Capítulo 2: Cosas que pasan en la noche
El día se mostraba tan radiante y acalorado como ayer, y nuestros héroes... ¡estaban más veraniegos que nunca! Ambos chicos habían aprovechado su adelanto para comprarse nuevas ropas, y por supuesto que también, en un par de comidas lujosas, pero como siempre eran abusivos con el dinero, obviamente que les duró tan solo un suspiro, ¡pero eso no importaba!, especialmente porque luego tendrían el resto de su recompensa si es que traían consigo el Arca.
—Ban... ¿en verdad crees que hicimos bien en gastarnos nuestro adelanto así nada más?, es decir... era mucho dinero, y sabiendo la suerte que siempre tenemos... —informó con preocupación el rubio, quien no dejó de parlotear hasta que el castaño lo interrumpió.
—Cierra el hocico. Es tarde para llorar ahora, además, quién sabe, puede que el Arca exista realmente y terminemos ganando el resto del dinero —aseguró con un positivismo desbordante.
—No estoy del todo seguro —dijo el rubio llevándose un dedo sobre su barbilla notablemente dubitativo.
—¡Vamos, tú fuiste el que dijo que debíamos hacer esto desde un principio! —se volteó a ver a su amigo, a quien tomó de los cachetes y se los estiró en forma de reproche—. ¡No es momento para andar diciendo que te arrepientes de haber tomado el trabajo!
—¡Ugh! ¡Está bien, está bien! —a Ginji apenas se le entendía lo que decía por el ataque que le propinaba su amigo, y mientras el rubio intentaba detener a su compañero, Shido arribó puntual a su encuentro por lo que lo notaron enseguida en el aeropuerto.
—¡Hey! Veo que han madrugado al final —afirmó su otro camarada, quien los saludaba elevando una mano mientras caminaba hacia ellos, pero, notó el cambio de trajes, lo cual lo sacó de onda—. ¿Qué diablos llevan puesto? —espetó al detenerse repentinamente.
—Oh, bueno, el dinero es una buena estimulación para levantarse, ¿sabes? —mencionó de forma engreída el de lentes—. Por otro lado... —la mirada de Ban cambió a una de molestia después de soltar a Gin—. ¿Acaso no lo ves? ¡Estamos usando el último grito de la moda este verano! —aseguró poniendo sus manos sobre sus caderas para así lucirse.
—Aw, aw, awww —se quejaba el rubio frotándose las mejillas ahora rojas por los estirones.
—No digas tonterías —le replicó, y luego los señaló—. Ya entiendo porque nos les dura nada el dinero. No saben administrarlo para nada —aseguró Shido.
—Cállate, no tienes derecho a opinar cuando eres un mantenido —le recalcó Ban frunciendo el ceño.
—¡No soy un mantenido! —le reprochó levantando su puño.
—Muchachos, tranquilos —intervino Ginji poniéndose entre aquellos dos que empezaban a gruñirse mutuamente—. Y ya que estamos los tres aquí, podemos irnos a la misión de una vez, ¿no? —preguntó a lo último.
—Ah —Shido se rescató, y entonces mientras se enderezaba le contestó a su viejo amigo—. Aún falta un par de compañeros más —levantó su mano para ponerle un freno al otro.
—¿Enserio? ¿No es suficiente con nosotros tres? —Gin parpadeó curioso varias veces.
—No. Es una misión un tanto complicada, por lo que la misma señorita me mandó a buscar a otras dos personas de confianza —avisó Shido.
—Es-espero que no le hayas pedido ayuda a Akabane... —Ginji empezó a temblar en su lugar.
—Sería un dolor en el trasero que ese loco viniera con nosotros —puso mala cara el de lentes.
—No se preocupen —negó con su cabeza, y pronto escucharon unos cascabeles sonar, los cuales los hicieron girar.
—Hola chicos —saludó amablemente Kazuki, quien llegó con Jubei.
—Muy buenos días —acompañó Kakei en su saludo.
—Hola muchachos, es agradable verlos —les dio la bienvenida el chico bestia, quien se acercó a estrechar su mano con el ciego y con el muchacho de finas facciones.
—Somos demasiados —dijo desalentado Ban.
—¡Amigos, me alegra verlos! —el rubio fue a recibirlos también, aunque entre saltos.
—¿Entonces ustedes también tuvieron un adelanto? —se reunió finalmente la serpiente con ellos.
—Sí, así es —asintió felizmente el de largos cabellos.
—Yo nunca dejaría solo al señor Kazuki —informó Jubei.
—Sí, sí... ya sabemos todos sobre tu extraña faceta de acosador —avisó Ban moviendo una mano en el aire como si estuviera espantando alguna mosca.
—Tan desagradable como siempre —comentó Kakei con desdén.
—Tranquilos chicos, hoy estamos todos en el mismo barco, así que no hay motivos para pelear, ¿de acuerdo? —intervino Ginji nuevamente para evitar que Ban hiciera de las suyas—. Tú también Ban, no seas peleonero —le rogó por lo bajo a su compañero, quien lo miró con poco interés.
—Como sea... aun así me parece innecesaria esta cantidad de gente para una misión como esta, es decir... es solo un recinto en el que está metido algo que parece realmente inexistente —declaró él abriendo sus brazos demostrando qué tanto subestimaba el asunto—. ¿Cuántos guardias puede haber? ¿Uno o dos? —se metió las manos en los bolsillos mientras hablaba con ellos.
—Será mejor que no hablemos de eso aquí Mido, igualmente... para que ella esté muy interesada en esto, debe de haber algo más entre medio —indicó Shido—. Seamos coherentes; todo el mundo sabe que esa cosa no existe realmente, y que ese lugar seguramente solo está para mantener la leyenda en pie —explicó elevando un dedo.
—Es inusual que analices las cosas por tu cuenta, chico mono; al parecer ya empezaste a tomarte enserio tu trabajo —Mido sonrió mirando al otro.
—Sacando de lado lo que estás diciendo, Mido, es verdad que hay algo extraño en todo esto —afirmó Kazuki—. No me entrometí porque me haya interesado la oferta, sino más bien por la leyenda del Arca y lo que oculta esta misión, así que... ¿por qué no vamos a averiguar? —aconsejó tranquilamente. De hecho, al de lentes, le pareció extraño que el mismo Kazuki, quien parecía ser una de las personas más listas que había conocido en lo largo de su vida, accediera a esto por simple diversión, pero más raro le parecía el hecho de que el chico bestia estuviera pensando la situación, aunque ya era demasiado tarde como para meditarlo.
—Bien... si eso es lo que piensan, por mí está bien, aunque nosotros venimos nada más por el dinero como siempre —alegó el compañero del rubio mientras se rascaba la cabeza.
—¡Entonces vamos chicos! —expresó animadamente Ginji y los demás asintieron, por lo que se adentraron en el avión.
El viaje fue especialmente bullicioso, ya que todos los muchachos no paraban de platicar ni de molestarse los unos a los otros, haciéndolo más animado de lo que era. El resto del día también pasó rápido en primera clase, y quizás por el hecho de no estar acostumbrados a esos lujos, algunos de ellos se abusaron de todo, especialmente hablando de Ban y su compañero. En cualquier caso, la noche no tardó en caer, y nada más faltaba que ésta se fuera para que llegaran a su destino, pero antes de eso, Ginji, tuvo que enfrentar un pequeño percance.
—Ah —el rubio hizo algunos suaves movimientos con su boca al despertarse, y luego se despegó del hombro de su compañero de asiento, el cual resultaba ser Ban—. Iré a tomar algo de agua, ¿de acuerdo amigo? —le comentó por lo bajo en lo que se separaba de él.
—¿Ah? Bien, bien —dijo soltando un leve bostezo mientras se reacomodaba en su asiento. Ginji por su parte sonrió mirándolo un momento, y entonces se levantó para pasar entre el pasillo que creaban los asientos. En ese avión, solo viajaban ellos 5, así que no debería de ser un problema el hacer un poco de ruido al trasladarse, sin embargo, estábamos hablando de un chico bastante considerado, así que no hacía falta decir más. Un instante después, nuestro muchacho llegó al pequeño bar que quedaba en el fondo del avión, y en un completo silencio, se sirvió un poco de agua, la bebió, y muy pronto se encontró de camino de regreso. Ya con su sed saciada, nada más quedaba volver a su sueño, pero eso no podría ser, debido a que Ban, quien le daba la espalda, decidió hablarle apenas y se acomodó.
—Ginji —lo llamó con suavidad. A veces la voz de él podía tornarse cariñosa de un momento a otro, y otras veces afilada por su terrible temperamento, sin embargo, esta clase de momentos eran los que los había acercado a los dos.
—Ah, lo siento Ban, ¿ya no te puedes dormir? —le preguntó ahora un poco soñoliento mientras se re acomodaba debajo de las mantas que compartían.
—No es eso —elevó un poco su rostro con las dudas de si girarse o no por completo, pero igualmente lo terminó haciendo, y observándolo con aquellos serpentinos ojos azules.
—¿Qué ocurre?, me estás asustando —le murmuró por lo bajo mientras le sostenía la mirada al otro, a lo cual el castaño rio levemente por los mismos nervios.
—Si serás tonto —le fue a acariciar el rostro con una mano, y luego de hacer ese tierno gesto, la retiró—. Estamos en una misión demasiado sospechosa, y quizás tengamos que dividirnos una vez más... —él dejó caer su vista un momento. Ginji, quien había cerrado su ojo por un instante debido al toque, terminó viéndolo con curiosidad, y le sonrió con dulzura.
—No pasa nada, sabes que siempre salgo ileso —le dijo con positivismo.
—¿De qué rayos hablas? Siempre el que más termina herido de los dos eres tú; deberías tener más cuidado, idiota —le reprochó peleando por lo bajo.
—Ah, lo siento —contestó con intranquilidad, ya que le resultaba un poco inesperado que su amigo reaccionara de esa forma.
—Bien... no importa —volvió a posar su mano sobre él, pero esta vez en su cabeza, demostrando así su aprecio de nuevo—. De cualquier forma, sabes que no debes separarte de mí pase lo que pase, ¿de acuerdo?
—Pero... —de repente, Mido fue bastante posesivo, y lo abrazó contra él, sacándole el aliento de esa manera a Ginji—. Ban, ¿qué haces? —dijo por lo bajo impresionado, e iba a intentar separarse de él, pero... quizás este era uno de esos momentos en los que su compañero mostraba sus debilidades, y no quería ofenderlo, es por eso, que suavizó su mirada, y conmovido, abrazó también al otro.
—Deja de ser tan terco por una vez —le pidió el de lentes.
—No estoy siendo terco —refunfuño con ternura el otro en medio de ese acto—. ¿Acaso no ves que estoy dejando que me abraces? —le preguntó por lo bajo, manteniendo ese tono algo comprometedor.
—Ah... sí, lo estoy sintiendo —le aseguró y una sonrisa que no podía ver Gin, se plantó en el rostro de Ban, el cual se separó levemente para mirar a éste a los ojos—. Ginji, yo... —de repente el ambiente fue roto por Shido, quien empezó a gritar como marrano siendo llevado al matadero, y con él, los demás también se despertaron cagados de miedo en sus lugares, pero listos para pelear, sin mencionar que Ginji y Ban se separaron estrepitosamente por la vergüenza que les había causado su accionar y, además, se hicieron los boludos respecto a lo que pasó recientemente entre ellos.
—¡Qué es lo que pasa! —gritó Kazuki levantándose con los pelos parados.
—¡Yo lo protegeré señor Kazuki! —afirmó Jubei que estaba al lado suyo.
—¡Quítenme esto de encima! —vociferó Shido ahogado, siendo aplastado por una enorme maleta, la cual pertenecía a uno de los allí presentes.
—Ups, parece que la acomodé mal —dijo Ban, quien se acercó a tomar el dichoso objeto. Cuando el castaño se acercó a arreglar el desagradable asunto, el resto lo miraron mal, especialmente porque a nadie le gustaba que lo despertaran en medio de la noche.
—Ah, deberías sujetar tus cosas Mido —expresó Kazuki acomodándose un poco los cabellos y volviéndose a sentar.
—Ah... —Jubei soltó un suspiro poderosamente pesado, como si lo hubieran interrumpido en algo importante, aunque al final no dijo nada y simplemente se recostó en su asiento; al parecer Ginji y Ban no eran los únicos que andaban con cosas sospechosas.
—Dejen de quejarse, además, yo no fui quien los importunó —aclaró el de lentes después de acomodar la valija—. El que gritó como animal fue el culpable —arremetió.
—¡Cállate! ¡Es tu responsabilidad por poner cosas que son tuyas en el espacio de los demás! ¡Tú te sientas por ese lado! ¡Pon ahí va tu basura! —señaló Shido después de treparse por el asiento e indicarle con un terrible humor a Ban dónde estaba posicionado.
—Sí, sí... —Mido cerró un ojo, y se metió un dedo a la oreja fingiendo que no lo escuchaba—. Sigan durmiendo, mañana nos toca una buena jornada —aseguró para luego retirarse de regreso a su lugar.
—En verdad... que poco tacto —se quejó por lo bajo Kazuki acomodando las mantas sobre Jubei, y una vez más, las luces volvieron a apagarse.
—Oye Ban, ¿qué ibas a decirme? —le susurró por lo bajo el rubio dejando pasar a su compañero entre los asientos.
—¡Ja! Como si ahora importara. Ese chico mono rompió todo el ambiente —dijo cruzándose de brazos, y dándole la espalda a su ahora desconcertado compañero.
Amano era un camarada realmente destacable, y creía que entendía a su amigo casi en todo, pero había veces, que no comprendía del todo su proceder, especialmente cuando las cosas se tornaban tensas por cosas ajenas.
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