CAPITULO 13
Si tú estás mal, yo estaré peor.
Mircella Pierce.
10 de la mañana.
Vestido color negro, sin mangas ni escote, llegaba justo hasta mis rodillas; fue hecho con suma delicadeza en material satén, un poco elegante para una fiesta cualquiera, pero demasiado simple para una reunión con la familia de Archie. No sé cuánto dinero tendrán a su disposición o si son personas muy estrictas con la clase social, espero que no. Solo quería dar una buena impresión, faltaba menos de un mes para eso.
Mañana entraría nuevamente a clase y ya no dispondría del mismo tiempo para ver a Archie, espero que él comprenda.
— ¿En qué tanto piensas Mircella? —Al parecer Charlotte llevaba tiempo hablándome, no le había prestado atención. —Tengo una mala noticia para ti. —Dijo Charlotte firmemente.
—Dime que es, lo soportaré.
—Raphael intentó escapar ayer de prisión, durante varias semanas lo planeó, fue perfectamente precavido pero al parecer su compañero de celda lo delató.
—No puede ser...—El miedo me invadió, solo con escuchar que intentó escapar.
—Lo sé, pero ahora está aislado y vigilado las 24 horas. Sin derecho a fianza.
—Deberían trasladarlo.
—No lo harán hasta su juicio, será en un par de meses, hasta entonces tenemos que estar alerta. Sobre todo tú, no anhelaría nada que te hiciera daño—salió a hacer compras y se percató de que la casa quedara bien asegurada y todas las ventanas cerradas. Dormí al saber que no tenía nada más por hacer.
~
No sé qué hora era, ni en qué año estábamos, no sabía si estaba viva o muerta. Había dormido tan plácidamente como estar encima de una nube; pero esa calma desapareció al sentir como alguien se retorcía encima mío y empecé a revolcarme para que se diera cuenta que me estaba matando.
— ¿Que pasa Mircella? — Dice Henri— Eres muy cómoda.
Puedo sentir como gira sobre mí y su cara se clava en mi cuello. Mucho peor sus gigantes brazos me acorralan.
— ¿Podrías quitarte? me estas matando —dije casi sin voz.
—Oh, muerta no es lo mismo —se levantó y me ayudó, él me miró, yo lo miré. Nos miramos y le di una patada en su estómago. — ¿Por qué fue eso Mircella? —Gritó.
—Me estabas aplastando ¿Acaso no ves tu tamaño? —Grité también.
Charlotte entró a la habitación— ¿Interrumpo?
—Claro que no... ¿Qué haces aquí?— respondí entre sueños.
—Pues te recuerdo que vivo aquí.
—Quiero decir, ahora, ¿No te ibas a ir a hacer compras? te fuiste hace poco y siempre tardas.
—Mircella... —La miré— hace dos horas anocheció.
Todos rieron pero yo seguía sin entender que era tan gracioso, y lo peor ¿Cómo pude dormir tanto?
— ¿Y qué haces tú aquí Henri?—Pregunté dirigiéndome a mi hermano.
—Pensé que nunca lo preguntarías hermanita. Pasaba por aquí solamente, dure dos horas afuera porque nadie me abrió la puerta, al parecer el sueño te ganó, casi derribó la puerta y aun así no despiertas. Luego vino Charlotte y pude entrar, ¿Te has estado tomando pastas para el sueño? Espero que no.
—Siento que tuve un sueño muy largo, pero no es el mismo de siempre, es... Diferente pero igual... Es decir, es igual de real.
—Te preparé algo de comer antes de venir aquí, son macarons, tus favoritos—Dijo Henri ignorando lo que había dicho anteriormente.
Sentí como un Deja vu, en mi sueño también estaba Henri, y también me había traído comida, quizás no era un sueño ¿Era un recuerdo? ¿Y si estoy empezando a recordar algo nuevo?
Empecé a bajar las escaleras, cuando volví a pensar acerca de mi sueño, lo recordé todo perfectamente, como si hubiera sucedido ayer.
Abracé a alguien, un hombre, era alto de cabello oscuro y ojos verdes. Su aura me producía calma, abrigo.
— ¿Qué te parece mi nueva casa? Aún no hemos decorado todo pero la universidad nos consume todo el tiempo, tenemos que iniciar muy bien este primer año —dije con entusiasmo.
—Me parece estupendo, es muy acogedor.
— ¿Estas bien?
—Mircella, quiero que, en cuanto te diga esto que guardo con tanto miedo, me dejes explicarte todo y por favor lo tomes con calma— dijo mientras caminaba por toda la sala, nervioso.
—Sí, dime.
—Sucede que...—No pudo terminar porque Charlotte bajaba las escaleras.
—Eh, lo siento. Mircella hablamos más tarde, debo ir a comprar algunos útiles. Hasta pronto señor Pierce —aquel hombre asintió y mi mejor amiga salió como bala de mi casa.
Charlotte interrumpiendo momentos desde siempre.
—Bueno, dime qué es eso tan importante y misterioso —dije.
—Tu hermano y yo... pues— no lo deje terminar.
— ¿Ocurre algo malo?
—Invertí en un negocio, muchos compañeros de trabajo lo hicieron, pero el contador se robó el dinero y huyó —dijo con lágrimas en los ojos.
— ¿Es tan grave la situación?—preguntaba tranquila.
—Hay 200.000€ en juego— dijo Henri.
—No puede ser... ¿Entonces qué harás? ¿Qué sucederá contigo?, ¿Qué tiene que ver mi hermano en esto?— dije intranquila.
—Estamos en quiebra, invertí todo mi dinero en ese negocio, fue mi ambición de querer poder, solo quería que ustedes tuvieran un mejor futuro.
—Pero si ya tenemos un buen futuro, no debiste hacer eso.
—Lo sé cariño, solo ansiaba reconocimiento, poder. Lo siento... —hubo un momento incomodo de silencio que pareció durar una eternidad.
—Nos tenemos que ir... lejos —se apresuró a decir Henri al ver que aquel hombre no siguió hablando. Lo miré incrédula, ¿Irse? ¿Lejos? ¿Qué tan lejos podría ser?
— ¿Dónde? ¿Por qué?
—Es difícil conseguir empleo a esta edad... Tu tía prometió darme un puesto en su empresa. Henri insistió en acompañarme, quiere terminar allí su carrera como Veterinario...
— ¿Tu hermana cuál? ¿La que vive en Paris o la que vive en Brasil?
—La que vive en Brasil.
—Pues me iré con ustedes —Dije decidida.
—No puedes hacer eso, apenas estas iniciando tu carrera cariño, no tenemos suficiente dinero para pagarte una universidad privada allí, no te preocupes, solo será un tiempo.
—Henri va a mitad de su carrera y se ira contigo... ¿Y mamá? ¿Dónde irá ella? —no contestó, se llenaron sus ojos de lágrimas... lágrimas de decepción.
—Nuestros padres se van a divorciar Mircella. Nuestra madre se fue a vivir con su hermana menor.
¿Qué?
—Ella insistió en que no hiciera ese negocio, el dinero lo habíamos ahorrado por años, pero lo hice a escondidas de ella, así que perdió la confianza en mí. Se acabó Mircella, todo se acabó...
Me di cuenta que esta decisión la tomaron hace tres semanas, y hasta el día de hoy había decidido a mencionarlo. No había marcha atrás.
No les dije nada, me quedé en silencio, tenía ira, demasiada. Corrí hacia mi cuarto. En cuanto empujé la puerta explote, y quería que fuera literal, explotar y poder morir.
Quería ser una granada, ya lo era, era una granada de lágrimas y dolor. Estaba explotando.
Puse seguridad en mi puerta e inmediatamente entré en la ducha, me deshice de toda mi ropa y empecé a dejar que cayera toda el agua por mi cuerpo, dejando caer todo el dolor que se apoderaba de mí.
Y me sentía atrapada e impotente, un sentimiento que sobrepasaba el sueño.
Cuando salí de la ducha ya no había nadie en casa, era lo mejor.
Me vestí enseguida, quería salir y caminar pero sé que no podré. No me importaba la hora, lo que me importa es que no soy tan fuerte como para soportar las lágrimas allí afuera y que el mundo se dé cuenta que estoy mal, odio eso. Tengo la sensación de querer a alguien, de necesitar a alguien.
Tengo una llamada, el contacto decía "Mamá". Dudaba para contestarle, pero respondí la llamada, sin hablar, esperando que desde la otra línea alguien lo hiciera.
—Mircella cariño, ¿estás ahí? —Estuvo llorando, se notaba en su voz. — ¿Pasa algo? ¿Te encuentras bien?
—No, no lo estoy ¿Por qué te fuiste sin mí? Me dejaste sin decirme nada. Te vas a separar de papá y lo primero que haces es irte donde tu hermana ¿Sin decirme? ¿Acaso te importo poco? —Dije impotente, ¿Le hablaba así a mi "madre"?— ¿Soy una carga para ti? ¿Ya no me quieres? Sabes que podría ir contigo, que puedes vivir conmigo, pero no, te fuiste sin decirme nada.
—No, no, no, espera no digas eso, no es cierto, te amo demasiado como para que no me importes, como para ser una carga para mí. Quiero que seas feliz, tú lugar es estar allí, con Joss, con Charlotte. En cambio yo seré una carga para ti, no quería angustiarte, te veré pronto, ya lo verás, todo pasará.
— ¿Feliz? por favor —rio sin ganas— ¿Sola? que sea feliz sola ¿eso pretendes?
—Cálmate Mircella, no estás sola, tienes a tu mejor amiga y a tu novio, ellos te adoran.
—No son igual que una madre.
—Sé que algún día entenderás lo que estamos haciendo por ti, todo pasará, no te preocupes. Lamento que la noticia de tu padre te haya hecho daño, será difícil no verlo en vacaciones y más a tu hermano, pero a mí me tendrás pronto, solo quiero pasar un tiempo de reflexión, por favor ¡Entiende Mircella!
—Hablas de daño cuando tú has causado casi lo mismo que él— estaba siendo muy cortante con ella, no lo merecía pero no podía dejar de hacerlo.
—Puedo arreglarlo ¿Quieres venir conmigo? Hazlo, yo siempre estaré para ti, te ayudaré a pagar una universidad aquí. Lucharemos juntas.
— ¿Y por qué no vienes a vivir conmigo? ¿Es tan difícil?
—Mircella, necesito estar aquí, con mi familia.
— ¡Yo soy tu familia!
—Déjame explicarte Mircella...
—No, no quiero hablar más. ¡Adiós! —si emitía otra palabra sé que me derrumbaría, quería mostrarme fuerte y ruda ante ella.
—Por favor, no... —y colgué.
Me recosté lentamente en mi cama, mirando hacia el techo, no pensaba en nada, solo hacía eso. Hasta quedarme dormida. Hasta rendirme en lágrimas.
—Mircella... ¿Estás bien? —volví a mi realidad.
—Sí, sí, lo siento, ¿Qué sucede?
—Andabas como en otro plano existencial, estás muy pálida ¿Segura que no es nada?
—Creo que recordé algo, sé que fue así, lo sentí demasiado real.
Charlotte y Henri se miraron con una expresión extraña, no entendían nada de lo que pasaba.
— ¿Que recordaste hermanita?
—Henri... ¿Recuerdas a nuestros padres? al menos como eran físicamente, algún detalle.
—Según lo que nuestra abuela dice es que me parezco mucho a mi padre, excepto en los ojos, y tú eres igual a nuestra madre, dice que mi padre era alto y hacía que todos lo respetaran, y mi madre, ella era única, la describe con dulzura y mucha belleza. Mi padre no era el único que deliraba por ella. No era alta como mi padre, todo lo contrario, su mayor característica era su cabello, un tono hermoso, era castaño, casi rubio, ojos oscuros como los tuyos, sus cejas eran delgadas y tenía un lunar en su barbilla.
—La describes como si la hubieras conocido. —Sin embargo no dijo bien las características de nuestro padre, no lograré saber si concuerda con el hombre de mi sueño.
—La abuela es muy específica, debe extrañar a su hija, no ha sabido nada desde hace años, no es fácil vivir sin recibir noticias de ella.
— ¿Te has preguntado si no los secuestraron?
—Ellos se fueron por su propia cuenta, ambos.
— ¿No has pensado en buscarlos? Debe existir una buena razón para que hayan desaparecido cuando nací ¿No lo crees? Estoy casi segura que también nos extrañan.
Miro a Charlotte, ella estaba triste, al igual que Henri. Estaba a punto de decirme algo más pero lo interrumpió una llamada en su teléfono, él contestó, dijo que tenía que irse y así lo hizo, dejándome con la duda.
Charlotte también se fue a su cuarto, ¿Que está pasando? Volvió a ponerse mal, definitivamente esto tenía algo que ver.
Subí a mi cuarto en silencio, comiendo aquellos macarrons que dejó mi hermano. Ese sabor... era uno menta limón, era extraño, en cuestión de minutos volví a quedarme dormida y esta vez volví a recordar la parte restante del sueño.
A pesar de la difícil noche que pasé, estaba dispuesta a sonreír y seguir adelante, o al menos así me sentía.
Me levanté tapándome los ojos, sabía que estaban muy hinchados. Me quedé así con las manos cubriendo mi rostro.
— ¿Por qué haces eso? — dijo una persona, no podía ver su rostro, pero si la escuchaba. Si, era la misma persona del sueño del auto azul, estaba segura.
—Mis ojos están horribles, es eso —No quería mirarlo— ¿Qué haces aquí? —de nuevo sonó mi celular, Era Henri, pero no contesté.
—Quería llevarte a la universidad y asegurarme que estés bien.
Cuando giré mi rostro para poder visualizarlo mejor, él se encontraba de espaldas sentado al borde de mi cama. Tenía su cabello despeinado, era de un color café oscuro casi negro, sus hombros eran muy anchos, verlo de espaldas era demasiado atractivo, de hombros anchos y mucha musculatura.
—Eres hermosa ¿Sabes?, eres su punto débil —dijo, pero no me miraba.
— ¿A qué te refieres?— pregunté.
—A tu hermano, eres su punto débil —Aquel sujeto río y siguió hablando— Eres el punto débil de tu hermano. Charlotte me lo contó todo, lo lamento en serio, pero trata de hablar con él, está preocupado, incluso me llamó para que viniera a calmarte, tal vez puedan resolver algo hablando, he notado cómo reacciona cuando estás mal, cuando estas llorando, y que estas dolida, él está sufriendo más que tú.
— ¿Cómo sabes eso? ¿Te lo dijo?
—Porque así me siento yo cuando te veo mal, si tu estas mal yo estaré peor.
—Quieres decir que...
—Sí, eres mi punto débil.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top