i. WALK OUT OF HER MIND
CAPÍTULO I
OH GOD, I COULD DO BETTER THAN THAT
Viserys sabía que era un niño, había soñado con su pequeño heredero en sus brazos, sus ojos color lila iluminando los siete reinos. El bebé no lloraba y sus ojos silenciosos parecían desnudarle el alma, eran interrogantes, tan profundos que el rey supo que escondían un secreto; y por la sangre de la antigua valyria, Viserys no era digno de ser el guardián del pequeño Baelon. Su dulce Aemma lo amó antes de poder verlo, su pequeño guerrero que vino al mundo desde el vientre de su madre, con sangre en los ojos, fuerte olor a hierro y gritos; aquellos que no les pertenecían a ellos, sino a su madre, que falleció antes de poder tener a su bebé en sus brazos.
Baelon nació con un gran destino en pura Valyria, y lamentablemente sin poder elegir, quedó marcado por la muerte. Las nodrizas tenían miedo del bebé silencios, decían que debería haber muerto con su madre y así fue durante mucho tiempo que el heredero del Trono de Hierro tuvo la muerte en sus ojos.
Cuando Rhaenyra, en duelo por su madre, reunió el coraje para visitar a su hermano recién nacido, descubrió que Baelon era la imagen de su difunta madre, excepto por los ojos de su padre, con el cabello cobrizo platinado de los Arryn. Su hermano pequeño estaba tan silencioso, sus ojos inocentes parecían decorar todo a su alrededor, tal vez estaba asustado porque nunca había visto a su madre. La extraña sin siquiera conocerla, pensó Rhaenyra.
Sabía que tenía que proteger a su hermano y que el futuro como heredero no sería fácil, pero al mismo tiempo era muy doloroso. La Targaryen era humana, sentía rabia por el pequeño bebé que le quitó a su madre, una vida por otra.
Sangre por sangre.
Respiración profunda, el calor se extendía y le daba una urgencia que lo dejaba inquietante. El aliento es robado, rápido y doloroso. Y se sentía tan bien, tan condenadamente adictivo. El joven tembló y gimió, rechinando los dientes, sus manos agarrando con fuerza el cabello oscuro y ligeramente cobrizo de la mujer arrodilladla, dejando las puntas de sus dedos blancas por la fuerza ejercida. Dioses, suspiró suavemente otra vez mirando hacia abajo.
―Mierda.―gruñó con la visión nublada por sus ojos húmedos, su garganta seca raspada junto con sus gemidos.
Los ojos de la mujer no eran exactamente cautivadores, oscuros y marrones, tan normales, tan irreales. Pero, ¿quién era Baelon para exigir realeza a una puta, incluso si estaba haciendo sudar al futuro rey? Ella miró con fingida inocencia, chupando, lamiendo su pilla con avidez como una perfecta profesional. Ella lo estaba disfrutando tanto como él, era innegable y visible. El heredero del Trono de Hierro era una belleza de la que se hablaba e todo Desembarco del rey, con su cabello platino cortado hasta la oreja, ojos penetrantes y silenciosos en un lila puro y cruel; su altura, sus anchos hombros salpicados de pecas color crema, sus labios llenos de una sonrisa siempre lasciva. Su presencia en la Calle de la Seda y cómo las putas parecían deleitarse con su visita no era nada nuevo.
Baelon Targaryen era encantador, un dragón de pura realeza que se follaba putas y las encantaba porque podía. Después de todo, él es el heredero del Trono de Hierro.
―Mi rey.―Alessa se alegró, o Alyssa, no podía decirlo.
Sus labios se deslizaron sobre su polla, moviéndose hacia arriba y hacia abajo.
―No tengo prisa.―tirando de su cabello, apartó los labios de la mujer, con su mano izquierda sujetó su cuello con firmeza, levantando a la mujer, fuerte y al mismo tiempo cuidadoso.
―Despacio―susurró como si contara un secreto, respirando profundamente y soltando el cuello húmedo de la mujer.
Su brazo derecho dejó su cabello y descendió en una danza tortuosa por su brazo y cintura, la mujer sintió arder y se preguntó si así era como todos los Targaryen controlaban el fuego.
Sus dedos se curvaban alrededor de sus piernas, tirando de ella detrás de su rodilla, enganchándola a su cadera, apuntando su dureza a lo largo de su terso y suave muslo, en dos pasos recostándola sobre la cama y en un ágil movimiento colocando a la mujer encima.
―Querida, ¿alguna vez has montado un dragón?―lentamente encajó su polla dentro de la mujer, sintiendo la humedad deslizarse deliciosamente.
―Nunca antes había tenido este privilegio, mi rey.―la chica gimió, cerrando los ojos y apenas conteniéndose mientras subía y bajaba las caderas, como un baile lento con las manos presionadas contra su pecho duro.
―Entonces tendré que enseñarte.―Baelon prometió con voz ronca.
Sus manos apretaron con fuerza su delgada cintura, sujetando sus pies con fuerza al incómodo colchón, la maniobró hacia arriba y encontró su suave trasero.
―Hay que ser firme.―con más fuerza esta vez, empujó su dura polla.―¡Más!―la mujer gimió fuertemente y se ciñó fuertemente; sentándose y sintiendo su cuerpo balancearse con fuerza. Arriba, abajo, fuerte y duro.
―Mi rey.―ella gritó, cabalgando al hombre con todo su aliento.
Rodar en movimientos circulares, sentir los dedos presionando su zona íntima, quemarse la piel con el otro, era vertiginoso y enloquecedor. Y luego, con un solo golpe fuerte, la morena gritó, haciendo eco por todo el burdel.
Baelon, aunque estaba sin aliento, giró el cuerpo de la mujer y le quitó la polla, corriéndose sobre la sábana mientras se mordía los labios para interrumpir el nombre que no debía profanar. Ah, pero cómo quería profanarla, aunque solo fuera en el secreto de su mente.
Alicent, dejó que eso resonara en su mente como una blasfemia.
El Targaryen no se quedó más en el establecimiento, se cubrió el rostro con su capucha y por las sombras y calles putrefactas de la Calle de la Sera, actuando como un señor de las sombras y mimetizándose con la oscuridad, tenía marcados los caminos secretos en su recuerdo, él podía seguir cada uno con los ojos cerrados. Estaba acostumbrado a seguir ese camino, aunque no con tanta frecuencia. Después de todo, todavía tenía al menos que mantener una imagen de su querida hermana.
Siendo el fututo rey, Baelon tenía etiquetas y reglas a seguir, a pesar de que todavía era un hombre y no había tantas reglas sobre lo que hacía dentro de las cuatro paredes, un rey aún no debería tener una presencia tan lúcida en un lugar como un burdel. Pocos sabían de sus salidas no tan frecuentes, pero mantuvo un perfil bajo. Tal vez esa era la cara que debía mantener oculta, o tal vez no era necesario, pero una persona no debería saberlo, incluso si el joven tuviera la sensación de que lo hizo o no tuvo lugar en la mente de la reina consorte. ¿Era menos que un mosquito para Alicent? ¿Por qué parecía no ver su presencia, tal vez incluso fingir? Era como si incluso mirar a Baelon fuera incómodo.
Ya no debería causarle náuseas.
No fue amor, ni mucho menos. Pero aún era esa mujer la que permanecía en su mente, obsesión desde muy joven. La reina, la esposa de su lejano padre, la mujer que ni siquiera lo miraba y parecía tan incansable. Tal vez fue porque estaba lejos de su alcance, lo único que no podía tener. Eso ni siquiera podía desearlo, pero lo hizo.
Desear a Alicent se sentía tan fácil como respirar, incluso si estaba mal; por supuesto que sabía cuán moralmente cuestionable era su deseo por su madrastra, sin embargo no podía verse a sí mismo sin quererlo, era tan bueno como un sorbo de agua en un día caluroso. Eso enfrió todo calor inquietante, al menos unos segundos se sintió solo él, Baelon sin Targaryen y todos los deberes que siguieron.
―¿No es demasiado tarde para estar aquí?―la voz de su hermana resonó en el jardín oscuro. Era y siempre sería su amada hermana Rhaenyra quien lo encontraba cuando su angustia parecía asfixiarlo. El aire de los jardines era reconfortante, sólo una dulce brisa de libertad de estar solo.
―Tal vez para una mujer embarazada, hermana.―Baelon señaló con cariño.
La mujer tenía el vientre hinchado en su último mes de embarazo, pronto llegaría otro sobrino, otro hermoso y querido sobrino de cabello castaño.
―Me siento inquieta si no salgo a caminar y por la noche es refrescante, ¿no crees?―Rhaenyra habló mientras se sentaba junto a su hermano en el banco de piedra.
―Tal vez.―no fue una respuesta completa ni una que revelara lo que le angustiaba, Rhaenyra lamentaba mucho no ser una confidente de Baelon, pero parte de eso era culpa suya.
Por mucho que amaba a su hermano, todavía no eran tan cercanos y vivían con la presencia constante del otro en el castillo. Al igual que Viserys, los Targaryen no pudieron mantener largas conversaciones con el joven heredero. La imagen de Aemma parecía tan gris debajo de ellos que era imposible negar que estaba allí, en una sombra inquietante.
―¿Nos vemos mañana? Los maestres esperan que el nacimiento sea mañana.―informó la rubia, esperando escuchar una respuesta positiva.
―Tengo entrenamiento, pero tal vez pase por tu habitación.―era vago y ese era su propósito.―Buenas noches, Rhaenyra.―y así se fue, ni siquiera miró hacia atrás y le dolió.
Rhaenyra sabía que la constante soledad de Baelon era culpa suya. Su gran pecado fue nunca haber dejado atrás el pasado de algo que nunca volvería.
+5 COMENTARIOS PARA PRÓXIMO CAPÍTULO :)
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espero les guste esta nueva traducción<3 pd: me gustaría que voten en los capítulos y dejen al menos un comentario si les gustó. digan NO a los lectores fantasmas.
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