ONE

GIЯL STAЯK

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𝐍𝐀𝐑𝐑𝐀𝐃𝐎𝐑 𝐔𝐍𝐈𝐕𝐄𝐑𝐒𝐀𝐋

La pequeña niña correteaba por el gran patio mientras huía de su padre. No dejaba de reír comenzando a correr más rápido, todo lo rápido que sus diminutas piernas le permitían.

-¡Te pillé!- gritó el padre de la pequeña mientras la alzaba por los aires, ella soltaba gritos de alegría riendo.

-No es justo, tú tienes las piernas más largas, das zancadas más grades- dijo la pequeña en cuanto su padre la dejó en el suelo.

-Mi pequeña sabelotodo- dijo Josh, su padre, y le removió el pelo.- Vamos a dentro, tu madre ha preparado la merienda.

Al escuchar la palabra merienda la niña sonrío ampliamente a la vez que extendía sus bracitos hacia el adulto. Este la cargó en brazos y comenzó a caminar hacia la puerta que daba a la cocina.

-¡Mamá!- gritó la pequeña al verla en la cocina sirviendo la merienda.

-Aria, cariño- dijo la mujer joven mientras la cogía en brazos para después dejarla en la silla delante de su merienda.

Le dio un beso en la parte alta de su cabecita y luego se sentó enfrente de ella, con su marido al lado. Los dos observaban a la pequeña, era lo que más amaban en el mundo.

Josh Storm, el padre, era un hombre alto y formal, pero con su familia era de lo más infantil. Tenía un gran ego y la cabezoneria no se le quedaba atrás. Su padre, supuestamente, no tenía trabajo, pero a veces se encerraba en su despacho y no salía de ahí en horas. También salía alguna vez de viaje, pero Aria nunca sabía a dónde ni el porqué.

Samantha Storm, la madre, era una mujer alegre y tranquila. Siempre veía el lado positivo de cualquier situación. Ella trabajaba en una pequeña empresa de diseño de ropa, lo cual amaba. Lo que más amaba en su vida, al igual que Josh también lo hacía, era a su hija, Aria.

La pequeña Aria, solo tenía 6 años, pero tenía una gran inteligencia la cual sin duda había sacado de su padre. Era una niña alegre, pero que había sacado lo cabezota de Josh. Todas las personas que la conocía, que eran pocas, decían que se parecía mucho a su padre.

Ella, junto a sus padres, vivían en una casa a las afueras de New York. Eran una familia feliz como la que todo el mundo desea, pero casi nadie tiene, pero a la vez era una muy reservada.

Recibían visitas muy pocas veces, una vez cada dos meses, más o menos. Las visitas que venían no solían quedarse mucho, sobre todo venían a hablar con su padre luego le hablaban a ella durante unos minutos para después irse.

Flashback
El timbre sonó haciendo que Sam se levantará de la silla en la cual estaba sentada. Al lado estaba la pequeña Aria que para ese entonces tenía 4 años, casi 5. La niña se bajó de la silla con un poco de dificultad y se asomó para ver quién era.

Estaba medió escondida, ya que no quería que la vieran y se enfadarán, no quería ser castigada. Al observar a su madre abrir la puerta la curiosidad se hizo más grande. Cuando la mujer se separó de la puerta para dejar pasar a la persona, Aria lo observó atentamente.

Era un hombre bastante alto en comparación a ella. Tenía el pelo castaño, llevaba un bigote y perilla a la vez que una gafas de sol. Venía vestido con un traje y si no fuera porque la niña sabía que no tenía tíos juraría que se parecía mucho a su padre.

El hombre subió las escaleras seguido de su madre. En cuanto el sonido de la puerta se hizo presente la pequeña salió de su escondite y poco a poco subió las escaleras. Se paró enfrente de la puerta del despacho y apoyó su oreja en esta para poder escuchar la conversación.

-No, Tony. Ella no puede saber quién eres- escuchó la voz de su padre.

-Oh vamos, también tengo derecho a conocerla, somos familia- dijo una voz de hombre, ella supuso que era el que se parecía a su padre.

-Josh, creo que Tony tiene razón- dijo la voz de su madre.- No puedes esconderla de todos.

-No quiero que le pase nada- dijo su padre.

-No le pasará nada- dijo Tony.- Solo 5 minutos.

No se escuchó nada más hasta que de repente la puerta se abrió haciendo que Aria cayera al suelo, pero le dio tiempo a poner sus manos para evitar que su cara se estrellara contra el suelo.

Unas manos la ayudaron a ponerse de pie. Al estar ya equilibrada se dio cuenta de que fue el hombre misterioso, llamado Tony, el que la había ayudado.

-Jovencita- dijo su padre haciendo que la pequeña lo mirara.- ¿Estabas escuchando a escondidas?- dijo con tono serio y autoritario.

-Yo... em...- sabía que la iban a castigar dijera la verdad o no por lo que prefirió callarse.

-Hola- dijo Tony poniéndose de cuclillas.- Me llamo Tony, ¿y tú?- dijo y extendió la mano hacia la niña.

Ella no dijo nada, no le gustaban los desconocidos y él lo era. Desvió la mirada del hombre hacia su padre, quien le sonrío, y después a su madre quién le asintió con la cabeza con una sonrisa.

-Aria- dijo la pequeña tímidamente.

-Encantado- dijo moviendo levemente la mano para que ella se diera cuenta de que todavía la tenía extendida.

Juntó su mano con la de él y la sacudió al compás durante unos segundos para después separarlas. Él le sonrío haciendo que ella se tranquilizara.

Después de eso se quedó hablando con él por unos pocos minutos más para después tener que despedirse, ya que él se iba.
Fin del Flashback

Después de ese día vio al hombre una vez más, unos tres meses después y ya no lo volvió a ver. La pequeña se olvidó de él casi por completo, era una simple niña, era normal.

-Vamos a salir un momento- dijo su madre dejando a su hija en el sofá.- Volveremos en unos minutos- le dio un abrazo y luego besó su cabeza.- Te quiero, cariño.

-Hasta luego- le dijo su padre mientras la abrazaba y después besó su frente.- Te quiero, renacuajo.

-Adiós, os quiero- dijo la niña alegre.

La vecina, la cual la había cuidado una cuantas veces, se sentó a su lado en cuanto sus padres salieron por la puerta.

Se pasaron toda la tarde viendo películas y jugando a diferentes juegos. Sus padres no llegaban y la vecina ya se estaba preocupando, al igual que ella.

-¿Y mis padres?- le preguntó la pequeña.

-No lo sé- dijo ella sonriéndole, lo que menos quería era asustarla.- Iré a llamarlos.

Ella se levantó y se fue hacia la cocina. La pequeña se quedó sentada en el sofá esperando a que volviera con noticias de sus padres. Tardó 15 minutos en los que ella solo esperaba sentada.

Cuando volvió, la mujer tenía los ojos rojos y se notaba que había estado llorando. Aria la miró con el ceño fruncido, pero no preguntó nada. En cuando la mujer se acercó a ella y la abrazó fuerte mientras le dijo un lo siento, Aria entendió lo que había pasado.

Era una niña muy inteligente, demasiado para la edad que tenía. Sabía, o al menos suponía, que a sus padres les había pasado algo. Lo que no sabía era si solo había sido un accidente o si ya no estaban con ella.

La mujer se la llevó a su casa y entre lágrimas le dio la cena y la acostó. Aria se hizo la dormida hasta que salió por la puerta. En cuanto estuvo sola dejó las lágrimas salir, desahogándose. Se quedó dormida llorando.

-Despierta- escuchó una suave voz.

La pequeña se despertó y se frotó los ojos, los cuales tenían rastro de las lágrimas secas de la noche anterior. La mujer le estaba sonriendo levemente.

-Alguien ha venido a por ti- dice haciendo que Aria se ilusione pensando que eran sus padres, todavía tenía esperanza de que solo hubieran tenido leve accidente.

Rápidamente, se puso de pie y salió de la habitación con la mujer detrás suyo. Entró en la sala y su sonrisa se esfumó al ver un hombre de espaldas, el cual sabía que no era su padre.

El hombre se giró dejándole ver su rostro. Se le hacía familiar, pero no se acordaba de qué. Era Tony, el hombre que la visitó un par de veces, ella no se acordaba.

-Hola pequeña- dijo el hombre dando unos pasos hacia ella, pero la niña retrocedió haciendo que él dejara de avanzar.- ¿Te acuerdas de mí?

Aria no dijo nada, solo negó con la cabeza y se encogió, estaba muy nerviosa. No sabía nada de sus padres y ahora aparecía este hombre.

-Soy Tony, Tony Stark- dijo el hombre y se agachó para quedar a su altura.- ¿Te acuerdas ya?

-Sí- fue lo único que dijo.

-Bien, ahora tendrás que venir conmigo- dijo Tony intentado no sonar muy brusco.

-¿Por qué?- preguntó ella.- ¿Dónde están mis papás?

Tony se puso nervioso, no pensó que tendría que explicárselo tan pronto. Creyó que se lo diría en la Torre dónde tenía a Pepper para que lo ayudara, o se lo dijera ella directamente.

Él estaba dispuesto a mentirle, inventarse cualquier cosa para atrasar la explicación hasta que tuviera a Pepper para ayudarlo. Pero antes de que él pudiera decir algo, Aria habló.

-¿Están muertos, verdad?- dijo la pequeña sorprendiendo a Tony y haciendo que la mujer, detrás suyo, empezara a llorar.

-Em... pues...- Aria lo miró con una mirada que le decía que ya lo sabía y que no le mintiera.- Sí, lo siento pequeña.

Aria solo asintió con la cabeza y no se movió. Tenía ganas de llorar, pero no lo haría delante de ellos. Al igual que su padre, ella lloraba sola, no le gustaba que la vieran llorar.

-¿No vas a llorar?- preguntó Tony sorprendido y confundido.

-No ahora- dice ella con la voz temblorosa, aguantándose las ganas de hacerlo. Tony la abrazó y la niña no pudo evitar que dos lágrimas se escaparan.

-Ven, tenemos que irnos- Tony la agarró de la mano dispuesto a irse, pero ella lo deshizo.- ¿Qué pasa?

-¿Por qué debería irme contigo, eh?- le encaró ella.

En ese momento Tony se dio cuenta de lo mucho que se parecía a su padre, Josh. Era una niña mucho más inteligente de lo que una niña de su edad tendría que ser. Y era más madura de lo que parecía.

-Porque tus papás querían que te vinieras conmigo si algo les pasaba- dijo este tratando de convencerla.

-¿Cómo sé que no mientes?- ella lo miró con los ojos entrecerrados.

Tony soltó un bufido mientras rodaba los ojos. Esta niña lo iba a sacar de quicio al igual que lo hacía su padre. Al pensar eso una idea se le ocurrió. La trataría de la misma forma que a él.

-Bien, pues no me creas, y mejor que no vengas conmigo no creo que estés preparada para escuchar lo que te tenía que decir- dijo eso y se giró rápidamente para encaminarse hasta la puerta.

-¡No! ¡Espera!- gritó la pequeña corriendo detrás de él. Tony se paró con la mano en el pomo y se giró a verla.- Sí que estoy preparada.

-No, no lo creo- negó con la cabeza.

-¡Qué sí!- gritó ella molesta.

-Pues vámonos- dijo Tony abriendo la puerta.

La pequeña agarró su peluche que estaba en el sofá y se despidió de su vecina, a la cual quería mucho. Ella pensaba que la volvería a ver, pero no fue así.

Caminó junto con Tony sin dejar de mirarlo. En cuanto llegaron al coche le abrió la puerta y la pequeña se subió. Como no tenía sillita de niña tuvo que sentarse en el asiento normal.

Tony sonreía con superioridad, había conseguido que Aria fuera con él. Le había dado justo en su ego, como solía hacer con Josh o como Pepper hacía con él.

-¿Por qué no dejas de mirarme?- le preguntó a Aria después de unos minutos en el coche.

-Solo te analizo- a Tony le sorprendió las palabras de Aria.

-¿Analizarme?- le cuestionó.

-Quiero ver si puedo confiar en ti, nada más- dijo ella encogiéndose de hombros, restándole importancia.

-Happy- le dijo al hombre que conducía el coche.- ¿Tenemos chuches para ella? Se las ha ganado- bromeó mirando al hombre.- Me caes bien- le dijo a Aria con los ojos entrecerrados pero con una sonrisa.

-Al decir lo de las chuches me has ganado, me caes bien- dijo ella de la misma forma.

-En la Torre hay- contestó Happy.

-Pues en cuanto lleguemos te daré- le dijo Tony a Aria, por lo que esta última sonrío ampliamente.

Estuvieron en el coche aproximadamente 30 minutos más. La casa de los Storm pillaba un poco lejos, ya que estaba a las afueras.

En cuanto llegaron Happy le abrió la puerta a la pequeña mientras Tony se bajaba solo. Se puso al lado de Aria quien miraba la Torre embobada.

-La Torre Stark- dijo la pequeña asombrada.

-¿La conoces?- preguntó Tony con el ceño fruncido.

-Sí, papá habla... hablaba- se corrigió en tono nostálgico.- mucho de ella cuando se encerraba en su despacho.

-Vamos- Tony la dejo entrar a ella y después pasó él, Happy los seguía por detrás atento.

Caminaron entre la gente, Aria los observaba a todos viendo cómo iban de un lado a otros con papeles y muchas más cosas. En cuanto llegaron al ascensor, este se abrió dejándolos pasar a los tres.

Tony picó a un botón y en menos de 30 segundos ya estaban en el piso correspondiente. Aria salió del ascensor adentrándose al grandioso piso. Lo admiró, admiró cada objeto que había ahí.

-JARVIS avisa a Pepper de que hemos llegado- dijo Tony captando la atención de Aria.

-Ahora mismo- contestó una voz por toda la casa. Aria dio unas vueltas sobre sí misma buscando al dueño de la voz, pero no lo vio.

-Es tecnología- le explicó Tony.- Deberías sentarte, tenemos que hablar contigo.

Aria no dijo nada más simplemente le hizo caso y se sentó en el largo sofá. Sentada en el sofá abrazada a su peluche esperó un par de minutos hasta que una mujer apareció, habló con Tony apartados de ella para después acercarse.

-Hola, preciosa- le dijo la mujer con una cálida sonrisa por lo que a Aria ya le cayó bien.

-Hola- dijo Aria con una dulce voz.

-A ver, pequeña, tenemos que comentarte una cosa- Tony se ganó una mirada intrigada de Aria.- Ya sabes que tus padres han muerto.

-¿Se lo has dicho?- le atacó Pepper molesta.- Y seguro que sin tacto.

-Lo adivinó ella solita- se defendió el hombre.

-¿Quieres que me crea que una niña de 6 años ha sabido ella solita lo que ha pasado?- lo miró con una ceja alzada y solo recibió un asentimiento de cabeza.- No me lo voy a creer.

-Tiene razón- intervino Aria. Pepper la miró sorprendida, pero a los pocos segundos le sonrío.

-Cariño, te quedarás aquí a vivir- dijo Pepper lo más suave posible.

-¿Aquí?- preguntó Aria sin entender.

-Sí, con Tony.

-¿Con él? ¿Y por qué me debería quedar con él?

-Porque soy tu tío- soltó de golpe Tony ganándose una mala mirada de parte de Pepper y una sorprendida de Aria.

-¿Qué?- soltó la pequeña.- ¿Eres mi tío?

-Sí. Soy el hermano de tu padre.

-Tío- Aria se levantó del sofá y se acercó a él quien estaba sentado en la mesita de enfrente.

Tony fue sorprendido por cómo la pequeña se tiraba a abrazarlo. Ella siempre había querido tener a algún familiar, sus padres siempre le habían dicho que no tenían a nadie.

Aria veía como sus amigos jugaban con sus hermanos o primos; como paseaban con sus abuelos por los parques; o como sus tíos los llevaban a caballito. Siempre quiso eso, pero no pudo tenerlo, aunque no se queja de su corta vida.

Lo pasaba genial con sus padres, pero siempre sintió que le faltaba algo, ese algo era alguien más de la familia. Ahora mismo lo acababa de conseguir y no podía ser más feliz.

-¿Estás contenta?- preguntó Tony cuando la pequeña se separó del agarre, el cual él había correspondido.

-Sí, siempre quise tener un tío- dijo Aria feliz.

-Eso es genial, porque ahora lo tienes- dijo Pepper antes de que Tony abriera la boca.- Ahora Happy te acompañará a tu nueva habitación.

-Está bien- dijo Aria un poco triste.

Aunque le encantaba la idea de tener un tío, lo de tener que irse de su casa no le parecía tan buena. Ella amaba su casa y no se quería ir, pero no tenía opción.

-Una última cosa- dijo Tony antes de que Happy se acercará.

-Tony- le advirtió Pepper, pero él la ignoró.

-Storm no es tu verdadero apellido- le dijo a la niña y Pepper soltó un suspiro de alivio.

-¿Y cuál es?- preguntó la pequeña aunque ya sabía la respuesta.

-Stark- contestó Tony.

Stark, Aria Stark.

La pequeña asintió con la cabeza y después desvió la mirada hacia un hombre, el mismo que el del coche, quién se acercó a ella.

-¿Me acompañas?- dijo el hombre el cual ya sabía que se llamaba Happy.

-Sí- contestó Aria con una leve sonrisa. Se despidió con la mano de su nuevo tío y Pepper para después caminar al lado de Happy.

-¿Estás bien?- le preguntó dulcemente Happy mientras caminaban.

-Sí- dijo Aria, pero no sonó muy convencida.

Happy hizo una mueca, no la creyó, pero no era momento para atosigarle con preguntas. Lo que le sorprendió fue la fuerza que tenía la niña, ya que no había llorado en ningún momento del que él estuvo con ella.

-Esta es tu habitación- Happy le abrió la puerta para que pasara.

Aria dio unos pasos en la habitación y la observó de arriba abajo. Era bastante amplia, pero sosa, no había nada de decoración.

Había una cama de matrimonio con colores grises y blancos que la cabecera daba en la pared de la izquierda; una cómoda en la pared enfrente de la puerta, y encima de esta una cristalera; y por último un escritorio en la pared de la derecha, enfrente de la cama. Todos los muebles eran blancos y solo había los objetos básicos.

-Te dejaré para que te familiarices- dijo Happy y se giró para salir.- Oh, se me olvidaba. Toma- Aria se giró a verle y este le tendió una bolsa de chuches.- Para ti- le guiño el ojo a Aria y está sonrío.

En cuanto Happy abandonó la habitación, cerrando la puerta tras él, Aria se volvió a girar para contemplar su nueva habitación.

Esta iba a ser su vida a partir de ahora. En una casa nueva, con un tío que es desconocido para ella, y lo peor, sin sus padres.

Se tiró sobre su nueva cama y dejó que las lágrimas salieran, llorando la perdida de sus padres y lo sola que se sentía.

Para ser una pequeña de tan solo 6 años su comportamiento parecía de alguien con más edad. Pero esto solo acababa de comenzar, los acontecimientos que  viviría los próximos 9 años la harían madurar aún más.

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