Capítulo 1


El broche perdido.

Chester Hill, una ciudad agradable, con bosques agradables, y personas agradables. Perfecto para venir a vivir con tu familia, o pasar las vacaciones de verano en las increíbles cabañas tipo canadienses.

Esto es lo que normalmente diría un agente inmobiliario para convencerte de comprar una de las sofisticadas casas de Chester Hill. Y bueno, mi madre es una agente inmobiliaria.

Chester Hill ha sido mi hogar desde pequeña, mis padres se mudaron cuando acababa de nacer, al ver el bello lugar se enamoraron del ambiente y decidieron quedarse.

Y yo ahora con mis 17 años no planearía vivir en un lugar mejor.

Mi vida ha sido de los más normal posible, estoy en el último año de preparatoria y tengo amigos de los más geniales que puedan existir.

Primero está Carlos Dawson: Un chico castaño de mi edad de estatura media, amante del cine junto a su hermana Samara, ellos han sido mis amigos desde que entré al primer año de primaria.

Luego está Lili Marti: La chica más duce y rara que pueda haber, no es un secreto que es una lectora empedernida traumada con la saga de Harry Potter, pero he de reconocer que la menor de los Marti tiene un carácter fuerte y firme.

Y luego estoy yo Riley Hans amante de los gatos y los tulipanes.

(...)

¡Y se llegó miércoles! El ombligo de la semana, los chicos y yo estamos en la cafetería de la escuela comiendo un sándwich de jamón y tomando café helado.

- ¿Y qué haremos esta tarde? – pregunta Lili sin apartar la mirada de su nuevo libro.

-Nosotros habíamos pensado ir al cine, - contesta Samara hablando por ella y su hermano.

-Sí, deberían venir con nosotros, han puesto una película de nuestro director favorito, -explica Carlos con una gran sonrisa.

-Por mí está bien, -opina Lili dándole un mordisco al sándwich.

Dejé de ponerles atención cuando mi teléfono vibró en mi bolsillo del jean.

Al sacarlo me di cuenta que era un mensaje de mamá.

Reina <3

Hoy irás conmigo al trabajo, te espero en casa al salir de la escuela. Sin excusas.

Con un gesto de molestia guardé el móvil, al levantar la mirada vi que los chicos me observaban, Samara es la primera en hablar.

-¿Ocurre algo Riley?, -dice con un poco de preocupación.

-Sí y no, -respondo bebiendo lo último que quedaba de mi café.

¿Y...?-dice Carlos moviendo las manos dando a entender que prosiguiera.

-Mamá me quiere llevar al trabajo, -digo decepcionada, -no podré acompañarlos al cine.

-No hay problema, - podemos ir otro día, -responde Sam quitándole asunto.

El timbre sonó marcando el final del receso y todos nos dirigimos al salón de química.

(...)

Al llegar a casa mamá estaba en su habitación poniéndose unos pendientes de perla en sus orejas, al oírme entrar apartó la mirada del espejo.

-¡Qué bueno que llegas, cámbiate de ropa y nos vamos, que ya se nos está haciendo tarde!, -dice abriendo el armario para buscar sus zapatos.

-Me fue genial madre, saqué 10 en química, -digo con sarcasmo

-Lo lamento, pero en la noche hablaremos de eso, los Ross estarán aquí en menos de una hora, así que date prisa.

Los Ross eran los nuevos compradores de una de las casas más antiguas y lujosas de Chester Hill, parece que esta venta marcará el cierre de mes más importante de mamá.

Y con eso salí de la habitación y me dirigí a la mía, me lavé la cara y me puse una camiseta de los Beatles, me quité las botas y me puse mis converse blancos.

-¡Riley!, Nos vamos, -grita mamá desde la puerta de la entrada.

-¡Voy!, solo me despido de Margarita y Crush

Después de encontrar y besar la cabecita de mis felinos bajé corriendo las escaleras.

En el auto, mamá mordía sus labios con fuerza -¿te pasa algo mamá?, -digo acomodándome.

-No, cariño, para nada, -dice con la mirada puesta en el camino.

-Pues yo creo que sí que te pasa algo, ya te quitaste el lápiz labial de tanto morderte los labios.

Y con eso inmediatamente aparcó el auto a la orilla de la carretera para aplicarse otra capa de lápiz labial.

La verdad no tengo idea por qué no soy coqueta igual que ella.

Mi madre tiene 32 años y es la mujer más coqueta que he visto, siempre se mantiene maquillada y bien vestida, tiene una colección enorme de faldas de tubo y vestidos formales, en cambio yo solo tengo camisetas en su mayoría grandes y jeans rotos, no tengo ni una sola falda, y si tengo vestidos son vitage y cortos, de esos que puedes usarlos con zapatillas deportivas y converse.

Después de un cuarto de hora llegamos a la casa que mi madre venderá a los Ross.

Al bajarnos ella literalmente corrió para asegurase que la casa estuviera en orden, le di un vistazo a la casa y me gustó, era muy linda, tenía dos plantas y ventanas enormes, de estilo colonial, al ver el jardín me quedé con la boca abierta, ya que tenía un área con lirios y tulipanes blancos, era muy hermoso.

El estilo antiguo quedaba de maravilla, al entrar se podía percibir el olor a madera de cedro y a libros viejos.

Al escuchar un auto me dirigí a la entrada junto a mamá para recibir a los Ross.

Cuando el auto aparcó en la entrada mamá alisó su falta y arregló por quinta vez la manga de su blusa, solo volteé los ojos al verla, no sé por qué está tan nerviosa, jamás la había visto así, mucho menos por el trabajo.

Del auto bajó un sujeto alto de mediana edad, junto a un mujer muy hermosa de cabello lacio a simple vista sedoso color chocolate, ambos se veían muy elegantes.

Después las demás puertas del auto se abrieron, bajó un chico alto de piel blanca y ojos oscuros, llevaba las manos en los bolsillos de su pantalón negro formal, me pareció de lo más guapo, pero lo que me sorprendió fue que tenía un semblante alegre y amable. Pero fue otra cosa, más bien persona que robó toda mi atención, era una chica con los ojos más bonitos que había visto en mi vida, al igual que su madre tenía el cabello hasta la cintura, lucía muy bonita con ese vestido color vino, pero, a diferencia del chico su semblante era serio hasta tenía las cejas un poco fruncidas, eso me causó un poco de intriga.

Después de saludar todos a mi madre la señora se acercó y me dio una sonrisa amable, mi madre se dio cuenta y me presentó.

-Ella es mi hija Riley, -dijo mi madre con orgullo, aunque su semblante cambió al ver mi vestimenta.

-mucho gusto,-dije con amabilidad.

-El sujeto estrechó mi mano y la señora me dio un corto abrazo, luego se dirigió a los chicos que esperaban detrás del sujeto.

-Ellos son nuestros hijos, Nícolas y Dulcinea.

Nícolas sonrió amablemente mirando a mi madre y a mí, la chica también sonrió pero no parecía una sonrisa genuina.

Después todos caminaron hacia el vestíbulo de la casa, me quedé atrás ya que no me apetecía entrar, me gustaba más estar en el jardín y eso hice, después de un rato me dirigí al área del mini laberinto de arbustos para ir a ver los tulipanes.

Pero un sonido captó mi atención, provenía de la pared de arbusto contraria a la mía, era una chica la que estaba hablando supuse que por teléfono ya que la casa la aislaba de las demás un gran muro y una verja que cubría toda la parte delantera de la entrada.

El tono con el que hablaba era molesto, incluso se escuchó una pisada fuerte contra el césped, como no lograba ver incliné mi oído hacia delante para escuchar mejor, pero una voz me interrumpió e hizo que casi me orinara del susto.

-¿Te gusta cotillear eh?, -volteé y en mi campo de visión apareció Nícola Ross, viéndome con una sonrisa y una ceja levantada.

Reaccioné de inmediato y traté de actuar natural, pero como esperaba no funcionó ya que él rió más fuerte, noté como el calor subía hacia mis mejillas.

-No te preocupes, -dice todavía riendo.

Después apartó su vista de mí para posarla en el jardín.

-Es precioso ¿no?, -opiné admirando los verdes árboles que se balanceaban con el viento.

-Lo es, de hecho creo que este será mi nuevo lugar favorito de la casa, -dice sonriendo.

Por Dios tiene una sonrisa muy encantadora.

-¿Ya has visto toda la casa?, -Pregunto haciendo mi cabello para atrás.

Asiente y posa su mirada en mí.

-Me gusta el estudio que está en la segunda planta junto a la biblioteca, aún conserva el aire antiguo de la casa, ¡hasta tiene un tocadiscos! -dice tornándose de repente serio.

Iba a decir algo más cuando su teléfono vibró de inmediato lo sacó del bolsillo de su pantalón.

Al ver la llamada se despidió de mí con un gesto de mano y con eso se fue.

Me quedé viendo el lugar por donde se había ido, de pronto recuerdo el motivo por el que estaba junto al arbusto. Con un poco de miedo o nervios ¡no sé qué era en realidad!, me dirijo a la pared contraria, la chica ya no estaba ahí, pero en su lugar visualicé algo brillante el césped, me agaché para tomarlo y noté que era un broche de plata, con la forma de un ruiseñor. En ese momento mi madre me llamaba desde la entrada del jardín, sin más guardo el broche en el bolsillo y salgo del jardín.


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