V

Lloyd's POV

Me la llevé a la cara y olí su aroma por última vez antes de doblarla para meterla a la caja con las demás mantas.

Cerré las tapas de la caja con algo de amargura y la fui a dejar junto a las otras. A pesar de que la mitad de mi habitación ya estaba limpia y sólo me hacía falta empacar mi ropa, todo eso apenas llenó cuatro cajas como de medio metro de alto y uno de ancho. Tres de ellas estaban llenas de cosas que donaría a caridad.

En una de ellas estaba el juego de mantas que me dio mi madre cuando comenzamos a quedarnos en el monasterio. Los bordes celestes y el grabado de un dragón dorado me hacían amar esas mantas que se me fue imposible cambiar. Las otras dos, tenían cosas varias... Recuerdo haber metido el viejo tocadiscos y el juego de ajedrez al que le faltaba un caballo y dos soldados, ambas cosas me entretenían cuando pasaba largos ratos encerrado en las cuatro paredes de mi habitación.

Estaban llenas de todas esas cosas que, si era posible, no quería volver a ver con el fin de no lastimarme más de lo necesario. Al principio me pareció una buena opción conservarlas dentro de esas cajas por siempre, pero yo no era tan fuerte como para dejarlas ahí y tarde o temprano terminaría sacándolas.

Corrí las puertas del closet y observé mis prendas dentro por unos segundos. Abrí otra caja y comencé a doblar mi ropa con tranquilidad. Descolgaba, retiraba el gancho y doblaba. Nada más.
Pasaron alrededor de treinta minutos antes de que terminara de desocupar el closet y siguiera con los cajones y las cómodas.

La mayoría de mi ropa era verde, tal y como me gustaba. No era que fuese mi color favorito ya que a mi parecer jamás lo interpreté así, simplemente era un color del que no podía desprenderme. Era como algo que me identificaba de los demás y me hacía sobresalir entre la multitud de gente. Me hacía sentir seguro traer algo verde con migo.

La primera vez que me puse el traje verde tenía once años, casi doce. A esa edad nunca había tenido nada propio, al menos no porque lo obtuviera limpiamente. Ese traje me pertenecía por derecho.
Y aunque pareciera simple, era todo para mí. Le había dado sentido a mi razón de existir, me hizo poner los pies en la tierra y ver el mundo como realmente era. Me dio un nombre, un hogar, una familia. Me otorgó un don, que a la vez era mi desgracia. El destino había decidido que fuese yo quien vistiera de verde.

Ese traje era mío, y nadie me lo podría quitar mientras estuviera con vida. Con ese traje era todo, sin él, nada.

Ojala fuera lo mismo con este lugar.

La voz del Sensei resonó en mi mente en ese mismo instante. La indiferencia con la que me había dado la noticia me hacía enfadar, como si se tratase de algo de todos los días que pusieran a la venta tu supuesto hogar. Sus palabras parecían sencillas de pronunciar, a fin de cuentas dijeran lo que dijeran el monasterio sólo tenía un pasajero significado para él.

¿Y para mí? ¿A mí me importaba tanto el monasterio?

Me hacía esa pregunta dos veces, dando siempre respuestas opuestas. 

Apenas terminó la llamada salí a tropezones de mi habitación en busca de las llaves, y después de un monótono viaje en carretera fui a empacar mis cosas. Así, cuando mi madre y el Sensei fueran a empacar el resto y llevaran a la agente de bienes raíces en unos días yo no tuviese la oportunidad de tratar de hacerlos cambiar de opinión.

En aquel momento estaba negando la verdad: ese lugar si me importaba. Había algo en él que logró unir, aunque fuera por un corto tiempo, una familia rota. Tal vez era verdad porque yo lo creía; yo no era el hijo perfecto, supongo que era muy tarde para eso. Mi padre no se ganaba el premio a esposo del año. Y mi madre... Sólo era cuestión de tiempo para que se diera cuenta que se casó con el hombre equivocado ¿no?
Siempre hubo algo en mi madre que me hacía sentirme roto por dentro cuando estaba cerca de ella.

Era una familia muy rota, pero si se ve desde fuera era hermosa la forma en la que funcionábamos. La forma en la que mis padres se unían por el amor que me tenían...

Me paré al centro de la habitación y vi las cajas frente a mi sin darles importancia alguna. Eran casi siete, tenía más ropa de la que creía. Me asomé al pasillo, ya me había resignado a bajarlas por las escaleras de dos en dos, lo peor que me podía pasar era dar un paso en falso y caer. Con la mala suerte que creía tener en ese momento no me hubiese sorprendido que me pasara.

Ya tenía la primera caja sobre el hombro cuando se me ocurrió tocarme en bolsillo en busca de mi celular. No tarde en darme cuenta que no estaba y en menos de un segundo me giré sobre los talones para buscarlo con algo de paranoia. Un minuto después logre verlo debajo de la cama entre todas las cajas de zapatos, debió caerse desde detrás.

Me puse pecho a tierra y estire la mano. Estaba demasiado lejos para alcanzarlo desde la orilla.

—Demonios... —me quejé para mí mismo. Yo no cabía abajo de la cama.

Tendría que mover la cama si quería alcanzarlo. Empujé en colchón hacia atrás para despegarlo de la pared y poder meter la mano. Cuando lo tomé lo primero que revise fue la pantalla para ver si estaba quebrado, gracias al cielo no tenía ni un rasguño.

Lo puse de regreso en el bolsillo de mi pantalón y volví a empujar la cama a su lugar. Un segundo después escuché un crujido, como si algo se aplastara. Del lado izquierdo había algo que impedía que se moviera más. Era de esperarse que se tratara de una caja que se había salido de su lugar, sin embargo era una caja muy ancha para que se tratase de una de zapatos.

Me puse de cuclillas sin ganas y la saque con algo de fuerza ya que se había atascado. Era una simple caja de cartón polvorienta y sucia que yo no recordaba haber puesto ahí. Acabé sentándome en el suelo y lleno de curiosidad terminé abriéndola.

Era un papel cebolla, como esos que le ponen a las envolturas de los regalos. Su tono amarillento delataba que debió ser blanco alguna vez. Lo saqué de la caja metiendo los dedos por las orillas, su textura rasposa gracias al polvo me hizo arrugar el papel al tocarlo. Aparté la caja a un lado y comencé a quitar el papel de algo que era ligero y blando. Mientras más retiraba el papel perdía más volumen hasta que quedó algo flácido dentro de una bolsa de plástico negra.

La mire un segundo tratando de recordar si yo había puesto eso allí alguna vez. Tal vez no debía abrirlo, por alguna razón estaba tan bien guardado. Pero mi curiosidad seguía siendo demasiada. El nudo de la bolsa estaba bien hecho por lo que tuve que romperla para abrirla. Al principio parecía ser una simple tela negra, después una manta, y cuando la saque por completo de la bolsa concluí que se trataba de una prenda. Le busqué la forma y extendí al aire lo que reconocí como un suéter.

La curiosidad mató al gato.

Apenas lo volteé al derecho se me heló la sangre y me paralicé del miedo. Se mi formó un gigantesco nudo en el pecho que me impidió respirar durante unos segundos o bien pudieron ser minutos, no estaba prestando atención a nada.

Mis ojos estaban fijos en eso.

Estaba desgastado y sucio en lo más mínimo, no era imposible de reconocer. Los bordes deshilados de una capa negra me rosaban las rodillas. El negro casi brillante hacía que las costillas blancas que le había pintado en el pecho con pintura de exteriores relucieran más, bajo estas el número cinco que originalmente traía el suéter ya estaba por perder su verde color.

Tenía entre mis manos temblorosas ese suéter que usaba de niño; que había dejado de usar porque ya no me identificaba, porque ya era un niño grande, porque me quedaba chico y de más cosas que había sido incapaz de recordar hasta ese momento en que lo tenía ante mis ojos.

Durante años esa prenda era mi único amparo. Me protegía de la lluvia, del sol, nevara o hiciera viento. Ponerme la capucha sobre la cabeza me hacía sentir invisible, nadie sabía quién se escondía debajo de ella. Nadie me prestaba atención si iba de negro, un color que demuestra que eres alguien imponente, significado de tristeza y soledad. El único color que no es capaz de absorber la blancura de la luz. Siempre pensé que yo funcionaba de la misma forma: yo no era capaz de absorber nada bueno.

Alguna vez, en mis sueños, vi a mi padre con un aspecto más oscuro de lo que soy capaz de recordar. Vestir de negro me recordaba a él, me recordaba que en este mundo mi única opción era seguir sus pasos.

Los recuerdos estaban haciéndose vívidos.

Solté el suéter como si este me quemara los dedos y me alejé de espaldas hasta golpearme con la pared tras de mí. Mis pulmones rogaban por aire que trataba de tomar como si estuviese ahogándome.

Mi hice un ovillo, con las rodillas pegadas al pecho y lágrimas amenazando con mojarme las mejillas. Restregué mis ojos con fuerza, tenía que ser fuerte. No podía permitirme llorar, no por algo tan estúpido, no después de todas esas veces que me deje vencer y aplastar por cualquiera.

Había llorado cuando los chicos del internado me humillaron ante todos. Esos meses en los que vagué con hambre por las calles. Incluso cuando los ninjas me dejaron en ese letrero en la aldea Yamanakai. Después de todo eso, me prometí que no lloraría si no valía la pena.

¿Todas esas otras veces valió la pena?

¿Cuantas veces pensé que mi padre había muerto por mi culpa?, sumándole muchas otras más en las que había fallado, no como ninja, sino como hijo o hermano. Todas esas noches que me repetía una y otra vez que no debía hacerme ilusiones con un amor tan fácil.

¿Valía la pena llorar por desamor?

Hubiera sido bueno no tener la voz de Kai en la cabeza. No recordar su promesa de que siempre estaría respaldándome. No querer tenerlo a mi lado, refugiándome en sus brazos oliendo su aroma a cenizas mientras era capaz de escuchar sus latidos. Siempre me negaba sin saber que había caído en sus encantos; sus ojos color miel, sus labios rosados, las mariposas en el estómago que sentía cada vez que se acomodaba el cabello con vanidad, y que podía apreciar por horas el fino pero preciso agarre de sus dedos al blandir una espada.

Hubiera sido bueno no estar molesto con él.

Siempre estaba pensando en Kai aunque no lo admitiera. Debía aceptar la realidad: Kai jamás se fijaría en mí, no cuando le llueven chicas bonitas, animadas. Dispuestas a tomarse una botella de licor de un trago. Odiaba decirlo, pero ambos éramos de mundos muy distintos.
Por otra parte, yo estaba resentido con él por eso y muchas otras cosas más que me eran imposibles admitir. Mis celos, su imprudencia e ignorancia que posiblemente eran invento mío.

No importaba cuantos errores cometiera, cuantas veces me hiciera sentir mal sin notarlo, no importaba que tan molesto estuviera con él. El problema era que yo no podía dejar de amarlo. Siempre le perdonaba, no le daba importancia a cualquier cosa que hubiera dicho o hecho. Lo amaba tanto que no podía estar molesto con él.

Con la vista nublada mire las cajas al lado de la puerta y sentí una punzada en el corazón.

No importaba cuanto tratara de ignorarlo, sabía que esas cajas no estaban llenas de cosas, sino de recuerdos. Necesitaba alejarlos de mí, ya que de mi memoria era imposible borrarlos.

No podía borrar la sonrisa de mi padre al ganarme en una partida de ajedrez...

—Jaque Mate, otra vez lo interrumpí antes de que me presumiera su victoria.

El rio, como siempre.

—¿Que nunca te enseñaron como jugar bien? dijo estirando los brazos por detrás de la cabeza.

—Jay siempre me dejaba ganar arguye.

En todas las partidas de ajedrez ahora que lo pienso.

No podía imaginarme con nadie más escuchando los mismos discos de vinilo que estaban amontonados en un rincón.

—Tu madre encontró esto en el cuarto de afuera dejó una caja sobre la mesa —supuse que te interesaría.

¿Discos de vinilo? dije sacando un álbum polvoriento ¿Son tuyos?

Yo también fui joven.

Esas letras en las baladas suaves ya no tenían sentido en mi cabeza.

No quería volver jugar con aquel balón de soccer con el que había roto la ventana por accidente...

La mirada de mi padre me traspasaba el pecho. Su semblante serio me advertía que un regaño se aproximaba. Él dio dos pasos hacia mí y yo retrocedí con nervios. Mi madre me observaba desde lejos se llevó una mano a la boca preocupada.

Bajé el rostro listo para enfrentar lo que fuera... En lugar de eso, el silencio fue reemplazado por las risas de mi padre.

Supuse que serías bueno jugando me habló entre risas Cualquiera puede jugar con un balón. Es similar a controlar una de tus esferas de energía, pero más fácil.

Me lanzó el balón al pecho y yo lo atrapé de golpe. Aún estaba atónito porque no me había regañado.

Si notaste que rompí la ventana ¿Verdad?

Hijo, eres pésimo jugando soccer ¿y te preocupas por una ventana?

Me sonrojé de la pena, sonaba patético. Mi padre se dio la vuelta y siguió riendo.

Ya no tenía a nadie que me dijera lo malo que era jugando.

Los recuerdos me atacaron, y no supe cómo defenderme.

Me acurruqué en la esquina con la sensación de que las paredes quisieran tragarme. Escondí el cabeza entre los brazos, totalmente derrotado.

No tenía un padre que se enorgulleciera de mí, ni una madre que celebrara mis logros. No tenía una gigantesca familia llena de primos, tíos, hermanos y hermanas. Mucho menos me había tomado la delicadeza de tener amigos.

Siempre supe que debía aferrarme a las personas con fuerza; yo más que nadie sabía lo que significaba valorar a alguien, valoraba a las personas como hubiese querido que me valoraran a mi antes. Era en ese preciso momento donde más dolía afrontarlo... cuando me daba cuenta que ya no me quedaba nadie en quien apoyarme.

Mis recuerdos y mis miedos habían tenido una batalla en mi cabeza y al final me había ganado el miedo a ver el rumbo que estaba tomando mi vida.

Si me prometí no llorar, ¿porque lo hacía?

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¡SORPRESA! (?)

Estaba más anciosa que ustedes por publicar este capítulo donde tenemos a mis dos grandes amores: Mi Garmy y mi Verdecito c':
No podía hacer esperar mas tiempo algo así ❤

Ademas de que la necesidad de mas poder diabólico me lo ordenó c:

Me gustaría agregar que puse mucho de mi en este capítulo, es uno de mis favoritos *Si, ¿como no? sí Garmadon mi Crush xD❤* En verdad espero que les guste n.n

Un abrazote a todos lleno de muuuuchas de mis lágrimas causadas al escribir esto :'3 ¡Nos leemos luego!❤

-JELY<3

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