piernas de la rubia quien no se sorprendió en absoluto comenzando a acariciar sus cabellos con cariño- Extrañaba esto -dijo infantilmente.

-Estoy segura que sí, ni te imaginas como yo he extrañado el simple hecho de tenerte a ti o a mi hijo -dijo con una pequeña sonrisa- Te amo Goku.

-Yo te amo más, Yasaka -respondió determinado el Son cerrando sus ojos.

Pero aquel bello momento fue interrumpido repentinamente cuando el cielo de noche fue repentinamente iluminado de forma antinatural, una energía santa brotó de la nada.

Marido y mujer se pusieron de pie para ver qué ocurría, Goku no estaba en absoluto preocupado pues ese poder no era nada para él aunque se confundió al sentir algo familiar.

El brillo fue tan intenso que Yasaka tuvo que cerrar sus ojos por unos momentos.

Para cuando la reina fue capaz de ver nuevamente se llevó una tremenda sorpresa al ver a su Goku siendo abrazado posesivamente por una hermosa mujer voluptuosa y rubia, cabellos ondulados, con 12 grandes alas blancas como las mismísimas nubes.

Sus expresión era la de una santa con un tenue sonrojo y gran sonrisa en su angelical rostro.

"Entonces tú realmente regresaste, mi Goku..."

El saiyan realmente no podía hablar pues su rostro completo estaba hundido entre los pechos de aquella mujer.

Una furia, la rabia surgió de la Youkai casi de inmediato frunciendo el ceño y dispuesta a hacer algo.

--Fin del capítulo--

Bien, casi dos semanas de inactividad, pero aquí tienen otro capítulo. Las ideas no paran de surgir para esta historia, pero la forma de explayarla de buena manera es el problema por lo tanto dejen sus comentarios, me gustaría saber qué les parece.

Dudas y dudas han dejado este capítulo, pero recuerden que Goku ya tuvo su aventura en el mundo de DxD y con ello se habrá robado más de un corazón. También Gohan nació en este mundo y no en el de Db.

En fin, para el próximo capítulo 200 votos.

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