capítulo 22 *un 25 muy sombrio*
El Pizzaplex brillaba con luces de colores que danzaban al ritmo de la música navideña. El olor de la pizza recién horneada se mezclaba con el aroma de los galletas de jengibre que llenaban el aire, creando una atmósfera de celebración y alegría. Los visitantes reían y se divertían, disfrutando de las atracciones y los juegos. Sin embargo, en un rincón apartado, en el balcón del Pizzaplex, Gabriel contemplaba la escena con tristeza.
Envuelto en una bufanda roja y verde, que contrastaba con el blanco de la nieve que caía suavemente, Gabriel observaba el paisaje invernal. La nieve cubría el suelo, transformando el mundo en un lienzo blanco, pero su corazón estaba lleno de sombras. Era el día de Navidad, un tiempo de alegría y unión, pero él solo podía pensar en su hermana mayor, Lizeth, quien había estado ausente durante este tiempo.
Lizeth siempre había sido su confidente, su amiga y su apoyo. Desde pequeños, habían compartido risas, secretos y sueños. Ella era la chispa que iluminaba su vida, pero ahora, sin ella, todo parecía desvanecerse. Las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas, y su corazón se sentía pesado.
Justo en ese momento, Emiliano, su hermano menor, apareció junto a Carly, su mejor amiga, y su novio Newton. También estaban Cartoka y su novia Bastet, quienes se acercaron al balcón al notar la tristeza de Gabriel.
—¡Hey, Gabriel! —exclamó Emiliano, tratando de infundir energía en el ambiente—. ¿Qué haces aquí solo? ¡Vamos, hay una fiesta adentro!
Gabriel apenas levantó la mirada.
—No tengo ganas de fiesta —respondió con la voz entrecortada.
Carly, siempre optimista, se acercó a él, poniendo una mano en su hombro.
—Sabemos que estás triste, pero no podemos dejar que la Navidad pase sin celebrarla. Lizeth querría que fueras feliz.
Newton, que siempre había sido un poco torpe en situaciones emocionales, trató de cambiar de tema.
—¿Recuerdas la Navidad pasada? La vez que intentamos hacer galletas y terminamos cubriendo la cocina de harina y azúcar. ¡Fue un desastre total! —dijo, intentando hacer reír a Gabriel.
Gabriel esbozó una pequeña sonrisa, pero rápidamente se desvaneció.
—Sí, pero ella no está aquí para reírse con nosotros —respondió, su voz llena de tristeza.
Cartoka, sintiendo que su amigo necesitaba más apoyo, se acercó.
—Gabriel, entiendo cómo te sientes. A veces la ausencia de alguien querido puede ser abrumadora. Pero debemos recordar los buenos momentos que pasamos juntos. Lizeth siempre estará en nuestros corazones.
Bastet, que había estado escuchando atentamente, se unió a la conversación.
—Exacto, Gabriel. La Navidad no se trata solo de estar físicamente juntos, sino también de honrar los recuerdos y el amor que compartimos. ¿Qué tal si hacemos algo especial en su honor?
Gabriel miró a su alrededor, sintiéndose conmovido por la preocupación de sus amigos. Un pequeño destello de esperanza iluminó su corazón.
—¿Qué proponen? —preguntó, sintiendo que el frío de la tristeza comenzaba a desvanecerse un poco.
—Podríamos hacer un brindis por Lizeth —sugirió Emiliano—. Un momento para recordar todo lo que significó para nosotros.
—Y podríamos preparar su platillo favorito —añadió Carly con entusiasmo—. Estoy segura de que le encantaría vernos juntos, celebrando como siempre lo hicimos.
Gabriel asintió lentamente, sintiendo que la idea comenzaba a calar en su corazón.
—Sí, su platillo favorito... siempre le encantaron las enchiladas —dijo, recordando las cenas familiares y las risas que compartían.
Así que, en lugar de quedarse atrapados en la tristeza, los amigos decidieron hacer de esa Navidad algo especial. Se dirigieron a la cocina del Pizzaplex, donde comenzaron a preparar las enchiladas. La risa y la música llenaron el aire a medida que cada uno se encargaba de una tarea. A medida que la comida comenzaba a tomar forma, Gabriel se sintió más ligero. La cocina se convirtió en un espacio de recuerdos, donde las historias de Lizeth comenzaron a fluir.
—Recuerdo la vez que Lizeth intentó enseñarme a cocinar y terminó quemando casi todo —dijo Emiliano, riendo—. ¡No sabía que era posible quemar agua!
Las risas resonaron en la cocina, y Gabriel sintió cómo la tristeza comenzaba a desvanecerse. La ausencia de Lizeth seguía presente, pero el amor que compartían los amigos era un recordatorio de que nunca la olvidarían.
Finalmente, con las enchiladas listas, decidieron hacer un brindis. Se reunieron en el balcón, donde la nieve seguía cayendo, creando un paisaje mágico. Con copas en mano, Gabriel habló.
—Por Lizeth, que siempre estará en nuestros corazones. Que su luz nos guíe y nos haga recordar que la vida es un regalo, incluso en los momentos más difíciles.
—¡Por Lizeth! —gritaron todos al unísono, levantando sus copas en un brindis lleno de amor y gratitud.
Mientras el viento soplaba suavemente, Gabriel sintió una calidez en su pecho. Aunque Lizeth no estaba físicamente presente, su espíritu vivía en cada recuerdo, en cada risa compartida y en cada lágrima derramada. La tristeza seguía ahí, pero también había un profundo sentido de conexión y amor entre ellos.
La noche continuó, llena de risas y anécdotas sobre Lizeth, y Gabriel se dio cuenta de que, aunque las cosas nunca volverían a ser las mismas, siempre llevaría a su hermana en su corazón. Y en ese 25 de diciembre, en el Pizzaplex, encontró consuelo en la compañía de sus amigos y en los recuerdos que nunca se desvanecerían.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top