🏳️‍🌈Besame mucho🏳️‍🌈

Brooklyn, 1961

Despertó con la luz del sol. No sé molestaba en correr las cortinas durante la noche, porque si algo amaba mucho, al menos lo comenzó a apreciar más desde que salió de debajo de la tierra, era despertar con la dulce caricia de la mañana en su cara.

Sin salir de debajo de los gruesos acolchados, se estiró, tocando todo a su alrededor con las manos. Las paso por el suave pelaje de la gata blanca que dormía a un lado, y con la otra llegó a la radio que reposaba en la mesa de luz. Sin ver lo que hacia, la encendió, y sonrió ante la melodía de alguna canción.

Hacía ya un año que su rutina era así, viviendo en aquel hotel, de manera indefinida. Le gustaba oir la radio, mientras buscaba que actividad hacer, o mientras se cambiaba frente al gran espejo que pidió instalar, o cuando se daba sus largos baños de espuma.

Arabella buscaba compensar esos años de encierro en un corto periodo de tiempo. Creyendo que las veinticuatro horas, los siete días de la semana, los treinta del mes o los 365 del año no le iba a alcanzar para nada.

—¿Puedes comer un poco menos apurada? —pregunto la felina—. Pareces una bestia.

—Es que quiero ir a pasear —respondio llevandose una tostada—. Y comprar un vestido que vi.

Al terminar de masticar, tomo la taza de café y le dio un sorbo a la misma velocidad.

—Mary Quant lanzó unas minis faldas que amaría usar —añadio.

—O, podría ir a ver a alguien —le sugirió—. Vamos, hace un año que saliste en libertad y no le has dicho a nadie.

—No, no quiero.

Dejo la tostadas, se cruzó de brazos, y tiró la cabeza hacia atrás, haciendo un berrinche silencioso como si fuera una niña pequeña.

—Puedes ir por Zoe —insistió—. Por momentos, es mejor que ir por Douxie o Circe ¿No crees? Y así, ella te puede acompañar al cementerio.

Tras eso último, Arabella se puso de pie de inmediato. Cómo si le hubiese dado la peor de las ideas (que para ella así era) o dicho la peor palabra de todas.

Y es que desde hacía varias décadas que no pisaba un cementerio. Tras la muerte de Galaga lo hacía una vez a la semana, y luego una vez al mes. Y así por año, hasta que no pudo más con el dolor que le ocasionaba tener que ir hasta ese lúgubre lugar, y que cada año que pasaba se hacía aún más profundo.

—Que tal si no —dijo.

—Dijiste que lo harías, no seas chiquilina —insistió White—. Busca a Zoe y que ella te acompañe —ordeno.

Arabella inflo las mejillas, conteniendo el aire, hasta que lo soltó, y termino por ser convencida por su familiar.

No quería dejar ese cuarto hotel, donde, y gracias a su encantadora magia, vivía gratis. Ahí era tan cómodo, y quiénes sabían de su existencia tan amables. Antes de marcharse, mando a White a buscar donde estaba Zoe, y cuando supo, fue tras ella.

Por suerte estaba en la ciudad de New York, y cuando viajo con una mensajera, lo que está magia le provocaba no tuvo más percance que un simple mareo.

—En una pieza —dijo sosteniendo su cabeza.

Ahora que sabía dónde trabajaba, solo quería llegar de sorpresa. Y no hizo más que esperar a que la noche cayera.

Al rededor de las diez de la noche, entro al bar de la esquina en donde ella trabaja. No era un sitio oscuro, ni con hombres sacados de cuentos de terror. Era más bien un bar poco ostentoso, donde servía más para un trago al paso, que para buscar alguna riña o donde de reunían malhechores.

Cuando dio sus pasos seguros dentro, en ese momento, fue que Zoe sintió que la música de la Rockola se detuvo.

—¿Qué demonios paso con la música? —pregunto sin voltear.

—¿Esa es tu manera de decir hola?

Y para la maga detrás de la barra, sintió que un escalofrío corrió desde la base de su espalda hasta la nuca. Tardo unos segundos en darse la vuelta en dirección a la voz, cuando lo hizo se encontró con la jocosa sonrisa de una rubia. Su cabello caía lacio a sus costados, y sus labios iban a tono con el resto de ella.

De todas las mujeres que se atrevían a entrar a un bar como ese, solo ella era capaz de usar con orgullo un pink little dres.

—Arabella —dijo, casi como un susurro.

—¿Quién más si no? —dijo ella.

Tras unos segundos de silencio por parte de su amiga, giro la cabeza a un lado y vio a unos hombres, tan impactados como Zoe, observándola.

—¿Qué sucede? ¿Hace mucho no ven a una mujer hermosa? —pregunto alzando una ceja—. Dudo que así sea ¿O es que no han notado quien sirve sus bebidas? La más hermosa de todas.

Zoe, quien sintió su organismo arder en cuestión de segundos, aclaro la garganta, y le dijo a un compañero:

—Tony, me voy temprano. Cúbreme.

Ella salió pasando por debajo de la barra, y tomando el brazo de Arabella continuó caminando. La llevo hasta una habitación, alejada del bullicio del lugar.

La observó en silencio. Analizó cada aspecto de la bruja, y trato de formular alguna palabra, pero nada le salía. Y es que, hacía décadas que dejó de saber de ella. Luego de lo sucedido en 1920, Arabella se hizo humo. O era lo que entendió de su desaparición.

—¿Qué debo decir? —hablo—. Porqué realmente no sé que decir ¿Me pongo feliz, me enojo? Dime, porque no lo sé.

Y ante la confusión de su amiga, que ahora traía el cabello corto, decorado con una gruesa vincha fucsia, la abrazó. Fue entonces que por primera vez en lo que iba desde que salió de debajo de los puentes de Brooklyn que tocaba a alguien. Qué sentía la calidez humana tan de cerca, y el perfume de su piel. Confirmando que Zoe aún podía hacerle delirar con tan poco.

—Solo di que me extrañaste —murmuro Arabella.

—Te extrañe, te he extrañado por tanto tiempo —dijo Zoe, y sonrió con sinceridad.

Se soltaron, y rieron cuando notaron que ambas estaban a punto de llorar por el reencuentro.

—Bella, no lo puedo creer —dijo y la sostuvo de los brazos—. Estas tan pálida.

—Bueno, he pasado al menos veinte años viviendo entre troles, como para no perder los colores —dijo con cierta pena.

—¿Tienes donde quedarte?

Arabella sonrió con picardía, dando poco sutiles pestañeos.

—Si entiendo.

—Menos mal, porque dudo que pueda volver a ese hotel —dijo, un poco más relajada—. Extrañaré ese lugar.

—Vamos, mí departamento queda a unas cuadras ¿Has comido? —pregunto—. Debo tener algo, al menos para esta noche.

—Estoy bien, ahora solo quiero descansar un poco —dijo Arabella.

Cuando la vio caminar en dirección a la salida, la alcanzó y la detuvo tomando su mano.

—Pero antes necesito que me hagas un favor —dijo, y Zoe volteó a verla—. No solo vengo a . . .

—Me imagino a que, podemos hablarlo en departamento ¿Te parece?

Arabella asintió, y sin soltar su mano, comenzó a caminar, llevándose con ella a Zoe.

Llegaron al departamento, y un par de malestar rosas esperaban en la entrada.

—Ya veo —dijo Zoe.

—Bien, mandé a White a que averiguara un poco —dijo a modo de confesión.

Entraron todo, y Arabella quedo sorprendida al ver el departamento. Por años, la costumbre era verla en mansiones o casonas envejecidas, pero nunca se imaginó que Zoe viviera en un lugar tan poco amplio, y tan moderno. Aún así, cada metro gritaba el nombre de la hechicera. Desde los cristales sobre el hogar en la sala, hasta la pulcritud de los muebles.

Dio unos pasos dentro, respirando el aire de tranquilidad que allí había. Quizás era al de palo santo, tan sutil que no llegaba a hacerle doler la cabeza o marearle.

—Tu podrás dormir en el sofá —indico.

—No —se quejó—. Déjame dormir contigo, juro que me portare bien.

—No, necesito pensar, y contigo a mí lado va a ser imposible —dijo Zoe cruzada de brazos.

—Bien, dormiré en tu ridículo sofá —dijo con un claro fastidio.

—Es cómodo, Douxie nunca . . .—se detuvo tras nombrarlo.

Y Arabella sintió un escalofrío apoderarse de ella al escuchar su nombre. A él también lo extrañaba, hasta juraba que llegó a necesitarlo. Qué lo único que le podía dar la calma que no lograba conciliar en las noches eran sus abrazos.

Lo extrañaba tanto como aún lo seguía amando.

—Supongo que él no sabe nada de esto ¿Cierto?

—Zoe, eres la primera en un año que sabe que he salido en libertad —contó—Y, y necesito que se quede así.

Se acercó a ella, y la tomo de las manos. Estando frente a frente, se había olvidado esa diferencia de altura, o el color tan específico de sus ojos. O el suave perfume que siempre la acompañaba, y ahora podía distinguir el Coco Chanel que estaba usando.

Zoe apenas alzó la vista para poder verla a la cara, y así notar la soledad en la mirada marrón de Arabella. Al que nunca pensó que vería con tanta claridad. Había estado sola por tanto tiempo, y ahora estaba con ella.

De nuevo, como en los viejos tiempos.

—Bien, pero aún así dormirás en el sofá —insistió, y soltó sus manos.

Le dio la espalda, y fue a la cocina, seguida por Arabella, y detrás de ella iba White, exigiendo comida.

—Ya que mencionaste mí palidez ¿Quieres que mañana tomemos sol en la azotea?

—¿Qué? —Zoe volteó, y la vio.

No hizo más que sonreír con ingenuidad. No lograba entender su idea tan contemporánea.

—Si, como en la revistas de moda —respondió con entusiasmo—. Era lo único que me mantenía cuerda allí abajo.

—¿Nunca se te dio por venir hasta aquí?

No quería hacer esa pregunta, simplemente se le escapó. Porque estaba claro que de tener una oportunidad hubiese corrido a los brazos de pelinegro. Por un instante se sintió celosa de solo pensarlo, pese a que en ese preciso momento era a ella a quien fue a ver después de un año.

—Pensé en tantas cosas. Pero venir a visitarte para irme, era lo peor que me podía hacer —dijo, sin poder verla—. Me aislé por completo para evitar despedidas. Tanto que no pude ayudar a una amiga cuando más lo necesitaba.

Zoe sabia de quién hablaba. También tenía un secreto, un par de secretos, de lo cuáles no podía decir nada. Había jurado protegerlos con su alma, aunque le doliera no decirle a la rubia.

—Pensé que podría ir a visitar al niño, debe haber quedado muy triste por lo sucedido —hablo con cierta tristeza—. Quizás ir los tres al cementerio ¿Qué dices?

—¿Tu no lo sabes, cierto?

Arabella sintió una punzada atravesar su corazón. Cuando le hacían esa pregunta, sabía lo que significaba. Alguien más había muerto y no estaba enterada. Negó con la cabeza, porque si la muerte de su amiga le hizo doler, por lo mucho que la quería, saber que su hijo también, con todos los buenos sentimientos y memorias guardarás, le destrozaba lo poco que le quedaba de corazón.

Zoe la noto más pálida que hacia unos segundos, y sus ojos brillantes por las lágrimas. Se acercó a ella, y la abrazó, dejando que llorara en su hombro. No quería ser quien le diera las malas noticias, pero era la única persona que tenía en ese momento.

Arabella lloro con la fuerza de estar enterándose de tragedia tras tragedia. Lloro por todo ese tiempo que ignoro que al fin era libre. Lloro el fuerte dolor que le ocasionaba saber que la gente que conocía se iba quedado detrás. Porque tampoco sabía nada de Circe, y temía hacerle preguntas por ella.

—Puedes dormir en la cama está noche —murmuro, mientras sentía que Arabella se desmoronaba en sus brazos.

Aquella noche se quedó dormida, tras minutos de llanto, ente los brazos de Zoe. Sintiendo el suave calor su cuerpo, y los latidos de su corazón. Durmió con la paz de quien nunca antes sintió pena de ningún tipo, y arropada con el amor de quien nunca la podría odiar.

En la azotea, Zoe no podía dejar de verla. No era como si nunca antes la hubiese visto sin ropa. El calor de la mañana, y los suaves rayos de luz le sentaban bien. Y el traje de baño de una pieza color rosa hacía resaltar todo.

—Ya deja de verme así —hablo Arabella—. Lo se, soy hermosa.

Pronto las mejillas de Zoe se tiñeron, apenas, de un sutil rojo. Se enojaba consigo por estar viéndose tan obvio frente a su ex.

—¿Qué trucos usas? —pregunto Zoe—. De verdad no puedo creer que te veas tan bien después de haber vivido años encerrada bajo tierra.

—Zoe, soy como las flores . . .

—Ay no, para que pregunte —murmuro.

Arabella giro la cabeza para verla, y levantó los llamativos lentes de sol, redondos y de un grueso marco color rosa. Le entrego esa mirada llena de vigor y a la vez cargada con egocentrismo.

—Un poco de sol y vuelvo a ser la más hermosa —continuo—. No hay ningún truco que no uses tu. Esto es natural amiga mía.

—Me va a dar una embolia si te sigo escuchando hablar de ti misma —dijo, y se puso de pie—. Vamos a desayunar.

Arabella se puso de pie de inmediato, no sin antes calzarse con esos pequeños tacones que llevaban pompones en sus puntas.

—Eres una Barbie —señalo Zoe, y rio por eso.

—¿Por qué crees que teñí mí cabello?

—¿De verdad? Con razón se veía más claro.

—Estoy segura que usaron mí imagen para esa muñeca —dijo, yendo tras su amiga—. La cuestión es que no recuerdo haber ido a Alemania.

—Arabella, relájate un poco.

—Ah, por cierto, en unos minutos va a llegar algo a tu departamento —contó.

Con eso mente, Zoe se apuro en volver. Con Arabella no sabía que esperar, y solo esperaba que no fuera una locura de ningún tipo.

Bajo tan rápido como pudo, y al llegar a su piso, vio a un chico. Alguien del correo por como vestía. El muchacho quedó helado al verlas. Y en su mente no podía creer que dos mujeres que lucían incompatibles estuvieran juntas.

—¿Señorita Pericles? —pregunto.

—Soy yo —dijo la rubia pasando al lado de la castaña.

Fue a firmar la hoja, y él le entrego un ramo de flores. Eran margaritas, lo cual hizo que Zoe suspirara con alivio.

—¿Qué creíste? ¿Qué inundaría el departamento con flores o lo que se?

—Si, eso fue lo que imaginé —sonrió—. ¿Quieres ir ahora?

—No, mejor más tarde —dijo—. Hoy haré el almuerzo, así que iré hasta el supermercado.

—¿Quieres que te acompañe?

—No, no, no. Haré esto sola, o sea, con White incluida —dijo dando una sonrisa—. Pero antes, me iré a vestir. No querré llamar la atención vestida así.

Cuando estuvo lista para irse, Zoe no pudo evitar sentir cierto malestar. Algo en ella le ocasionaba no estar tranquila.

—Arabella —la detuvo antes de que se fuera.

La rubia giro, sin soltar la perilla, y haciendo que el vestido se moviera al mismo ritmo que ella.

—¿Ocurre algo? —pregunto, y su ceño se suavizó de inmediato.

Zoe se acercó a ella, y la tomo de la mano. Una electrificante sensación escaló por ambas, apoderándose de su piel. La de cabellos castaños, se estiró, y apenas rozo sus labios con los de la rubia, haciendo que hubiera aún más magia que en cualquier otra ocasión.

—Solo ten cuidado —susurro sin apartarse demasiado.

Arabella no tardó en reaccionar, le devolvió aquel beso, con la misma suavidad, como lo hacía siglos atrás cuando vivían bajo el mismo techo.

—Lo tendré —dijo, sonriente.

Y simplemente se fue. Entonces Zoe comprendió, que si antes no lo logro detenerla, en el presente tampoco lo haría. Por un instante se sintió esperanzada, y luego tonta por creer demasiado en sus deseos.

Iba por los pasillos del supermercado, parecía flotar sobre el suelo, en vez de dar pasos como cualquier otra persona. Aquel beso tan sencillo, y dulce, había despertado en ella todo tipo de emociones y sensaciones que hacía tanto no sentía. Desde el rubor en sus mejillas, hasta mariposas en el centro de su cuerpo. 

—Un beso, y ya pareces amarla de nuevo —dijo White, que iba como una mantis en su hombro. 

—Nunca deje de amarla —sonrió—. Tiene un lugar especial en mí corazón. 

—Vaya, vaya, vaya —dijo alguien mas—. No sabía que alguien como tu aun conservaba un corazón. 

 La sonrisa de Arabella, se desvaneció al oírlo. Y la felicidad que sentía hasta ese momento se fue transformando en algo por completo diferente. Lo busco con la vista, sin hallar a nadie. Hasta que volteo y se encontró con un hombre. 

 Su furtiva mirada verde, la examino de pie a cabeza en segundos, y le dio una sonrisa que provoco repulsión en ella. 

—¿Quién demonios eres? —pregunto entre dientes. 

 El desconocido se acerco a ella de manera sigilosa, sin quitar sus ojos de encima. Arabella, quien parecía una fiera contenida, por dentro temblaba, por lo desprevenida que esa magia le había tomado. Y White, se mantenía serena en su hombro, para evitar dejar al descubierto la identidad de las dos. 

—Me habían dicho lo hermosa que eres —susurro tomándola del mentón, y alzando su vista—. Pero no podía creerlo hasta que lo viera en persona, dama de cabellos color sol.

Arabella trago aire al oírlo decir eso. No recordaba cuando fue la última vez que lo oyó, o se lo dijeron. Si fue Hisirdoux o Galaga.

—Aun así no luces tan peligrosa como dicen algunos —continuo.

 Sonrió, mostrando una hilera de dientes que mas parecían la dentadura de un lobo. 

—Cuidado —susurro White, tan bajo como pudo—. Es un brujo.   

 Y solo le basto eso para que todas sus alarmas se encendieran. En un instinto de defensa, alzo la mano hacia el rostro del brujo, y cuando lo toco, lanzo un hechizo.

Solaria —exclamo.  

La mano se encendió con una luz rosa que se mezclaba con anaranjado, y que no solo lastimo los ojos de aquel tipo. 

—¡Ah, maldita bruja! —grito haciéndose hacia atrás, y tomándose le rostro. 

 Arabella le dio un rodillazo en el estomago, que casi lo tumba, sino fuera por la delgadez de sus piernas. Corrió, tratando de huir sin hacer mas escándalo, pero unas enredaderas la tomaron del tobillo tirándola al suelo. Se pudo oír el quejido de dolor, tras golpearse la espalda.

—Basta de juegos, brujita —dijo, acercándose a ella—. Pero ponte feliz, tu belleza aún tiene un precio muy alto.

 —Arabella, usa las flechas —murmuro White. 

 No quería hacerlo, ya se había hecho a la idea de no volver a usar su magia. Sin embargo, verlo acercarse a ella, como si fuera un lobo, y ella una presa pequeña, no le dejo mas alternativa que esa. 

 Y en minutos, tras un suspiro, el brujo quedo tumbado en el suelo. Arabella no se molesto en ver de quien se trataba. Corrió de allí, llevándose las miradas de las personas que presenciaron el enfrentamiento, y no entendían de que se trataba. 

Zoe estaba terminando de arreglar su cabello cuando escuchó a alguien llamar a la puerta, de manera desesperada. Y sintiendo una magia perturbada corrió a ver de qué se trataba.

Apenas abrió, Arabella entro dispara al departamento. Dio un tropezón, cayendo sobre el ramo de flores en la mesa, y ante la desesperación del momento, giro para poder ver a Zoe.

—¿Qué ocurrió contigo? —pregunto está al verla.

Tenía las mejillas rojas, y los ojos llenos de lágrimas. Al querer decir una palabra, no hizo más que llorar.

—No puedo respirar —balbuceo—. No puedo . . .

Intento sacarse el vestido, desgarrar las medias en un vano intento de recuperar el aliento, pero lo único que logró es que todo se intensificara. El calor del momento, el desesperado palpitar del corazón, el miedo que se apoderaba de cada parte de su ser.

Cayó de rodillas, cubriendo su rostro, y dejando que las frenéticas lágrimas corrieran por sus mejillas.

—Déjame ayudarte Bella —susurro Zoe.

Con cuidado se acercó, y estando en cuclillas, paso una mano por la espalda, hasta llegar al primer botón del cuello. Cuando lo desprendió, Arabella sintió alivio, y su pecho llenarse de aire. Entonces la abrazó, y siguió llorando.

—Arruine las margaritas —murmuro, tomando un pétalo que cayó al suelo—. Lo arruine todo de vuelta.

Zoe la abrazó con más fuerza. No creía lo que escuchaba, ni mucho menos que fuera aquella bruja quien lo dijera.

—Podemos ir por flores nuevas —dijo Zoe.

Arabella se apartó por un instante, y la vio a los ojos. Aquel azul tan frío, no hacia más que darle calma. Sabía lo que intentaba hacer, y no estaba dispuesta a llevarla con ella a lo que fuera que le deparará su nuevo destino. Estaba segura que ya le había arruinado la vida a varias personas que amaba. Entre estas a la única que le prometió no hacerle daño a su corazón, y que hasta años atrás era lo único que hacía.

—No puedes Zoe —murmuro y dio una sonrisa de pena.

—Arabella, deja que te ayude.

La rubia se puso de pie, y abrochó el cuello del vestido. Continuó caminando al cuarto, con Zoe yendo por detrás.

—Detente —dijo, y la tomo de la muñeca—. Debemos hablar.

Arabella giro sobre si, y sus miradas se cruzaron. Y no tuvo mejor opción que tomarla de las mejillas, y solo besarla. Cómo si fuera necesario para quedarse allí, para darle un alivio a su corazón lastimado. Qué por más que le dijeran que no tenía uno, era falso, y cada día que pasaba alejada de todos a los que amaba, no hacia más que dolerle.

Aquel beso le devolvió el calor que le faltaba, y el valor para dejar de esconderse.

—Se que algún día —dijo en cuanto se apartó—, seremos libre de queremos como lo queremos.

—Ese día puede ser ahora —murmuro Zoe.

—No, menos si puedo ponerte en peligro —dijo Arabella.

Se soltó de su agarre, y dio un paso atrás. Tomo la maleta, sin guardar lo que sea que se quedó afuera, y fue hasta la entrada. Cuando Zoe la quiso alcanzar, noto que no podía moverse.

—Maldición —exclamo, al ver sus pies —. ¡Arabella, ven aquí!

Y lo único que logró escuchar fue la puerta cerrarse.

Se detuvieron frente a un lápida. Era un tanto sencilla, y su epitafio no decía más que el nombre de Margaret.

—White, el día que me muera definitivamente, hagan algo mejor que esto —dijo con un claro disgusto—. Ya sabes, con mucho arabescos, y pulida y que diga "Aquí yace . . . "

Se inclinó frente a la lápida, y la analizó, buscando una frase adecuada. Quito algo de polvo sobre la piedra gris, y dio una sonrisa.

—"Aquí yace una gran bruja, amada amiga, madre e hija". —dijo, y paso un dedo por la lápida.

Pronto un mensaje se inscribió en la lápida vacía, y Arabella sonrió por eso. Dejo una flor de margarita que logró tomar de algún lado.

—Uhg, no creo que le guste —dijo White—. Suena muy emotivo.

—¿Qué hará? ¿Volver del infierno, y jalar mis pies mientras duermo? —rio.

—Tu te irás al infierno por eso —dijo White, tratando de contener la risa.

Arabella se puso de pie, y sacudió la falda del vestido.

—Amiga, el infierno es a donde pertenezco —sonrió de manera amplia—. Y creo que es momento de dar más motivos.

—O esconderte —dijo la gata—. Deja de dar motivos.

—¿No era que tú no hablabas? —pregunto, y White guardo silencio—. Bien, veamos que ocurre conmigo.


★★★

Título engañoso 🏳️‍🌈

Hola mis soles ¿Cómo les va? Espero que bien.

Este capítulo es una montaña de emociones. Sobre todo por la parte en que a Arabella le quieren sacar la cabeza.

Supuestamente su belleza tiene precio porque la relacionan a la fuente de la juventud, y quién la quiere es un humano. O sea, típico de película de yanqui 😂 ¿Vieron la peli la muerte les sienta bien? Bueno algo parecido (comedia perturbadora con la Meryl Streep que súper recomiendo)

Si, Arabella estuvo de polizona en un hotel, pero sabían de ella, y no hacian nada porque ✨embrujados✨

Y también les di sus dosis de tristeza y emotividad que solo ella puede provocar 😭 al final si le fue a dejar las margaritas a la Margarita ¿Lloramos? Lloramos 😭

Ah, que cosa. Me gustó este capítulo.

Sin más que decir ✨ besitos besitos, chau chau ✨

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