Girl Meets Christmas Photo

El timbre resonó por la casa, y Auggie salió disparado hacia la puerta mientras gritaba emocionado:

—¡Abuelo! ¡Abuela!

Abrió la puerta y ahí estaban Alan y Amy Matthews, con sus sonrisas cálidas y cargados de regalos. Alan se inclinó ligeramente hacia su nieto y sacó un billete de diez dólares de su bolsillo.

—Aquí tienes, diez dólares. Quiéreme más que a ellos.

Auggie tomó el dinero, mirándolo con ojos brillantes, y respondió con seriedad:

—Está bien.

Amy, fingiendo indignación, sacó una caja de galletas y se la ofreció a Auggie con una sonrisa.

—Aquí tienes galletas.

Auggie tomó las galletas y dijo:

—Gracias... Diez dólares —y le entregó el billete de regreso a Amy.

Amy lo aceptó con una sonrisa triunfal.

—Así es como se hace.

La risa llenó la entrada mientras Alan y Amy comenzaban a saludar con abrazos a los demás. Gabe, que estaba jugando en el suelo cerca del árbol, gateó hacia sus abuelos, moviéndose con entusiasmo. Amy lo alzó y lo abrazó, mientras Alan le entregaba un pequeño paquete envuelto en papel festivo. Gabe lo tomó entre sus manitas, encantado.

—Creo que ya hay un nieto favorito —susurró Riley a Harriet, divertida.

Amy, sin soltar a Gabe, dijo con ternura:

—La última vez que lo vi apenas podía sostener la cabeza... ¡Y ahora está gateando por toda la casa!

Después, Amy sacó un pequeño sobre y se lo extendió a Harriet.

—Tu papá quería venir, pero tuvo un asunto imprevisto. Te manda esto con sus disculpas.

Harriet tomó el sobre y asintió, sonriendo suavemente.

—Gracias, no te  preocupes, lo entiendo.

El momento quedó en silencio por un instante, lleno de calidez familiar, mientras todos volvían a instalarse alrededor de la sala, listos para compartir la magia de la Navidad juntos.

Alan echó un vistazo alrededor de la casa, suspirando con una sonrisa melancólica.

—Cuántos niños… No hace mucho, yo tenía niños en casa.

Justo en ese momento, la puerta se abrió y apareció Josh.

—Sí, solo hasta mañana… ¿o no, papá? —dijo con una sonrisa mientras caminaba hacia Alan y le entregaba las llaves del auto.

Alan asintió, fingiendo seriedad.

—Oh, sí, claro, tú.

Desde la sala, Maya lo observó y sonrió ampliamente.

—¡Boing!

Riley giró hacia su amiga.

—Es mi tío, Maya. Y el padre de mi primo.

Maya sonrió con picardía y agregó:

—Qué bueno, entonces yo podría ser tu tía.

Harriet, que escuchaba la conversación, le lanzó una mirada de advertencia, y Maya levantó las manos como diciendo solo bromeo.

Auggie corrió emocionado hacia Josh.

—¡Joshi!

Josh se agachó para cargarlo.

—¡Auggie! —respondió con entusiasmo mientras lo subía a sus hombros.

—Me gusta estar arriba —dijo Auggie, riendo mientras Josh caminaba por la sala con él.

Cory se acercó, señalando a Josh con exagerada emoción.

—¡Mi hermano!

—¡Mi hermano! —repitió Josh, imitando el tono de Cory, divertido.

—¿Cómo es posible que seamos hermanos? —dijo Cory, como si no pudiera creerlo.

Josh miró a Alan, alzando las cejas.

—Por que es una sorpresa

Alan soltó una carcajada.

—Deja de hacer eso.

Josh dejó a Auggie en el suelo.

—Se siente tan orgulloso. Entra al cine por unas monedas.

Riley corrió hacia él, rodeándolo con los brazos.

—¡Tío Josh!

Josh la abrazó con calidez.

—¡Riley!

Maya, sin dudarlo, también lo abrazó.

—¡Tío Josh!

Él no correspondió del todo, manteniéndose rígido.

—No soy tu tío, Maya.

Ella sonrió ampliamente.

—Eso es mejor.

Antes de que pudiera decir algo más, Riley los separó con rapidez, lanzándole a su amiga una mirada de advertencia.

En ese momento, Harriet apareció desde el pasillo.

Josh, todavía sorprendido por lo rápido que había pasado el tiempo, apenas logró procesar la escena cuando Harriet apareció desde el pasillo. Sus miradas se encontraron, y por un instante, el ruido del resto de la casa pareció desvanecerse. Entre ellos estaba esa tensión latente, resultado de despedidas no concluidas y emociones no dichas.

Josh ofreció una pequeña sonrisa, nervioso pero sincero. Harriet le respondió igual, aunque su corazón latía con fuerza.

Antes de que ninguno de los dos pudiera decir una palabra, una pequeña figura captó la atención de ambos. Gabe, gateando con rapidez, avanzó directo hacia Josh.

El mundo pareció detenerse para Josh al verlo. Por meses había tratado de imaginar los avances de su hijo, pero verlo moverse así, con tanta vida, superaba cualquier pensamiento.

—¿Está... está gateando? —murmuró, incrédulo, mientras se agachaba para recogerlo.

Josh levantó a Gabe en sus brazos, sintiendo cómo una mezcla de alegría y tristeza lo abrumaba al darse cuenta de cuánto se había perdido. Sostuvo al bebé con cuidado, como si quisiera recuperar el tiempo perdido solo con ese contacto.

—Mírate... tan grande ya... —susurró con la voz algo quebrada mientras acariciaba la cabeza de Gabe con ternura.

Harriet observaba desde un par de pasos de distancia, sus emociones a flor de piel. Hubo un brillo en sus ojos, pero también un peso en su pecho.

Josh, con Gabe en sus brazos, levantó la mirada hacia ella.

—No puedo creerlo... —dijo en voz baja—. Es increíble... como tú. —La última palabra salió apenas audible, casi como si no quisiera que ella lo escuchara, pero el mensaje fue claro.

Harriet desvió la mirada, intentando recomponerse, pero el nudo en su garganta solo se apretó más. Josh caminó lentamente hacia ella, sosteniendo a Gabe como si fuera su mayor tesoro.

—Gracias —dijo de repente, su tono lleno de significado.

Harriet lo miró, algo confundida.

—¿Por qué? —preguntó, su voz apenas un susurro.

Josh la miró intensamente, su expresión reflejando todo lo que sentía y no había dicho en meses.

—Por cuidarlo.

Antes de que Harriet pudiera responder, Josh bajó la mirada a Gabe, quien jugaba con las manos de su padre.

—¿Sabes, pequeñín? Tu mamá es una maravilla y que linda está—dijo, más para Harriet que para Gabe.

Harriet soltó una pequeña risa nerviosa, tratando de aliviar la tensión que se sentía como una carga entre los dos. Josh dio unos pasos hacia otra parte de la casa con Gabe, pero antes de irse, le lanzó una última mirada a Harriet, cargada de todo aquello que ninguno de los dos podía poner en palabras.

Harriet se quedó en su lugar, mirando cómo se alejaban, con las emociones a flor de piel. Riley y Maya, que habían estado observando todo en silencio, se giraron hacia ella con sonrisas cómplices.

—Definitivamente no es nada —comentó Riley con sarcasmo.

Harriet rodó los ojos, pero no pudo evitar una pequeña sonrisa, aunque en su interior el torbellino de sentimientos seguía latiendo con fuerza.

Poco después Riley se acercó con su teléfono en mano y una sonrisa brillante mientras Harriet y Josh estaban cada uno en un lado del comedor, evitando cualquier proximidad evidente.

—¡Vamos, ustedes dos! Tienen que posar para una foto con Gabe. Es su primera Navidad, después de todo —exclamó alegremente.

Harriet y Josh intercambiaron miradas rápidas, ambos incómodos por la idea.

—Oh, eh... quizás más tarde —respondió Harriet, fingiendo que aún acomodaba los adornos en la mesa.

—Sí, además creo que Gabe está más interesado en su nuevo juguete —añadió Josh, señalando vagamente hacia el pequeño que estaba entretenido con un peluche navideño.

Topanga, que pasaba con una bandeja de galletas, los miró con ese semblante característico de cuando sabía exactamente lo que hacía falta.

—No empiecen a inventar excusas. Deberían posar para al menos una foto —dijo, con un tono suave pero firme—. Es un recuerdo importante. Un día querrán mirar atrás y agradecer tenerlo.

Harriet soltó un leve suspiro, sabiendo que Topanga no iba a ceder.

—Está bien, pero que sea rápido —dijo Harriet finalmente.

Josh asintió de forma casi imperceptible mientras Riley ya comenzaba a organizar todo.

—Perfecto, yo los ayudo —dijo Maya, tomando a Gabe en brazos y entregándoselo cuidadosamente a Josh—. Tú lo sostienes porque eres el “tío Boing”.

Josh lanzó una mirada exasperada a Maya mientras tomaba al bebé. Harriet no tuvo otra opción que acercarse, poniéndose al lado de Josh.

—Ahora, acérquense un poquito más —indicó Riley, gesticulando exageradamente como si dirigiera una película—. Harriet, pon tu mano en su hombro o algo.

—¿Qué? —exclamó Harriet, visiblemente incómoda.

—Es para que la foto se vea más linda —insistió Riley.

Harriet, tratando de no mostrar lo incómoda que se sentía, se colocó al lado de Josh, quedando lo suficientemente cerca como para que las puntas de sus brazos se rozaran. Josh la miró de reojo antes de enfocarse en Gabe, que parecía ajeno al ambiente extraño y jugueteaba con las manos de su padre.

—¡Digan “Primera Navidad!” —canturreó Riley, sosteniendo el teléfono en alto.

Ambos intentaron sonreír, aunque sus expresiones se mezclaban entre genuina y forzada. En el centro de todo, Gabe soltó una pequeña carcajada que, de alguna forma, relajó el momento.

Riley tomó varias fotos rápidamente, aprovechando que el ambiente se suavizaba un poco.

—¡Listo! —anunció con entusiasmo—. Esto va directo al álbum.

Jambos se miraron brevemente, compartiendo una sonrisa algo más sincera esta vez. La incomodidad seguía presente, pero por un momento parecía que solo importaba estar allí juntos para Gabe.

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