alphas.
❝Felix no quería convertirse en un delta.❞
Historia original: camelicus. Todos los créditos respectivo a la autora.
― No estoy dispuesto a dejarme marcar por ti ―dijo Lee, alejándose rápidamente del alfa y yendo a sentarse en el escritorio en la otra esquina de la habitación, aún con la respiración agitada, dándole la espalda.
Se tocó el pecho y exhaló, presionando sus labios juntos. Él quería estar cerca del otro hombre, su piel, todo su instinto lo llamaba. Su aroma era tan adictivo y varonil.
Joder, casi deja que lo marque. Otra vez.
Había vuelto a sentir aquello que estuvo sintiendo en sus últimos encuentros, esa sumisión que había comenzado a odiar.
Joder, ¿es que había nacido defectuoso? Según su madre, él siempre fue un niño muy saludable.
¿Entonces por qué rayos le gustaba un alfa?
Uno de su mismo linaje, un guapo, territorial alfa con aroma a pinos y lluvia que lo volvía completamente loco.
Se cubrió el rostro y quiso llorar. Las emociones lo estaban abrumando demasiado, y tener el aroma de Bang Chan encapsulado en aquella habitación no ayudaba.
― Cachorro, mírame ―dijo el mayor, poniéndose frente a Felix.
El nombrado se negó.
― Mírame, Felix.
El castaño apretó los dientes, intentando resistirse, pero su lobo perdía la pelea cada vez que intentaba no ceder ante los mandatos del otro alfa.
Lo miró, el resentimiento plasmado en sus ojos. Bang Chan le acarició la mejilla con suavidad y Felix sintió los gimoteos atorándose en su garganta, su toque era cálido, y la calma se instaló en su pecho rápidamente, como si de un hechizo se tratase.
Agachó la cabeza, incapaz de soportar la mirada del pelinegro frente a él.
― No veo el problema en esto ―habló el mayor con suavidad―. Lixie, ser un delta dejó de ser algo malo hace muchos años.
― No en mi familia ―dijo con amargura, y se rindió finalmente, dejando que el alfa se metiera entre sus piernas.
― ¿Importa eso acaso?
― Bang Chan ―renegó el menor con fastidio, mirando a otro lado.
― Nos amamos, Felix ―murmuró con cuidado, buscando la reacción del otro, este solo intentó alejarlo, viéndose desesperado―. No hagas esto de nuevo.
Lee intentó contener sus quejidos, realmente lo hizo, comenzaba a sentir una necesidad demasiado grande dentro de él. Quería, quería ser de Bang Chan, ser su pareja y ser marcado por él, pero las ideas arraigadas que su familia le metió en la cabeza eran un pitido constante que se incrementaba cada vez que estaba a punto de someterse, de convertirse en el compañero de la persona que amaba.
Gimoteó mientras que maldijo al mundo por haberle otorgado el linaje que tenía, y cuando se dio cuenta de lo que hizo, cubrió su boca asustado, ante la mirada sorprendida del otro alfa.
Sus ojos se aguaron y se regañó a sí mismo, encogiéndose por la vergüenza. Había gimoteado frente a Bang Chan una vez más.
― Cachorro ―habló el mayor, totalmente enternecido por esa faceta que había logrado ver muy pocas veces en el menor y que le estaba mostrando ahora. Felix veía aquello como una muestra de debilidad, él, al contrario, lo veía como una muestra de confianza demasiado grande―. No, Lix, no llores...
Tomó el rostro entre sus manos y frotó su nariz con la de él para calmarlo.
Bang Chan era un buen alfa.
Felix no lo era.
Negó con la cabeza, intentando alejarse. Sus primeras lágrimas comenzaron a caer y al pelinegro se le contrajo el estómago.
― N-No quiero ―dijo el menor entre sollozos, poco a poco dejando de forcejear―. Ellos van a rechazarme, v-van a hacerlo, Bang Chan...
El mayor consiguió que Felix se recostara sobre su pecho, sin oponerse, y así pudo perfumarlo para hacer que su llanto cesara.
Un ronroneo bajo salió de lo más profundo de su garganta, y los quejidos de Felix disminuyeron gradualmente. Él se calmó en los brazos del otro alfa. Su alfa.
― E-Ellos van a rechazarme... ―murmuró, cerrando los ojos a gusto con las caricias que el mayor le hacía en el cabello para mantenerlo junto a su pecho.
― Eres su hijo, Felix.
― No les importará...
― ¿Desde cuando te importa a ti, uh? ―preguntó, sin esperar una respuesta―. Incluso si tus padres no lo aceptan, nosotros estaremos juntos.
― Mi lobo...
― Tú solo te someterás a mi ―siguió con las caricias relajantes. Bueno, si lo decía de esa manera, no sonaba tan bien―. Bueno, no, eso salió mal ―rió un poco nervioso, buscando las palabras correctas―. Te entregarás a mi, y no por eso debes avergonzarte o sentirte menos. Siempre serás mi igual, cachorro.
Felix decidió ignorar las palabras por ese momento y disfrutar de la sensación de ser reconfortado por Bnag Chan.
Todo el mundo decía que era un alfa frío, pero al menos con él, nunca se comportó de esa manera.
― Shh, cachorro ―susurró dulcemente, acariciando su espalda para calmar sus quejidos ya casi inaudibles.
― Channie... ―balbuceó el castañito, restregando la nariz en el pecho del alfa y llenándose de su aroma. Comenzó a ronronear y el mayor sonrió por eso.
― Sí, bebé ―susurró y besó su coronilla―. Te amo, eso nunca va a cambiar.
― M-Mhn... e-esper-¡Ah!
Bang Chan gruñó, sintiendo la estrechez que lo rodeaba, Felix cabalgaba su polla mientras que él alzaba las caderas para encontrarse con los empujes irregulares.
Al menor le dolían las piernas.
Se apoyó en el pecho del contrario, dejando caer la cabeza, sus ojos a medio abrir mientras que pequeños gemidos y jadeos dejaban sus labios.
― B-Bang Chan... Bang Chan... ―lloriqueó, incapaz de seguir sosteniéndose. El sonido obsceno de sus pieles chocando llenaba la habitación.
Felix no podía ni siquiera formar palabras coherentes, solo pequeños balbuceos dejaban su boca. Se sentía borracho, hacer el amor con el alfa siempre había sido así.
― Aguanta un poco más, bebé ―dijo el mayor, apretando los dientes, y sujetó la pequeña cintura del contrario para guiar sus movimientos.
Felix estaba mareado, y la necesidad creció en su pecho.
Él extendió el cuello dócilmente y ojos confusos lo observaron, Bang Chan tuvo que luchar contra el impulso de lanzarse y morder su piel.
Apartó la mirada, Felix llevaba tentándolo así desde hace mucho, pero sabía que era porque sus potentes feromonas lo obligaban a someterse durante el sexo; si lo mordía, el menor jamás se lo perdonaría, y Bang Chan no quería perderlo de ninguna manera, por eso prefería no atender sus instintos de alfa territorial.
― Márcame ―oyó el pequeño jadeo, casi tímido, en su oreja. Dio un respingo y salió de sus pensamientos para notar la piel de la unión del cuello y hombro de Felix a escasos centímetros de su boca.
Gruñó, sujetando fuertemente las caderas del hombre.
― No me tientes, Felix ―siseó y se mordió el labio, sintiendo el vaivén casi perezoso del alfa sobre su pene.
Felix gimió, los roces en su próstata se volvían continuos si es que se movía con lentitud.
Pero ya no aguantaba más, quería los dientes de Bang enterrados en su piel mientras que llegaba al orgasmo. Quería saberse suyo, lo había estado pensando mucho esa semana y finalmente llegó a la conclusión de que él podía mandar a la mierda a todo y a todos con tal de estar con Bang Chan, con su alfa.
― Por favor ―volvió a gemir, e hizo movimientos circulares con las caderas, haciendo que el mayor casi pierda su autocontrol.
― Joder, Felix, no ―espetó y cerró los ojos. No podría seguir conteniéndose si es que seguía viendo a Felix en esa posición.
Entregándose a él, gimiendo y rogando por él, suplicando que lo marcara con esa expresión de docilidad tan bella.
Él iba a morir gracias a él un día de estos.
Sintió el roce de los labios de Felix en los suyos y siguió su toque, besándolo con suavidad y ternura mientras que lo embestía con profundidad, dando de lleno en ese punto que le gustaba tanto. Le oyó lloriquear contra su boca.
― Márcame, alfa, por favor, lo necesito ―jadeó, rodeando con sus brazos el cuello del mayor―. No me quejaré, te lo prometo, solo hazlo.
Bang abrió los ojos y observó la expresión necesitada de Felix, no había duda en su rostro, ni siquiera un poco de miedo.
― ¿Estás seguro de esto?
En respuesta recibió el cuello del menor empujándose contra su boca.
Bang Chan no lo defraudaría.
Aumentando el ritmo de sus embestidas, deslizó una mano entre sus cuerpos para acariciar la longitud dura y goteante de Felix, hasta que lo tuvo llorando sobre él. El menor ya no tenía fuerza; ellos habían hecho el amor por horas ese día.
― Mierda, cachorro ―gruñó contra la piel nívea y lamió, trazando con su lengua un pequeño lugar, donde establecería la marca.
Lee tiró de sus cabellos.
― V-Voy a... ¡Mhn! ¡B-Bang Chan!
Con una última maldición, Bang Chan dejó que sus colmillos emergieran, justo cuando llegaba al orgasmo, y los hundió en la suave y lechosa piel. Oyó al menor gritar y rodeó su cuerpo con sus brazos, manteniéndolo cerca y apresándolo.
Sintió los espasmos de Felix y como intentaba alejarse, gruñendo. Su lobo estaba intentando escapar de ese confinamiento, y Bang Chan sabía que pasaría aquello, por eso no se inmutó cuando garras fueron clavadas en su espalda y en sus hombros; él siguió mordiendo e ignoró los salvajes rasguños que hacían su piel arder.
Empujó una vez más las caderas, forzando su nudo dentro del alfa, y le tomó unos intentos lograr que su cuerpo lo aceptara. Ya era el momento.
El gimoteo fuerte de Felix retumbó en las paredes y finalmente se quedó quieto, dejando que el alfa deslizara su nudo dentro de él y que lo llenara de su simiente.
Su lobo había perdido.
Su respiración agitada y temblorosa fue atrapada por la piel del cuello de Bang Chan, se sentía sometido y vulnerable, no podía moverse. Al sentir que el nudo del alfa ingresaba en su cuerpo su instinto le obligó a quedarse quieto y a dejar de forcejear con él.
Su lobo había intentado resistirse y había perdido, dejándolo sin orgullo; y había huido finalmente para esconderse y escapar de la vergüenza que le causaba el haber sido mordido por alguien.
El mayor acarició la espalda sudorosa del menor y extrajo sus dientes, observando un poco de sangre carmín rodar por la piel herida. Lamió con cariño y dejó besitos suaves.
El olor de Felix cambió, él definitivamente olía dulce ahora, ya no estaba esa potente esencia a café, ahora solo olía a leche, leche dulce y chocolatada.
Sintió el toque húmedo de las lágrimas en su hombro y comenzó a ronronear, buscando confortar a Felix. Obviamente no se iba a sentir bien después de eso, él había sido sometido.
― Tranquilo, cachorro, ya está ―susurró con cariño, sin dejar las caricias.
Un quejido lastimero abandonó los labios del menor y Bang murmuró palabras de aliento.
― Lo hiciste muy bien, mi alfa, ya eres mío.
Y una gran felicidad lo inundó por aquello. Felix, su alfa, su pequeño cachorro era ahora suyo. Ellos se pertenecían.
Unos minutos después, Bang se retiraba con cuidado del interior de su compañero, y Felix cayó sobre él como un muñeco de trapo, completamente laxo.
El alfa lo acomodó sobre las sábanas y se metió a su lado. Peinó hacia atrás las hebras desordenadas del cabello del menor y besó su frente. Felix se pegó más a él.
― Mi lobo se ha ido ―murmuró, mirando a la nada. Parecía triste.
Bang Chan negó.
― No se ha ido, cachorro ―aseguró con voz suave―. Volverá eventualmente, deja que se acostumbre. No estará lejos mucho tiempo.
Felix solo asintió y se acurrucó más contra el cuerpo cálido de su alfa, sintiendo su aroma y el suyo, que ahora no era tan suyo, porque olía dulce, y el solía tener un aroma fuerte y varonil.
Estaba renunciando a su lugar como alfa, porque amaba a Bang Chan.
Joder, amaba al hombre, sí que lo hacía. Él jamás habría pensado en dejarse marcar por alguien que no fuera su alfa y no se estaba arrepintiendo ni un poco.
― Lixie... despierta, cachorro ―murmuró el alfa dulcemente, acariciando las hebras castañas de su menor.
Felix renegó.
― No...
― Son las once de la mañana, compañero, debemos comer algo, debes estar hambriento.
Felix abrió los ojos apenas y se movió un poco, rodando sobre las sábanas.
Inhaló, estirándose, y pronto frunció el ceño.
― Huele a... ―agrandó la vista, sentándose de repente y mirando al mayor con preocupación―. Bang Chan, déjame ver tu espalda.
El pelinegro frunció el ceño.
― ¿Por qué?
― Solo déjame verla, por favor.
El alfa negó con la cabeza.
― Estoy muy cómodo en esta posición.
Felix gruñó y el contrario rodó los ojos antes de voltear para acostarse sobre su estómago.
― ¡Oh mi dios!
― No es nada.
― ¡Bang Chan, mierda!
― Cálmate, cachorro.
El menor miró los ojos de su pareja, con la culpa aprisionándole el pecho. Él le había hecho rasguños profundos a Bang Chan, había sangre seca al rededor de ellos y se veían dolorosos.
Se cubrió la boca, con los ojos cristalizándose.
― L-Lo siento tanto...
― Felix, no. Bebé, te prometo que no me duelen.
Bang se sentó, cara a cara con su pareja, y puso las manos sobre sus muslos para acariciar allí con suavidad y calmarlo.
― P-Pero la cama está llena de sangre, yo te lastimé...
Los sollozos se atoraron en su garganta ante la vista de la espalda malherida de su alfa.
Bang Chan suspiró, y tomando las manitos de su pareja besó cada una de ellas.
― No esperabas que nuestro apareamiento fuera fácil, ¿o si? ―dijo suavemente, con una sonrisa conciliadora.
― N-No, pero yo... no quería lastimarte...
― Sé que no, Felix, no te preocupes por esto.
El menor sorbió por la nariz y secó sus ojos húmedos, mirando tristemente a Bang Chan.
― ¿En serio no te duelen?
― Te lo prometo, ya están sanando, pero si quieres puedes curarme para que te sientas mejor.
El menor asintió, era lo menos que podía hacer, se sentía muy culpable. Llevó su cuerpo hasta la esquina de la cama e intentó bajar para conseguir un poco de alcohol y algodón; pero gruñó al sentir ese característico dolor en su espalda baja y su entrada.
Siseó y oyó a Bang Chan reír.
― Parece que tú eres el que necesita cuidados, cachorro.
Felix lo miró mal, y haciendo otro esfuerzo intentó levantarse de nuevo, pero solo cayó de lleno en la cama, siendo recibido por dos fuertes brazos que lo acunaron con suavidad.
― Te vas a lastimar ―regañó cariñosamente el mayor en su oído antes de separarse―. Déjame cuidar de ti.
― Pero, Bang Chan...
― Sin peros, cachorro, quiero complacerte hoy, ¿de acuerdo?
El menor lo miró avergonzado; el alfa se veía determinado así que solo asintió, con un ligero sonrojo cubriendo sus mejillas.
Cuando un alfa se convertía en delta, habían ciertos cambios en su cuerpo que ocurrían después de la mordida y la primera fecundación.
Felix gimió incómodo e intentó acomodarse bien en el asiento, sintiendo como de su entrada escurría un líquido que estaba empezando a conocer. Su lubricante natural.
El ajuste biológico permitía que el delta fuera más receptivo al momento de la cópula, permitía una fácil penetración y sus órganos poco a poco se reconstruían para incluir un útero que albergaría a los bebés de su alfa.
Felix estaba sufriendo todos esos cambios y en realidad parecía más un omega embarazado. A veces le dolía mucho el vientre -debido al posicionamiento de su nuevo órgano reproductivo-, y tenía lo que se había acostumbrado a llamar fugas, que ocurrían esporádicamente y era cuando su lubricante escurría por sus piernas en cualquier momento, y en cualquier lugar.
Había aprendido a lidiar con ello y ahora llevaba una muda de ropa a donde sea que iba, aunque eso no significaba que no sintiera vergüenza, ya que al no poder darse una ducha siempre que ocurría, todo el mundo olía su -no deseada- excitación, y esto le provocaba un sonrojo que duraba hasta que lograba llegar a casa y refugiarse en los brazos de su alfa.
Oh, si, debido a estos cambios, su apetito sexual se había disparado también.
Bang Chan lo disfrutaba bastante aunque resultaba siendo cansino, pero sabía que su pareja estaba estresada y sensible por eso, así que nunca le reprochaba nada y se dedicaba a mimarlo para hacerle sentir mejor.
Bang Chan miró de reojo al delta y volvió su atención a la carretera.
― ¿De nuevo?
El sonrojo que se apoderó de Felix llegó hasta sus orejas y sus ojos se cristalizaron. Miró a la ventana del asiento de copiloto para evitar los ojos de su alfa, y es que eso le avergonzaba tanto...
― Ya casi llegamos a casa, bebé ―calmó su alfa al notar su semblante y puso una mano en su rodilla, acariciando levemente.
Lee secó las lagrimitas que habían logrado caer y Bang Chan suspiró por aquello.
Paró el vehículo en la entrada de su hogar y se volteó a ver a su compañero.
― N-No me mires ―gimoteó.
― No es algo de lo que debas avergonzarte, mi amor ―dijo con suavidad y una mirada comprensiva.
― E-Es que tú puedes olerlo, y no... no me gusta...
― Pero si hueles delicioso.
El menor lloriqueó.
― Quiero darme un baño... ―pidió y el alfa asintió, desabrochando su cinturón y bajando del auto.
Abrió la puerta del lado de Felix y lo ayudó a levantarse, quitándose la chaqueta y atándola a su cintura para que no se notara la humedad de sus pantalones en lo que llegaban a su casa.
― Ya está, cachorro ―murmuró cariñosamente y tomó con suavidad el rostro de su pareja para darle un besito en los labios, Felix correspondió un poco cohibido.
― Mhn... ¡mph! Bang Chan~ ―jadeó el delta, arqueando la espalda y empujándose a si mismo en la boca de su macho.
El mayor se separó del menor lamiéndose los labios, y sonrió de lado por la imagen que tenía en frente.
― Me encanta que te hayas vuelto tan receptivo ―ronroneó y tocó los pezones del más pequeño, acariciándolos y retorciéndolos entre sus dedos.
Felix gimoteó, demasiado sensible como para que el alfa jugara con sus pezones.
― Dios mío, mira como lubricas... ―habló roncamente, tocando con sus dedos el agujero abusado del menor―. Incluso estás dilatado, mi polla entraría con facilidad en ti ahora mismo.
El menor alzó las caderas y lloriqueó, su pene poniéndose aún más duro sobre su vientre.
Bang Chan introdujo dos dedos en el cuerpo del castaño y gimió al sentirlo completamente húmedo, reconociendo de inmediato la textura de su propia esencia que seguía dentro del delta luego de las folladas del día anterior.
Se lamió los labios hambriento.
― F-Fóllame, Alfa... ―rogó, su voz suave y aterciopelada como esas que usaban los Omegas para tentar a sus parejas.1Y al parecer funcionó.
Bang Chan se enterró tan fuerte en él que le quitó el aliento por varios segundos, y cuando volvió en si estaba siendo follado tan fuerte que la cama rechinaba y los vecinos se enterarían del nombre de su alfa.
Sollozó aferrándose a las sábanas, sintiendo el agarre que el alfa tenía en sus caderas para mantenerlo quieto y marcar el ritmo. Se agachó para devorar sus labios y Felix respondió gustoso, colando su lengua en la boca del macho y mordisqueando sus labios con ímpetu, siendo entrecortado por algunos gemidos que se le escapaban producto del inmenso placer que estaba sintiendo.
Su próstata fue abusada sin piedad por su alfa y él no se quejó en lo absoluto, pues amaba lo rudo que era con él, cómo le dejaba marcas en el cuello y en el vientre y cómo lo mordía, todas las noches, en el mismo lugar para reforzar su unión.
― Maldita sea, cachorro, voy a correrme.
Felix asintió anhelante y movió sus caderas para encontrarse con las fuertes embestidas de su alfa. Bang Chan estaba encantado con su compañero, tan lindo y tan sensible para él. No sabía que esto pasaría luego de convertirlo en un delta y sinceramente al principio no le importó mucho, porque amaba a Felix sin importar qué, pero luego el menor comenzó a mostrarse más mimoso y necesitado de su tacto, lo cual no le molestaba pues acariciaba su ego lobuno, sabiendo que cuidaba y protegía a su pareja porque este así lo quería.
― B-Bang Chan~... ―lloriqueó el menor y con una embestida más se corrió, abundante semilla saliendo de su falo.
Bang Chan gruñó y sus colmillos emergieron cuando llegó al orgasmo, instintivamente agachándose para poder morder el cuello de su pareja, donde estaba la misma herida que se renovaría una vez más.
Felix gimió y sollozó cuando el nudo del alfa estuvo completamente enterrado en su interior. Esta vez la presión era más soportable, su lubricante se lo hacía fácil y eso le gustaba, pues ya no era tan doloroso y ya no lloraba cada vez que recibía a su macho.
Jadeó cuando sintió el esperma caliente de su alfa llenándolo lentamente y se movió un poco, siendo retenido segundos después por dos fuertes brazos que lo rodearon y lo obligaron a mantenerse quieto.
― No te muevas, te vas a lastimar ―dijo, su voz tan profunda y ronca logró estremecer al menor, quien dejó de moverse de inmediato.
Bang Chan levantó la cabeza. Aún tenía la respiración agitada.
― ¿Todavía duele? ―preguntó preocupado, detallando las expresiones de su compañero en busca de malestar.
― Solo un poco... ―contestó e hizo una mueca tensa cuando se sintió llenito e hinchado.
Bang Chan rió con pereza.
― Me gusta como de hinchadito te pones ―dijo y rozó su nariz con la del castañito, luego le dio un besito en los labios.
Felix sonrió leve y ronroneó, sacando una risita divertida de su mayor.
― Mimoso ―murmuró besándolo en los labios otra vez, suave y cálido.
Felix acarició la nuca de su compañero, sonriendo con cariño.
― Gracias por hacerme ver que ser mordido valía la pena ―dijo luego de unos segundos en silencio, con los ojos brillantes.
Bang Chan alzó una ceja, burlón.
― ¿Qué es esto? ¿Ahora nos ponemos cursis luego de hacer el amor?
Felix le golpeó el pecho mientras que rodaba los ojos y su alfa reía; aunque sabía que lo decía solo para fastidiarlo, pues con los nuevos cambios, el delta definitivamente estaba mucho más al día con sus emociones y le gustaba decirle lo que sentía a su pareja, esperando que Bang Chan le dijera algo bonito también.
Lo cual siempre comenzaba con un par de burlas que lo harían enojar, y entonces Bang Chan podría calmarlo con muchos besos y palabras dulces que en secreto amaba decir.
― Oh, vete a la mierda.
Sí, allí estaban, nada había cambiado.
Bang Chan lo besó en medio de una risita.
― Yo también creo que marcarte fue lo mejor que pude hacer en mi vida. Ahora estoy con la persona que más adoro en el mundo.
― Te amo ―dijo Felix emocionado. Las palabras de su macho siempre lograban calentarle el corazón.
Bang Chan le acarició la cintura, con esos ojos negros preciosos recorriendo el rostro de su magnífico compañero.
― Y yo te amo a ti, cachorro.
¡gracias por leer!
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