Capitulo 7

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Alexa se encuentra una vez mas fuera del café bar, quería ver a Becky, quería saber si podía cambiar.

La pequeña rubia entra al local, dirigiéndose rápidamente a la barra, en busca de su amiga, quizá su única amiga.

-Se le ofrece algo- Dice un robusto hombre.

-Hola- Dice la rubia confundida, ya que nunca lo había visto -Quisiera hablar con Becky.

-Becks pidió el día libre, algo sobre un doctor- Responde el hombre.

-Ohh- Es lo único que dice la rubia agachando la cabeza.

-¿Molestando otra vez Lexa?- La pelirrubia sube la cabeza para encontrarse con los divertidos ojos de Finn.

-No es tu asunto Finn.

-No saldrá contigo, a Baron no le gustan las desesperadas- Dice el Irlandés colocando su codo por el hombro de su amigo -Cierto Baron.

Sin decir una palabra, el robusto hombre se retira de aquella escena, entrando a la cocina.

-Lo ves- Dice Finn.

-Vine para ver a Becky idiota- Dice la rubia rodando los ojos, molesta.

-Bueno, ella no esta...

-Lo escuche- Alexa lo interrumpe.

-¿Y porque sigues aquí?

Sin saberlo, el Irlandés había herido a la pequeña rubia con sus palabras, no porque a Alexa le importe, si no por el hecho que esa herida ya estaba abierta.

-Para molestarte- Dice la rubia sonriendo con malicia -Tráeme un café, rápido.

El Irlandés rueda los ojos y desaparece de la vista de la fémina para ir por su pedido.

Alexa inhala y exhala repetidas veces, podía sentir el nudo en su garganta y las lagrimas acumularse, pero no lo aria, no lloraría.

Los pensamientos de Lexi son interrumpidos por el Irlandés, quien coloca la taza de café frente a ella.

La rubia lo toma en sus manos, sintiendo el calor de la taza.

Ese definitivamente no era su día.

La pequeña rubia se sentía fatal, no había sido consiente que había estado actuando tan egoísta por tanto tiempo.

No culpaba a Eva y Maryse, ellas solo estaban cansadas de lo mismo, era Alexa la del problema.

-¿Estas bien Lexa?- La mencionada se congela al sentir que había estado llorando todo este tiempo.

-Si, lo estoy- Dice la rubia volteando su rostro para limpiarlo con la manga de su suéter.

-Lo siento, a veces puedo ser molesto- Dice el ojiazul.

La rubia mujer voltea hacia el hombre, no pudiendo creer que le estaba pidiendo disculpa.

-¿Dijiste, lo siento?- Dice la rubia casi sonriendo.

El Irlandés solo le dedica una sonrisa -Tal vez.

-No te preocupes, puedo ser molesta también.

-Te diste cuenta...

-No arruines el momento- Le regaña la rubia.

-Lo siento.

Alexa le regala una de sus mas adorables sonrisas sin darse cuenta.

El Irlandés le sonríe de vuelta.

-Le dije a Becks que llegue temprano, puedes pasar por nuestro piso.

-Gracias, pero creo que solo espero hasta mañana, no es tan importante.

El silencio invade entre ambos, pero Finn no se mueve de su lugar, solo se queda parado, mirando como Alexa toma de su taza de café.

-Si quieres estoy aquí, se que no fui el único causante de esas lagrimas.

La rubia lo mira sin expresión en el rostro.

-No es importante.

-¿Segura? Puede que sea molesto, pero no repartiré tus problemas- Dice el Irlandés acercándose a la barra, colocando ambas manos en esta.

La rubia rueda los ojos.

-Bien, mis amigas, mis únicas amigas ya no quieren verme.

Finn frunce el ceño ante sus palabras.

-¿Porque?

-Porque hablo de mi todo el tiempo, no puedo estar en una conversación sin que sea sobre mi.

-¿Y no hacen nada al respecto?

-¿Como que?

-Como decirte que te calles o hablar contigo sobre eso.

-Emmm noup.

-Entonces no valen la pena- Dice el Irlandés encogiéndose de hombros.

-¿Que?

-Si fueran tus amigas de verdad y se preocupaban por ti, estarían ahora mismo contigo, tratando de resolver este problema y no ignorándote.

Alexa frunce el ceño ante sus palabras -¿Como sabes que han estado ignorándome?

-Porque vinieron aquí sin ti como tres veces, me pareció raro.

La pelirrubia suelta un suspiro, tal vez Finn tenga razón, tal vez sus amigas también eran como ella, queriendo que todo se trate sobre ellas y es por eso que la estaban ignorando.

-Gracias Finn- Dice la pequeña rubia sonriendo.

-De nada cariño- El Irlandés le guiña un ojo y desaparece de su vista, entrando a la cocina.

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La Irlandesa deja recostar su espalda por el cómodo sofá.

Había decidido ir a una biblioteca a leer un poco y relajar su mente.

Becky no era de esas personas que leía mucho, pero en su reciente estado, no encontraba mejor forma de pasar el rato, tal vez su panza aun no era tan grande, pero eso no significaba que podía hacer muchas cosas.

La pelinaranja abre el libro que había decidido leer, obviamente no excluyéndose la bendita malteada que quería probar desde esa mañana.

-¿Becky?- La Irlandesa frunce el ceño ante la mención de su nombre.

Deja la malteada a un lado y baja lentamente el libro que cubría su rostro.

Mierda- Piensa la Irlandesa.

-Becky- Dice el hombre sonriendo.

La pelinaranja no sabiendo que hacer, queda muda y petrificada en su lugar.

-Creí que nunca volvería a verte- El hombre se acerca cada vez mas y la fémina no sabia que hacer.

Quería enterrar su cabeza en el suelo.

El hombre termina de acercarse y se sienta al lado de ella, rodeándola con sus brazos.

-Hola- Al fin la fémina es capaz de hablar.

-Estas en New York, ¿que paso?- Dice el hombre separándose de ella, sonriendo, claramente feliz de verla.

-Emmm, ya sabes, quería cambiar- Dice la Irlandesa -Quería comenzar de nuevo.

-Me agrada eso- Dice el hombre -También decidí cambiar.

-Genial.

El aire se volvió un tanto incomodo al paso de unos segundos.

La Irlandesa lo mira detenidamente, los tatuajes, la sonrisa, su manera tan confiada de hablar, todo sobre aquel hombre la estaba arrastrando hacia él... de nuevo.

-Becky...

-Lo siento- Dice la pelinaranja saltando de su lugar para ponerse de pie -Tengo que irme.

-Espera Becca- El tatuado hombre la toma ligeramente de la muñeca -Estas... ¿embarazada?

El tatuado apenas se había dado cuenta del pequeño bulto en su vientre.

La Irlandesa cierra los ojos con fuerza, golpeándose mentalmente.

-Sip, tengo que irme- Becky se suelta del agarre de aquel hombre y sale disparada de la biblioteca, no olvidándose de su malteada y libro.

Al estar de nuevo en las ruidosas calles de New York, la pelinaranja no perdió tiempo en seguir huyendo.

Su respiración estaba cada vez mas agitada y decidió descansar cuando se dio cuenta que estaba cerca de su departamento.

Sintió una pequeña molestia en la panza y rápidamente llevo su mano libre en esta.

-Lo siento, lo siento bebé, pero teníamos que correr- Dice la fémina, acariciando su vientre.

Esta era la primera vez que Becky hablaba con su pequeño, días antes se había sentido estúpida, hablándole a su vientre mientras que todos los neoyorquinos la miraban raro.

Pero ahora, lo único que podía hacer era sonreír al darse cuenta que hablar con su pequeño no era tan malo después de todo.

Verlo de nuevo le había hecho recordar porque dejo su país natal, porque esta comenzando de nuevo y porque estaba embarazada.

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