REGÁLAME UN BAILE | Brillo Arcoíris
Este relato ha sido creado para la Antología Brillo Arcoíris de Goddesslight publicads en AntologiaLight
Esto solo es un extracto, si queréis leer el cuento entero, ya sabéis a dónde tenéis que ir. Además es una iniciativa maravillosa para conocer a maravillosos autores con maravillosos mensajes!!
Nunca había imaginado que la vida me cambiaría tanto en tan poco tiempo.
Todo me iba de maravilla: en poco más de un mes, me iba a casar con Valeria, la mujer más maravillosa que jamás pude imaginar. Nos habíamos comprado un precioso apartamento que recién estrenábamos -después de una larga reforma y posterior mudanza- y en el trabajo estaban a punto de ascenderme. Iba a ser la primera presidenta de Alumco SA, una de las cinco empresas más importantes del país; todo un logro no sólo por ser la primera mujer trans en alcanzar ese cargo, sino porque lo iba a lograr con tan solo veintiocho años.
Y de la noche a la mañana, Valeria se marchó sin decir ni adiós. Cuando regresé de otro duro día en la oficina, encontré que faltaban todos sus objetos personales y toda su ropa. Ni una nota, ni un mensaje... nada. Intenté ponerme en contacto con ella, buscar una explicación... pero sólo, después de muchos días de insistir, recibí un breve mensaje:
«No me busques y no me llames más. Ya no te quiero.»
Me quedé desolada, y me vi abocada a la desagradable tarea de anular la boda y de encontrarme en un apartamento que iba a ser un hogar y que ahora era un simple techo donde dormir. Ni cuando mi ansiado (y peleado) ascenso llegó, me emocioné. Sin Val, nada me emocionaba.
Y mucho menos me emocioné cuando recibí aquel email que me "invitaba" formalmente al baile que organizaba la Casa de la Gobernación. Digo que me invitaba, pero en realidad era una exigencia, porque todos los directivos de las grandes empresas del país estábamos obligados a asistir a cualquier evento que la Gobernadora decidiese organizar.
No me apetecía en absoluto, ese día menos que ningún otro, pero ahí estaba yo, ataviada con un vestido negro de noche y esperando que Iván, mi mejor amigo desde críos y mi mano derecha en la oficina, pasara a recogerme.
—¡Estás espectacular, Davinia!
—Por fuera puede... pero no me apetece ir a esa estupidez... ¿A santo de qué organizan un sarao a estas alturas de febrero?
—No entiendo cómo estás tan desconectada de la realidad, nena... Carola, la hija de la Gobernadora, tiene que elegir a su consorte. Es el baile de Herencia; ya hace dos meses que falleció la Gobernadora Sanabria...
Así es como me sentía yo, muerta. Era verdad que llevaba demasiado tiempo desconectada de la realidad. Al oír a Iván, pensé en que la Gobernadora había hecho una labor encomiable durante muchos años y lamentaba su desdicha, pero era incapaz de salir de mi propia congoja.
—Lo comprendo, pero yo no pinto nada allí... además ¿sabes qué día es hoy? —solté con un hilo de voz.
—Claro. Sábado 25 de feb... ¡Joder, Vini! Lo siento, nena... —dijo al darse cuenta de que era la fecha destinada a mi enlace—. Pues también es casualidad, oye. Pero bueno, ya sabes eso que dicen de la mora...
—¿La mora? ¿Qué mora? —No sabía de qué me estaba hablando.
—Sí, que la mancha de la mora con una verde se quita. Aprovecha el baile para divertirte un poco.
Iván y sus refranes de abuela... Pues estaba yo para refranes...
—Déjate de moras y frambuesas... Da la vuelta por favor. Ya pondré una excusa... Que me ha venido la regla o algo así.
Iván rio por lo bajo.
—Vini... — me riñó entre risas.
—Sí, sí... —asumí —, ya sé que físicamente es imposible...
—No lo digo por eso, boba. Lo digo porque es una excusa tan burda y anacrónica que ni las cis la usan... Además de machista...
Iba a replicarle que me la traía al pairo, que la excusa era lo de menos, que quería volver a esas paredes que me hacían de casa y tenderme en ese colchón que me hacía de cama a llorar hasta quedarme dormida; pero entonces el coche se detuvo y un fornido hombre vestido con traje completamente negro y gafas de sol -a las nueve de la noche-, abrió mi portezuela mientras me tendía su mano.
—Señorita Morales, la estábamos esperando.
«¡Joder! Ni que pasaran lista» pensé...
CONTINÚA en ANTOLOGÍA BRILLO ARCOÍRIS.
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