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Preparó su mochila con la ropa que usaría en la semana, tras ello se la colocó en la espalda preparado para irse. Reaper estaba en el comedor viendo la televisión, o eso pensaba Geno mientras hacía sus cosas pues un golpeteo en la puerta de su habitación lo sobresaltó. 

Se tomó el pecho, calmando sus latidos.

— Perdón si te asusté. —Dijo su esposo, apoyándose en el marco de la puerta.

— No importa. ¿Qué sucede?

— ¿Por cuántos días te vas?

— Cinco.

— ¿Estarás bien?

— Solo me iré donde mi hermano, ¿O me dirás a última hora que no puedo?

— Creo que aunque te dijera eso, igual te irías. —Usó un tono de broma, Geno rodó sus ojos y salió de la habitación sin pasarle a llevar.

Entre ellos había respeto, eso pensaba Geno de la relación entre ambos.

— ¿Has visto mi tarjeta?

— No, ¿Por qué?

— ¿Por qué más? Me iré en autobús.

— Está el auto. 

— Es tu auto.

— Pues bien. —Contestó posando su mano en el hombro del albino, este se quedó mirándolo, esperando algún regaño. Llegó lo contrario— Te acompaño a casa. No te dejaré ir solo.

Se encogió de hombros, sin saber cómo rechazar su propuesta. La mochila en su espalda estaba por reventar y no tenía tanta fuerza para llevar las cosas en bolsas, no tenía maletas a mano. Con mucha duda, miró los ojos azules de Reaper, siempre brillaban cuando tenía esa cara simplista.

— Está bien.

Una sonrisa mostrando los dientes recibió de Reaper, y ambos partieron al auto.

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