i. Pesadilla.

Había sido un maldito y largo día.

Tan maldito como su jodido novio y largo como la misma desesperación.

Peter había sentido que las horas no pasaban como debían hacerlo. Los minutos no corrían rápido, eso por seguro, pero tampoco lentos.

La agonía se acompañaba al destiempo y se disociaba de la realidad.

El día se había pasado a paso de tortuga, pero nada más le había tomado parpadear para que el amanecer se convirtiera en noche.

Dígase, los efectos secundarios de la incertidumbre.

Así llevaba todo el día. Inquieto, queriendo salir corriendo a hacer algo, pero sin tener realmente a donde ir. Se decía que debía calmarse, que desesperarse y querer arrancarse el cabello no servía de nada en una situación como esa, donde perder los cabales solo restaba puntos.

La mente en frío, siempre en frío, ante cualquier jodida situación así sea de espanto, Parker. Aférrate a la cordura. Apártate de tu humanidad y mira la situación como si no te ocurriera a ti; piensa en zapatos ajenos, siempre.

Rhodey le había dado ese consejo y Peter confirmaba que era efectivo. Era el mejor aprendizaje que se le había otorgado, y siempre lo aplicaba en forma de empatía.

Se había prometido hacerlo valer el día en que lo necesitara, pero, al igual que todo, era más fácil decirlo que hacerlo.

Si otra persona estuviese en su situación y él fuese solo un afortunado espectador de la tortura ajena, Peter aconsejaría a esa persona que se calmase.

Que primero se hiciera las preguntas obvias: ¿Dónde podría estar si no es allí? ¿Por qué no llama? ¿Qué pudo pasar? Tal vez el teléfono sin batería, tal vez un desperfecto climático. Tal vez te es infiel y por eso no coge el teléfono. Tal vez se quedó dormido o está en la ducha. No siempre la respuesta debe ir de la mano de la tragedia.

Pero con el pasar de las horas y las negativas constantes a sus llamados telefónicos, Peter había comenzado a desistir de la frialdad enajenada para cederle el paso a la angustia.

Rhodes estuvo allí un par de horas y salió disparado a averiguar lo que pudiera, prometiendo llamar si se enteraba de algo.

Lo mismo con Pepper y Happy, que no se habían despegado de su lado en todo el día hasta que simplemente tuvieron que volver a sus casas, echándole ánimos, diciéndole que Tony probablemente estaba haciendo una tontería de reina del drama y que en la noche llegaría fingiendo que nada ocurrió.

May había insistido en pasar allí la noche, preocupada en qué tontería podría hacer él en busca de respuestas, pero aceptar que se quedase solo volvía más real el problema. Solo serviría para admitir que sí, que la situación era extraña y altamente preocupante, lo cual no aliviaría su congoja.

No era de extrañarse que cosas malas pasaran a su alrededor. No sólo por la trágica experiencia que se alzaba en su familia sino porque alguien como Tony Stark estaba lleno de enemigos.

Gente que le odiaba, gente que le quería ver desaparecer.

Así que no, no debería sorprenderle. De hecho, debería estar hasta preparado para afrontar un problema semejante.

Y lo estaba. Peter estaba preparado para ataques sorpresa, para salir en medio de la jodida madrugada a serle de ayuda. Para todo, de verdad.

Pero no para eso.

No para que su rastro desapareciera de todos los jodidos lados.

Fueron dos segundos. Tony justo lo había llamado por teléfono para tontear camino a una reunión y eso fue todo. La llamada se cortó y no hubo forma de volver a comunicarse con él.

F.R.I.D.A.Y no tenía idea de qué demonios había ocurrido, pero Peter admitía haber esperado sus buenas horas para preguntarle.

Pensó que había poca señal donde sea que estuviera o que algo requería urgente de su atención.

Solo quiso ser optimista.

Un imbécil optimista que decidió dejar pasar el claro aviso que le gritaron sus instintos en el exacto momento en que perdieron comunicación.

Así que ahora mismo, Peter no debería sentirse tan perdido, pero lo estaba.

Se había quedado dormido, rodeado de todos los teléfonos y dispositivos de comunicación que pudo encontrar en el complejo. Tenía planos holográficos en tiempo real esparcidos por todo el salón, cámaras transmitiendo en vivo a un radio bastante extenso de la última señal que se había tenido de él.

Esperando por respuestas y revisando todo una y otra vez, hasta se había memorizado los nombres de cada calle, la dirección de cada casa cercana, el color de cada maldito techo y hasta los expedientes personales de todas las personas que podrían estar involucradas.

Se había desvivido desde la mañana buscando respuestas, chequeando canales de televisión, enviándole mensajes a Rhodes cada cinco minutos para saber si tenía alguna novedad, pero nada se sabía.

Y entre le bruma de la desesperación y el cansancio por no haber siquiera desayunado, en algún momento se refugió entre los mullidos almohadones del sofá, abrazado a la prenda que Tony había usado para dormir, intentando encontrarse seguro entre sueños.

Honestamente no estaba seguro de haber dormido demasiado. Tampoco supo cómo demonios había logrado pegar los ojos, hasta admitía sentirse culpable de su propio descanso.

Uno de los teléfonos a su costado llevaba rato largo sonando sin parar, tanto, que para cuando Peter despegó las pestañas, la llamada se había perdido.

Se abstuvo a insultar por lo bajo, a murmurar un lamento por lo bajo al ver que las cosas seguían donde las había dejado y se tiró del cabello cansado, estirándose apenas para coger el teléfono y devolver la llamada, con los nervios en punta.

Pero para cuando estuvo por devolverle la llamada a Rhodes, escuchó un ruido que claramente venia de la cocina y se puso de pie como si tuviese un resorte en el trasero.

Escuchó el refrigerador cerrarse suavemente, una botella de virio ser apoyada en el mesón y también un vaso. La puerta de la alacena de la derecha cerrándose y el agua siendo volcada dentro del vaso en cuestión.

Desperezado de golpe y con el corazón latiéndole en las orejas, nada le tomó atravesar la sala y plantarse de pie frente al bastardo que le tuvo preocupado todo el maldito día, sonriéndole, de brazos cruzados con su vaso de agua, como si Peter no llevara la espalda abarrotada de nervios y las ojeras notorias bajo sus cansados ojos.

—¿Te parece gracioso? —masculló, temblando de la rabia y el alivio al verle en una pieza, riéndose de él—. Nos hemos pasado el día preocupados por ti, Stark. Te buscamos en todos lados.

—No me buscaron aquí, puedo notar— murmuró, escrutándole de pies a cabeza y deteniéndose específicamente en el rostro de recién levantado que llevaba —. ¿En serio, Parker? ¿Dices estar preocupado, pero te duermes en el sofá como un bebé?

Dejando el vaso de agua casi sin tomar, Tony se acercó. Unos pasos lentos y elegantes, tal como felino rodeando a su presa. Se había desajustado la corbata de la que tanto solía quejarse y arremangado las mangas de su camisa blanca.

Una exquisitez a la vista en toda regla.

—¡Déjate de tonterías! —se obligó a retroceder un paso, intentando mantenerse enojado y haciendo caso omiso a las ganas casi animales que tenía de aferrarse a él —¡¿Dónde mierda estabas?!

Todos le decían que tenía que ponerse más firme. Tony nunca paraba con sus bromas. Le preocupaba, le hacía pasar jodida mala sangre para luego dar vuelta la situación y mostrarle que, en realidad, buscaba distraerlo para que no sospechara de algún regalo o sorpresa que tuviese para darle.

Pero eso era pasarse. Ya estaba bien, amaba a Tony, podía entender que su excéntrica personalidad le llevara a demostrarle amor y confianza de una forma completamente ridícula, pero no le iba perdonar el llanto que se le había escapado a media tarde cuando F.R.I.D.A.Y le aseguro por milésima vez que no tenía idea de qué demonios había ocurrido con su maldito novio.

—Estuve donde te dije que estaría, no exageres— se acercó los pasos que restaban y le dejó un tierno beso en los labios que a Peter le supo por demás agridulce—. Estoy exhausto. Ducha. Tú y yo. Ahora.

Peter negó y soltó una risa sarcástica, teniendo que apoyar la mejilla sobre su mano cuando Tony se tomó el trabajo de limpiar las tres lágrimas que se le habían escapado. Era ridículamente injusta la forma en que siempre caía por él. Todo se lo perdonaba, de todo se reía y ni siquiera necesitaba esforzarse por ello. Podía estar enojado, pero luego de tan angustiante día, de verdad no quería otra cosa que abrazarse a él bajo el agua caliente. Algo se le ocurriría para vengarse, eso por seguro. Le vio alejarse con deliberada lentitud y se tomó un momento para respirar.

Se sentía un idiota.

Estaba claro que, aunque no había sido tonto preocuparse, tal vez sí lo fue llegar a ese extremo.

Es decir, ¿era necesario llevar todos los teléfonos a la sala? ¿El desastre de cámaras y vídeos repartidos por todo el salón? Joder, es que era un dramático.

Y Tony un desgraciado, cabía decir.

Intentó juntar algunos teléfonos antes de ir a la ducha, dejándolo a la espera como castigo, cuando uno de ellos empezó a sonar.

Suspiró más tranquilo al saber que solo tenía que tomarlo y nada más avisar que se habían preocupado por nada. Se insultó por lo bajo al dejar al pobre Rhodes esperando una respuesta al despertar, así que nada tardo en responderle esa vez.

Peter—la voz de Rhodey le recibió lejana y pequeña, seguramente por la señal del carajo que tenía su teléfono. Uno que debía cambiar urgente.

—Estaba por llamarte. No te preocupes, ya llegó a casa. Si quieres te lo paso al teléfono para que lo-

¿Peter? No te entiendo. Joder, esto se corta— y tenía razón. Había una interferencia insultante atravesando el auricular, casi logrando que cortarse la llamada para volverla a hacer.

No obstante, sintió que debía comunicar la noticia con la mayor urgencia posible, porque con el pasar de los segundos, comenzaba a sentir que algo no andaba precisamente bien y la idea de correr a su habitación para abrazarse a Tony se acrecentaba con furia.

—Que Tony está aquí. Llegó hace unos minutos. Está en el ba-

Peter...— Rhodey le interrumpió, incrédulo, logrando desconcertarle en sobremanera —. Chico, ¿Está May contigo?

No se abstuvo de rodar los ojos. Desde que los había presentado, Rhodes buscaba cualquier demencial excusa para verla. Y May tampoco era de ayuda, siguiéndole el rollo, aceptándole citas, y pestañeándole coqueta cuando él se tomaba molestias con ella.

—¿No? Rhodes, de verdad, Tony ya llegó, puedes echarle la bronca más tarde, ahora nada más quiero relajarme un momento y escuchar su versión antes de mandarlo a dormir al sofá— intentó reír o decirlo en un tono bromista, pero por alguna razón, no podía. La sonrisa no se elevaba y sentía el pulso disparado. Algo estaba realmente mal.

Y la voz de Rhodes al otro lado del teléfono, cada vez se oía mas distorsionada y penosa, haciéndole reprimir un mareo que casi le tumba de lleno al sofá.

Necesito que te sientes un momento, ¿Puedes hacer eso por mí? — Peter no podía responder. Las palabras estaban atascadas en el fondo de su garganta, aferradas a sus cuerdas vocales, negándose a salir—. Lo encontramos— ¿Por qué esa locura tenía tanto sentido? —. Peter, en verdad lo siento...

—¿De qué hablas? —Tenía sentido, pero seguía sin entenderlo. Todo lo que escuchaba y sentía tenía sentido. Que los cuadros de las paredes parecieran moverse, tenía sentido. El horrible frio en toda la habitación era algo que en ese momento consideraba completamente normal y el beso que Tony le había dejado en los labios, frio, autómata y amargo, era algo que, por alguna razón, sabía que ocurriría. Era como si supiera que todo ello iba a ocurrir antes de que ocurriera, como si la desazón y la crueldad que se respiraba desde las paredes fuesen algo que siempre había estado allí.

Y escuchaba las palabras lejanas formar un eco en sus orejas y ser enviadas de vuelta al lugar donde vinieron. Rhodes le explicaba; Auto, accidente, ataque, teorías, y un montón de murmullos más que él no podía procesar, porque escuchaba las palabras, pero no podía oírlas.

¿Peter? —La línea fue completamente adormecida por la jodida interferencia y el llamado asustado de Rhodes al otro lado de la línea paso a simplemente ser algo inentendible.

—¿Parker?

Bajando lentamente el auricular, y cortando la llamada, Peter sintió un escalofrío horriblemente familiar a sus espaldas y las ganas de darse vuelta eran insoportables, pero también le llenaban de un temor asquerosamente fundamentado.

¿Sería ese Tony? ¿Sería que Rhodes se había confundido? ¿Era la jodida sugestión lo que le permitía sentirse así? ¿El cansancio? ¿Cómo podía ser normal que todo se sintiera como si se moviera bajo el agua, mientras los oídos se le tapaban y la voz se volvía muda?

Los sonidos eran extraños, la habitación ya no parecía ser la que él conocía y la mano pesada y congelada apoyada en su hombro, no se sentía como esa que le había sostenido tantas veces de la cintura.

No obstante, el sonido estridente del teléfono sonando le hizo parpadear confundido y dar un pequeño espasmo sobre el sofá donde estaba dormitando.

Parpadeó espantado, cubierto de sudor, con el corazón por salirle desbocado. Sentía el cuerpo caliente y la camiseta pegada en la espalda como si hubiese corrido sin parar en el campus de la universidad. El teléfono dejó de timbrar y todo se sumió en el más tranquilo de los silencios.

Notó la penumbra y la noche entrando por la ciudad, maravillado, casi queriendo reír histérico del alivio que le invadió al notar que todo había sido una jodida pesadilla.

Pero no pudo hacerlo.

Los planos seguían abiertos, los teléfonos seguían tirados a su alrededor y la sudadera de Tony se le había resbalado hasta el piso en medio del sueño.

Y si no fuese suficiente con saber que Tony realmente seguía desaparecido, nada pudo volver peor la situación que cerciorarse que la luz de la cocina estaba encendida.

El refrigerador se cerró suavemente. La botella de vidrio y el vaso fueron apoyados en el mesón. La puerta de la alacena se cerró. El agua cayó y la habitación, se enfrió.

Elegí pesadilla para el primer día. Perdón, no me maten por matar a Tony y encima dos veces jsjsjs ya prometo no matarlo en los próximos que vengan ♥

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