"¿A dónde me llevas, Mimi Unnie?" preguntó la castañita, quien era llevada cuán princesa a quién sabe dónde.

"Al baño, amor, quiero hacer algunas cositas." respondió Mina.

"¿Qué cositas?" preguntó, moviendo sus piecitos mientras era cargada.

Era el segundo receso del día y este recién había comenzado. Tiempo suficiente para hacer lo que quería hacer con Nayeon.

Se sentía más extraña de lo normal, tenía unas inmensas ganas de devorar aquella boquita rojiza que la castañita se cargaba. Todo fue gracias a que la noche anterior estuvo pensando bastante de más en Nayeon.

Además de que sus celos habían salido a flote cuando una nueva estudiante había llegado ese mismo día.

Sí, bueno, la chica había llegado a mitad de año porque la expulsaron de su anterior colegio, por lo que ahora había llegado una estudiante que prometía ser alguien problemática en su institución, y para colmo, había fijado su vista en Nayeon.

Su horrible y problemática vista en su Nayeon.

Las personas que permanecían en el pasillo veían emocionados la escena.

"¿Te gustan mis besitos?" preguntó, en cambio, Mina mientras abría con el pie la puerta del baño, nadie estaba dentro y lo agradecía.

Nayeon se sonrojó.

"¡Mimi!" se quejó, golpeando el pecho de esta suavemente con su puño. "No hagas ese tipo de preguntas, haces que me ponga tímida." susurró.

"¿Es un sí?" preguntó, bajando con cuidado a Nayeon de sus brazos, ahora sosteniéndole de la cintura mientras la apegaba más a sí misma.

Nayeon hizo un sonidito con su garganta, dando a entender un "sí" mientras se escondía en el pecho de Mina.

"Bebé, mírame." murmuró la azabache, levantando un poco la remera de Nayeon para pasar a acariciar con suavidad la piel canela que quedaba expuesta.

Nayeon acató a su orden sin dudarlo. Sus hebras castañas se sacudieron un poco hacia atrás cuando subió la mirada para ver la hermosa carita de su Unnie favorita.

Jadeó en sorpresa cuando sintió los labios de Mina sobre los suyos, moviéndose ni tan lento, ni tan rápido, en un punto medio, donde había llevado, sin dudas, a ambas al cielo con tan solo un pequeño toque.

Nayeon pasó sus manos por el pecho de Mina lentamente, llevándolas hasta su cuello y después hasta su nuca, acariciando y enredando sus dedos en los cabellos pelinegros de la misma.

Sorpresivamente, Mina llevó sus manos a los muslos de la menor, teniendo que inclinarse un poco para hacerlo, e incitando a que Nayeon saltase y enredase sus piernas a la cadera de la mayor, lo cual así fue.

Nayeon se acomodó mejor estando colgada de la mayor, acercándose a su cuerpo y enredando aún más sus dedos en el cabello de Mina.

La mayor se dedicó a saborear la boquita de su mejor amiga. Aquel sabor a fresa la estaba volviendo loca.

Sin apuro, llevó a la menor hasta la mesada del lavamanos, dejándola allí y posicionándose entre sus piernas, agarrándole de su pequeña cintura y acercándole a su cuerpo, hasta quedar sin espacio alguno entre ambas.

Nayeon llevó sus manos —que ahora estaba en la mesada— otra vez al cuello de la mayor, no queriendo separarse de ella ni de sus tibios labios.

Mina delineó el labio inferior de Nayeon con su lengua, sacándole un jadeo que la avergonzó en demasía.

Mina se separó, respirando con dificultad y viendo la boquita entreabierta de Nayeon queriendo que el oxígeno pasase hasta sus pulmones otra vez.

Mina sonrió, ahora besando ambas mejillas sonrojadas —como las propias— de Nayeon, para luego ir a su mentón, donde dejó suaves besos para después hacer un camino de besitos hasta el cuello contrario.

"M-Mimi, me haces cosquillas." rió la más pequeña, inclinándose al toque, sin embargo. Le encantaba estar así con ella.

Mina sonrió al oír su preciosa risa, por lo que no paró de besar parte de su piel. Nunca había experimentado algo así, y hacerlo con Nayeon le estaba fascinando. Sin pena, chupó una pequeña porción, con la idea de dejar una marquita, lo cual logró.

"Mimi..." Nayeon susurró, porque aquella succión había sido vergonzosamente excitante.

Aunque, definitivamente, quería sentir más de aquello.