peligro tentador.

Bang Chan y Felix se encuentran en un casino, y el primero le propone jugar al póquer. Chan apuesta un millón de dólares, mientras que Felix, apuesta su vida. ¿Quién ganará? Y sobre todo... ¿Qué podría ocurrir al finalizar el juego?

Historia original: guccicomplex. Todos los créditos respectivo a la autora.

PELIGRO TENTADOR

Bang Chan. Apostador, asesino a sueldo. 25 años.

Lee Felix. Apostador compulsivo. 23 años.

La copa de champagne burbujeante se mantenía apresada en su mano derecha, moviéndola suavemente y jugueteando con el líquido que aún llenaba el cristal. Sus ojos se pasean por el lugar, con aburrimiento, y segundos después, sus orbes brillan al captar cierta figura.

Un hombre alto de cabellos azabaches, labios delgados y una mirada tan oscura como la noche. Aquello llama la atención del rubio que permanecía alejado, observando a las personas que concurrían el casino cada día para tomar un trago y apostar. Al igual que él.

Para nadie era un secreto que Felix fuese el vencedor todo el tiempo. Y apostaba cualquier cosa. Tomaba riesgos gigantescos porque, al final de todo, él siempre ganaba.

Se mantuvo sentado en el mismo sitio, mientras miraba con disimulo al pelinegro que ahora mismo se encontraba jugando al póquer con otras personas alrededor de una mesa. Habían billetes desparramados. Joyas. Cheques. Todos parecían inmersos en el juego, soltando una que otra maldición cuando se veían acorralados.

Pero ese chico, en cambio, se veía demasiado tranquilo.

Tan solo pasaron cinco minutos cuando el pelinegro dejó sus cartas en la mesa y todos se quedaron en silencio. Felix no lograba ver las cartas debido a la distancia que los dividía, pero era obvio que ese peculiar desconocido fue el ganador.

Vio al pelinegro ponerse de pie, con una sonrisa triunfante haciendo presencia, y seguidamente, tomó todo lo que había sobre la mesa bajo la atenta mirada juzgadora de los que fueron sus contrincantes.

── ¿Alguien más que desee jugar conmigo a una partida? ──dijo con fuerza, siendo escuchado por cada uno de los presentes, incluso por los que ni siquiera habían notado su presencia──. ¿Nadie?

El lugar se sumió en el silencio por lo que fue casi un minuto, pero éste no duró mucho pues una silla deslizándose hacia atrás se escuchó, rechinando y captando la atención de aquel apostador.

── A mí me gustaría, si no es molestia.

Las miradas recayeron en él, y lejos de sentirse abrumado, se sintió bien. Se sintió increíble al haberle hecho frente a un presumido que en ese momento, parecía querer intimidarle. Pero eso no tenía efecto alguno en Felix, pues llevando la copa a sus labios, se puso de pie. Bebió el poco champagne que le quedaba y dejó la copa sobre una mesa al azar, acercándose al pelinegro con pasos lentos y pausados.

Cuando llegó hasta él y detuvo sus pasos, entrelazó sus manos tras la espalda y le sonrió de lado, como si le retara a algo más.

Bang ladeó la cabeza, curioso.

── ¿Tienes algo bueno para apostar, chico bonito? ──su voz profunda invadió sus oídos.

Felix se encogió de hombros.

── Cinco mil dólares.

── Bien.

Se dirigieron a la mesa y tomaron asiento. Una mujer se acercó, ofreciéndose para mezclar y repartir las cartas.

El rubio se relamió los labios, mirando al contrario a los ojos. Chan le devolvía la mirada con la misma intensidad hasta que el momento fue cortado cuando las cartas fueron repartidas. Ambos tomaron sus cartas y les echaron un vistazo, para luego ocultarlas. Ninguno hizo algún gesto.

── Interesante... ──murmuró el pelinegro, mirando las cartas con atención. Por su leve sonrisa y el brillo en sus ojos Felix dedujo que tenía una buena mano. Claro, aquella deducción fue confirmada cuando hizo lo que se imaginaba que haría.

Chan se inclinó hacia adelante y dobló la apuesta.

Y sin dudar Felix dobló la apuesta también, dejando a Chan perplejo.

Pero él odiaba perder, así que volvió a doblar la apuesta, hasta que llegaron a los veinticinco mil dólares.

── ¿Tienes algo más? ──le preguntó el azabache. Y ante su silencio, se levantó y se inclinó hacia él, acercando sus labios a su oreja derecha para que nadie escuchase lo que iba a decir──. Puedes apostar cualquier cosa, pequeño.

Iba a volver a sentarse, pero Felix lo tomó rápidamente de la nuca para que aquello no fuese posible. Acercó sus labios a su oreja, de la misma forma en que hizo con él, y susurró──: Apuesto mi vida.

El pelinegro jadeó, casi echándose a reír.

── ¿Dices que tu vida es lo único valioso que tienes? Bien. Será divertido verte perderla.

Entonces llegó la hora de mostrar las cartas.

Felix no estaba nervioso. Él se sentía seguro de sí mismo, no podía perder por nada del mundo.

Así que dejó las cartas sobre la mesa, dejándolas a la vista de su contrincante.

── Póker.

Cuatro cartas del mismo valor. Mientras más alto fuera el valor de esas cuatro cartas, más alto era el ránking de la mano. Felix tenía allí números grandes que intimidarían a cualquiera, y ya sentía cerca la victoria.

Pero luego Bang mostró sus cartas y Felix sintió su corazón latir con desenfreno.

── Escalera real de color.

No puede ser.

Esa era una mano invencible. Un as, un rey, una reina, una jota y un diez.

Estaba boquiabierto, y no salió de su trance hasta que el desconocido chasqueó los dedos frente a su rostro, en un intento de traerle de vuelta a la realidad. Pero, vamos, ¿qué se supone que haría? Estaba acabado. Apostó su vida y ahora tiene que pagar.

Aunque muy en el fondo no le importaba. Porque, cuando ya lo has perdido todo, ¿qué más puedes perder? No tenía nada. Era un maldito adicto a las apuestas y eso mismo fue lo que le llevó a la ruina. Y todo por la aparición de ese tipo. El primero en ganarle luego de tanto tiempo.

── Me temo que ahora debes darme lo que apostaste, bonito ──llevó su diestra a su barbilla, acariciándola con sutileza y levantando su rostro, siendo muy poco cuidadoso──. Vámonos.

El azabache se levantó y se dirigió a la salida, ignorando a las personas que cuchicheaban a sus espaldas como si él no estuviera presente. Felix también lo hizo, solo que no podía evitar temblar al imaginar lo que ese hombre le haría. Posiblemente le asesine de la manera más atroz, porque él sabía que era un asesino. Desde el momento en que lo vio, lo supo.

Supo que él podría liberarlo.

Cuando se encontraron en el exterior Chan empujó al rubio a una pared, tomándole por el cuello y apretando, impidiendo que respire correctamente. Felix llevó sus manos a la muñeca ajena, intentando quitarlas. Pero por supuesto, aquello era en vano pues la fuerza del contrario era superior a la suya.

── ¿Cuál es tu nombre? ──dijo, acercando sus rostros.

── Lix... Fe-Felix...

La mirada que el pelinegro le dirigía le ponía los pelos de punta. Joder, nunca en su vida había estado tan asustado.

── Muy bien, Felix. Escúchame bien porque no lo voy a repetir ──suavizó el agarre, pero su mano derecha seguía allí──. Vamos a ir a mi casa, en mi auto. Y si te atreves a gritar, si intentas escapar... Créeme que no tendrás una muerte bonita. Vas a sufrir, vas a llorar y suplicar que me detenga, pero yo no me voy a detener. ¿Oíste? Debes ser un buen chico, para así yo no tener que desquitarme contigo.

Felix asintió rápidamente, y cuando por fin fue liberado cayó de rodillas al suelo mientras tosía, llevándose las manos al cuello y tocando la zona que había quedado marcada por los dedos del mayor.

No pudo quedarse allí por mucho tiempo pues el azabache lo levantó de un tirón y lo llevó hacia un auto color negro, donde le vendó los ojos con una tela roja. Felix se encogió en el asiento mientras sentía como rodeaba sus muñecas con lo que suponía era una soga, apretando fuerte y haciéndole imposible el mover las manos. Ahora estaba amarrado y no tenía escapatoria alguna.

── Recuerda lo que te dije, Felix ──luego de decir eso, encendió el vehículo y comenzó a conducir con dirección a su casa.

Miedo. Eso es lo que Felix sintió en el momento que el auto se detuvo. La puerta de éste se abrió, y fue arrastrado por el pelinegro hacia algún lugar. No podía ver nada debido a la tela que cubría sus ojos, pero sabía que estaban dentro de la casa, en donde nadie sería testigo de lo que ocurriría esa noche.

Sentía su presencia acercarse a pasos lentos, y por inercia retrocedía. Hasta que sintió algo chocar contra su pecho.

Chan le apuntaba justo al corazón con una pistola. El rubio quiso llevar una mano a ese objeto para comprobar si su sospecha era cierta, pero seguía amarrado. Su única opción era correr, pero sabía que hacerlo era demasiado estúpido considerando que tenía los ojos vendados.

Y una bala es mucho más rápida.

── Deja de jugar ──dijo, soltando un gruñido──. Si vas a matarme, hazlo ya. ¿Qué demonios estás esperando?

La risa que el contrario soltó le heló la sangre.

── Pero no sería divertido ──responde, deslizando la pistola por su torso hasta llegar a su entrepierna, presionando allí levemente──. Y yo quiero divertirme contigo, Felix.

Tragó saliva con fuerza, retrocediendo más.

── ¿Qué tal si jugamos otro juego? Podrían ser las escondidas. Si tú ganas, te dejaré vivir. Pero si pierdes... tendrás que hacer lo que yo quiera. Considéralo como una nueva apuesta.

Apuesta...

── Bien.

Chan se acercó a él y lo acorraló cotra una pared, quitando la venda de sus ojos. Sus miradas se encontraron en cuestión de segundos.

── Bien ──dijo el azabache con voz suave y tranquila──. Voy a desamarrarte pero no hagas nada estúpido. No vas a salir de aquí porque yo tengo la llave, y si te atreves a gritar... ──llevó su diestra a sus cabellos y tiró de éstos hacia atrás, haciendo que Felix levante la cabeza con una mueca en el rostro──. Te mataré lenta y dolorosamente. Ya te lo dije pero no está de más repetírtelo. ¿Entendido?

── S-sí.

Finalmente le soltó, dando un par de pasos hacia atrás. La pistola seguía en su mano, por lo que Felix bajó la mirada hacia ella para luego volver a mirarlo a los ojos con una expresión aterrada.Iba a jugar a las escondidas con un maldito psicópata.

── Serán dos partidas, el que tarde menos en encontrar al otro, gana. Cuentas tú primero ──dijo el pelinegro, alejándose lentamente sin dejar de mirarlo. Felix se puso de espaldas contra la pared y tras apoyar su brazo en ella y ocultar su rostro allí, comenzó a contar con los ojos cerrados.

Al llegar al número veinte, miró a su alrededor. Por obvias razones no conocía la casa, pero se las ingenió para correr por todos los pasillos, abriendo puertas y fijándose en cada rincón. No fue hasta que pasaron tres minutos con dieciocho segundos que encontró a Chan escondido entre un montón de cajas en el ático.

── Muy bien ──dijo el pelinegro, levantándose y quitándose el polvo de la ropa──. Es mi turno de contar. Lo haré aquí, así que ya puedes irte escondiendo.

El azabache cubrió sus ojos con sus manos mientras se daba la vuelta y comenzaba con el conteo.

── Uno, dos, tres...

Felix subió las escaleras y recorrió la casa en busca de un escondite, escuchando al mayor contar desde el ático.

── Ocho, nueve, diez, once...

Entró a lo que parecía ser la habitación de huéspedes, y luego de observar el entorno detenidamente, se apresuró a meterse en el clóset.

── Diecisiete, dieciocho, diecinueve, veinte.

Felix no se movió, se mantuvo quieto mientras escuchaba al adverso caminar por la casa y mover cosas. Sabía que su escondite no era el mejor, puede que incluso llegase a ser demasiado obvio, pero si tenía suerte, Chan tardaría un poco más en hallarlo.

Miró su reloj. Llevaba casi dos minutos allí dentro y comenzaba a sentir calor e incomodidad. Pero continuó estando quieto hasta que escuchó los pasos del pelinegro acercándose a la habitación en la que estaba. Aguantó la respiración cuando entró, mirando a los lados.

Dos minutos con treinta y cuatro segundos...

El chico miró debajo de la cama y detrás de la puerta para luego dirigirse a la salida. Y Felix hubiera soltado un suspiro de alivio de no ser porque el azabache se dio la vuelta y caminó hacia el clóset, hacia él, y tras mirar por la pequeña rendija, le sonrió.

Y abrió la puerta del armario con una sonrisa que claramente decía "yo gané"

── Tres minutos exactos. Creo que he ganado nuevamente ──dijo, con un fingido tono de pena.

Chan lo sacó del armario y seguidamente le apuntó con la pistola. Su mano no temblaba ni un poco, y Felix sabía que no dudaría en disparar si así lo quisiera.

── Quítate la ropa ──le ordenó, y al ver la confusión del menor, añadió──: Harías lo que yo te diga. Ese era el trato, lindo.

Felix no dijo nada más, sólo se alejó un poco y comenzó a despojarse de la ropa hasta que se encontró únicamente en bóxer. No iba a quitárselo pero por la mirada que el mayor le dirigió supo que si no lo hacía le iba a ir muy mal, así que con algo de duda, llevó sus manos al elástico de éste y lo bajó, quedando completamente desnudo a la vista del pelinegro.

Cerró sus ojos con fuerza al sentir la intensa mirada ajena sobre su cuerpo expuesto. Y al tenerlos cerrados no vio venir cuando el mayor le empujó a la cama, colocándose sobre él.

── Creo que no te dije mi nombre, ¿no es así? ──le dijo, acercando su rostro a su cuello──. Soy Chan. Y quiero que lo recuerdes porque lo vas a gritar toda la noche, precioso.

Y sin agregar nada más, comenzó a esparcir besos en su pecho, bajando lentamente hasta llegar a su entrepierna. Felix se llevó una mano a la boca cuando el azabache comenzó a lamer su entrada, introduciendo después un dedo. Luego dos.

Lee no pudo reprimir el gemido que se le escapó al sentirlos moverse con rapidez, abriendo su ano y haciéndole suspirar. Chan pasaba su lengua por su erección, dando lamidas desde sus testículos hasta el glande, y lo introdujo en su boca para comenzar a chupar como si se tratase de una paleta.

── C-Chan, mmh.

El aludido se separó, yendo al clóset y sacando de allí una cinta roja, idéntica a la que antes le había puesto, y volvió a acercarse a él para vendarle los ojos nuevamente. Felix se dejó hacer y se quedó acostado en la cama, preguntándose qué rayos tenía Chan planeado.

Dejó de pensar cuando sintió esa lengua en su entrada, humedeciéndola e introduciéndola varias veces. Arqueó su espalda, y soltó un gemido profundo.

── ¿Lo estás disfrutando, pequeña zorra? ──cuestionó el pelinegro, metiendo sus dedos otra vez y moviéndolos con fuerza──. ¿Quieres algo más grande aquí dentro, Felix?

El rubio asintió, meciendo sus caderas para hundir más esos dedos en su interior.

Segundos después Felix sintió algo más grande hacerse espacio en su zona sensible, y lo sintió moverse con lentitud. Le dolía como el infierno pero aún así no se quejó, pensaba que eso sería más conveniente.

Y gimió.

── Chan... a-ah. Uhm.

── ¿Te gusta, no? Te gusta sentir dolor, te gusta el peligro... Por eso estás aquí, en mi casa, luego de haber apostado tu jodida vida a un asesino. ¿Eso te excita? ──llevó su diestra al cuello del menor y apretó con algo de fuerza, comenzando a hundir aquel objeto con más rapidez que antes. Felix soltó un grito que resonó en toda la habitación, y ante eso, Chan le propinó una fuerte nalgada──. Si gritas, voy a apretar el gatillo ──Susurró en su oído, y cuando liberó su cuello, Felix empezó a respirar con dificultad. Soltó un jadeo──. Sí, tienes el cañón de una pistola jodiendo tu culo. ¿Acaso no es maravilloso?

Felix no respondió, tan solo se aferró de las sábanas mientras sentía esa pistola salir y entrar. Chan, al verlo tan necesitado y excitado, no pudo evitar acercarse para besarlo con rudeza. El rubio le seguía el beso a como podía, pues Chan imponía una fuerza e intensidad que no lograba igualar. Su labio inferior fue mordido con suavidad, al mismo tiempo que sentía el cañón de esa pistola salir de su interior para ser reemplazado por los dedos del azabache. Ahora eran tres dedos que se hundían en su ano, haciéndole imposible el respirar correctamente. Joder, le encantaba. Llámenle loco, pero todo eso le estaba fascinado de una forma en que no debería.

── Más. Más, por favor ──susurró sobre sus labios.

Bang se puso de pie para quitarse toda la ropa que tenía encima y que ahora mismo estaba estorbando, y tras colocarse un preservativo, se introdujo de una sola estocada. Felix soltó un quejido de dolor.

Bang tomó las manos contrarias y las colocó a cada lado de su cabeza, inmovilizándolo, y comenzó con las duras penetraciones. Felix gemía con fuerza, arqueando su espalda y suplicando por más.

── Eres un jodido masoquista, ¿eh? ──apretó el agarre en sus muñecas e intensificó la rapidez con la que le embestía. Felix expuso su cuello y abrió su boca, dejando escapar varios gemidos cuando el pene del mayor tocó su próstata──. Te gusta sufrir y ser tratado como la perra que eres.

Seguidamente Chan alzó la pierna izquierda del rubio y tras colocarla en su hombro, le embistió con fuerza. Rápido. Profundo.

── ¡Mgh! Chan, Chan, C-Chan ──apretó las sábanas entre sus manos, y soltó un chillido cuando el mayor tocó su próstata sin piedad.

── Felix... ──gruñó, liberando su pierna para luego tomar su cadera y volver a hundirse en su interior, uniendo sus labios en un beso hambriento, sucio, húmedo. Ambos luchaban por tener el control del beso, como si fuese una más de sus competencias. Una apuesta más──. Mmh, eres tan jodidamente adictivo.

Felix llevó sus manos a sus hombros, deslizándolas a su espalda y rasguñando su piel al sentir como tocaba su punto una y otra vez, sin detenerse. Mientras tanto Chan emitía gemidos que variaban entre suaves y profundos, justo en su oído. Aquello le erizaba la piel y le llevaba al límite. Dios. Estaba en el límite. Sentía que en cualquier momento iba a correrse.

El pelinegro envolvió su erección con su mano, y empezó a moverla al mismo ritmo que las embestidas.

El choque de sus pieles. Los besos cargados de lujuria. Los gemidos graves y agudos. Los gruñidos. Solamente eso se escuchaba en la habitación, donde dos apostadores se deshacían en suspiros de placer.

── ¡Oh, D-Dios! ──el rubio arqueó su espalda, mordiendo su labio superior para acallar otro gemido, aunque eso no lo logró──. Justo ahí. A-ah, Chan. Sí, sí, sí. ¡Mgh!

Bastaron un par de embestidas más para que Felix se corriera en la mano del mayor, manchando parte de su abdomen. Y tan solo segundos después, Chan también lo hizo.

No se movió. Se quedó ahí, sobre él, jadeando como si no hubiese tomado una gota de agua en años.

── Chan... ──susurró Felix, quitándose la venda de los ojos.

El pelinegro salió de su interior para luego sentarse en la cama, alcanzando la pistola que por la intensidad del momento había caído al suelo. Felix lo miró, sabiendo que, posiblemente, lo mataría allí mismo.

── Voy a dejarte vivir por ésta vez ──dijo Chan, sin mirarlo. Su vista estaba clavada en el arma que sostenía entre sus manos──. Espero que nos volvamos a encontrar algún día, Felix. No lo sé... Quizás en ese mismo casino, donde probablemente vuelvas a apostar tu vida como el estúpido que eres.

Lee solo asintió, levantándose para ponerse su ropa. No podía creerlo. ¿En serio iba a dejarlo ir?

── ¿Por qué no vas a matarme?

No obtuvo una respuesta de inmediato, pero sí llegó.

── Porque ya no sería divertido.

Chan lo observó vestirse desde la cama, y Felix le devolvió la mirada con curiosidad, viendo un atisbo de sonrisa surcar sus labios.

Debe estar loco por pensar que era lindo.

── Supongo que no.

Y luego de decir eso se fue de esa casa sin mirar atrás, sabiendo que tarde o temprano se volverían a encontrar. Tal vez en un casino, jugando al póker con una copa de champagne en la mano.

Hola, dulcecitos 😍✨
Les dejo una actualización, que pasen linda(o) día/tarde/noche. Os quiero <3

Si hay algún error en los nombres, avísenme por favor ❤️🥺

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