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Bostezó cansado, habían veces donde deseaba quedarse en la cama y no salir de ahí. Volvía invierno, había pasado un año y medio desde que se casó con aquel hombre. Apenas unos días desde que llegó el nuevo integrante del hogar.
Grape era un gato bastante confiado, pero seguía acostumbrándose al nuevo entorno sin su madre, de vez en cuando se podía ver al pequeño caminando por la casa o quedándose entre las sillas de la barra. Para ambos adultos lo vital era acostumbrarse ver por donde caminaban, no querían pisar sin querer al animal.
Ahora que tenía libre, debía aprovechar de adiestrarlo, por lo que se levantó aún con pijama y salió al living.
Para su sorpresa había un exquisito aroma a pancakes, alzó una ceja asomándose para ver al pelinegro, cocinando.
— ¿Es un día especial? —Preguntó el albino.
Reaper le brindó una agradable sonrisa.
— Todos los días son especiales~.
— Mm... Diré que sí. ¿Dónde está Grape?
— ¿No está en el sofá?
Al girar el cuerpo vio al gatito jugando con un pequeño peluche, se sentó a su lado y empezó a acariciarle, era receptivo y eso le agradaba. Pasaron los minutos y Reaper avisó que ya tenía las cosas listas. Se sentó en la barra, el mayor al frente pues al parecer prefería estar así que al lado a la hora de comer.
Ambos comieron en silencio, solo acompañaba la radio con música instrumental que a ambos les gustaba. De pronto, sintió la mirada ajena por un largo rato, no quería mirarle de vuelta, pero era demasiado.
Le miró sin alzar la cabeza.
— ¿Qué?
— ¿Hace cuánto tiempo llevas con esa bufanda?
— Hace tres años.
— Oh.
Silencio, eso ahora le estaba poniendo nervioso. Levantó la cabeza esta vez, allí se quedó pillado en los ojos azules que le estaban observando, eran un color fuerte que rodeaba sus pupilas algo dilatadas, tenía pestañas largas y oscuras abundando tanto el párpado superior como el inferior; su piel clara con un lunar sobre sus labios; su cabello, su todo... No podía creer que pensaba que...
— ¿Sabes? Pienso que eres hermoso.
Casi se atraganta por lo que dijo el adverso, pudo simular tal impresión; pero lo que no pudo esconder fue su rubor que calentó sus pómulos. Bajó la mirada, maldiciendo que todavía su cabello estaba demasiado corto como para esconder sus ojos con el flequillo, chasqueó la lengua buscando la forma de cambiar el tema siendo sutil.
— Están buenos los pancakes
No pudo ver la reacción ajena, solo un breve silencio recibió hasta que volvió a escuchar su tono animado.
— Gracias.
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