Kimochi

Día 2: Idioma de amor

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Giyū Tomioka observó detenidamente los dígitos que estaba en el papel, intentando descifrar si se trataba de un tipo de broma de los chicos del salón A. Siempre estaban metiéndose en problemas y solían molestarlo cuando podían. Aunque lo más correcto era decir que molestaban a todos los profesores.

Él siempre se mantenía al margen o si llegaban a meterse con él sabía que los explotaría en gimnasia de tal forma que drenaría toda la energía de su cuerpo, a tal grado que no podrían volver a moverse. Por esa razón no era común que se atrevieran a molestarlo.

Pero ahí estaba, esa nota con unos números en ella. Meditó durante un largo rato que era lo que significaba. Pero nada vino a su cabeza. No parecía un acordeón ni mucho menos alguna clave numérica de casillero. Comió lentamente mientras siguió considerando aquella numeración, no podía ser una dirección ni un número telefónico, ya que había intentado llamar pero ese número no existía.

Cuando dio el último bocado y mientras se lavaba las manos en el baño cercano, una idea vino a su cabeza. Descartando todo lo anterior podía haber otra posibilidad. Sacó su móvil, entrando a google maps y depositando aquellos números como una coordenada. Si eso no era, eso significaba que aquellos números solo eran un disparate de algún alumno suyo y que había intentado buscarle un sentido a la nada.

Un círculo giró y giró en el medio, mientras cargaba y prontamente algo saltó en la pantalla. Levantó una ceja confundido ante lo que veía. Era la escuela preparatoria, las coordenadas eran de ahí pero ¿Qué podía significar eso? Aún así, vio que no estaba en el punto exacto así que comenzó a caminar, siguiendo el camino que el dispositivo le indicaba. Entrando por los pasillos, doblando a la izquierda, luego a la derecha y finalmente siguió todo derecho. Se detuvo, alzando la mirada y vio una gran ventana, lo cual indicaba el final del pasillo. Desde ahí podía ver el lugar donde antes estaba sentado, al otro lado de la cancha de béisbol, en la escalera que llevaba a los talleres.

Eso había sido una pérdida de tiempo, cuando giró para salir de ahí, observó una puerta grande a su derecha. ¿Acaso...? Ingresó sin más viendo seguidamente estantes y estantes de libros. En medio había varias mesas con sillas para los estudiantes que fueran a consultar o trabajar en equipos. Aquellos libros trajeron una imagen femenina a su cabeza que desechó con rapidez.

La biblioteca de la escuela, esta era la coordenada que había obtenido pero ¿Por qué dirigirlo hasta ahí? Y más importante ¿Por qué a él? Miró alrededor, viendo si había alguien esperándolo, pero de los alumnos que estaban ahí, ningún pareció notar su presencia.

Sin más se retiró del lugar, dando un último escaneo.

Grande fue su sorpresa cuando dos días después, una nueva nota con diferentes números había estado encima de su maleta de cambio de ropa que tenía en su oficina. Una nueva serie de números estaban escritos a mano con una letra pulcra, lo cual lo sorprendió. Intentó ingresar nuevamente aquellos números en el Google maps, pero esta vez no cobraron sentido.

¿Qué significaba eso? Era obvio que no era una coordenada, entonces ¿Qué podrían significar? Recordó la vez anterior sobre como aquella coordenada había significado, un lugar... ¿acaso esa era una continuación Era posible si la misma persona le estaba mandando los números lo cual sonaba algo deducible. No podía haber dos personas haciendo algo como eso.

Por eso mismo fue hacia la biblioteca encontrando a la bibliotecaria quien lo miró al entrar y no dijo una sola palabra. Había un par de estudiantes ahí en completo silencio y enfrascados en su lectura. Visualizó nuevamente la nota y pensó que podría tratarse del número de pasos que debía hacer e intentó hacerlo varias veces. Pero al llegar hasta el fondo se dio cuenta que eso era algo bastante arbitrario. Porque sus siguientes pasos podrían ser hacia la derecha o a la izquierda y resultaba confuso. Por lo que desechó dicha idea con rapidez. Se quedó apoyado en uno de los estantes un momento, hasta que aquel movimiento hizo que uno de los libros se balanceara un poco, pero no lo suficiente para que se cayera.

Lo miró detenidamente un instante y una idea vino rápidamente. Observó el papel nuevamente y pensó que podría tener sentido. Pero... ¿podría ser posible?

Tomioka Giyū se sentía tan extraño al respecto de estar siguiendo aquellos números, porque era evidente que alguien estaba jugando de esa forma. Sin embargo ¿una broma? No, nunca eran tan elaboradas. De forma normal hubiera tirado el papel al verlo a la primera vez, pero al curiosidad lo motivó a descubrir el fondo de todo eso. Por eso se acercó a la computadora vieja que tenían en la biblioteca para poner los primeros tres dígitos, posteriormente ingresó las tres siguientes letras, colocó el punto posterior y otros tres dígitos. Dio en la lupa junto a la barra para buscar. Sonrió ligeramente cuando una portada de un libro apareció y el lugar donde se encontrada, además de indicar que estaba disponible.

Buscó entre los estantes hasta que dio con él, posteriormente rebuscó con ayuda de los siguientes números en la nota, primero localizando la página y posteriormente la línea correspondiente. El penúltimo número le dio la palabra y el último la letra de dicha palabra.

Finalmente a su cabeza brincó la letra y sonrió en su interior a pensar que alguien realmente le había dejado un cifrado Ottendorf.

No cualquier persona podía atreverse a hacer algo como eso, por la complejidad y dificultad que llevaba una tarea como ella. Por lo que podía descartar a varios de sus estudiantes, pero ahora la curiosidad vibraba aún más latente ¿Quién se tomaría la molestia de algo así? Y más importante ¿Cuál era el mensaje que quería transmitir que es tan importante para hacerlo por este medio? Iba a averiguarlo.

El maestro de educación física se comprometió a la tarea, por lo cual cada dos días aparecían las notas en diferentes localidades pero colocados estratégicamente para que pudiera encontrarlo. En su mochila, en el cajón de su escritorio, entre su comida. Eso le hacía pensar que dicha persona tenía acceso con facilidad a las instalaciones. Había dos opciones aceptables. Era un alumno o un profesor de la institución.

Realmente no podía pensar en ningún compañero suyo que fuera a prestarse a hacer algo como eso, no tenía una buena relación.

Por lo que la otra opción era más viable y la que más le inquietaba. ¿Qué era lo que un alumno podía querer decirle que no podía decírselo de frente? Había muchas incógnitas que quería resolver y buscaría que tenga una respuesta rápida.

Las notas con números siguieron llegando, una cada dos días y cada una le otorgaba una sola letra al día. Un poco frustrante considerando que debió esperar dos semanas para obtener el mensaje completo. El último día tomó el libro entre sus manos que había indicado la computadora, una vez que haya escaneado toda la repisa. Con la costumbre de dicha dinámica que había llevado durante tanto tiempo, buscó la página, línea, palabra y la letra. La anotó en la hoja donde había estado anotando cada una de las letras. La contempló un instante. Su pecho golpeó tenuemente en respuesta.

"Te quiero"

¿Todo esto se trataba de una confesión? Ahora todo cobraba sentido y por qué no se lo había dicho de frente cuando era mucho más fácil que estar dando rodeos de esa forma. Pensó en tirar el papel ya que algo como eso no le interesaba, pero la guardó en su bolsillo y salió de ahí.

Finalmente se olvidó del tema, podía intuir que era alguna de sus alumnas y algo como no le interesaba. No le importaba conocer los sentimientos de ninguna de ellas, ya que el mismo no estaba interesado en una relación como esa. Lo siguientes días posteriores comió su almuerzo en el mismo lugar de siempre, en las escaleras del sur del plantel. Ni una sola nota más había llegado y lo agradeció.

Grande fue su sorpresa que al final de semana, una nueva nota doblada aguardaba en su escritorio. La tomó lista para lanzarla a la basura pero algo en su interior lo detuvo, obligándolo a mirar. Nuevamente aquellos números y letras, indicado solamente el libro en específico. Entonces algo había en ese libro que debería tomar o algún tipo de mensaje en un papel entre sus páginas. Se debatió un instante sobre si debería ir nuevamente o no. Al cabo de un momento, se encontraba caminando hacia la biblioteca.

No sabía por qué lo hacía considerando que no le interesaba. Pero mientras se decía a si mismo que se había olvidado del tema una semana atrás, la idea de quien había hecho tal osadía lo perturbaba. Tal vez ella... lo cual era imposible, por lo que lo desechó tan rápido como había venido. Se convenció de que solo iba para saber qué es lo que pretendía y luego de eso, podría dejar enterrado dicho tema.

Ingresó la clave en la máquina y esperó que esta cargaba mientras buscaba el libro y la sección donde se encontraba. Se movió hacia el estante donde debería estar, pero luego de un par de minutos se dio cuenta que no estaba dicho libro. Revisó en toda la repisa para ver si no estaba mal acomodado, pero no dio con él. Por lo que se dirigió hacia la bibliotecaria.

―Estoy buscando un libro y no está donde debería.

La mujer alzó la mirada de su lectura, con un gesto enojado al ser interrumpida.

―Debe estar ahí. ― Indicó mientras volvía a leer.

Tomioka negó un poco fastidiado, porque había buscado muy exhaustivamente y no había encontrado dicho libro.

―Si no está en la estantería, debe haber sido prestado.

―En los registros dice que está disponible.

―Bien, entonces alguien en la biblioteca debe tenerlo. ― Sin esperar una respuesta más regresó su atención al libro que leía, ignorando al maestro.

Tomioka frunció el ceño, asegurándose que el libro que buscaba no era el que estaba leyendo. Suspiró de alivio cuando no fue de esa forma. Caminó por toda la biblioteca, mirando un poco a las personas que estaban ahí, con un libro en mano. Logró incomodar a un par, ya que no sabía nada discreción.

Sus ojos solo estaban enfocado en el libro que tenían en la mano, por lo cual prontamente lo encontró, ya que no había tanta gente ahí. Sus ojos azules subieron hacia la persona que lo leía y pedírselo un momento. Sin embargo, las palabras no salieron de su boca al ver de quien se trataba.

¿Acaso...?

Unos orbes purpuras abandonaron las letras que leían con suma atención y una sonrisa encantadora brotó de sus labios rosados.

―Tomioka-san, pensaba que no llegaría tan lejos.

Shinobu Kochō, su alumna de último grado, que estaba a punto de graduarse. Por supuesto, era lo suficiente inteligente, paciente y meticulosa para realizar algo como eso. La frase soltó nuevamente a su cabeza y la idea de que era su alumna lo hizo retroceder.

No iba a negarse a sí mismo en decir que no sentía nada por ella, cuando la realidad era que sí. Desde hace un año atrás cuando había llegado a su clase de educación física. Su personalidad atrapante y como solía acompañarlo al comer de vez en cuando y su sola presencia fueron lo suficiente agradables para que él no pudiera resistirse a fijar sus ojos en la menor. Con esos labios carnosos y ojos tan fascinantes. Además de que parecía mucho más madura que la mayoría, más despierta, por lo que cuando estaban solos podía inquietarlo. Como si su presencia lo pusiera un poco nervioso y lo impulsara a intentar algo más. Por lo que constantemente se recordaba su posición en la escuela y la de ella.

La chica siempre había intentado decirle algo, pero diferentes factores no hicieron posible algo como eso.

A Giyū le costaba tanto apartar la mirada de la chica en sus clases de educación física y al verla salir del instituto. Ambos eran conscientes que el tiempo de ella se terminaría pronto y se iría a la universidad en cuestión de semanas.

Tal vez por eso ella se sintió presionada al hacer algo, tal vez con la certeza de que el profesor sentía algo por ella. Quizá no tan fuerte como lo que ella misma sentía, pero lo suficiente para generar un sentimiento en aquel corazón indiferente que siempre solía mostrar. Podría obtener algo de todo esto o tal vez no, pero no podía irse de ahí sin decir nada. Aunque no había podido decirlo de frente, ya que los nervios la traicionaban, decidió hacer uso de su inteligencia, que le consiguió un lugar en la mejor universidad de Japón, para confesar sus sentimientos que parecían consumirla día con día. Esperando que su maestro fuera tan inteligente como aparentaba para seguir sus pasos. Había funcionado mejor de lo que pensaba, había logrado dar con la respuesta con rapidez.

Shinobu apoyó la mano en su barbilla, mirando al hombre enfrente suyo.

―Pensé que no lograrías encontrarme.

Aquel comentario lo obligó a desviar la mirada, por la intensidad de la mirada purpura. La vio levantarse y perderse entre los pasillos, con libro en manos. La siguió sin poder evitarlo, hasta que la alcanzó mientras veía un par de libros. El dicho libro que el profesor de educación física buscaba cayó de sus manos.

El masculino se inclinó tomando el libro entre sus manos y se levantó lentamente. Sus ojos azules siguieron el contorno de la figura femenina al ir ascendiendo, hasta pararse por completo. Sintió como los latidos de su corazón vibraban por todo su cuerpo, al estar ahí, tan cerca. Sin poder controlar las reacciones de su cuerpo, la aprisionó entre un estante y la cercanía de su cuerpo.

Solo ella podía causar esa conducta, por eso mismo él había decidido tomar distancia de la chica. Al darse cuenta que había estado sintiendo más de lo que debería por una alumna. Ya no la percibía como una alumna, sino más que nada como una mujer. Y era algo inaceptable considerando su posición.

Por eso mismo semanas atrás había hablado con ella, indicando que aquel acercamiento que tenían debía parar, y que ella debería comer con las demás chicas. Shinobu se había quedado ahí de pie, con un gesto dolido en el rostro pero aceptó sin decir palabra alguna. Porque un aire extraño estaba flotando más intenso entre ellos, ella metiéndose en su oficina cuando tenía horas libres o acortando un poco más la distancia mientras comían. O ella misma le había regalado un par de chocolates en san Valentín.

En contra de sus deseos el maestro decidió cortar eso de raíz y tomar una larga distancia de la chica. Por eso mismo, cuando la primera nota llegó hasta él, pensó que podría ser un mensaje de Shinobu al respecto. Y la sensación de que podría tratarse de ella no lo abandonó aunque lo intentó. Porque de verdad quería que fuera ella, que ella sintiera la misma necesidad que él para estar cerca. Aunque eso no debería ser.

Era demasiado duro porque si antes se había alejado para evitar todo esto, ahora mismo, no podía controlarse y no quería hacerlo.

Acortó la distancia lentamente, vio como los ojos purpuras brillaban de anhelo e intensamente. Podía sentir el aliento femenino acariciando su rostro al estar tan cerca, los labios entreabiertos esperando por él.

― Kochō...― Habló en un susurro suplicante, esperando que ella lo detuviera.

Pero la chica se quedó ahí de pie, esperando pacientemente aquello que había querido desde hace tiempo atrás y que había decidido orillar para que sucediera. Porque Tomioka Giyuu era sumamente correcto, siguiendo las reglas y normas. Pero con un solo empujón podría lograr ese paso, aquel que ambos querían que diera.

El mayor se acercó lo suficiente para rozar aquellos labios prohibidos con los suyos y su pecho suspiró satisfecho. La chica pareció ponerse de puntas para poder alcanzarlo mejor. Para que por fin aquella lejanía que él había puesto en contra de sus deseos desapareciera.

Y estando tan cerca, Giyū Tomioka atrapó los labios femeninos entre los suyos, probando aquel delirante sabor y textura.

Su mente intentó pedirle que parara, que eso no era correcto y que debía salir de ahí lo más rápido posible. Sin embargo todos sus instintos le obligaron a seguir ahí, probando aquella boca que lo había tentado tantas veces en el pasado. Aquellos labios que sabían que tenía estrictamente probar pero que no soltó hasta que estuvieron hinchados.

Y en ese momento Tomioka entendió que era demasiado tarde para huir de ella. 

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