capitulo 5.
– Jandry –comienza a decir mamá sentada frente a mí. Suspiro– tu maestra dice que hiciste llorar a un compañero.
– No me arrepiento de nada –acepto antes de que continúe.
Mamá suelta un suspiro de resignación mientras entrelaza los dedos sobre el cojín que lleva en el regazo. Su cabello castaño y corto se mece sobre sus hombros y observar sus ojos marrones me da la impresión de estarme viendo a mí mismo, pero más grande, más guapa y más mujer.
Me llevo la taza a los labios y bebo del líquido espeso sabor a durazno. El yogurt es rico, aunque no lo disfruto mucho.
Mamá pasa las manos por su cabello y se recarga contra el respaldar del sofá color marrón en el que se encuentra. La pared blanca hace contraste detrás de ella y luce desesperada. Dejo nuevamente la taza en el centro de la pequeña mesa que adorna la sala y ella me observa.
– ¿Cuál fue el problema? –. Cuestiona con su tono tranquilo.
Mamá no es tan dulce como la abuela, pero siempre está serena y eso ayuda mucho a platicar con ella. No me sobrecarga de expectativas ni me exige demasiado, pero sí se cuestiona seriamente mis actitudes cuando la llaman del colegio porque discutí con alguien. Suele pasar a menudo.
Medito mi respuesta porque no sé si quiero decirle lo que dijo Dennis. No quiero que se sienta mal por pensar que me han estado jodiendo los últimos cinco años con lo de papá y ella nunca lo notó o hizo algo para evitarlo. La consumiría viva. Así que me encojo de hombros, tratando de restarle importancia.
– Dijo que soy feo –la mirada de mamá delata lo gracioso que le parece, aunque su semblante sigue serio–. ¡Y después dijo que le gusto y por eso estaba detrás de mí, molestando! Lo rechacé y lloró. No me culpes.
– ¿Seguro que es solo eso? Puedes confiar en mí –dice y asiento sin pensarlo ni un segundo.
– Estoy bien, mamá, de verdad. Perdona por los inconvenientes, pero te aseguro que estoy bien
«Eres un chico fuerte, ¿No? Vaya positivismo de mierda, pareces Amanda».
Cállate Jandry, ahora no.
– ¿Y si sucediera algo me contarias? –Noto la saliva bajar con fuerza por mi garganta al escucharla y temo que ella también la escuche.
– Claro –me observa y sonrío–. Lo prometo, mamá.
Con eso ella se queda tranquila. Sabe de para mí las promesas son importantes. Es otra de las cosas que papá me enseñó, que las promesas se respetan y cumplen. Para él era muy importante ser honesto y más cumplir lo prometido.
Papá siempre creyó que ser original era la forma más bonita de existir, pero valoraba mucho que no le mintieran. Y yo aprendí a ser honesto con mis pensamientos, casi.
Hay cosas que nunca me atrevería a decir, más por moral y ética que por una razón real. Si dijera todo lo que pienso de la gente estaría preso o en un psiquiátrico.
Hay personas que no aceptan la verdad, «Como yo, por ejemplo»
– Tengo que hacer tareas –le informo poniéndome de pie y sujetando la mochila que dejé en el sillón que se encuentra a lado de ella.
Me acerco a su cuerpo y le doy un beso en la mejilla antes de rodear su mueble y perderme camino arriba por las escaleras. Acaricio las paredes durante un instante mientras doy vuelta internándome en el pasillo. Suspiro al recordar cuando corríamos con papá por ese mismo lugar.
Avanzo tratando de no ponerle atención a eso. Las paredes están desnudas, pero guardan algunas líneas y garabatos que hicimos con mis hermanos antes. También, justo al final del pasillo y saliendo de mi habitación, hay una pared con muchas líneas. Ahí papá solía medirnos cada mes, el día cinco, sin excepciones. Cuando él murió dejó de ser así. Ya no volvimos a medirnos.
A mi me dolía recordar eso porque papá fue mi mejor amigo. Lo valoraba muchísimo y tras aquella última discusión antes de su muerte… no pude recomponerme. Siguió así hasta aquella tarde de enero cuando yo…
– ¿Dry? –Escucho a mi hermana hablar detrás de mí y volteo para verla.
– ¿Qué? –Respondo y ella sonríe.
– ¿Te sientes bien? –Cuestiona y ahí recién notó que me he quedado congelado viendo a la pared.
– Claro, siempre –sonrío para tranquilizarla y ella me devuelve el gesto antes de dar la vuelta e internarse en su habitación.
Recuerdo las palabras de Dennis y algo dentro de mí duele. Duele mucho. Me prohíbo sentirme mal, llorar o siquiera darle cavidad a sus palabras en mi cabeza.
Siento un nudo en la garganta, pero con saliva pasa como cuando tomas mal una pastilla y sientes que te raspa la garganta hasta que se pierde en el estómago. La cabeza comienza a dolerme, entro a mi habitación, tiro la mochila hacia algún lugar no concreto y me tumbo de cara contra la cama. Mi cara cae en la suave y esponjosa almohada lo que amortigua mi caída. Siento un vacío extraño en el pecho y algo en mí me recuerda que debería darme tiempo para procesar todo lo ocurrido, pero también lo ignoro.
«Entiendo que estás triste, estrellita, pero nadie merece sentirse triste y encima solo», me recuerda la voz de papá. Cierro los ojos y ladeo la cabeza hasta ubicarme. El cansancio me invade de a poco y es cuando más solo me siento. El dolor en mis sienes se intensifica y me obligo a inhalar de forma profunda para aliviar el dolor.
Pienso en mamá en todo lo que ha hecho para cuidar de mis hermanos y de mí. Pienso en mis amigos, en Gonzalo parado frente a mí tratando de defenderme de Dennis, y sonrío.
La sonrisa se me borra cuando una notificación me informa que llegó un nuevo mensaje, pero no es cualquier notificación es esa que tiene el sonido de pequeñas burbujas, las que explotan en los dibujos animados. Solo hay una persona a la que le tengo ese sonido como predeterminado.
Nicole.
Giro con toda la pereza que cabe en mi cuerpo y saco el celular de mi bolsillo. Observo la pantalla y suelto un suspiro al encontrarme otra vez con esa foto de perfil. Su cabello rubio le cae a los costados del rostro y lleva los labios manchados porque se quitó todo el carmín del labial. Se ve su brazo y aunque por la miniatura es casi invisible, sé que hay un lunar ahí que me gusta besar. Que a ella le gusta que bese porque sabe que significa que los besos bajarán más y más hasta que no le quede ni la mancha de carmín en los labios.
Relamo mis labios y pulso la notificación para leer el mensaje dentro del chat. Ahí sigue su mensaje de ayer, sin responder. Hoy mandó otro. Nicole no cambia para más.
Te extraño, tonto
Dejo el celular a un lado y paso una mano por mi cabello antes de fijar la vista en el techo. Observo las estrellas que tengo pegadas allí. Brillan en la oscuridad, pero el día sigue muy claro para hacer que su luz se emita.
Entonces, como si no pudiera controlar mi propio cerebro, aquel recuerdo llega a mí «Las estrellas son como las personas, a veces las ves, a veces no, pero siempre están», llevo una mano a mi pecho por inercia y sonrío.
Chica loca.
Vuelvo a sujetar el celular y escribo una respuesta.
El sábado tengo libre
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