Harry comenzaba una vida independiente, a los veintidós años decidió irse de Holmes Chapel, para tomar camino a Londres.

Rentó un departamento, estaba a un excelente precio, a dónde le explicaron el inquilino anterior solo se fue sin decir más.

Le comentaron que las cosas del inquilino estaban en el departamento aún, gracias a eso le dieron un descuento, consistía en que Harry sacara las cosas del departamento.

Y así lo hizo, en unos días ya tenía las cosas del inquilino en cajas, las dejó en una habitación vacía. Algunas cosas le dio curiosidad, debido a que habían varias fotos del anterior chico.

Era tan lindo, algo que lo caracterizaba era sus ojos azules y aquellas arruguitas que se hacían al lado de sus ojos.

Guardó las fotos en una caja, dejándola en la sala, así esa noche poder verlas detalladamente.

Tomó un baño, al salir secó sus rizos, se colocó una bata blanca, salió de la habitación y caminó hacia la cocina.

Se preparó un café y caminó hacia la sala, tomó asiento, tomó la caja, comenzó a ver las fotos.

Hasta que la puerta se abrió, Harry le alarmó, dejando caer su café al suelo.

Dejó la caja en el sofá, tomó el florero cercano, lo apuntó, aquel chico frunció el ceño.

—Baja eso.— Le dijo.

Se trató de acercar.

—¿Quién eres?— Lo apuntó con el florero.

El chico detuvo su paso.

—Vivo aquí, ¿Tú qué haces aquí?— Harry frunció el ceño.

—No, no es cierto... Me rentaron este departamento porque estaba vacío.—

—Baja el florero y hablemos tranquilos.— Pidió.

El chico bajó el florero, ambos tomaron asiento en el sofá.

—Pero... No puede ser, me dijeron que te habías ido.— Negó.

—Me fui a un viaje de trabajo, informe al dueño de eso, creo que no recibió mi mensaje.—

Inspeccionó todo, el departamento era muy diferente a como lo había dejado.

—¿Qué haces viendo mis fotos?— Señaló la caja.