Capítulo XIV - Amanecer en Tinieblas

"La vida se constituye en un balance

Entre lo que nos hace bien o mal

Y la voluntad para decidir

Cuál de ellas guiará el camino.

No desesperes ante el brillo de la luna

O en la noche más oscura

Pues un nuevo amanecer dará inicio al día

Y un nuevo día será el inicio de otra aventura."

21, Febrero, 2022

Iglesia abandonada, 5:45 am

Nora dio un fuerte grito al mirar el cuerpo de Frasier tendido en el suelo, al oírla Michael corrió a abrazarla. Ella no articulaba ni una palabra, solo gritaba, pasó de no ver un muerto en su vida a mirar tres en un día y cada una suceder frente a sus ojos.

Michael, por otro lado, miraba al hombre dejar la escopeta en manos de la misma mujer que había movido la mesa. El hombre posó su vista en él con su rostro inexpresivo y expectante a que algo pasara.

Michael sintió el empujón de su mejor amiga que le hizo perder el balance y caer de espaldas al tiempo que ella corría a donde el hombre y comenzó a propinar golpes sin que este hiciera intento de defenderse.

—¿Por qué no me dejaste explicarse? —interrogó con lágrimas en los ojos—. ¡Necesitaba respuestas!

—Él ya había dicho todo, no gastes tiempo en pedir una explicación a alguien que con sus actos ya ha hablado —mencionó dándole un abrazo.

—¡No tienes el derecho de elegir por mí!

Nora intentó liberarse, eso fue imposible de conseguir. La diferencia entre ambos era abismal, solo pudo golpear su cabeza contra el pecho del hombre. Michael al verla en aquella situación se levantó tan rápido cómo pudo para apartarla de aquella situación, pero en un momento el hombre dio una seña con su mano y cabeceó en negación para que este se detuviera y cómo por arte de magia el chico no dio otro paso.

—Es mi deber, con aquellos que están y también con los que se fueron. En los momentos decisivos por ser líderes llevamos el peso de elegir lo mejor para la comunidad. Él no merecía permanecer...

—Tampoco morir de esa forma... Ni en la que murió mi abuela.

—Ahora no lo entiendes, pero pronto lo harás. Mi misión es cumplir con las reglas del pueblo, son claras y han ayudado a mantener este mundo. Yo hago todo lo posible para brindarles las mayores posibilidades. Es mi deber.

—¿Cuál es tu nombre?  

—Harry... Harry Darknees —contestó el hombre soltándola y dando un paso atrás.

Nora recordó a su abuela nombrarlo; Señor Darknees. Le miró suspicaz sin hacer ningún movimiento. Michael aprovechó para acercarse a Nora quien dio un pequeño asentimiento de cabeza luego que él le preguntara cómo se encontraba sin despegar su mirada de Harry.

Un pueblerino se acercó al señor Darknees y le susurró unas palabras en el oído antes de alejarse con la misma rapidez con la cual llegó.

—Es hora de que regresen al pueblo. 

—¿Y si nos negamos?    

—No es opción, además, en el momento que cortaron las palmas de sus manos ya aceptaron quedarse. Tienen mil dudas, eso lo sé. Vayan, al estar en casa se les brindaran todas las respuesta.

—No confió en usted —esbozó Nora momentos antes de que Michael le tomara la mano.

A la chica le fue imposible no poner atención en su mejor amigo, allí estaba esa expresión de calma en su rostro, su tacto dándole seguridad y pidiéndole que no siguiera. Ya habían pasado tantas cosas y desde el momento que entraron la lucha no había resuelto en nada.

—¿Dónde estamos? —Michael preguntó, mirando a Harry. 

—En el desfiladero Reeves, este mundo es uno paralelo al que conocían habitual. Hay peligros acá que no deben volver a ese mundo, nosotros somos esa última defensa antes del llamado apocalipsis o fin del mundo que profesan tantas religiones —Harry miró a un costado y observó a unos pueblerinos levantar el cadáver de Frasier—. En algunos momentos nos llamaron dioses, héroes, ángeles, seres sobrenaturales y aun así no podemos salir a la luz. No todo el tiempo. Vayan a casa y encontrarán las respuestas que se merecen, afuera les espera una carreta que los llevara. Yo debo marcharme.

Al momento de concluir se fue junto a los que cargaban el cuerpo, Nora miraba a Michael y y él de regreso a ella intentando asimilar aquellas palabras.

Cuando separaron sus miradas solo había el charco de sangre en el suelo y ellos dos en aquel recinto. La luz comenzaba a pasar entre las aberturas de la estructura, aquel era su primer amanecer en Gloom.

Michael fue el primero en salir y mirar el alba, dos caminos de tierra rodeado por altos árboles de pino se extendían hasta donde alcanzaba la vista, una carreta se alejaba y Harry Darknees se encontraba en ella. Frente a ellos otra carreta con un hombre de rostro ovalado, barriga pronunciada y cabello negro con una gran cantidad de canas les dio un saludo de buenos días y pidió que subieran.

Después de ir en la carreta ninguno podía quitar la expresión de incertidumbre de su rostro, mientras el frío de aquel ambiente se hacía presente, el sol se asomaba cada vez más, lo que brindaba un poco de calor. De regreso al pueblo, aquel hombre se apresuró a dejarlos nuevamente frente al alto Duisternis.

Llegado el momento en el que ambos entraron al alto Duisternis, una mujer morena de cabello azabache ondulado se encontraba sentada tras una mesa a forma de escritorio con otras dos dispuestas frente a ella.

Michael recordó las palabras de Harry: "Al estar en casa se les brindarán todas las respuestas"

—Tomen asiento, por favor —pidió la mujer y esperó a que ambos hubiesen cumplido su pedido para continuar—. Mi nombre es Jenny, soy la encargada de recibir a los nuevos integrantes de esta comunidad y aclarar cualquier duda que puedan tener —se expresó con naturalidad. Michael hizo un intento para intervenir, pero esta lo detuvo con un movimiento apresurado de mano antes de acercarle un libro con portada de cuero y un grabado con el nombre del pueblo—. El libro tiene las respuestas para todas aquellas dudas que ahora dan vueltas en su cabeza, se los aseguro. Por lo pronto hay que cumplir una formalidad más, este es el título de esta propiedad. Ya tu abuela lo firmó autorizando la sucesión. Tan solo falta que ambos la firmen.

—¿Ambos? —interrogó Michael con notable duda.

— Sí, eres su guardián —Nora y Michael se miraron—. Un alma capaz de defender y brindar luz. Ten, has tenido dudas antes de llegar acá, esto lo resolverá —la mujer entregó un pequeño libro que en su portada decía: "El diario del guardián. Por Anne Duisternis"

—¿Ese libro lo escribió mi abuela? —preguntó Nora al mirar la portada del libro en manos de Michael.

La mujer se limitó a asentir antes de explicar el rol de Anne Duisternis en la comunidad, la abuela de Nora ocupaba el segundo lugar de importancia en Gloom, justo al lado de la Familia Darknees, encargados del pueblo. Por lo que en una eventualidad Nora y Michael deberían hacerse cargo del pueblo.

— ¿Por qué asesinaron a mi abuela? —preguntó Nora con su mirada fija en Jenny.

— Nadie la asesinó, Ann entregó su vida. Cumplió con las mismas reglas que ella ayudó a redactar. No esta permitido agredir a una persona del pueblo. Eso lo verás en el libro. 

— ¿Podremos salir de aquí? —cuestionó Michael.

— Uno de ustedes, en un momento justo. ¿Los dos?  Es imposible, la casa no puede quedar sin un habitante. También se explica en el libro. ¿Podrían firmar?

Posteriormente ambos chicos firmaron el título de la propiedad después de pensar con detenimiento.

—Oiga, una pregunta más —intervino Michael antes de que Jenny cruzara el umbral de la puerta principal— ¿Qué le pasó al puente?

 — ¿Ves su collar? Antes era negro. Es la única forma de entrar o salir de Gloom, pero ya no es negro... Es...

— Blanco —mencionó Nora.

— Exacto. Eso significa que el puente desaparece. Cuando llegue el momento de partir será de nuevo negro y volverán a ver el puente. Tendrán tres días de descanso, en la despensa hay comida, en los cajones de la habitación principal, ropa. Al terminar esos días el mismo señor Harry Darknees vendrá a visitarlos, procuren leer los libros. Y cumplir las reglas.

— Espere, por favor —pidió Nora—. Yo también tengo una pregunta.

Jessy volvió a girar para mirar a Nora.

— Y yo una respuesta. Dime, cariño. 

— ¿Debemos dormir juntos? 

— Necesariamente, no. No están obligados a hacerlo, menos si no lo quieren. Tienen suficientes habitaciones a su disposición, intenten descansar, hasta luego —concluyó antes de retirarse.

— Siempre lo supiste ¿Verdad? —preguntó Nora luego de que se cerrara la puerta principal—. Lo de Frasier.

— Desde el momento en que te pedí que te alejaras de él. Dayana también lo sabía, se cubrían las espaldas por alguna razón.

— Creo que te debo una disculpa por todo.

— No me debes nada, el sabía mentir y solo verías la verdad si lo escuchabas por su propia boca.

Nora se acercó a su mejor amigo con sus ojos cristalizados y le abrazo tan fuerte como le fue posible—. No debí confiar ciegamente en él, fue estúpido, irracional y tuvimos que quedar encerrado para descubrir que nunca me amó y solo quería su libertad. Y mi...

Michael con suavidad rodeo sus brazos alrededor de Nora y tiempo después que esta levantara la mirada depositó un beso en su frente—. Voy a cuidarte hasta donde me dé la vida y prometo que nadie más te dañara, antes de que eso pase tendrá que pasar por encima de mí. 

— Gracias, monstruo. Iré a dormir un momento — mencionó Nora, despegándose de Michael.

— Adelante, yo me quedaré despierto. 

Nora asintió en un cabeceo rápido antes de alejarse a paso cansado hacia su habitación, antes de entrar observó a un lado la puerta de la habitación donde Frasier se estaba quedando. Un presentimiento le invadió la mente al tiempo que un escalofrío le recorrió el cuerpo. Permaneció inmóvil en el mismo lugar por un par de minutos, era como si necesitara ir hasta aquella habitación.

Camino a la habitación y después de tomar aire entró. La cama seguía igual de desarreglada, con migajas de pan sobre ella y los platillos desechables en los que ella había comprado jamón y queso de la gasolinera donde se toparon con el viejo vagabundo. Después de dar un vistazo alrededor de la habitación no observó nada interesante, por lo que dio media vuelta para descansar un poco de todo lo que sucedió esa madrugada.

Cuando recién salía de la habitación un sonido le hizo detenerse en seco para mirar atrás, era la clara advertencia de un celular al que le estaba faltando baterías, estaba en el suelo, quizás por eso no lo había avistado en un principio. Regresó por el teléfono y al tenerlo en sus manos miró la foto de su difunto ex-novio sonriendo muy alegre. Deslizó el dedo por la pantalla, pero no respondía hasta que al moverlo de forma horizontal se colocó en la pantalla la opción de introducir la contraseña para desbloquearlo.

«Ahora que lo pienso, eras tan narcisista que no sería una locura que fueras tu propia contraseña» pensó Nora antes de comenzar a teclear en la pantalla los números en orden al nombre de Frasier.

El teléfono se desbloqueó y sabía que era posible que aquello que estaba a punto de hacer era una mala idea, pero aun así tenía que hacerlo. Presionó el icono de galería en la pantalla y al entrar a la primera carpeta pudo notar más de lo que imaginó. Eran vídeos de él teniendo sexo con otras chicas, y no era solo una, o dos, y en vídeos eran más de quinientos. 

 Sin contar las imágenes de chicas desnudas al lado de las imágenes que ella misma le había enviado y de las cual en ese momento se arrepintió de haberlo hecho.

Las lágrimas corrían por el rostro de Nora mientras caía en cuenta de todo lo que había hecho Frasier a sus espaldas, se sintió usada, engañada, con enojo, furia, decepcionada—. ¡Eres un maldito! —gritó con su voz ronca antes de lanzar el teléfono contra la pared y comenzó a repetir—. ¡Eres un maldito!

Michael se encontraba en la sala con el libro de Gloom en la mano cuando escuchó el grito y corrió tan rápido como le fue posible, al escuchar la voz de Nora se dirigió a una habitación con la puerta entre abierta y se encontró con una Nora que estaba de rodillas contra el suelo.

— ¿Qué sucede, monstrua? —preguntó mientras intentaba calmarla. 

— ¡Es un maldito! Se acostaba con todas las chicas que podía mientras estábamos juntos, hasta con Dayana lo hizo —confesó devastada antes de llorar.

Nora hundió su frente contra el pecho de Michael, se sentía sin fuerzas después de todo aquello que había visto.

— Te llevaré a la habitación para que descanses —mencionó Michael, a lo que Nora dio un rápido asentimiento.     

Michael la tomó entre sus brazos y la llevó hasta la habitación en donde dormiría, colocándola en la cama con sumo cuidado, le acomodó para que durmiera con tranquilidad antes de intentar salir.

— Michael, ¿Puedes hacerme compañía? —preguntó mientras secaba las lágrimas en sus ojos con el interior de su antebrazo—. No quiero despertar y estar sola.

— No hay problema, acá tienes a tu guardián —respondió al tiempo que regresaba y cerraba la puerta a su espalda—. Duerma bien, mi lady —concluyó dando un beso en la mano de Nora.



 Continuará...

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