EXTRAÑAS AMISTADES | Felices para siempre
Retelling del cuento Ricitos de Oro y Los Tres Ositos, creado para la Antología FELICES PARA SIEMPRE de @Goddesslight (@AntologiaLight )
Esto solo es un extracto, si queréis leer el cuento entero, ya sabéis por dónde tenéis que ir. Además es una iniciativa maravillosa para conocer a maravillosos autores!!
Había una vez una familia que vivía en el bosque. Tenían una casa muy bonita y eran una bonita familia: papá Grande, papá Mediano y su hija Caramelo. La habían llamado así, por su hermoso color de pelo.
Caramelo crecía feliz, jugando con sus padres cuando volvían de su trabajo y con algunos animalitos del bosque. Pero a medida que crecía su curiosidad también lo hacía y cada vez se adentraba un poco más en el bosque.
Sus padres, siempre le decían que tuviera cuidado y que no se alejara mucho de la casa. Pero Caramelo llena de curiosidad no podía remediarlo y avanzaba por entre los árboles, bajo la sombras cambiantes de sus hojas, siempre un poco más.
Se preguntaba hasta dónde tendría que ir para ver a otras chicas como ella, donde vivirían sus semejantes, pues bien sabía que no eran los únicos habitantes de esa tierra.
Un día, mientras regresaba a casa se encontró un objeto extraño, que no pertenecía al bosque. Era como una tela extraña, completamente rectangular, bastante grande y fina, fina. Se podía doblar y desdoblar con mucha facilidad.
Estaba completamente llena de unos símbolos negros. En la parte de arriba los símbolos eran grandes y muy negros, después había una imagen y al final un montón de simbolitos pequeños unidos en columnas. Se centró en la imagen: había unos edificios extraños, grandes y altos...
Eso le corroboró que no estaban solos, que había otras gentes. Se escondió la hoja, doblada con cuidado y al llegar a casa, mientras merendaba, les preguntó a sus padres. Papá Grande le contestó:
—Viven muy lejos de aquí, Caramelo, en la ciudad, pero no bueno que vayas allí.
—¿Por qué? —preguntó Caramelo.
—La ciudad es un sitio lleno de peligros, cariño —contestó papá Mediano.
—¿Por qué no vamos los tres? Así yo no correré ningún peligro —razonó la pequeña.
Mediano y Grande se miraron a la cara y con un gran suspiro dijeron a la vez.
—No. La ciudad no es sitio para nosotros. Ni para tí.
Inicialmente Caramelo se quedó conforme con esa explicación. Si sus padres que tanto la querían y sabían muchas más cosas, se lo prohibían, era porque tenían un buen motivo para ello.
El tiempo fue pasando, Caramelo seguía jugando y creciendo a pasos agigantados, y su curiosidad volvió a despertarse. Comprendía que sus padres no quisieran ir a la ciudad, pero no porqué ella no podía ir. Ya era una chica mayor y fuerte.
Un día, mientras pasaba la mañana con uno de sus pasatiempos favoritos: jugar a perseguir una mariposa de preciosos colores rojos y marrones, soñando que le crecían alas y volaba con ella, no se dió cuenta de que los árboles cada vez eran menos frondosos, más enclenques y estaban cada vez más separados unos de otros.
De repente el mullido suelo de hojas secas, tierra, y pequeñas piedrecitas se volvió duro, oscuro, limpio...
Y un ruido extraño la asustó.
Era un rugido muy raro que cada vez soñaba más y más fuerte y cuando se quiso dar cuenta vio un objeto cuadrado extraño que se movía muy rápido rodando sobre el suelo duro y se acercaba cada vez más a ella. De pronto, sonó -repetidas veces- un pitido grave muy molesto que la asustó tremendamente.
Corrió, con el corazón en un puño y se sentó detrás de unos árbustos pequeños, tosiendo porque el extraño aparato al terminar de pasar, soltaba un humo negro horrendamente maloliente. Trató de tomar aliento, aspirando el olor de aquellos arbustos, pero no olían ni la mitad de bien de los que nacían frente a su casa, aún con eso empezó a tranquilizarse. ¿Qué era esa cosa rodante que rugía de esa manera?
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