08.- Secreto
Miraculous, les aventures de Ladybug et Chat Noir y sus personajes son propiedad de Thomas Astruc y Zag Entertainment.
Palabras: 2328.
08.- Secreto
Se había acabado el secreto oficialmente. Penny se sentía mucho más relajada en presencia de los demás, ya no tenía que mirar alrededor para asegurarse de que nadie había visto como se rozaban sus dedos ni ningún otro gesto compartido. Era liberador, aunque tuviese que escuchar alguna risita mal disimulada.
Jagged se acercó a ella con sigilo, si Penny no hubiese estado frente a la pequeña superficie reflectante de aluminio del buffet de la sala de espera, le habría pillado por sorpresa. Los brazos de él se cerraron en torno a su cintura y la besó en la nuca. Penny se giró y tocó con maestría aquel punto junto a la cadera de Jagged que le encendía de manera automática. Soltó una risita traviesa cuando él reaccionó atrayéndola con fuerza ahogando un gruñido excitado en su hombro.
—Cuidado, señor Stone, hay mucha gente por aquí.
—Has empezado tú, abogada.
—Pobrecito —susurró erizándole el vello de la nuca—. He sido una chica muy mala, tendrá que castigarme cuando volvamos al hotel, señor Stone.
—Me muero por volver al hotel.
Penny sabía lo que pasaría, apenas dejaría que la puerta de la suite se cerrase antes de empezar a quitarle la ropa y después acabarían enredados durante horas en una sublime sesión de besos y caricias de todos los tipos.
—Señor Stone —llamó una de las azafatas de la cadena. Jagged se apartó de Penny como si estuviera en llamas—. Entra en cinco minutos.
—Gracias.
—Recuerda que hay dos preguntas personales, despáchalas como lo hemos ensayado en casa y todo irá bien —musitó Penny recuperando su lado profesional.
—Sí, lo sé.
—No quiero que pierdas la calma —continuó en un susurro arreglándole el cuello de la cazadora de cuero—. He visto a Vincent Aza entre el público, no habrá preguntas de los fans, así que ignórale.
—De acuerdo.
—Jared, todo va a ir bien. Te quiero y eres maravilloso.
—Gracias, cariño.
Jagged bebió un poco de agua, pasó por el baño y, junto a Penny, siguió a la azafata hasta el plató. Se sentó frente a Nadja mientras que Penny se quedaba junto al regidor del programa, asegurándose de permanecer dentro de su campo de visión para ayudarle a sentirse tranquilo.
Penny esperaba que todo fuese bien, a Jagged no le gustaba demasiado que Nadja le entrevistase, siempre se quejaba de que buscaba demasiado el morbo para ganar audiencia y ella estaba de acuerdo, pero no podía hacer nada para cambiarlo.
—No sabes cómo le envidio.
Penny se giró despacio. Alec se había plantado a su lado sin hacer ruido y le sonreía divertido.
—Hola. ¿Por qué le envidias? ¿Quieres que Nadja te entreviste?
—No. Yo también quiero que una mujer preciosa me mire con amor y orgullo.
—Estoy muy orgullosa de él —declaró volviendo a fijar la vista en Jagged que gesticulaba mientras contestaba a una pregunta sobre sus inicios en la música—. Ha crecido mucho durante estos años.
—Sí, es mucho más viejo.
Penny le empujó con suavidad.
—Idiota. Me has entendido perfectamente. Ha aprendido a relacionarse con la prensa, ya no pierde los estribos cuando se siente expuesto y...
—Sigue siendo infantil y caprichoso.
—Bueno, está bien así, no puede ser perfecto.
Y para ella estaba bien así, con que hubiese aprendido a sobrellevar el estrés que le provocaba la prensa tenía más que suficiente.
—Te veo muy contento teniendo en cuenta que le han dado la entrevista a Nadja.
Alec se encogió de hombros y le sonrió.
—¿Recuerdas nuestra última conversación seria? —Ella asintió. Le había hablado de un programa sobre música que veía Jagged de niño y en el que le gustaría participar si llegase a emitirse en Francia—. Pues he encontrado el formato, se lo he propuesto al jefazo y casi me da un beso en los morros y me hace el amor encima del escritorio por decirle que Jagged querría copresentarlo.
—¿De verdad?
—Sí. Así que si tu motivo de orgullo quiere lo presentaremos juntos.
—Estará encantado de hacerlo.
Alec se quedó a su lado hasta el final de la entrevista. Le felicitó por lo bien que había ido cuando se reunió con ellos y observó el disimulado roce de la mano de Jagged en la cintura de Penny. Se preguntó si se habían dado cuenta de que compartían sentimientos o si estarían juntos, aquel par de idiotas le desesperaban.
—¿Enfadado? —inquirió con un punto de mala leche Jagged.
—Nah —farfulló encogiéndose de hombros—. Ella se ha quedado con la entrevista, pero a mí me han dado algo mucho mejor.
—¿El qué?
—Penny me habló de un programa de música que querrías presentar y me han dado el formato. Trabajaremos juntos si no te rajas.
—¿En serio? —Miró a Penny sorprendido—. Creía que lo decías para que dejase de incordiar.
Ella rió divertida.
—Te dije que era una buena idea —respondió con suavidad—, y que haría lo que pudiera.
—¡Claro que no voy a rajarme!
—Estaré esperando el contrato y si todo está en orden lo firmará.
El presentador rió y acarició el hombro de Penny con suavidad.
—¿Le romperás los dedos uno a uno hasta que firme?
—Algo así —bromeó.
La conversación fluyó durante un buen rato hasta que, Jagged, decidió que ya era hora de volver al hotel.
A veces, al subirse al coche, Jagged la ayudaba a abrocharse el cinturón de seguridad para que no tuviera que batallar con todos los trastos que siempre cargaba, pero no ocurrió. Si la rozaba al descuido sabía que volvería a asediarle el deseo de hacerle el amor y hacerlo en un coche que circulaba por París, con Pierre al volante, no le parecía adecuado. Tras lo que le pareció una eternidad, Pierre, se detuvo frente a la puerta del hotel, saltó del coche sin darle opción al chófer de abrirle la puerta y abrió la de Penny que sonrió al verse arrastrada al exterior dejando todos los trastos en el asiento.
—Déjalo todo en la sala de reuniones, lo recogeremos después.
—Sí, señor.
La sala de reuniones era, en realidad, la suite junto al ascensor, el lugar en el que hablaban de negocios con la gente en la que no confiaba como lo eran los periodistas.
La distancia al subir al ascensor hizo reír a Penny, Jagged estaba aguantándose las ganas de tocarla desde el bufet; estaba haciendo su mejor esfuerzo y le adoraba por ello. Podría tocarle y derribar el frágil muro de contención, si lo hacía aquel ascensor se convertiría en el escenario improvisado de un tórrido encuentro, sólo tendrían que pulsar el botón de parada de emergencia para tener tiempo suficiente. Sin embargo, la caja de metal llegó a la penúltima planta y tintineó antes de que se deslizaran las puertas permitiéndoles salir. Jagged se apresuró por el pasillo, Penny le siguió pausada, observando cómo metía la llave magnética y empujaba la puerta manteniéndola abierta para ella. Fang no se asomó, Penny recordó que estaba en la clínica de animales exóticos para su limpieza dental anual y que hasta última hora de la tarde no podía recogerlo.
A penas la dejó cerrar la puerta antes de empotrarla contra ella.
—Penny, me vuelves loco.
Dejó escapar una risita, tres años después la llamarada entre ellos no había perdido ni un poco de intensidad.
—Jagged —susurró dejando que le quitase la chaqueta sin oponer resistencia—, necesitamos unas vacaciones.
Estaba de acuerdo, la besó en el cuello desabrochando el botón y bajando la cremallera de sus pantalones y se arrodilló frente a ella dispuesto a deshacerse de las botas.
—Cariño —susurró frustrado—, odio tus botas, ¿no podrías llevar unas con cremallera como el resto de mujeres?
—Antes las llevaba, pero mi jefe me dijo "Penny, las cremalleras no son rock'n'roll en las botas. Las botas deben llevar cordones, de arriba a abajo, eso sí es rock'n'roll".
—Tu jefe es gilipollas —farfulló, era cierto, se lo había dicho.
—Pero me encanta mi jefe —declaró divertida mientras él peleaba con los cordones y lanzaba una bota lejos—, es muy bueno en la cama.
Jagged rió con la otra bota en la mano y la dejó caer al suelo. La miró, arrodillado a sus pies.
—Madre mía, eres preciosa.
Ella rió. Siempre le decía eso, al principio se preguntaba cómo podía considerarla preciosa teniendo en cuenta la cantidad de mujeres espectaculares con las que se relacionaba, ella era de lo más normal, eso le causaba un cosquilleo de incredulidad que se había ido diluyendo con el paso del tiempo. Seguía haciéndole gracia, aunque ya no se cuestionaba su sinceridad al decirlo.
Cuando volvió a ponerse en pie las manos de Penny se encargaron de deshacerse de la camiseta y desabrocharle el pantalón, mientras él batallaba con los botones de su camisa. A veces, Penny, las usaba a pesar de saber que él no tenía paciencia para aquellos botones pequeños y resbaladizos. Una vez desabrochado el último endiablado botón le quitó la prenda y la dejó caer al suelo. Le quitó el sostén y los pantalones, para hacer lo propio mientras ella se quitaba las bragas y las dejaba caer sobre el resto de ropa.
Con movimientos precisos la alzó en brazos para dirigirse hasta el sofá. La dejó sentada sobre sus piernas para poder jugar un poco y, si ella lo quería, que tomase el mando de aquel encuentro.
Jagged acarició su piel, tan suave y cálida, y repartió besos por todas partes. La amaba y adoraba sentir sus músculos responder a las caricias, tanto como adoraba su delicada forma de suspirar complacida.
—Te quiero, Penny —susurró en su oído.
Sus dedos recorrieron la cara interna de su muslo y se detuvo, dejó reposar la mano sobre su rodilla.
—¿Bien? —le preguntó al sentirla ponerse tensa—. ¿Quieres que pare?
—Perdona.
Jagged se había acostumbrado a los breves instantes de duda y al sentimiento de culpabilidad que la invadía, odiaba a aquel cabrón que le había dejado aquella herida tan profunda. Aunque ya no ocurría apenas, a Jagged seguía desbordándole la rabia cuando pasaba.
—Cariño, no pasa nada.
—Estoy bien, sigue —murmuró, pero continuaba tensa.
Jagged deslizó sus manos con suavidad hasta dejarlas reposar en su cintura, la besó en la mejilla.
—Tranquila, tómate unos minutos, no pasa nada.
—Lo siento mucho.
—¿Por qué? ¿No te gustan los mimos inocentes?
Penny dejó escapar una risita estrangulada. Era extraño, porque no solía durarle tanto el miedo.
—Cielo, ¿es por algo que he hecho? ¿Algún gesto? ¿Algo que he dicho?
—No, no lo sé. De verdad que lo siento.
—Ya hemos hablado de esto. Eres extraordinaria, no tienes nada por lo que disculparte o sentirte mal —musitó acariciando su espalda con cariño—. Además, me gusta estar así, tenerte entre mis brazos, sintiendo el calor de tu piel, abrazarte...
—Jared...
—¿Qué ocurre?
—Te quiero.
—Y yo a ti, cariño. Tranquila, todo está bien.
Ella enterró la cara en su cuello y dejó escapar un suave sollozo.
—¿Quieres vestirte, cariño?
—No, sólo abrázame.
La ayudó a reajustar la posición de sus piernas para que pudiera ovillarse en su regazo. Estaba muy asustada y eso le cabreaba. Si pudiera buscaría a aquel cabrón y le daría la paliza de su vida por haberle hecho eso a Penny.
Le dio un beso en la sien y tarareó una canción que siempre la hacía sentir tranquila y segura, esperaba tranquilizarse él de paso, no quería que Penny creyese ni por un solo segundo que estaba enfadado con ella.
Finalmente, su cuerpo se relajó al quedarse dormida. Jagged se levantó con ella en brazos para llevarla a la cama, la tapó con las sábanas y escribió una nota para que, si se despertaba mientras no estaba, supiera que había ido a buscar a Fang al veterinario. No quería que se asustase ni preocupase por su ausencia. Sin embargo, al regresar, Penny, seguía dormida. No la despertó para cenar sabiendo que, a veces, el sueño es la mejor medicina.
Cuando Jagged se despertó por la mañana, aún sin abrir los ojos, sintió una delicada mano acariciando su pecho. Se giró para buscar su frente con los labios, pero fueron los labios de Penny los que dieron con su mejilla.
—Buenos días —le susurró.
—Buenos días —contestó entreabriendo un ojo—. ¿Cómo te encuentras?
—Estoy bien. Lo siento, siento...
—Cariño, no hay nada por lo que disculparse.
—Siento haberte preocupado —continuó como si no le hubiese oído—. No sé qué me pasó.
—Estuve pensando en qué pude haber hecho para asustarte tanto. —La refugió en un abrazo estrecho y besó sus cabellos—. Sin pretender, ni por un segundo, minimizarlo o restarle importancia alguna, creo que estás demasiado cansada, por eso sobrereaccionaste a algo.
—Lo sé, supongo que tienes razón.
Ella también había estado pensando en ello al despertarse, intentando atrapar el momento en el que había entrado en pánico. Había analizado la escena, el te quiero susurrado, la suave caricia trepando por su muslo. Nada de aquello había disparado su pánico antes, así que sólo podía ser por el cansancio acumulado y el cambio en la dinámica, el no tener que esconderse más, aquella pequeña parte de ella que se había relajado de golpe y que aún sentía extraña.
—Cariño, creo que es hora de que Katie empiece a hacerte de ayudante. Necesitas quitarte presión de encima.
—La llamaré después de desayunar.
—El desayuno. Debes de tener hambre —aventuró porque Penny no había comido nada desde el bufet de la sala de espera a media tarde.
—Estoy hambrienta. He llamado al servicio de habitaciones y he pedido gofres.
Le acarició el rostro y besó su mejilla, le sonrió, ella le devolvió la sonrisa, tranquila y relajada.
—Una buena dosis de azúcar para empezar el día.
—Una dosis mucho más baja que la de tus cereales.
—Si vuelves a meterte con mis cereales te despediré y contrataré a la primera persona que me encuentre por la calle —murmuró con falsa ofensa haciéndola reír.
Continuará
Notas de la autora:
¡Hola! Seguimos adelante con estos dos libres de su relación secreta, al menos en parte. Si habéis leído «¿Y si te quiero?» conocéis la historia de trasfondo que le día a Penny, no he querido dejar a un lado las secuelas porque es algo está siempre ahí agazapado esperando el momento para asaltarte. También porque afecta a la dinámica de pareja y es importante el apoyo de aquella persona con la compartes intimidad. En fin, que me pareció importante ponerlo, porque estos dos son un diez en apoyo mutuo.
En unos días más.
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