Capítulo 7: El teléfono descompuesto
Recapitulando, los chicos estaban completamente atrapados en una dimensión paralela como ha estado pasando en los últimos fanfics hechos por la autora. En todo caso, ahora iban a ver la realidad de su situación, y las pruebas irrefutables que indicaban que todo lo que estaba pasando era una versión alterna de su actual mundo. Es así que, del interior del cajón, el hombre sacó un gato, es por eso que los muchachos quedaron muy impactados al respecto, especialmente porque eso podría ser considerado como maltrato animal, pero peor se puso el tema, cuando éste felino les dio la espalda, y ahí vieron un teclado que sobresalía de su lomo.
—¡Oh por Dios! —gritó Ban.
—¡Pobrecito! —lo compadeció Ginji al ver al cuadrúpedo en ese estado.
—Voy a vomitar —advirtió Shido mientras se llevaba una mano al estómago y otra a la boca.
—No puede ser esto real —murmuró Kazuki.
—¿Qué es lo que pasa? ¡No entiendo nada! ¡Nadie me dice nada! —avisó Jubei desesperado.
—Esta es la prueba que tanto estaban pidiendo —aclaró el tipo de forma misteriosa.
—¡A eso no puedes llamarlo prueba! —Mido señaló a aquel animal con su dedo.
—Ah, no, ese gato no es, ya que nos permite comunicarnos con urgencia a otras agencias —declaró el hombre; lo que hacía entender que el bicho era una especie de teléfono.
—¿Qué? —dijo sin entender el de lentes. En ese momento, el felino abrió la boca, y una voz de operadora salió de él.
—"Usted se ha comunicado con el servicio de atención al cliente. Por favor, intente llamar más tarde porque estamos ocupados resolviendo la caída momentánea del sistema, debido al uso excesivo de nuestros canales. Muchas gracias y disculpe las molestias." —el gato cerró la boca y maulló, luego se fue por un costado.
—Ay, ay... ese gato... —Ginji empezó a ponerse pálido—. Ay... se me baja la presión —y después de ese aviso, el rubio se desmayó, aunque afortunadamente, Kazuki lo atrapó antes de que colisionara contra el suelo, por consiguiente, los chicos se quedaron mudos unos momentos, y casi sus ojos se salieron de sus cuencas por el llamativo momento. Es así que, sus almas volvieron a sus cuerpos en cuanto pudieron asimilar lo que estaba pasando unos segundos después.
—Bien... supongamos que te... creemos —dijo con cierto tono de duda Mido, mientras movía su mano en el aire—. ¿Y ahora qué se supone que debemos hacer? —le preguntó al que los estaba introduciendo.
—Bueno, la conexión de dimensiones se ha caído, por lo que tendrán que esperar a que se restablezca —avisó el buen hombre.
—¿Qué es esto? ¿El servicio de tarjeta Movi o qué? —levantó una ceja el de lentes.
—Creo que no tenemos de otra que hacer lo que nos piden, Mido —y entonces Kazuki señaló unas bancas vacías donde podrían sentarse para esperar.
—Pues ya que —respondió resignado.
Una vez más, nuestros protagonistas estaban atrapados en un callejón sin salida, y esta vez, con el aburrimiento haciéndoles una grata compañía. Si bien, la espera en una sala de por sí era matadora, pareciera que estar en medio de su trabajo favorecía la tensión en el ambiente, aunque también, estaba el hecho de que empezaba a hacer un calor inhumano ahí dentro.
—¿Por qué hace tanto tufo? —se quejó cabizbajo Kazuki, quien momentos atrás decidió apoyar la cabeza de Ginji sobre su regazo, aunque parecía que el rubio tampoco la estaba pasando bien, especialmente porque se le escuchaba gruñir levemente debido a la temperatura.
—El aire acondicionado se ha descompuesto —avisó el mismo hombre que los había atendido antes.
—Que desgraciados —murmuró Mido estando apoyado en una de las columnas de mármol—. ¿Enserio no tienen presupuesto como para arreglarlo?
—¿Podrías dejar de quejarte? En la selva misionera hace mucho más calor que esto —notificó Shido; él parecía estar en buen estado a comparación de los demás.
—Yo... no sé cuánto tiempo podré aguantar con esta camiseta puesta —declaró Jubei mientras se abría el cuello de la misma, y dejaba ver como algunos vahos salían de ésta.
—¡De los que estamos aquí, ninguno de nosotros somos tarzán aparte de ti, así que cierra el pico chico mono! —lo señaló el de lentes.
—¡Si que te gusta pelear, serpiente tarada! —se acercó al pelicastaño y juntó su frente con la suya en señal de confrontación—. ¡Si quieres te puedo dar unas lecciones afuera para resistir altas temperaturas!
—¡Entonces vamos, y veamos quién le da lecciones a quién! —le aseguró el de lentes entre dientes.
—Chicos, no deberían... —fue interrumpida la hilandera.
—¡Tú cállate! —dijeron al unísono.
—¡Bien! ¡Hagan lo que quieran! ¡Pero es lamentable que ustedes estén haciendo esto cuando el señor Ginji...! —y se escuchó la puerta cuando ellos se fueron.
—Salieron —informó Jubei a secas.
—¡Ya lo sé! —expresó Kazu al levantarse eufórica, y en ese movimiento, sin querer tiró al carajo al rubio, logrando así que se diera un buen golpe en la cabeza, pero en cuanto se rescató del hecho socorrió al afectado—. ¡Lo siento, lo siento señor Ginji! —dijo con desesperación.
—¡Aw! ¡Duele! —aseguró con unos grandes lagrimones en sus ojos.
Mientras esa pequeña escena se llevaba a cabo, los otros dos que salieron afuera, se pusieron en posición bajo el abrazante sol, pero no llegaron más allá de las miradas intensas, debido a que el abrumante clima, los venció antes, para entonces obligarlos a volver adentro.
—Necesitamos agua —pidieron al mismo tiempo.
—Vaya par de retrasados —comentó Jubei, y por primera vez, insultando a algunos miembros del grupo.
Antes de que aquellos dos respondieran a la falta de respeto por parte del ciego, el escenario cambió otra vez bruscamente; la conexión se había restablecido. Sin embargo, la cosa estaba un poco rara, ya que de repente, se encontraron todos suspendidos en el aire, y cuando miraron hacia abajo, vieron una piscina; sí, una piscina en la cual cayeron posteriormente. De inmediato, se escucharon: gritos, pataletas, y lloriqueos con gran estruendo en la zona, mientras que nuestros protagonistas comenzaban a nadar casi con desespero hacia los bordes, puesto que vieron a Amano soltar chispas debido al susto que se metió al caer ya que no sabía nadar.
—¡Cálmate Ginji, yo te sacaré, pero comportante! ¡Por Dios, compórtate! —le pidió Mido acercándose lo más rápido posible hacia él, pero no llegó a tiempo, ya que el rubio soltó una gran descarga que hizo que todos los chicos quedaran graciosamente negros; afortunadamente nadie murió de ninguna forma, y Ban sacó con calambres a Ginji del agua.
—Por un momento pensé que iba a morir —informó la hilandera, quien se estrujaba la ropa unos momentos después.
—Y yo que tengo agujas de metal... —se lamentó Kakei, quien se sentía algo entumecido.
—Creí que me iba a freír ahí dentro; menos mal que no somos humanos normales —comentó Shido, el cual se inclinaba sobre sí.
—¡Yo la tuve peor! —se quejó fuertemente el de lentes mientras cargaba a Ginji en su espalda.
—Lo siento Ban —murmuró el rubio.
—¡Miren! ¡Miren esto! —se señaló su cabello que parecía ahora alguna mala copia de Goku—. ¡Parezco ahora una especie de sayayin! ¡Quién sabe cuánto tiempo me tomará recuperarme de esto! —les comentó a los demás exasperado; obviamente el grupo contuvo la risa.
—Lo siento Ban —volvió a repetir el otro.
—¡Tú cállate! —reprendió al rubio que estaba medio moribundo.
Luego de esa poco productiva charla, escucharon a sus espaldas una voz extraña, y al voltear todos, vieron a esa caja de oro con patas e incluso brazos mostrarles la espalda, aunque en esta ocasión, pudieron deslumbrar ahora un trasero que tenía la misma, cosa que descolocó a la mayoría excepto a Ban, quien se rescató debido a que era el objeto que debían recuperar o al menos, eso parecía.
—¡Es hora de moverse lelos! —gritó el de lentes, quien empezó a correr teniendo a cuestas a Ginji.
—¡Oye! —se quejó Kazuki, quien empezó a seguirlo junto a los demás.
—¡Espéranos serpiente tarada! —le comunicó Shido.
La persecución se había reanudado, por lo que su aventura con ese cofre dorado, le regresaría el dolor de cabeza del que tanto se habían quejado hasta ahora. Por otro lado, en su recorrida por unos barrios extraños y algo carenciados, llegaron a traspasar un extraño túnel donde los guio esa sobrenatural criatura.
—Oigan, ¿no creen que esto es un poco extraño? —comentó Kazuki a la hora de entrar en el túnel, ya que los colores de la zona cambiaban a matices de blanco a negro en lo que avanzaban, además, el tiempo allí dentro parecía ralentizarse, como si fuera un portal o algo así.
—No sé de qué rayos me estás hablando —comentó Mido centrándose en lo que sea que estaban persiguiendo.
—¡Deberías prestar más atención a lo que está sucediendo a nuestro alrededor! —le reprochó la de los hilos, pero apenas dijo aquello, los dos chicos terminaron apareciendo en otra parte—. ¿Qué rayos? —mencionó la chica al ver a sus alrededores. Al parecer, habían llegado a una especie de depósito.
—El ambiente ha cambiado totalmente —avisó el ciego.
—¡Hay que tener cuidado de ahora en...! —Kazuki se había volteado para ver a sus demás compañeros, pero no vio a Ban, a Ginji, y mucho menos a Shido por ninguna parte—. Los demás han desaparecido —dijo desconcertada abriendo sus brazos.
—Ya me parecía que la peste de ese sujeto no estaba —se refería a Ban.
—Bien —se calmó Kazuki—. No puedo preocuparme por los otros, pero el señor Ginji no estaba bien, así que...
—El señor Ginji es él. No debemos subestimar al emperador relámpago —afirmo Kakei.
—Tienes razón —sonrió con más confianza—. Entonces sigamos, seguramente nos encontraremos con los demás en algún momento —y en lo que los muchachos comenzaron a moverse, Ban había aparecido también en un lugar completamente desconocido para él, por lo que en medio de su persecución tuvo que detenerse.
—¿Qué diablos? —expresó mirando todo con confusión. El lugar ahora se había transformado en un sitio nocturno, en donde cuyos alrededores, se plantaba muy poca vegetación, aunque más adelante, se veía a la distancia, una casa tétrica que parecía a simple vista embrujada—. ¿Qué clase de lugar es en el que estamos ahora? —entre cerró los ojos con cansancio, pero algo le llamó más la atención que esa casona misteriosa. En sus brazos notaba que le faltaba peso, por lo que volteó su cabeza hacia atrás, y se dio cuenta de que su compañero de trabajo no estaba—. ¡Ginji! —gritó y empezó a buscarlo en las cercanías, y aunque buscó y buscó, no tuvo éxito en ello—. ¡Maldición! —se lamentó. El de lentes había quedado completamente solo, y con su único compañero de confianza desaparecido, ¿entonces qué movimiento debería hacer a continuación al estar en tal encrucijada?, pues la respuesta a su pregunta llegó como vino, por lo que volteó hacia la casa cuando escuchó la puerta principal rechinar—. Parece que no tengo otra más que seguir —con los hombros un poco tensos, y la espalda recta, soltó un suspiro para más tarde encaminarse hacia la dichosa.
Una vez en el interior del complejo, se encontró con una profunda oscuridad que abrazaba el sitio. Sus paredes se caían en cascada rotas por la humedad. Los cuadros torcidos destacaban de la mohosa edificación cerca de unas escaleras con rostros que pertenecieron a alguien que ya extinto... quizás hace ya muchos años. La alfombra de piso, se mostraba sucia y ocultaba algunos posibles tablones sueltos que, con un mal paso, lo hundirían hasta el sótano de la casa (si es que poseía uno). Por último, Ban estiró un poco el cuello para revisar y entró con cuidado mientras apartaba con las manos las telas de arañas que tenía a la mano; le urgía encontrarse algún interruptor que pudiera serle de ayuda. Afortunadamente para nuestro protagonista, había uno cerca de un pasillo, así que lo encendió, y apenas se realizó la acción esperada, la escena tuvo un subidón sobrenatural, cuando miles de velas se prendieron a su alrededor en los viejos candelabros, sin necesidad de tener energía eléctrica, cosa que ya dio por hecho Ban que debía ponerse a la defensiva.
—Ya empezamos de nuevo —comentó para sí mismo—. ¡Vamos, aparece bastardo! —le exigió, y entonces, una risa familiar se hizo escuchar, así que Ban giró hacia donde creía que provenía la voz, y allí, en lo alto de la doble escalera, notó a un individuo con una ropa parecida a la de Drácula, cosa que hizo levantar una ceja al chico.
—¡Has llegado muy lejos Ban Mido! —aseguró la voz, la cual era más reconocible aún.
—¿Me conoces? —preguntó desconcertado.
—¡Soy el heredero de las sombras! ¡El que todo lo ve y lo nota! ¡El rey de este castillo! —aseveró el chiflado aquel.
—Ya corta el rollo que esto se torna largo —avisó él con aburrimiento llevándose una mano a la cadera.
—Oh, tienes razón, no debemos dejar que nuestros fans se aburran —admitió y descubrió su rostro—. ¡Soy Ginji Amano, el vampiro eléctrico!
—¡Pero qué cara-...! —el de lentes se quedó con el ojo cuadrado ante semejante revelación.
Si bien, les había tocado vivir muchas cosas antes, no podía explicarse el cómo su amigo había llegado hasta la conclusión de decir que era un vampiro. Así que... este sujeto tenía la habilidad de manipular también la mente además del cuerpo. ¿Qué podría hacer nuestra serpiente en esta situación?, ¡eso debería verse más adelante!
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