XIII

Kai's POV

—Tennis —respondí.

Lloyd giró el cuello, su cabello me hizo cosquillas en la oreja, erizandome la piel.

—¿Tennis? —preguntó incrédulo.

—Sí, pero no te pases, unos deportivos lucirían horrorosos.

—Tan horrorosos como unos zapatos de vestir, supongo —replicó con sarcasmo.

—La elegancia no te va servir de mucho cuando la chica quiera abofetearte y tengas que salir corriendo de ahí —chasqueé los dedos repetidas veces.

Sentí los hombros de Lloyd moverse a la vez que reía.

De modo que, sentados en el suelo con la espalda pegada en el respaldo del sofá, parecíamos un par de niños tratando de ocultarse. Me sentí superior al tener un perfecto dominio sobre lo que hablábamos: cómo vestir en una primera cita informal.

Tennis, jeans limpios, camiseta color joya y chaqueta, forman parte de lo que yo llamo "conjunto infalible". Deportivos, joggers o desteñidos, y sudaderas, están en la clasificación "No lo haga compa".

Sonreí, apreciando mi atuendo.

«Tan infalible como siempre»

Entonces permíteme anotarlo, paso cinco: —me lanzó una mirada pilla —huir.

—¿Quien mencionó algo sobre huir? —apoyé mi brazo sobre su hombro, causando que el rubio torciera la boca —Si eres lo suficientemente rápido y atractivo, encontrarás otra chica sin problemas.

—¿Ah, sí? —inquirió aún con esa expresión fastidio.

—Se llama no perder el tiempo, —ladeé la cabeza en ademán coqueto a la vez que una sonrisa socarrona afloraba en mis labios —cariño.

Lloyd carraspeó malhumorado, y apartó mi codo. Era un gesto de molestia, aunque intentara aparentar que solo se estaba reacomodando en el suelo. En el fondo, la forma tan factible de hacerlo enojar, me atraía.

—¿Por qué dices que te abofetearon? —comentó echándome en cara mis propias palabras sin piedad alguna.

No pude evitar verlo, divertido de su enojo rogando que el origen de este fueran celos, y reír.

No tenía la menor idea de cuánto tiempo llevábamos hablando sin parar, le colgué a Jay unas seis veces antes de apagar el celular definitivamente, no quería distracciones. La estábamos pasando bien.

Mi razón gritaba con todas sus fuerzas, en un intento de desatar algún rastro de dolor en mi maltrecho y egoísta corazón. No podía abrirle paso a la tristeza, pues dicho corazón gobernaba mi cuerpo en esos momentos; conmocionado, dentro de aquella sorprendente burbuja de emociones, sin poder creer que estaba junto a la persona que lo hacía agitarse con una fuerza sobrehumana.

Dejé de escucharme a mi mismo, a Lloyd, y fui capaz de escucharnos a ambos conversando en la misma sintonía, lanzando bromas tontas y disfrutando de la compañía del otro.

Ignoré las palabras de la razón, solo importándome con quién estaba y no dónde. Sabía que aquél efecto no podía durar para siempre, sin embargo, decidí no arruinar ese momento de compañía y dejé que lo único que me doliera fuera la panza de tanto reírme.

—En la primera cita puede pasar lo que sea —evadí su pregunta para después darle un golpe en el hombro. En realidad, era muy leve como para llamarlo golpe, era más un intento de minimizar las ganas que tenía de tocar a Lloyd —es imposible que todo salga bien. Incluso para mí.

Su anterior expresión de enfado se convirtió en una que denotaba sus ganas de burlarse.

—Pero, —alargué las vocales —eso es un asunto confidencial —declaré antes de que pudiera hacerme cualquier otra pregunta.

—¿Confidencial?

Lo que pasa en la primera cita, se queda en la primera cita —cité lo que, en ese entonces, formaba parte de mi filosofía con las chicas.

—Hmp —bufó con inconformidad.

Nos quedamos en silencio unos segundos sin llegar a sentirnos incómodos. Eché la cabeza atrás, relajado, estirando los brazos tras la espalda.

—Y...

—¿Qué? —pregunté sin voltear a verlo.

Lloyd se movió, un poco. Me percaté de que su cintura rozaba la mía.

—¿Qué hay de ésta?

También me acomodé, bajé los brazos poniéndome recto, y, cuando desde nuestros hombros hasta las puntas de nuestros pies se tocaron, me encontraba mirándolo a los ojos.

—¿Ésta qué? —reí sin entender.

—Ammm... Pues, —parpadeó sonriendo, como si estuviera a punto de señalar algo obvio —ésta cita.

«¡¿QUÉ?!»

—¿Qué? — conseguí decir, ocultando muy sutilmente como mi cabeza explotaba y mi ritmo cardíaco se iba a tope.

—¿Es lo único que sabes decir? —arqueó una ceja, sin notar el efecto que causaron sus palabras.

Si se tratase de otra persona habría roto a reír, alardeando a los cuatro vientos que mi plan funcionó, y al fin estaba a mis pies, como el genuino galán que soy.

Pero se trataba de Lloyd.

Y, en lugar de reír, estaba ahogándome. Literalmente.

—No, no, perdón. —me disculpé después de aclararme la garganta. Tragué en seco por lo que estaba a punto de decir —Ésta cita...

¿Él consideraba eso una cita?

«Un segundo Kai, ¿Tu consideras esto una cita?»

¡Sí! Es decir, yo planeé todo (improvisadamente).

No pensé que él fuera a mencionarlo, o a notarlo siquiera. Repito: ¡Es Lloyd! Estaba tras él desde hace meses, y hasta mis mejores indirectas fallaron, me aseguré de haberlo intentado todo antes de tomar medidas extremas y optar por algo nunca antes hecho: declararme.

Una alarma se activó en mi mente.

¿Existía la posibilidad de que Lloyd notara mis sentimientos al fin?

Si se hubiera tratado de otra persona no me cuestionaría eso dos veces. Daría por sentado que se estaba muriendo por mí, saltándome el resto de aquella cita y pasado directamente al final, con una seguridad total de que no podía resistirse a mí.

A que no adivinan que.

¡Cierto! Se trataba de Lloyd.

Frente a él, a esa distancia, aquella interrogativa logró dos cosas. La primera fue darme esperanzas, ya decía yo que estaba siendo bastante obvio. Y la segunda, me hizo entrar en total estado de pánico.

—Sí —asintió, el flequillo rubio le cayó en el ojo izquierdo y procedió a apartarlo de una manera sumamente adorable —¿Qué tal está yendo?

—Ehhhh... —balbuceé.

—Dijiste que es imposible que todo salga bien —nuevamente usó mis palabras en mi contra.

Quedaba más que claro que había sido partícipe de muchas citas antes, unas peores que otras. La mayoría de ellas solo fueron encuentros "casuales" en algun club y después de unos tragos a mi favor, terminaron en cosas mayores.

Aunque no me hubiera molestado convertirla en el tipo de salidas que tenía usualmente, sí saben de lo que hablo, no quería hacerlo.

Eso significaba algo mucho más especial.

No importaba cuanto me moría por girarme, hundirle una mano en la cintura y empujarlo hacia mi para que nuestros labios se unieran. Era tan tentador, pero debía contenerme de cruzar esa línea. Por mi mente cruzaron imágenes de los dos descansando en una cama, yo inclinado sobre él, recorriendo su piel desnuda y... «Ni se te ocurra. NO.» parpadeé varias veces para detener el tren de pensamientos lo más rápido posible.

—Está bien. —respondí. Hablé de nuevo, con la voz temblorosa por los nervios —Está bien... La cita.

Estaba más que bien. Era como despertar tarde un sábado, enterarte de que Zane había hecho hot cakes y que Cole no se los había acabado todavía.

Justo así, era excelente.

—Oh, genial —dijo con energía. Su sonrisa se ensanchó.

—Sí, genial —repetí entre risillas tontas que se escapaban de mi boca.

El espacio personal no existía entre nosotros, reduciéndose cada vez más mientras se formaba un silencio bastante largo. Observé cada detalle de su rostro. Era un sentimiento extraño, estar tan enamorado de alguien, pero no era nada desagradable, de hecho, comenzaba a acostumbrarme.

Lloyd soltó una última risa antes de posar su sorprendente mirada sobre mí. Era incapaz de hacer cualquier cosa ante aquel paralizante natural.

Sus ojos eran mi octava maravilla.

Bueno, si él había notado mis sentimientos estaba haciéndose el inocente. Seguramente riendo para sus adentros de mi cara ahora más roja que un tomate. Yo, por otro lado, casi podía notarlo...

Había algo en nuestra forma de reír, el brillo en nuestros ojos al vernos, en ese sexto sentido que me mantenía cerca de él y viceversa, mismo sentido que nos empujaba el uno al otro a enseñarnos cosas nuevas con la esperanza de recorrer lo desconocido para ambos. Era cierto, siempre me sentí afortunado de mantener esa estrecha relación de hermandad con él, éramos confidentes del otro. Aun así, estaba seguro de que eso era algo más, las mariposas en mi estómago no podían mentir.

A pesar del pánico el momento no era pesado, no lo suficiente como para darme un golpe mental, pues presentí que era correspondido por el ninja verde.

Teniendo aquella carta sobre la mesa salí del trance, algo avergonzado y con más ilusiones con el chico rubio que antes.

—¿Quieres subir al techo? —terminé con el silencio.

—¿Techo? —agitó la cabeza, rompiendo contacto visual.

Reí, incluso para mí el término sonaba ridículo. Me levanté del suelo apoyándome en el sofá, Lloyd me imitó.

—Sí, es... es una sorpresa.

—No sé si me gusten tus sorpresas —dijo divertido, haciendo comillas con los dedos.

—Este lugar tiene muchos secretos ocultos —guiñé el ojo y me di la vuelta en dirección al pasillo.

Escuché sus pasos lentos tras los míos, dejando la sala atrás. Entramos al pasillo sin ver por donde pisábamos, este aparentaba ser más largo de lo que en realidad era gracias a la oscuridad. El estrecho espacio diseñado para dejar pasar una persona nos apretujó por un momento antes de dejarme tomar la delantera y palpar en la pared con desconfianza. La mano me tembló cuando la pared irregular se terminó y la la punta de mis dedos chocaron con el filo de la puerta.

Me detuve sin advertir a Lloyd de hacer lo mismo, chocó levemente contra mi hombro.

—Perdón —murmuró.

Sudé frío.

—Eh, es por aquí...

Al empujar la puerta no me sorprendí de escuchar el chillido espeluznante de sus gozones. Encendí de nueva cuenta mi puño en llamas para iluminar el lugar. Me hice a un lado, tratando de no ver la expresión en el rostro de Lloyd, y lo dejé pasar.

No había muchas cosas que observar. Cuatro paredes, una cómoda, un futón desgastado y lo que quedaba de mis juguetes, todo con el poco orden que le podía dar a los cinco años.

—¿Es tu habitación?

—Sí... —traté de ocultar mi amargura —De saber que tendría visitas lo habría limpiado —reí forzadamente.

Lloyd giró sobre sus talones, parecía interesado. Yo hubiera hecho lo mismo de no ser por la presencia de aquella emoción agridulce que amenazaba con vomitar mi corazón. En el fondo deseaba no estar ahí.

—Lo sé, lo sé —me mantuve en el pasillo —nada espacioso.

—¿Quién quiere lujos cuando todo está al alcance? ¿Recuerdas?

Logró sacarme una risa.

Por supuesto que lo recordaba, y era una de las mejores épocas si se ve desde ese punto «Porque en su momento fue una odisea vivir con "uno y medio baños"» Él también rio. Su risa me parecía cada vez más perfecta. Lloyd no era el tipo de persona que se reía de todo como Jay, o muy fuerte como Cole, tenía una risa verdadera, como la de un niño pequeño, y era una tristeza que tratara de ocultarla.

Me encantaba escuchar su risa, y ser causa de ella. Admito que mis bromas de doble sentido no eran suficientes.

—¿No mencionaste algo de un techo?

Me aclaré la garganta, percatándome de que esos silencios cada vez se hacían más largos a causa de nuestras miradas.

—Cierto —reí avergonzado.

Pasé dentro, sintiendo un escalofrío cuando agité mi mano para apagar las llamas. Tomé la cómoda de la esquina de la habitación y la empujé al lado derecho del futón. Subí tambaleante, mientras Lloyd me dedicaba una mirada de confusión, y di golpes al techo con los nudillos. Después de varios intentos este sacó un sonido hueco seguido de una nube de polvo que me obligó a apartar la cabeza para no ensuciarme y evitar que me callera en los ojos. Tosí un par de veces antes de empujar la compuerta oculta sobre mi cabeza y dejar pasar la luz de la luna.

Un rectángulo del tamaño perfecto para que pudiera salir una persona a la vez.

—Perfecto... —mascullé para mí mismo.

Estiré los brazos, recordando como de niño tenía que arreglármelas para subir hasta allá, gruñí al hacer un esfuerzo de jalarme arriba. Saqué los codos y lo demás fue pan comido. La brisa helada me dio en la cara, me incorporé con ayuda de las rodillas y me sacudí la ropa.

Cerré los ojos, rogando porque siguiera siendo igual de perfecto.

—Ven —miré a Lloyd desde arriba —esto te va a encantar.

Él no necesitaba ayuda para salir, aun así, le extendí la mano. Eso de ser caballeroso se me daba bien. Salió de rodillas, tomó mi mano mientras se sacudía los mechones rubios.

Lo guíe frente a mí en el momento en que alzó la cabeza. No le quitaba los ojos de encima, sumamente nervioso, esperando su reacción.

Sus orbes esmeralda se abrieron al máximo, destellantes.

Sentí un golpeteo de emoción en mi estómago, como si recién me enterase de que me había ganado la lotería, y sonreí.

—Wow... —murmuró con la vista clavada en el cielo.

—¿Y bien? —me atreví a preguntar.

Abrió la boca, pero de ella no salieron palabras.

—Wow —Repitió.

Y tenía razón, no había otra palabra que describiera el espectáculo de esa noche. Eran miles, millones de estrellas que parecían bailar sobre nosotros. Estaba consternado, siéndome imposible recordar cuando fue la última vez que vi las estrellas de ese modo, apostando que el panorama nocturno de Ignacia y la ladera rocosa brillante lucían mucho más espléndidas.

—Tú... deberías sorprenderme más seguido.

—Lo tomaré en cuenta —dije, las alas invisibles que me hacían sus ilusiones aumentaron de tamaño.

Con Lloyd ahí, era mejor que la lotería.

Caminamos apenas unos pasos, y nos sentamos a la orilla del tejado.

—Solía venir aquí todas las noches a hablar con mamá después de que falleció. —la razón se aferró a mi pecho, haciéndome hablar sin darme tiempo de mirar a mi acompañante —Ella creía que las estrellas podían escucharnos, supuse que si les hablaba ella también lo haría.

Lloyd permaneció callado. Me sentí tonto.

¿Quién sería tan ignorante como para creer eso?

Al parecer solo yo.

La mano de Lloyd posándose gentilmente en mi rodilla me obligó a girar la cabeza.

—Te aseguro que aún puede escucharte.

Sonrió de una forma tan noble que me ablandó el corazón más de lo que hubiera permitido. Aparté la mirada mecánicamente causando que Lloyd alejara su mano.

Añoraba en mi cabeza sus brillantes ojos azules, labios, cejas e incluso la forma de su nariz, cada uno de sus gestos y ademanes, el tono calmado de voz... No podía olvidar a mi madre, sin embargo, después de tanto tiempo se volvió casi imposible recordar la última vez que la vi. Dolía en el alma tener que conformarme con imaginarla, pero no tanto como la culpa que me causaba saber que no la quise lo suficiente.

Pasé una vida hablándole tontamente a las estrellas. Le conté entusiasmado los dientes de leche había mudado o los centímetros que crecí; le expliqué cosas que creía eran importantes como por qué no podía dormir, porqué lloraba Nya esa mañana, cuántas veces comí en el día, que limpié mi habitación y dejé la ropa sucia donde ella me enseñó. De vez en cuando le hablaba de como sentía, palabras que jamás volverían a salir de mi boca, y sentimientos que no me permití volver a mostrar​.

Gasté mis sueños ahí, creyendo ser escuchado.

Y me cansé.

Seguro de que, si la tuviera frente a mí una vez más, no sería capaz de decirle nada.

A ninguno de los dos.

—Eso espero —respondí.

—Por lo menos tu sabías que tenías mamá...

Su voz se escapó, suave y débil. Si no hubiésemos estado solos dudaría que se dirigiera a mí.

—¿Ah?

—Podías recordarla. —habló con más fuerza —Recordar cuanto te amaba...

Cuando mi cabeza recibió el golpe de mis emociones formó una barrera que me hizo reaccionar con frustración de inmediato.

—También sabía que no iba a volver, Lloyd.

Me recriminé por ser tan grosero y cortante. Suspiré, tratando de sosegar mi actitud.

—Ella... —dudé —mi mamá, siempre olía a humedad. El agua me recuerda a ella.

—Creí que odiabas el agua.

La ironía del asunto me hizo reír.

—No sé nadar —alcé los hombros despreocupado —Así como mi padre me alejaba de las armas ella lo hacía del agua, en cualquier caso.

—¿Hasta en la ducha? —rio.

—¡Claro que no! —lo codeé.

El impulso hizo que nuestros hombros chocaran, y permanecimos así. Se sentía íntimo, mucho más que en la sala. Teniendo aún suficiente espacio en el tejado parecíamos derretirnos por estar cerca.

—Lavaba la ropa los martes a diario —devolví la mirada al cielo —Salía del taller y nunca me dejaba acompañarla, era tanta mi curiosidad que un día decidí seguirla. Corrí por el sendero y me escondí detrás de un árbol. Ella se sentó en el pasto, en el vado del arroyo, y comenzó a tararear una canción...

Eché adelante los hombros apoyando las manos al borde del tejado, ignoré como la mugre me picaba en los dedos.

¿Podía recordar esa tonada?

—¿Y qué pasó? —preguntó Lloyd ante mi silencio.

Reí.

—Me aburrí y regresé. Papá me regañó por haber salido, dijo que le di un buen susto—negué sonriendo para mí mismo, alcé la vista —A veces tengo la impresión de que hacían hasta lo imposible por mantenerme encerrado.

—Solo querían protegerte.

—¿Tú crees? —pregunté como si no tuviera la menor idea de la respuesta.

Lloyd titubeó, ladeando la cabeza.

—Eras muy pequeño como para estar afuera sin que nadie y vigilase ¿Y si te pasaba algo? —Un gesto de inquietud apareció en su rostro —A la cosa más preciada que tenían en la vida, cualquier padre estaría... devastado.

Bajé la cabeza, concentrándome en un punto inexacto en el suelo. Los dedos de los pies me cosquillearon, dejándome deseos de apartarlos del vacío.

—No pienso así —me mordí el interior de la mejilla.

Me quedaba más que claro que Lloyd tenía razón.

—¿Por qué?

Traje la escena de mi madre doblando la ropa a mi mente, una y otra vez. Parecía algo mágico la forma en la que hacia todo con calma. En ocasiones desearía tener un poco de su paciencia y delicadeza.

—Yo creo que solo querían evitar que entrara a la casa con los pies enlodados y ensuciara todo otra vez

Ambos reímos levemente.

—¿Qué crees...? —balbuceó —No, nada.

—¿Qué sucede? —Insistí.

—Tu padre debió tener una razón, —negó —no pudo... solo despertar un día, con ganas de abandonar a sus hijos.

—Toda la vida me he hecho a la idea de que falleció. Aprendí a vivir con ello.

Con eso esperaba dar por cerrado el tema, me equivoqué.

Cruzamos miradas, casi por accidente, se nos fue imposible sostenerla.

Flexioné las rodillas y me acosté boca arriba, dejando mi cabeza descansar sobre mis brazos. No estaba muy cómodo, y por supuesto que al levantarme estaría bastante sucio, pero la increíble vista de aquella luna menguante valía la pena.

—¿Qué crees que fue lo que pasó?

Dudé.

—No lo sé, desde que el Sensei llegó a mi vida la imagen que tenía de papá cambió totalmente...

Me detuve, y al intentar rebuscar las palabras para continuar me pregunté si debía o no seguir hablando. Podía parar, antes de que la plática se volviera pesada y lastimosa por mi error.

En el fondo, pensé que me gustaría.

—Siempre soñé con convertirme en herrero como él. Trabajaría duro hasta conseguir el dinero suficiente para pintar el taller; no se me ocurría otra cosa a la que pudiera aspirar alguien como yo, esa era mi vida—bufé —o al menos lo era antes de que raptaran a mi hermana. Cuando el Sensei me entrenó, me contó que mi padre no vivió en esta aldea por siempre, sino que mucho antes de que yo naciera ambos viajaban por Ninjago, luchando codo a codo. Se trataba de un guerrero que renunció a las armas y se dedicó a forjarlas. Se marchó, dejando todo su legado atrás solo para proteger a su familia... —tragué saliva —Y por un largo tiempo se ocultó bajo la máscara del hombre ordinario que yo conocí.

Hice una pausa, sin aire, concentrándome en una estrella en particular que parecía tener un brillo especial sobre las otras.

—A un simple herrero la vida le pudo dar un mal trato, pero a un héroe... ¿Cuantas cosas no pudieron pasarle?

Sentí la mirada de Lloyd, con ese aire de angustia tan lastimoso que no me atreví a ver.

—Y luego está... —saqué una mano de detrás de mi cabeza, apenas alzándola interponiéndola entre mi vista del cielo —, está esto.

Extendí los dedos de mi mano izquierda, tornándose de un color cálido por la flama que salió después. Los moví despacio, atrayéndolos uno tras otro al centro de mi mano. Era hipnotizante la manera en que las leguas de fuego serpenteaban aparentando ser inofensivas.

—Todos somos descendientes de un maestro elemental original...—dijo, pero parecía hablar para sí mismo —Quizá tú padre lo era.

—Quizá... —dije observando mi mano.

No sería la primera vez que escuchaba eso, tenía bastante sentido. Eché la cabeza a mi derecha, Lloyd permanecía sentado.

—Quizá sabía que tú heredarías ese poder, e intentó alejarse de todo, para...

—¿Para protegerme? —apagué las llamas. Me apoyé en los codos, despegando la espalda del techo para mirar mejor a Lloyd — Si quería protegerme entonces debió decírmelo ¿Por qué no me advirtió sobre la carga? ¿Por qué no me entrenó? — continúe hablando con un chispazo de enojo, sin escuchar.

—A él no le correspondía...

—¿Por qué no me explicó el precio de tener estos poderes? —escupí con amargura.

—Apuesto a que te lo diría con el tiempo, —intentó tranquilizarme —cuando estuvieras listo.

Gruñí, poniéndome de pie.

—Si lo hubiera sabido tal vez me habría convertido en ninja antes, —me lamenté —¡Quizá él estaría aquí aun!

Se levantó, y me habló como si se tratara de un niño a punto de hacer una rabieta y él fuera el adulto.

—No puedes decir eso, Kai. No estaba en tus manos.

—¡Pero muchas otras cosas sí!

—Quería que fueras un niño feliz, por eso guardó su secreto.

—Oh, wow ¡Secretos! —hablé con sarcasmo, alzando la voz

Deje de caminar en círculos y me quedé escéptico en mi sitio.

«Secretos oscuros»

Aquellas palabras me atravesaron como bala y el particular rostro del loco con delirios de serpiente apareció en mi cabeza, llenándome de ira al instante.

Como diría Cole:

—¡AGH, BESTIA! —grité a todo pulmón.

Lloyd retrocedió, giré renegando. Pateé una teja con todas mis fuerzas, escuché como se rompió tras impactar contra el suelo.

— Pues gracias a esos secretos mi hermana y yo nos quedamos totalmente solos. —miré a mis pies no me faltaban ganas de patear otra cosa —Trabajé mucho, luché todos los días por mantenerme a flote ¿Y para qué? ¡Ni siquiera cumplí mi promesa de pintar el taller! Jamás pude hacer un arma decente.

Cerré la boca, por unos segundos intenté tragarme todo lo que había dicho.

—Si todo eso es ser feliz, si crecer sin padres es ser feliz, ¡Pues vaya que era feliz!

Sí, yo tampoco esperaba alterarme. Era frustrante, doloroso; una angustia asfixiante me arañaba las cuerdas vocales con cada palabra. Llevaba suficiente tiempo reprimiendo aquello, y para mala suerte de Lloyd la única forma que conocía para soltar era desquitándome a gritos.

—Kai...

—¡Hice todo para que estuviera orgulloso de mí! Estaba dispuesto a convertirme en un héroe cómo él, yo, que solo tenía ojos para forjar, cuando rescaté a Nya tenía la opción de regresar aquí y seguir con mi vida como la conocía ¡Ohhhh, pero yo quería ser como papá! ¿y que tengo a cambio? ¡La propiedad y mis poderes! —alcé los brazos —¡Gracias, porque con ninguna de ellas pude hacer algo bien! —grité, reprochante y sin pensar ni una sola palabra.

Y esa cita improvisada que empezó fenomenal se volvió un trago amargo, con mis gritos flotando en el aire formando un silencio ensordecedor.

Lloyd estaba pasmado, tenso. Apretó los labios y desvió la mirada, incómodo. No logré mirarlo una fracción de segundo más, le di la espalda lleno de pena, aún sabiendo que era un gesto bastante rudo.

Mi conciencia me repetía una y otra vez lo tarado que era.

—Lo siento. —hice lo posible por mantenerme firme —Solo pienso en mi mismo...

"¿Y que tengo a cambio?"

Mis propias palabras me causaron asco. Egoístas e indiferentes.

Por esa y más razones jamás podría ser como papá.

—No... no tenías por que contarme todo esto.

—Te pedí que me contarás tus sentimientos, era hora de que yo hiciera lo mismo. Lo siento, —repetí —no fue de la mejor manera.

—No te dis...

—No importa —lo interrumpí. Escuché sus pisadas y desvié la mirada cuando se acercó a mí.

—Ya basta —me habló severamente, haciéndome sentir deshecho —No tienes que hacerte el fuerte conmigo.

Me giré en su dirección, necesitado de una pared de concreto que me ocultara a los ojos de Lloyd. No fui capaz de hacer nada cuando lanzó sus brazos sobre mis hombros, poniéndose en las puntas de los pies para alcanzarme. Mis ojos se abrieron como platos, tardíamente comprendí lo que sucedía. Lloyd tiró de mí, atrayéndome con decisión, rodeé su torso y su espalda se curvó reduciendo el espacio de aquel abrazo. Mis puños se aferraron a la tela de su suéter, arrugándolo, mis labios temblaron y apreté la mandíbula cerrando los párpados con fuerza.
No se trataba de un abrazo dulce y suave donde se juntan las mejillas, sino de uno fuerte que nos hacía tambalear a ambos, poniendo nuestras cabezas en el hombro del otro. Era un abrazo que buscaba el calor que hacía falta, deseando curar las heridas y acabar con el dolor.

Agaché aún más la cabeza, ocultando mi rostro totalmente en el hombro de Lloyd. Respiré profundamente, sintiendo molestia gracias a la férula.

Sentí como si esa fuera la primera vez que nos abrazábamos, llenando un vacío en mí que no sabía que existía.

—Es una... una memoria buena... no quiero que cambie —susurré con un nudo en la garganta.

—No tiene por que hacerlo. Ellos ya están orgullosos —acaricio mi cuello con su pulgar y continuó con mi cabello —, desde donde quiera que estén. Las personas que aún te acompañamos también estamos orgullosos.

—Nya está molesta conmigo —fue la primera persona en la que pensé.

—Los hermanos pelan a veces ¿cierto? Eso no significa que esté decepcionada.

—Cree que soy alcohólico —me mantuve hablando en su oído —... no la culpo.

—¿Y tú que crees?

—Creo que te haces adicto a cualquier cosa que te haga sentir bien por un rato, aunque sepas que te hace daño. Pasa con el alcohol, el café... —respiré con dificultad —las personas...

—Papá me dijo una vez que cuando dependemos de algo nos volvemos débiles, vulnerables, desequilibrados.

—Pues no se equivocó.

Me odié, por tener los sentimientos tan arraigados, quemándome el pecho a fuego vivo.

Yo mismo me hacía daño.

Los malditos parches comenzaron a humedecerse.

Mis pulmones rogaban por aire, y una vez inhalaba me atacaba un espasmo en el pecho, ahogándome.

—Oye...

«No.»

—Oye...

«No. No. No.»

—Kai, mírame.

«No puedo.»

Lloyd se separó lo suficiente, permanecí quieto y derrotado.

—Nadie más habría podido hacer las cosas como tú hasta este momento. Nadie tiene la fuerza que tú, por que a pesar de no ser feliz... saliste adelante.

Posó su mano en mi rostro, sus dedos tibios recorrieron mis mejillas, acarició mi nariz, mis párpados, frotó mis parches y me cosquilleó las pestañas.

Vulnerable​, Lloyd podía hacer lo que quisiera conmigo. Estaba fuera de mi naturaleza​ que algo así me resultara reconfortante, lo hacía.
Su forma de sostenerme, de hablarme, de dirigirme la mirada con genuino cariño, mucho más que reconfortarme me hacía sentir completo. Desde hace mucho necesitaba de alguien que me mirara a los ojos cuando hablaba, que escuchara mis tristezas con paciencia, y aun cuando fuera incapaz de comprenderlas, respetara mis sentimientos.

Si no era Lloyd, ¿Entonces quién?

¿Quien además de él podría hacer que me sintiera así de vivo de nuevo? ¿Quien estaría dispuesto a recoger mis piezas aun cuando yo me negara? ¿Quien podría ver a través de mis ojos, y sabiendo lo roto que estaba, se arriesgaría por este montón de basura?

Nadie.

Maestro, era afortunado de tenerlo, por que estaba seguro de que no merecía esa luz que era Lloyd Garmadon.

Nadie.

Me miró con seriedad, yo hice lo que pude y me sorprendió lo sereno que parecía el chico rubio. Al contrario, sentí como si me hubieran dado un tremendo golpe en la cara cuando sonrió con gentileza, era blanca y brillante, tanto que estaba seguro de que dicha sonrisa debía pertenecer al cielo sobre nuestras cabezas.

—Nadie —dijo nuevamente, con la mirada vidriosa.
Nadie.

La noche nos hace patéticos, débiles, melancólicos. Me parece que la noche nos hace nosotros mismos.

Él me tenía en la palma de su mano.
No quería que nadie más me tuviera de esa forma, tan ilusionado, con esos sentimientos tan honestos.

Sonreí, sintiéndome mejor.

Estaba en buenas manos.



















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~Así están ustedes ahora, son el gato xd~

¡Hola mis Jelly beans! ❤
A partir de hoy los llamaré así ¿correcto? :3

Sé que ha pasado un largo rato desde la última vez que actualicé, y me disculpo por ello. Honestamente no creo que mis razones (muy variadas por cierto) sean de importancia, so, digamos que después de varios... Meses, y de escribir, corregir, y reescribir, este capítulo hasta el cansancio finalmente está aquí.
Debieron notarlo, y si no les aviso que es el capítulo más largo de toda la historia ~así como el que más trabajo me costó escribir, neta~ son 4,951 c':

Como sabrán publiqué está historia antes de ver Hands of Time, así que la muerte de los padres de Kai está totalmente fuera de sí xd Maya "desapareció" primero, digamos que un año antes que Ray. De igual forma esto ocurre después del torneo de los elementos, así que...

Me esforcé bastante para hacer que todo cupiera aquí sin que fuera demasiado forzado o aburrido, diganme si lo logré. Como siempre, no creo haber captado de forma acertada a Kai, pero se hace lo que se puede y espero les haya gustado ❤

Quiero agradecer por los 800 votos. No me lo puedo creer, parece un sueño chavoz ❤ Gracias a todas esas personas que pasaban a reeler en mi tiempo de hiatus, todos y cada unos de ustedes gentecita hermosa n.n

No puedo prometer que la próxima actualización será la siguiente semana, pero eso sí no me tardaré otra eternidad.

Voten★, comenten, es gratis ;)

Me despido que esto ya se alargó bastante xd y me wo a poner al día con cierta historia c':

Gracias por todo su pinche apoyo ~¿Lo ven? Hacen que me descontrole~ ¡Besos y abrazos!

Nos leemos luego!

-JELY<3
La que está de regreso baibi 7w7

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