Girl Meets Goodbye Philadelphia

La casa de los Matthews estaba llena de un silencio extraño, roto solo por las voces suaves que intentaban mantener la calma mientras Harriet se despedía. La sala, que siempre había sido un refugio cálido, ahora tenía un aire melancólico.

Emily fue la primera en acercarse, sus ojos llenos de lágrimas.

—Voy a extrañarte tanto, Harriet. —Su voz temblaba mientras envolvía a Harriet en un fuerte abrazo.

—Y yo a ti. —Harriet respondió con una sonrisa triste. Se inclinó hacia Gabe, que descansaba en brazos de Josh, y le susurró con cariño—. Dile adiós a tía Emily, cariño.

Gabe levantó la mano en un gesto torpe, y Emily rompió en risas suaves, secándose las lágrimas.

Liam fue el siguiente, dándole un apretón firme en los hombros.

—Sabes que siempre puedes llamarnos, ¿verdad? No importa la hora.

Harriet asintió, agradecida.

Alan y Amy se acercaron juntos, ambos intentando mantener la compostura. Amy la abrazó, acariciándole la espalda como solía hacerlo cuando Harriet era más joven.

—Te vamos a extrañar muchísimo, querida. Cuídate y cuida de Gabe. —Su voz era suave pero llena de emoción.

Alan le ofreció una sonrisa alentadora mientras le daba una palmada en el hombro.

—Si necesitas algo, lo que sea, siempre estaremos aquí para ti.

—Lo sé, gracias por todo. —Harriet sintió que las lágrimas querían escapar, pero respiró profundamente para mantener la compostura.

Finalmente, George se acercó con su calma habitual.

—Prometo que no me convertiré en ese abuelo que se aparece sin avisar... pero solo si no dejas de escribirme.

Harriet rio entre lágrimas y le dio un abrazo breve pero cariñoso.

Josh esperó junto a la puerta con Gabe en sus brazos, observando todo con una expresión indescifrable. Cuando todos los demás terminaron sus despedidas, Harriet se giró hacia él.

—¿Listos? —preguntó Josh en un murmullo.

Harriet asintió, tratando de no mirar hacia atrás mientras él abría la puerta. Amy, Alan, y los demás se agruparon en el porche para despedirse una última vez mientras el auto de Josh se alejaba con Harriet y Gabe en el asiento trasero.

El auto avanzaba por la carretera en silencio. Harriet miraba por la ventana, con Gabe dormido en su portabebé en el asiento trasero. Josh mantenía la vista fija en el camino, sus manos agarrando el volante con fuerza, como si intentara controlar algo más que el auto.

Harriet rompió el silencio, usando un tono ligero para tratar de aligerar la atmósfera.

—Bueno, cuando yo me vaya... —dijo, girándose hacia él— podrás quitar el portabebé del auto. Quizá así consigas una pareja.

Josh parpadeó, sorprendido por el comentario, pero no apartó la vista del camino.

—¿De qué hablas? —preguntó con seriedad, aunque había una pizca de molestia en su voz.

Harriet se encogió de hombros, como si no fuera algo importante.

—Vamos, Josh. Seguro que sin él, atraerás más atención.

Josh negó con la cabeza, su mandíbula apretándose mientras trataba de contenerse.

—No necesito a nadie más.

Harriet lo miró con sorpresa.

—¿No necesitas a nadie? Vamos, claro que sí. Eres joven, tienes todo un futuro por delante...

—No necesito a nadie más, Harriet. —La cortó, girándose hacia ella por un breve instante antes de volver su atención al camino. Su voz estaba cargada de algo más que simple firmeza, pero él no lo explicó.

Harriet guardó silencio, analizando su tono y el peso que llevaba. Aunque quiso contestar, algo en su mirada, en su actitud, la hizo detenerse.

El viaje continuó en un tenso mutismo. Gabe dormía plácidamente, ajeno al complicado tira y afloja emocional entre los dos jovenes que más lo amaban.

La estación de tren estaba lleno de voces, maletas rodando y pasos apresurados. Harriet llevaba a Gabe en brazos, mientras Josh cargaba las maletas, caminando junto a ella hasta la puerta de embarque. Cada paso sentía más pesado, aunque ninguno lo admitiría.

Cuando anunciaron que el tren saldria pronto y llamaron a los pasajeros para dirigirse a la puerta, el silencio entre ellos se volvió casi insoportable. Harriet giró hacia Josh, sus ojos brillando con una mezcla de incertidumbre y algo más, algo que ninguno de los dos quería nombrar.

Josh miró a Gabe primero, con su pequeña mano descansando en el hombro de Harriet.

—Cuídalo, Harriet. —Su voz era firme, pero había una suavidad en sus palabras que se sintió como un golpe en el pecho de ella.

—Siempre lo hago, Josh. —Respondió Harriet con un intento de mantener la compostura, aunque por dentro sus emociones estaban a flor de piel.

Se quedaron en silencio un momento más, ninguno queriendo dar el siguiente paso. Harriet forzó una sonrisa, queriendo aliviar la tensión.

—Bueno... supongo que esta es la parte en la que decimos adiós. —Pero la sonrisa no llegó a sus ojos.

Josh asintió, apretando los labios. Dio un paso hacia ellos y miró directamente a Gabe, ignorando por un momento los pensamientos que luchaban en su mente.

—Adiós, campeón. —Murmuró, pasando una mano por el cabello del pequeño—. Te voy a extrañar.

Gabe, ajeno al peso de la situación, agitó su manita hacia Josh con un balbuceo. Josh tragó fuerte, bajando la mano mientras intentaba mantener la calma.

Harriet lo miró un instante más antes de finalmente hablar.

—Gracias por traernos. —Su voz sonó débil, como si cada palabra le costara un mundo.

Josh negó con la cabeza, esbozando una media sonrisa.

—Es lo menos que podía hacer.

Cuando Harriet dio el primer paso hacia la puerta, sintió el peso de los ojos de Josh sobre ella. Por un breve instante, se giró y sus miradas se encontraron. Fue un momento que duró apenas un segundo, pero lo suficiente para que todo lo no dicho entre ellos flotara en el aire.

Sin más palabras, Harriet siguió avanzando con Gabe en brazos, y Josh se quedó allí, observándola desaparecer entre la multitud, el peso de su ausencia ya empezando a hundirse en su pecho.

Josh permaneció en el andén incluso después de que el tren de Harriet y Gabe desapareció en la lejanía. El ruido de las ruedas sobre los rieles se desvaneció poco a poco, dejándolo en un silencio abrumador, a pesar del bullicio del lugar.

Había sostenido a Gabe por última vez antes de entregárselo a Harriet. Sus miradas se cruzaron con una intensidad incómoda, como si hubiera algo que ambos querían decir pero no podían. Y entonces, ella subió al tren. No hubo abrazos, no hubo palabras que calmaran la tensión que flotaba entre ellos, solo un incómodo "cuídate".

Josh siguió mirando hacia donde el tren había desaparecido, clavado en el lugar como si no supiera qué hacer con sus propios pies. Soltó un profundo suspiro, más largo y pesado de lo que hubiera querido.

—Ni siquiera la abracé… —murmuró, rascándose la nuca con frustración. Una parte de él estaba enojada consigo mismo, preguntándose por qué le costaba tanto expresar lo que realmente sentía, mientras que otra parte estaba atrapada en una confusión que no quería enfrentar.

¿Por qué esa despedida lo había dejado tan vacío? ¿Por qué algo tan simple como verlos marcharse se sentía como perder una parte de él?

Se quedó en el andén unos minutos más, mirando el rastro de vapor que se había disipado en el aire. Lentamente, se dio la vuelta, metiendo las manos en los bolsillos de su chaqueta, y salió del lugar con el peso de una despedida que no sentía como un final, pero tampoco sabía cómo arreglar.

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