Girl Meets Acceptance

Harriet estaba sentada en su cama, Gabe en su regazo, jugando con sus manitas mientras ella con un suspiro miraba la pantalla de su teléfono. El bebé se reía entre carcajadas de alegría, sus pequeños dedos intentando alcanzar el teléfono de Harriet, pero ella no lo dejaba demasiado cerca de él. La mañana había sido tranquila, casi demasiado tranquila, y a pesar de las muchas cosas que había que hacer, Harriet sentía ese cosquilleo en el estómago. La carta de aceptación.

Estaba revisando nuevamente las notificaciones, cómo había estado haciendo toda la semana, cada vez más ansiosa, esperando esa notificación oficial. Decidió darle una última mirada al correo, uno que había estado guardando con la esperanza de una respuesta favorable.

Y entonces, ahí estaba.

"Felicitaciones, Harriet Feeny, tu solicitud ha sido aceptada para estudiar en la John Quincy Adams de Nueva York."

Su corazón dio un vuelco y por un momento, todo lo demás desapareció a su alrededor. Aquel correo era la oportunidad de su vida, el gran salto hacia su futuro. Se quedó mirando la pantalla unos segundos, sin poder creerlo del todo, como si el teléfono pudiera deshacer lo que decía, pero no lo hacía.

Gabe, como si sintiera la tensión de su madre, soltó una risa suave, rompiendo el hechizo de silencio en el aire. Harriet miró al bebé y le sonrió con ternura, pero sus ojos brillaban con emoción.

-Mira, Gabe, lo conseguimos... ¡Lo conseguimos! -susurró, más para sí misma que para el pequeño. Mientras sostenía al bebé, sintió una mezcla de euforia y miedo. La emoción de la aceptación se mezclaba con la incertidumbre de lo que se venía. ¿Nueva York? ¿Alejarse de todo? Su familia. Y, por supuesto... ¿Josh?

Sin embargo, por ahora, decidió dejar las preocupaciones para después y concentrarse en la buena noticia. Dejó el teléfono a un lado y abrazó a Gabe contra su pecho, respirando profundo, agradecida por todo lo que había conseguido hasta ese momento.

La aventura estaba por comenzar.

Los días habían pasado tranquilos en casa, pero Harriet sabía que no podía seguir postergándolo. Alan, Amy y George ya estaban al tanto de su aceptación en Nueva York, y todos la habían animado con entusiasmo. Cory incluso le ofreció quedarse con ellos durante el tiempo que estuviera estudiando en la ciudad, algo que la había emocionado y aliviado a la vez. Sin embargo, la parte más difícil aún estaba pendiente. Josh no sabía nada.

Esa tarde, Harriet esperó a que Josh regresara a casa. Se sentaron juntos en la sala, con Gabe durmiendo en su sillita cerca de ellos. Harriet podía sentir su corazón latiendo rápido, pero decidió que no podía esperar más.

-Josh, necesito contarte algo. -Tomó aire, intentando mantener la calma-. Me aceptaron en la escuela John Quincy Adams de Nueva York.

Josh, que había estado bebiendo agua, se detuvo en seco. La sorpresa fue evidente en su rostro, pero su expresión no mostraba ninguna emoción específica. Solo parpadeó un par de veces antes de preguntar:

-¿Nueva York?

-Sí. Es una gran oportunidad para mí, Josh. Es la Academia, sabes lo importante que es... -dijo, con una ligera sonrisa que intentaba contagiar su entusiasmo, pero Josh no parecía compartirlo.

-¿Y Gabe? -preguntó él, directo.

El silencio llenó el espacio por unos segundos. Harriet sabía que esa era la parte que más le preocupaba a Josh, pero ella ya había pensado en ello.

-Voy a llevármelo conmigo -dijo con firmeza, manteniendo la mirada en él.

Josh dejó la botella de agua sobre la mesa con un movimiento más brusco de lo necesario.

-¿Quieres irte? Bien, Harriet. Vete. Pero Gabe no se va contigo.

-¿Qué? -Harriet frunció el ceño, la sorpresa y el enojo mezclándose en su rostro-. ¿Qué estás diciendo?

-Digo que si tú decides irte, está bien. Pero no vas a arrastrar a Gabe a tu gran aventura. No es justo para él, y tampoco para mí.

-Josh, yo soy su madre. Puedo cuidarlo perfectamente bien. No es como si lo estuviera abandonando.

-No se trata de eso, Harriet. Él tiene a su familia aquí. Tiene estabilidad aquí. No puedes solo empacar y llevártelo. ¿No ves lo egoísta que estás siendo?

-¡No estoy siendo egoísta! -alzando un poco la voz, Harriet se puso de pie, sintiendo cómo la frustración crecía-. Esta es una oportunidad que no puedo dejar pasar. Es por nuestro futuro, por mi futuro.

-¿Por tu futuro? -Josh soltó una risa seca y negó con la cabeza-. Mira, haz lo que quieras, pero Gabe se queda conmigo.

La discusión se detuvo de repente cuando un ruido suave vino de la sillita de Gabe. Ambos miraron al bebé, que se revolvió un poco, pero seguía dormido. Harriet cerró los ojos, intentando calmarse, mientras Josh miraba al piso con la mandíbula apretada.

Sin decir más, Josh se giró y salió de la casa, dejando a Harriet con el corazón pesado y los ojos llenos de lágrimas que se negó a dejar caer.

-Quédate con calma, Gabe. Todo va a estar bien -susurró al bebé, más para convencer a sí misma que a él.

Harriet doblaba cuidadosamente la ropa de Gabe y la guardaba en la pequeña maleta azul que había traído días atrás. Su habitación se veía más vacía con cada cosa que empacaba, y aunque la emoción por el cambio seguía ahí, también había un peso en su pecho. Trató de ignorarlo mientras cerraba la maleta con un suave suspiro.

En la sala, George estaba sentado en su sillón con una taza de té mientras conversaba con Amy y Alan.

-Estoy muy orgulloso de Harriet -dijo Amy, sonriendo mientras entrelazaba sus manos sobre su regazo-. Esta es una oportunidad que cambiará su vida.

-Lo es, aunque ese "cambiar la vida" nos incluye a todos -respondió Alan con un tono cálido-. Será difícil acostumbrarnos a no tenerla cerca.

George asintió, aunque parecía un poco pensativo. Miró hacia el pasillo, como si pudiera ver a Harriet desde donde estaba.

-Ella está arriba empacando las cosas de Gabe. -Sus palabras salieron con un tono neutral, pero eso no impidió que la puerta principal se abriera de golpe.

Josh entró furioso, con pasos rápidos que resonaron por la casa.

-¿Qué acaba de decir? -preguntó, clavando su mirada en George.

Amy y Alan se miraron con preocupación antes de seguir a Josh, quien ya se dirigía hacia la habitación de Harriet. Al entrar, la encontró agachada revisando una pequeña manta. Harriet lo vio y su corazón se detuvo un segundo al notar la furia en su rostro.

-¿Qué haces aquí? -preguntó con frialdad.

-¿Qué estás haciendo tú? ¿Empacando las cosas de Gabe? -Josh caminó hasta la maleta, la abrió y comenzó a sacar las cosas con movimientos rápidos-. No te lo llevarás.

-¡Josh, déjalo! -Harriet avanzó, tratando de detenerlo mientras él sacaba la ropa y los juguetes que ella había preparado.

Los gritos comenzaban a llenarse de enojo y frustración cuando un suave llanto interrumpió el momento. Ambos miraron hacia la cuna donde Gabe estaba comenzando a moverse inquieto, sus pequeños ojos llenos de lágrimas. Harriet dio un paso hacia él, dispuesta a calmarlo, pero Josh fue más rápido.

-Yo lo tengo -dijo, levantándolo en brazos y acunándolo suavemente para intentar calmarlo. Gabe se relajó un poco, pero seguía haciendo pequeños ruiditos de llanto.

-Josh, dame a mi hijo. -La voz de Harriet se quebró ligeramente, pero estaba llena de firmeza.

-No vas a llevártelo, Harriet. No voy a dejar que lo hagas.

Josh se giró y salió de la habitación con Gabe en brazos, mientras Harriet, temblando de rabia, lo seguía hasta el pasillo.

-¡Josh! ¡Regresa ahora mismo con Gabe! -gritó, intentando alcanzarlo, pero George se interpuso, colocándose frente a ella.

-Basta. Los dos necesitan calmarse -dijo George con autoridad, mirando a Harriet directamente a los ojos-. No resolverán nada así.

Harriet lo miró, con lágrimas de frustración cayendo por su rostro. Josh ya había salido de la casa, y ella quería correr tras él, pero algo en la mirada de George la detuvo. Resopló y cruzó los brazos, apretando los puños mientras sentía cómo el enojo la consumía.

George colocó una mano en su hombro, su voz más suave ahora.

-Tranquilízate, Harriet. Gabe necesita que ambos piensen con claridad, no con enojo.

Ella cerró los ojos, tratando de respirar profundamente para calmarse, aunque el vacío que sentía al no tener a Gabe en sus brazos era inmenso.

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