Furattā
Día 6: Amanecer/ Anochecer
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La estrella solar descendía lentamente por el cielo, dejando entrever el atardecer que día con día tocaba las tierras de ese basto mundo, hasta que el anochecer se alzaba con imponencia, revelando las luces estrelladas por todo el filamento oscuro.
Los animales diurnos buscando un refugio para resguardarse de esa oscuridad y de los peligros que podría ocultar, las aves regresando a sus nidos y volando por los cielos en formaciones que solo ellas podían entender hasta que se posaban en las ramas elegidas para su resguardo. Lentamente todo se tornaba silencioso, estático y tranquilo. Los animales nocturnos se movían con sigilo para obtener su alimento y no ser atrapados por sus depredadores, un ambiente más precavido que cuando el sol iluminaba todos tus movimientos. La tranquilidad de la noche, ese silencio y quietud era lo que lo recibía, en el momento en el cual el sol tocaba la tierra.
El preciso instante cuando el sol hacia contacto con la tierra y descendía lentamente hasta que no quedara rastros de su existencia, ese era el momento en el cual él llegaba al plano terrenal, en el cual desarrollaba su trabajo.
Las nubes del cielo matizadas de distintos tonos de naranjas y rosados al descender el sol, el momento en el cual el portal que unía este mundo y el otro se abría.
Caminó con parsimonia recolectando los pequeñas luces que flotaban, guiándolas para atravesar de aquel portal que aguardaba. Aquellas luces redondas, las almas de las personas fallecidas y que era su trabajo como el Xólotl, guiar para llevarlas al otro mundo. El Dios del Ocaso, el responsable de trasladar esas almas al Mictlán cuando se ponía el sol. Una función que desarrollaba desde que tenía uso de razón y que había realizado sin problema. Siempre asegurándose que ninguna se quedara detrás y aprovechando aquella luz del ocaso para realizarlo en el tiempo necesario. Una vez que el sol desaparecida aquel portal se cerraba.
A pesar de eso había almas renuentes a querer cruzar, sin aceptar que su tiempo ahí había terminado. Por eso mismo, aunque el portal estaba cerrado, el Xólotl se movía por el anochecer para hacerlos cruzar con sus habilidades de aparecer en el otro mundo. En esas ocasiones su labor se tornaba más largo, pero era algo que disfrutaba. Le brindaba una excusa para permanecer en el plano terrenal. Había ocasiones en las cuales no tenía una y solo permanecía ahí, deambulando y observando las maravillas que ese mundo le ofrecía.
Sus ojos azules oscuros, del mismo tono que el firmamento estrellado se perdía en el transitar del agua en los ríos y los peces nadando por todo ese líquido vital. El sonido de los animales moviéndose, la sangre corriendo por sus venas y el palpitar de los corazones que demostraban que estaban vivos. Él se llevaba la mano al corazón si escuchar nada, preguntándose a sí mismo si él estaba vivo, si algo dentro de él latía. Era un ser inmortal, lo cual indicaba que no debería haber nada vivo ahí dentro, porque su tiempo estaba detenido. Aunque en cada ocasión él esperaba algún movimiento que le demostrara lo contrario.
Siempre sus visitas al plano terrenal eran cortas o eso le parecía, cuando a lo lejos una tenue luz le indicaba que era momento de irse, hasta que su tiempo para poder volver a cruzar llegara.
Aquella vez en particular había un par de almas que huían de su alcance, intentando perderse entre los árboles y la maleza. Podía entender ligeramente su desespero por quedarse, ya que no volverían a ese sitio. No era que el otro mundo era un lugar terrible, pero la comparación no tenía igual. En la tierra había vida, esperanza y el avance del tiempo, algo que para muchos era algo cruel, para la gente inmortal era un deleite, ver pasar el tiempo en el clima, en la vegetación y en el mundo humano.
Su apariencia humana seguía intacta desde hace tanto tiempo que no se recordaba de otra forma. El cabello negro como la oscuridad misma, del mismo largo y sujeta con una cola. Su piel blanca que iba a juego con su vestimenta oscura y algunos símbolos en sus brazos y en su cuello, a juego un par de aretes con una piedra del mismo color que sus ojos, un reflejo de su tonalidad y que la noche era su habitad.
Por eso mismo decidió esperar a que terminaran con esa carrera y que se despidieran, hasta que aquel luz que anunciaba el amanecer marcaba el final de aquella estadía. Fue cuando por fin las hizo cruzar, listo para retirarse hasta la noche siguiente, pero en todo ese movimiento la luz había alcanzado una altura que no había presenciado antes. Cuando cerró los ojos, listo para desaparecer de ahí y regresar a su mundo, un ligero cambio en el aire llamó su atención, haciéndolo abrir los ojos nuevamente.
Sus orbes azules se abrieron con intensidad al ver a la tenue luz del amanecer observó un sinfín de mariposas aleteando a su alrededor y avanzando por todo el bosque, esquivando los árboles, como si tuvieran una dirección especifica. Tal espectáculo lo hizo permanecer en su sitio, aunque la luz del sol iba ascendiendo cada vez más.
Fue consciente de como las mariposas venían todas de la misma dirección, por lo que se movió hacia ahí, en la dirección contraria en la cual las mariposas de tonalidades morada y azulada se movían. Luego de caminar esquivando a los insectos que parecían muy conscientes de su presencia ya que ninguna chocó contra él, se asomó entre los arboles a un claro que había en aquel bosque y que estaba cercano a un risco.
Sus labios se abrieron ante la imagen que sus ojos captaron con fascinación. En el centro había una mujer, de pequeña estatura con un vestido blanco, que moldeaba su figura delgada, terminaba en tonalidades rosadas y verdes. El borde del vestido era negro con blanco. Su piel nívea iba a juego, el cabello oscuro con las puntas en color morado y unos orbes purpuras que iban a juego. De sus manos parecían brotar aquellas mariposas que ahora agitaban sus alas por todo el bosque. Muchas otras giraban a su alrededor lo cual hacían que una sonrisa brotara de los labios femeninos.
El Xólotl se quedó ahí sin poder moverse y maravillándose de la vista que sus ojos estaban presenciando. En ese instante fue que retrocedió al sentir un fuerte golpe en su pecho, algo que parecía venir de su interior. Abrumado por tal hecho retrocedió hasta que regresó a su mundo. Donde había quietud y donde podía entender todo lo que sucedía ahí.
Sin embargo, a la noche siguiente volvió a quedarse en el plano terrenal hasta que vio volar nuevamente a las mariposas y encontró a la culpable una distancia después. Aquella situación, de él esperando a que ella apareciera cada amanecer, se repitió cada día, sin poder creerse lo que sus ojos estaban contemplando y maravillándose cada una de las veces que sus orbes azules la veían girar en su posición y las mariposas saliendo de su cuerpo, dándole una apariencia delicada y mística.
Al poco tiempo se enteró que era la diosa Itzpapalotl, la mariposa de oxidiana, símbolo del cambio y el renacimiento. Aquellas mariposas eran almas que regresaban al mundo terrenal cada determinado tiempo para visitar a sus seres queridos en esa forma. Su propia presencia significaba vida, calidez y una esperanza de volver a aquel mundo en el cual habitaron y en el que tenía tantos recuerdos que los ataban ahí.
En cada una de las ocasiones en las cuales la veía, aquella presión o golpe en su pecho se repetía. Más fuerte que la vez anterior, haciendo vibrar todo su cuerpo. Y cuando se retiraba al otro mundo, incapaz de acercarse a hablarle, la sensación de espera para el siguiente día era abrumadora. La desesperación de que el ocaso llegara y la noche se moviera con rapidez para volver a maravillarse con aquella presencia nuevamente.
Su día se movía únicamente para poder verla nuevamente y sentir aquel ligero aleteo en su interior. Aquel día en particular, mientras observaba las mariposas salir de aquel cuerpo, instintivamente su mano se posicionó en su pecho, en un intento de descubrir aquel dolor agradable que lo inundaba al verla. Se sorprendió a sí mismo, retirando con rapidez la mano del sitio, al sentir un suave y delicado golpeteo... un martilleo que le recordó a aquel palpitar de los seres vivos de aquel mundo.
Lo cual era imposible porque él era un ser inmortal y su corazón había dejado de latir hace tanto tiempo.
Su mirada se levantó hasta verla nuevamente girar en su posición, hasta que la última mariposa salió de su cuerpo. Y en ese instante aquella mirada purpura se levantó hasta que se cruzó con aquella azul que día con día la veía oculto entre los árboles.
El Xólotl sintió como aquel martilleo en su pecho se detuvo y su propio cuerpo se paralizó ante aquella mirada encima suyo. Para después emprender una carrera más rápida y dolorosa al instante que vio cómo se acercaba hasta él. Entendiendo que su músculo cardiaco se movía para y por ella, con su sola presencia. Aquel movimiento que tanto añoraba estaba ahí, incrementándose día con día. Había sucedido sin que se diera cuenta y ahora mismo no podía coincidir vivir sin eso, sin ese palpitar y sin esperarla a ella día con día.
A pesar de que se había dicho a si mismo día con día al regresar a su mundo que no volvería a quedarse hasta el amanecer, porque el anochecer era suyo, lo que le correspondía. Noche con noche se daba cuenta que se mentía a sí mismo. No había forma de huir de esa rutina, ya no podía escapar de todo eso y menos ahora, cuando ella se había fijado en su presencia.
Mucho menos cuando ella se acercó hasta él y pronunció su nombre, aquel que solía usar cuando era humano y que había olvidado hasta ese momento.
Ella se había adentrado a su interior en un suave aleteo, agitando todo a su paso.
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¡Hola queridos!
Se que me he atrasado enormemente en esto del Giyushino week, pero me enfermé esta semana y no tenía la fuerza para terminar los dos días que me faltaban. Pero me comprometí a terminar el reto aunque llegara una semana tarde, así que mañana espero traer el día 7 para finalizar de una vez con esta semana.
Unas aclaraciones en la historia.
Me basé en la mitología Mexica para realizar este escrito, pensando que quedaría perfecto para ambos personajes y yendome a lo original con el prompt que me habían dado. Manejé a Giyu como el Xólotl y a Shinobu como Itzpapalotl. Espero que disfrutaran esa referencia tanto como yo al escribirla.
¡Saludos!
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