Saikai
Día 5: Familia
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Shinobu Kochō se detuvo abruptamente en medio del transitar de la gente a las afueras del metro de Tokio. Sus ojos purpuras habían captado algo o mejor dicho a alguien. Giró sobre si misma al momento exacto que la otra persona y ambas miradas se encontraron.
― ¿Tsutako-san?
―Shinobu-chan ¡que sorpresa verte por aquí! ― La mujer se acercó y la estrechó entre sus manos. ― Pensé que estabas en Shibuya.
―He regresado por las vacaciones, pero es tan grato verte aquí.
Shinobu sonrió al ver una cara conocida luego de cinco años fuera de Tokio, mientras estudiaba en una universidad de Shibuya. La mejor en cuestión de medicina, pero en la cual tuvo que esforzarse demasiado para poder terminar antes de lo que el programa de estudios imponía. Por lo que había llevado clases extra, cursos y adelantado materias para poder regresar este año con su familia. Estaba en busca de Kanae, aunque al parecer se le había presentado algo en su trabajo y no pudo recogerla en la terminal.
Había colgado el teléfono, indicándole a su hermana que ella llegaría a casa sola cuando le pareció ver una cara muy conocida.
Tsutako Tomioka, la mejor amiga de la escuela media de Kanae. Y con la cual su hermana se entendía mucho y se había apoyado cuando sus padres habían muerto en un accidente de auto, años atrás. Kanae se refugió con ella porque Tsutako habían perdido a sus padres cuando apenas había entrado a la escuela media. Por lo había tenido que arreglárselas sola, para estudiar y trabajar de medio tiempo para subsistir. En algún momento había decidido dejar la escuela para dedicarse totalmente a traer dinero a la casa y a criar a su hermano pequeño, Giyū. Sin embargo, Kanae la convenció de desistir, y que ellas podrían ayudarles.
Por eso mismo Shinobu se había ofrecido a ser la niñera de Giyū cuando Tsutako trabajara. Kanae la ayudaba con las tareas y responsabilidades de la escuela. Ambas ayudándolas para que no cargara con aquella carga sola. Por eso mismo, cuando los padres de Shinobu y Kanae murieron luego de esos años, Tsutako les devolvió el favor, siendo un pilar para que aquella familia no se destruyera. Kanae y Shinobu estaban solas a fin de cuentas. Prontamente ambas familias, o lo que quedaba de ellas, subsistían juntas. Siempre apoyándose.
Hasta que Shinobu decidió irse a estudiar a otra ciudad, cuando las cosas ya estaban más estabilizadas. Pero recordaba con nostalgia aquellas navidades donde estaban ellos cuatro y como a pesar de lo que había pasado, nunca estuvieron solas.
―Perfecto, tienes que pasar a la casa junto con Kanae. Tenemos que ponernos al corriente.
Shinobu sonrió ante ese plan y aceptó, solo necesitaba descansar del largo viaje y mañana podría pasar a esa casa que antes conocía de memoria. Estaban despidiéndose para irse cuando la mujer con el cabello recogido en una trenza se detuvo, recordando algo de repente.
―Oh, justamente Giyū preguntó por ti hace unos días, será agradable para él verte.
Shinobu se comprometió a pasar mañana y se alejó para tomar el autobús hacia su casa.
Giyū Tomioka, ella había sido su niñera durante un par de años. Había sido un niño bastante tranquilo, nunca le había dado problemas. Siempre obedeciendo las indicaciones que le hacía y la realización de sus tareas nunca fue problema. No era tan expresiva como su hermana de forma normal, pero con Shinobu siempre solía sonreír.
Y esa razón era lo que tomaba su hermana Kanae y posteriormente Tsutako para afirmar tajantemente que el pequeño Giyū estaba perdidamente enamorado de ella. Su amor platónico. Lo cual siempre le pareció absurdo a Shinobu. Ella simplemente era buena con él y por eso él se comportaba de esa forma. Además que lo dejaba comer dulces de vez en cuando terminaba su tarea temprano y solía llevarlos a veces con sus amigos. En ocasiones veían alguna película juntos. Era en esas ocasiones donde Giyū sonreía ampliamente mientras la veía.
Aún recordaba como se había despedido de él la última noche que lo había cuidado. Él tenía un gesto desolado, la comisura de sus labios hacia abajo y con el ceño fruncido. No se lo había dicho hasta que se estaba despidiendo, porque no sabía cómo iba a reaccionar, por eso esperó hasta el final. Giyū no quería soltarle la blusa y por eso mismo Shinobu había permanecido más tiempo ahí.
―No me iré para siempre, Giyū.
El parecía renuente, a pesar de ser silencioso de forma normal, defendía sus ideales con fuerza y temple.
― ¿Cuándo volverás? ― Habló él, con la voz más fría que de costumbre, tal vez en un intento de hacerse el fuerte.
―Antes de que te des cuenta.
Entonces Shinobu decidió hacer algo que sabía que aseguraría si partida sin más obstáculos. Algo que le avergonzaba pero era necesario.
Había cuidado del pequeño Giyū durante tres años y a pesar de que se oponía renuente a la idea de Kanae y Tsutako, negándolo a cada instante y cada que ellas solían mencionarlo, Shinobu solamente lo decía por decir. Porque ella era plenamente consciente de los sentimientos de Giyū hacia ella. A pesar que muy dentro suyo lo negara o los ignorara. Siempre veía como esos ojos azules centellaban al verla llegar o al verla fuera de la escuela para ir a buscarlo. Y sí, siempre estaba más sonriente con ella, eso considerando que él no solía sonreír con facilidad. Giyū tal vez no era muy consciente de que se llevaban cinco años y que cualquier cosa diferente a la relación niño/niñera jamás pasaría, él estaba entusiasmado con la fémina.
Por eso mismo, Shinobu se llevó su dedo índice a los labios, tocándolos ligeramente y en un ligero movimiento tocó los labios del pequeño, a la par que le guiñó un ojo. Esas acciones causaron un sonrojo en la piel clara del niño, que parecía anonadado. Acarició su cabellera y sin esperar nada más, salió de la casa.
Sabía que algo así bastaría para dejar al pequeño Tomioka fantaseando en su mente y dejarlo en las nubes lo suficiente para poder huir antes de ser detenida.
Luego de eso, ella se había mudado al día siguiente y no supo mucho más del joven Tomioka. Solía hablar con su hermana de vez en cuando, aunque ambas estaban ocupadas estudiando y trabajando. Prontamente Kanae empezó una relación con un hombre de su trabajo.
La cual era la principal razón por la cual había ido a Tokio, para conocer al susodicho. Kanae era muy dulce y encantadora, no dudaba que muchos hombres cayeran enamorados al estar un par de minutos con ella, eso no era una novedad, siempre había sido así. Pero un hombre capaz de atrapar el corazón de su hermana, tan puro, gentil y perspicaz, eso era algo digno de ver.
Ahora mismo, luego de una noche poniéndose al corriente con su hermana Kanae, habían decidido ir a ver a la familia Tomioka. Vivian a un par de paradas en autobús, por lo que el viaje no era nada largo. En todo el camino Shinobu experimentó muchos recuerdos, de su vida ahí y como extrañaba estar en Tokio, con su hermana. Por eso mismo pensaba en su especialidad podría hacerla ahí, ya había visto algunas opciones. Sin embargo, no le había dicho nada a su hermana, sería una sorpresa que comentaría una vez que se reunieran con su familia.
Porque los Tomioka eran parte de la pequeña y rota familia que tenían, pero que anteponía ante cualquier cosa.
Bajaron del autobús y tocaron el timbre de la casa esperando. Shinobu recordó la mirada caída de Giyū y hasta ese momento se puso a pensar en que cambio físico podría tener. Era mucho más bajo que ella la última vez que lo había visto y era bastante animado. Kanae en las llamadas que tenía siempre decía que ella le había roto el corazón al pequeño Tomioka y por eso él era más reservado.
Siempre pensó que eran exageraciones de su hermana.
La puerta se abrió revelando a Tsutako, con un lindo vestido rojo y con su representativa trenza con un moño del mismo color que su vestimenta para hacerlo en conjunto. Pasaron directamente hasta el jardín, para tomar un poco de té y un postre para conversar animadamente. Shinobu observó por toda la casa en un escaneo rápido, pero no encontró al joven Giyū por ningún lado.
―Pensé que estaría Tomioka por aquí. ― Habló Kanae, mirando por todo el jardín.
―Le he dicho que venías, pero me ha dicho que tenía cosas que hacer y que vendría después. ― Se dirigió más que nada hacia Shinobu, quien tomaba un sorbo de té.
Siguieron poniéndose al día hasta que el timbre de la casa sonó, había llegado la comida que habían pedido. Las hermanas Kochōhabían llevado un pastel de cortesía pero Tsutako prefirió pedir algo, para relajarse con las dos hermanas.
―No te preocupes, yo voy.
Shinobu se levantó enseguida, antes de que la dueña de la casa lo hiciera. Quería un poco de agua así que aprovecharía para ir. Se sentía en confianza al estar en esa casa, esa había sido como su segunda casa años atrás.
Se adentró a la casa y llegando a la puerta, junto a la escalera, chocó con algo. No se había dado cuenta, al estar concentrada en la puerta de entrada. Pensó que caería al suelo, estrellando su trasero, pero algo la sostuvo de la cintura, con fuerza.
Kochōhabía cerrado los ojos ante su torpeza, esperando ansiosa el golpe, pero al sentir como era detenida, abrió sus ojos purpuras. Su músculo cardiaco dio un salto fuerte y doloroso en su pecho, al ver como unos orbes azul oscuro la miraban con intensidad, con un gesto bastante indiferente al que recordaba. Aquella sonrisa vivaz se había esfumado y una línea recta la sustituía. Pero realmente eso no era lo que más le sorprendía, sino el cambio radical que había sufrido todo su cuerpo y la madurez en su rostro.
La fémina en ese momento cayó en cuenta que había transcurrido cinco años desde la última vez que había estado ahí y que había visto al joven Giyū Tomioka. En ese preciso lugar exactamente, le había dado un beso indirecto.
Ahora mismo ante ella, ya no había ni rastros de aquel pequeño niño. Ese tiempo había jugado muy a su favor. Antes Shinobu tenía que acacharse para encontrarlo ya que Tomioka había sido algo bajo para su edad, considerando que había niños más altos en su escuela. En cambio, ahora ella había tenido que levantar la cabeza para poder observarlo y su expresión severa, le daba un aire tan jodidamente atractivo que KochōShinobu escuchaba su corazón golpeando sus costillas.
― ¿Tomioka? ― Habló la fémina, sin poder creérselo aún.
El susodicho simplemente levantó sus dedos y tocó la mejilla femenina en un ligero roce, tan delicado que pareciera que no existiera.
―Kocho.
Shinobu se estremeció al escuchar aquella voz tan grave salir de su boca y como acto seguido se había curveado en una ligera sonrisa. Kochōse sentía confundida misma ante una visión como esa y estaba tan fuera de sí que los martillantes latidos de su corazón y su rostro caliente no le dejaban pensar con claridad.
Sus miradas se habían encontrado y la de él no la dejaba ir, como si la estuviera detallando meticulosamente, cada parte de su rostro. Shinobu se sintió de alguna forma expuesta y más al sentir la situación fuera de su control. El sujetaba su cintura con fuerza y podía jurar que estaba acercándose peligrosamente hacía ella.
El timbre volvió a sonar, sacando de aquel trance a ambos, Shinobu instantáneamente cubrió con su mano la boca del hombre, sintiendo los labios con la palma. Dio media vuelta para abrir la puerta, encontrando al repartidor esperando con impaciencia. Tal parecía que estaba por irse. Pagó por la comida, recibiéndola con las manos un poco temblorosas y al dar la vuelta vio como Giyū se había ido hacia la cocina y enfrente de ella estaba su hermana Kanae, con una sonrisa en el rostro.
Kochōcaminó hasta alcanzar la mesa que estaba del lado izquierdo de la casa, mientras iba sacando las cajas de la bolsa que le habían entregado. Podía sentir a su hermana detrás suyo, lo cual la hacía sentir un poco, mucho más, nerviosa.
Todo se quedó en silencio, hasta que Giyū pasó entre ellas, dirigiéndose hacia la escalera, subiendo muy seguramente hacia su cuarto con un vaso de agua entre las manos.
―Tomioka-san, no demores en bajar, enseguida serviremos la comida.
No escucharon una respuesta del masculino. Tal parecía que su hermana mayor sabía que su actitud normalmente era esa. Claro que lo sabría, en la ausencia de su hermana menor, ella estuvo mucho tiempo con los Tomioka.
Kanae observó con detenimiento como su pequeña hermana seguía mirando la escalera aunque ya no hubiera nadie ahí. Estaba recostada en la pared con los labuos curvados en una sonrisa divertida.
―Tomioka Giyū...― Dejó salir sin más― Ya es todo un hombre ¿no?
Aquellas palabras hicieron voltear a Shinobu quien solo alcanzó a ver como su hermana se daba media vuelta e iba a ayudar a Tsutako a recoger los platos y vasos del té.
Shinobu intentó controlar por completo su respiración, mientras intentaba recordar que aquel niño era cinco años menor y que ella había sido su niñera. Pero un solo pensamiento se alzaba con fuerza en su cabeza, ante las palabras de su hermana, quien parecía divertida de ver su reacción.
Nunca había mencionado el cambio físico de Tomioka, ni una sola vez. Solo la molestaba con decir que la extrañaba.
Pero la realidad era que, Tomioka Giyū era todo un hombre y uno atractivo.
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