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10 años después

-Ava, cielo. ¿Estás lista?- pregunta Thomas.

-Sip- dice la rubia y al ver a su hermano, frunce el ceño- ¿por qué vas de pantalones?

-Ava...- comienza el rubio.

-No, Tom. Si te apetece ponerte alguna de tus faldas, póntelas. Te las has comprado muy bonitas- se cruza de brazos.

-No es eso... No dormí nada por leer un libro para Literatura y estoy algo cansado. No me apetece que todos me miren- acaricia su mejilla y Ava relaja sus fracciones.

-Pareces tú el hermano mayor y aquí la que te lleva un año soy yo- sonríe Ava- le doy un beso a mamá y bajo- sube corriendo las escaleras.

Thomas suspira tirando por el fregadero el resto de café y lava su taza.

-Ya estoy- sonríe Ava saliendo ambos por la puerta- Tom, no vendrás a verla después, ¿verdad? No puedes seguir perdiendo clase.

-No- sonríe Thomas sentándose en el coche- tranquila, Ava. Me pasaré todas las horas en la uni.

¿Cómo no voy a volver?

-Intenta hacer amigos, Tom. No voy a poder estar tan pendiente de ti siempre.

-Lo sé. Y no quiero que lo hagas- dice sin apartar los ojos de la carretera- quiero que disfrutes estos tres años que te quedan. La universidad debería ser la mejor etapa de nuestras vidas. Llevamos ya mucho en esta situación.

-Sí pero ahora estás en primero de carrera. En el primer curso siempre se está algo incómodo y nosotros pues... no somos tan...

-Ava- la tranquiliza Thomas- estoy bien. Deja de preocuparte por mí.

Ava suspira y se remueve en el asiento del copiloto.

Al llegar a la uni y aparcar, Ava le da un beso en la mejilla a Thomas y baja del coche para correr junto a sus amigas que la esperan emocionadas con sus carpetas en mano. Thomas suspira y agarra su mochila del asiento de atrás.

La cuelga del hombro y abre la puerta haciendo caer a un chico al suelo. Thomas da un grito y va junto él rápidamente.

-Oh dios, lo siento mucho. De verdad, lo siento muchísimo. ¿Estás bien?- pregunta agachándose junto el castaño.

-Ouch, sí, sí. Tranquilo- lo calma el chico frotándose la cabeza.

-De verdad, soy muy torpe. No vi que alguien pasaba por al lado y...

-Eh, no pasa nada- lo interrumpe el chico con una sonrisa- a tu lado hay un sitio libre, no te vi en el asiento del piloto y me pegué a tu coche, culpa mía, ¿vale?- sonríe mirándolo a los ojos.

Thomas enrojece y le ofrece la mano.

-De verdad que lo siento- vuelve a decir Thomas. Ayuda al castaño a levantarse.

Es muy guapo, no te sonrojes más. Es muy guapo, no te sonrojes más.

-¿Quieres que te lleve al hospital? El golpe en la cabeza pudo ser grave- dice Thomas mirándole el pelo.

Traga saliva y baja su mirada a los ojos miel del chico.

-Estoy bien, de verdad. Gracias por preocuparte. No me has matado, lo prometo- sonríe el castaño.

-Bien... ¡O sea! Que me alegro de que estés bien. Bueno, de no haberte matado también, pero sonó como si solo me importase lo que me pasaría si... ¡y no es así! Yo... da igual.

Thomas desiste de seguir hablando mientras que el adolescente lo mira divertido.

-¿Eres de primer año?

Thomas asiente con la mirada en el suelo. Abre la puerta con cuidado acordándose de que dejaba el móvil dentro.

-Que raro. No me suenas. No debemos ir a las mismas clases.

En lo que Thomas se agacha dentro para coger su móvil, el castaño lo revisa de arriba abajo sonriendo sin que el rubio se de cuenta. Cuando cierra la puerta, el chico finge no haberlo revisado.

-No. No coincidimos en ninguna clase- responde Thomas.

-¿Y cómo lo sabes? Puedo no sonarte y estar en la misma clase- sonríe el chico apoyándose levemente en el coche con su cadera.

-Créeme, si fuéramos en la misma me conocerías- dice soltando una risa irónica. La campana suena y el castaño mira detrás de él mismo, al la facultad. A Thomas le entra miedo.

Lo siento, Ava. Entraré en el descanso.

Vuelve a abrir el coche y mete de nuevo sus cosas dentro.

-¿Vas a hacer pellas?- pregunta el chico impresionado viéndolo tirar sus cosas a la parte de atrás y guardar el móvil en el bolsillo delantero.

-No, acabo de recordar que dejé una olla al fuego, encendida- apura la excusa queriendo meterse dentro.

-¡HEY, DYL! ¿TE VIENES? ACABA DE TOCAR- le grita un asiático saltando junto a un moreno de tatuajes.

-YA VOY- grita sonriendo- ¿por qué no vienes con nosotros?- le pregunta al rubio viendo como se mete en el coche aprovechando que se distrajo.

-Lo siento. Tengo que irme- cierra la puerta y masculla cuando se le abre la ventanilla sin querer. Enciende el coche olvidándose de ella.

-¡OYE! ME LLAMO DYLAN- grita el castaño sonriendo cuando Thomas ya casi ha salido del sitio.

Thomas le da una última mirada antes de acelerar y salir del aparcamiento. Al llegar a casa, sube con cuidado hasta la habitación de su madre.

Entra y abre las persianas junto las cortinas.

-Buenos días, mamá. Te voy a preparar ahora el desayuno. Pienso hacerte un zumo rico, ¿te parece?- Thomas finge sonreír radiante abriendo ligeramente las ventanas. Piensa que sonriendo así delante de Tasha podrá ayudarla.

Se sienta al lado de su madre y le acaricia la mejilla. Tasha no hace ningún tipo de reconocimiento.

El doctor dice que está en depresión y que se ha sumido en una especie de cataplexia propia. No es que su cuerpo tenga esa segunda enfermedad sino que ella misma se fuerza inconscientemente debido a la depresión en la que está sumida. Así llevan 10 años.

Aunque hay veces que parece reaccionar y reconocer rostros, en algunas ocasiones ha podido mover brazos y piernas solas. Puede comer y beber con facilidad algunas veces así como otras no es capaz siquiera de abrir la boca.

-¿Sabes qué? Te voy a traer el desayuno y te cuento lo que me ha pasado hoy- sonríe Thomas.

Al bajar le prepara un café con leche, tostadas y un zumo de naranja.

-Siento si es poco, te habría traído más, pero no me gusta mentirle a Ava y quiero entrar en el descanso a clase. Ya quería ir a primera hora, pero acabé cambiando de opinión- se sienta a su lado y coloca la bandeja al otro lado de su madre.

La sienta en la cama todavía sin ninguna reacción por parte de su madre.

-Mira, te voy a contar- lleva el zumo hasta la boca y casi salta de emoción cuando la ve beber. Se lo da con cuidado- al aparcar Ava se despidió y se fue con sus amigas como siempre, pero al salir yo del coche a mi primera clase como te dije, le di con la puerta a un chico guapísimo y lo tiré al suelo- sonríe- debiste verlo, mamá. Era más alto que yo, de pelo castaño, ojos grandes color miel y con mil y un lunares en su piel.

Una vez termina el zumo, limpia su barbilla con delicadeza y le pone la tostada en la boca. La madre come a pequeños trocitos.

-El caso es que era super guapo. Creo que de no ser porque le di con la puerta tirándolo al suelo, me habría quedado embobado. ¡Y qué voz! Me trató muy bien- sonríe tierno- fue muy amable y me invitó a ir con él y sus amigos, pero me puse nervioso y me vine para aquí... Ava me matará cuando se lo cuente. No le diré que vine a verte, pero le diré que me fui para clase. ¡Oh, el chico se llama Dylan! Me lo gritó cuando se iba- suelta una risita.

Al acabar, se queda en silencio. La madre termina las tostadas y le da el café. En un momento, Thomas suelta otra risita sin dejar de pensar en todo lo que le ha pasado.

-Parezco un tonto enamorado- resopla sonriendo- total... cómo si pudiese tener algo con alguien. En fin- le da un beso en la frente a la madre y la acuesta tapándola bien- ya me es hora. Lavaré los platos y me iré. Te quiero, mamá.

Y así hizo para después volver a clase.

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