capitulo 25.

Es jueves. Exactamente tres días desde mi charla con Amanda. No me siento concretamente mal. ¿Lo mejor? No he tenido que saber sobre cómo va su mundo rosa lleno de amor, sobre todo porque ando ocupado en mis propios asuntos.

Mi asunto más importante tiene una sonrisa que me causa tranquilidad, una risa que me invita a unírmele, una muy agradable forma de ser. Varias pecas en la nariz y un nombre que suena a princesa.

Emily.

Ella ríe sentada frente a mí de un chiste que me salió no sé de dónde. Agarra la botella de agua, la destapa y bebe de ella con una sonrisa en los labios.

– Eres muy agradable –. Me halaga y sonrío.

– Gracias, lo sé –respondo con un tono burlón y aquello le causa una risa.

– Y además modesto, hombres como tú ya no se encuentran –ironiza y volvemos a reír.

– Valórame que soy exclusivo y, durante los siguientes cinco minutos, completamente tuyo.

Sus mejillas se tornan de un rojo que no puede ni se molesta en cubrir. Sonrío al observarla. Sin saber por qué, me sorprendo comparándola con Amanda. Con ella jamás he podido soltar comentarios así. Ella sabe que soy coqueto, cuando se me cruzan los cables, pero no he podido mostrarme así con ella.

Si lo hago a lo mejor le intereso un poco más, ¿Verdad?

– No te creo que seas mío –el tono que utiliza al hablarme me hace sonreír.

Es como un tiburón rodeando a su próxima víctima. Sabe lo que quiere. Sabe cómo conseguirlo y sabe que lo tendrá de mí.

– Dime cómo te lo pruebo –incito a qué me diga aquello que deseo escuchar.

– Bésame –pide.

Y no lo pienso. Claro que no lo pienso. Quizá, porque el único espacio que tengo en el cerebro lo he rellenado estos últimos días de pensamientos como: Amanda no me ama, pobre de mí, mi vida es horrible. Y, la verdad, estoy harto de que mi vida gire entorno a otra persona. No he pasado los últimos cinco años tratando de crearme una independencia para terminar así, esperando a que ella me quiera.

Así que no me detengo a pensarlo mejor. Me pongo de pie, me muevo hasta su lado de la mesa que nos separa en aquel ambiente cálido y lleno de gente. Y, como si fuéramos los únicos ahí, halo de su cintura y la beso. Sus labios y los míos se tocan, se siente bien, pero no puedo evitar pensar en Amanda. Amanda haciendo eso mismo con otra persona que no soy yo.

Sujeta de mis hombros con duda. Siento sus dedos temblar sobre mis hombros y un atisbo de nervios se cuela en mí. Se me olvida cómo besar justo antes de comenzar el vaivén lento de mis labios sobre los suyos. Y suspira. Y me concentro en disfrutar de eso. Del momento, de lo que ocurre.

Entonces Nicole aparece en mi mente «¿Estás enamorado?» pregunta cuando le digo que ya no quiero mantener encuentros únicamente sexuales. «Claro que sí, de Amanda» me escucho responder y mis ojos se abren en un impulso.

Me separo con cuidado de Emily la cual suelta un suspiro y aparta sus manos de mí. Me sonríe y desvía la mirada. Relamo mis labios y sonrío poco antes de que el timbre suene.

– Hablamos –le informo como despedida antes de ponerme de pie y salir de la cafetería.

El ambiente fuera está frío. Demasiado frío. Una brisa suave cubre el suelo y resguardo mis manos en los bolsillos de mi suéter. Suspiro ignorando por completo a las personas que siguen saliendo detrás de mí y vacían el lugar. Ellos no me ignoran, lo sé porque voltean a verme cuando me adelantan. Algunos hablan entre ellos. Otros enarcan una ceja y apresuran el paso hasta alcanzar a alguien con quien comentarlo.

Muerdo mi labio inferior una cantidad de tiempo que logro perder mientras avanzo al salón. El bullicio de fondo es enorme, pero me centro en el dolor que me está causando el seguir lastimándome el labio. Camino pegado a la pared del pasillo, espero que se olviden que existo. Pero no pasa.

Levanto la mirada cuando un cuerpo me interrumpe el paso. Y la veo. Fuerza una sonrisa al verme y algo en mí desea ponerse de rodillas para pedirle que no haga eso. Para decirle que me duele la simple idea de que ella me mire así. Qué quiero su cariño, no su desprecio.

– ¿Qué tal? –Pregunta y me encojo de hombros saliendo de mi humillante ensoñación.

– Nada interesante –informo y ella asiente.

Presiona los labios como si no pudiera decir algo que sabe. Como cuando algo duele mucho y tratas de mantener la calma. La observo en espera de una respuesta que nunca llega. Desvía la mirada y quizá sea la manera en que alza las cejas e infla los cachetes, quizá es porque abre los ojos muchísimo o porque la mueca que hace con los labios la delata, sea lo que sea, algo en ella me grita que la hice molestar. No sabe cómo decírmelo, pero el sentimiento está ahí. Latente. Feroz. Listo para salir. Aunque ella logre reprimirlo.

– ¿Todo bien? –Le pregunto y ella asiente.

El silencio en el que nos sumimos de repente me pone incómodo. Ella quiere decirme algo que no dirá. Yo no sé qué responder a eso que ella aún no dice. Es como si yo quisiera que hable y ella necesitara comprobar que yo quiero hablar tanto como ella. Ella necesita un permiso para actuar y yo, que ella actúe.

– Vi que tienes una nueva amiga –dice, finalmente, con un suspiro.

– Sí.

– ¿Cómo se llama?

– Emily –asiento.

– ¿Me cambiaste?

Nuestros ojos se encuentran cuando ella formula la pregunta y siento la necesidad de acercarme y abrazarla. Dejarle en claro que nadie podrá ocupar su lugar, aunque no sé exactamente cuál es en mi vida.

– Jamás –admito–. Es una amiga, tú eres mi mejor amiga.

– ¿Una amiga como Nicole?

Mis cejas se juntan con curiosidad y desconcierto al escucharla. ¿Por qué dijo eso? ¿Vio el beso?

Noto en su rostro que ni ella comprende el por qué de su pregunta. Se me encoge el corazón. Esto es justo lo que yo no quería, pero admito que me lo busqué. Perdón, Amanda.

– Déjalo, no quiero saber –se apresura a decir.

No puedo adjuntar nada. La voz no me sale. Ahora más que nunca tengo claro lo que le he mostrado de mí.

«Tienes más vibras a fuckboy» «No soy tan idiota, Jandry, te conozco» claro, es eso. Soy un idiota más del montón a su lado. Por eso le gusta una chica que conoce hace sabrá el universo cuánto tiempo, pero no puedo gustarle yo que la llevo conociendo casi dos meses.

Mi estómago duele y las lágrimas se acumulan en los bordes de mis ojos, justo alrededor del párpado. No decimos nada. Inhalo profundo para que las lágrimas no resbalen por mis mejillas. Yo no quería esto. Jamás lo quise. Perdón por arruinar todo, Amanda. Perdón, joder. Perdón.

«Deja de disculparte que eso no arregla nada y tampoco hay nada que arreglar. No le debes nada. Son amigos y ella lo escogió así». La voz de mi conciencia me habla y desearía, por un instante, que esa voz tuviera corazón y lograra sentir el dolor que me paraliza justo ahora.

Amanda da vuelta sin pensarlo dos veces y se va. Paso una mano por mi cabello y niego. Bien, ahí va mi relación amistosa más larga. No volveré a meterle corazón a ninguna amistad mía.

Me recargo contra la pared del pasillo y suspiro. Veo algunos dibujos de calabazas aún pegadas en las ventanas de los salones. Llevamos seis días de noviembre y aún no lo quitan. Eso que pronto viene el once, pero no es problema mío. Nunca nada es problema mío, sobre todo, porque la mayor parte del tiempo el problema termino siento yo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top