Capítulo 4
Con el pasar de los días los malestares se habían comenzado a hacer muchísimo más manejables. Al parecer la infección estomacal había decidido marcharse por sí sola y sólo me había dejado detrás unas tercianas ocasionales y mareos bastante similares a los del síndrome del oído medio. O eso fue lo que Yahoo Respuestas me dijo. Y estaba bien con eso, muchas personas sufrían de eso, no era algo raro. Mi cansancio seguía, pero eso era clara respuesta física al enorme estrés al que me había visto expuesto desde que decidí tomar dos empleos, y aunque la idea de dejar uno de ellos era tentadora, simplemente no podía hacerlo. Necesitaba el dinero.
Con la ausencia de mi enfermedad mi cuerpo había comenzado a ganar peso y un poco de eso se había instaurado en mi abdomen. Era extraño porque las veces que había subido de peso los kilos de más se iban a otro lugar, pero se notaba sólo cuando me miraba al espejo, de costado, el resto del tiempo, con mi usual estilo de vestir, apenas se notaba algo extraño en mí. Al parecer todo había vuelto a la normalidad, incluso mi curiosidad por el grupo de raritos se había ido evaporando, tal como yo mismo había supuesto.
Mi única preocupación ahora parecía ser la fiesta en honor a Kitty que tendría lugar hoy por la tarde. Lindsey había persistido en la idea de presentarme a alguien y dos noches atrás nos habíamos quedado toda la mañana, después del trabajo, entre las mantas de mi cama mirando perfiles de Facebook de conocidos suyos. Eran bastante guapos, pero ninguno era particularmente mi tipo. Un tipo que estaba rondando los treinta, de nombre Mark fue el único que llamó ligeramente mi atención, y eso porque en su foto de perfil aparecía con un perro. Uno bastante lindo, a decir verdad.
— Mark irá igual. Irá con Tom y Travis. Tienen una banda —había dicho Lindsey—. Le hablaré de ti... ¿Qué dices?
Y realmente no había podido negarme. Esa misma tarde después de la cafetería me había ido a comprar un regalo para Kitty.
Rebuscando entre mis prendas descubrí que casi todas mis camisetas ajustadas parecían demasiado ajustadas ahora mismo. Así que escogí una camisa a cuadros en rojo, gris y negro, unos jeans cómodos y mis viejas Converse blancas. Ni siquiera me había detenido a luchar con mi cabello, simplemente lo había quitado de mi frente y luego de ponerme algo de perfume decidí salir de casa. Lindsey estaba esperándome justo fuera del edificio, y me guió hasta la acera, en donde una camioneta gris con un conductor barbón esperaba. El tipo lucía bastante serio, eso hasta que sonrió y se alzó las gafas de sol.
— Soy Steve —dijo él.
— Yo soy Gerard —respondió.
— Ya sé, Lindsey me ha hablado maravillas de ti. Gracias por cuidar a mi chica todas las noches.
Alcé las cejas con sorpresa pero en cuanto Lindsey se sentó en el asiento del copiloto y le besó los labios, entendí el contexto de todo. 'Mi chica' quería decir que efectivamente eran algo, y quizás desde hacía bastante tiempo. ¿Por qué Lindsey no me había dicho nada en lo absoluto? ¿Es que acaso había dejado de confiar en mí?
— En caso de que te lo preguntes... mi tarotista me recomendó no hablarle de esto a nadie hasta que fuese serio. Y adivina qué —se giró a mirarme, dedicándome una de sus sonrisas más brillantes— ¡Ya es serio!
Steve rió y sinceramente no pude seguir aparentando molestia. Me empujé hacia delante para abrazarla y luego de besar su mejilla la dejé volver al frente. Con la vista fija en lo que había a través de la ventana nos vi avanzar por las calles de la ciudad hasta uno de los barrios más bonitos de Queens, en donde estaba ubicado el hogar de Kitty. Las casas eran amplias y ninguna era igual que la anterior, sus jardines eran enormes y el césped era increíblemente verde. En cuanto me imaginé viviendo en una de ellas el posible precio de una propiedad así llegó a mi cabeza y pinchó la burbuja de ilusión.
Kitty resultó ser increíblemente amable y la camiseta con diseño de la nueva película de Star Wars le encantó, y también le quedó bastante bien. Me abrazó y luego me dejó pasar a la casa. Había unas veinte personas esparcidas entre la sala, la cocina y el jardín trasero. Una enorme parrilla humeante rodeada de algunos tipos que desconocía estaban en la parte posterior del jardín, y cerca de ellos, en el sentido contrario del humo, había unas chicas sentadas, hablando de quién sabe qué. Lindsey me guió hasta ellas y me las presentó una a una. Eran sus amigas, lo cual me resultaba raro porque en años de amistad nunca la había visto en otro contexto. Según yo era su único amigo, pero al parecer eso era sólo porque era su único amigo en el trabajo.
Muchísimos nombres entraron a mi cabeza pero logré guardar pocos de ellos. Al parecer casi todos pertenecían al ambiente artístico y musical. La misma Kitty pertenecía a una banda y era baterista. Cerca de la media noche, después de haber comido y cuando ya todos estaban divididos en grupos, la escuché decirle a Lindsey que la antigua bajista iba a tener que retirarse y otro tipo, un tal Jimmy, le dijo a Lindsey que si aprendía a tocar el bajo entonces iba a poder ocupar su lugar. Compartí la emoción de Lindsey por unos instantes, pero luego cambiaron el tema, y yo volví a perderme. Los sábados por la noche solían ser las únicas noches que podía dormir como una persona normal, y en lugar de dormir estaba ahí, en un sofá extraño, rodeado de extraños.
Eventualmente Lindsey se puso de pie y luego de hablar con un tipo cuyo rostro me parecía vagamente familiar regresó a mí. El tipo era el Mark que habíamos visto en Facebook, aunque a decir verdad se veía mucho mejor en las fotos de Facebook. Él tomó asiento a mi lado y me saludó, yo lo hice también. Lo escuché decir algunas cosas mientras mis ojos se entretenían con las olas formadas al interior de mi vaso de jugo de naranja, eso porque me había negado a beber alcohol a causa de mi estómago todavía débil. Pero de pronto mi vista comenzó a nublarse y su voz se escuchaba lejana. Mi atención se perdió y poco después perdí también el norte. Lo último que pude ver antes de cerrar los ojos fue su mueca de espanto porque mi cabeza iba cayendo en dirección contraria al sofá.
Cuando abrí los ojos tenía un dolor intenso en la cabeza y el techo se veía bastante blanco. Alcé una de mis manos y sentí algo blando en el costado de mi cabeza. Y el olor me hizo saber que posiblemente se trataba de un apósito, porque estaba en un Hospital. Poco a poco la conciencia fue regresando a mí pero no había nuevos recuerdos que recordar. Una enfermera que pasó a los pies de mi camilla me vio abrir los ojos y se alejó con paso acelerado. Poco después regresó, y junto a ella venía Lindsey.
Cuando me vio a la cara su gesto se relajó.
— Lo siento tanto, Gee —suspiró—. Sabía que habías estado enfermo pero no pensé que fuese tanto.
— ¿Qué pasó? —murmuré, mi boca sabía a rayos.
— Te desmayaste y te golpeaste la cabeza con la mesa de centro. El doctor dijo que no fue nada grave, pero quiere saber por qué te desmayaste así que tomaron algo de sangre y van a hacerte unos exámenes. Le dije que habías estado enfermo desde antes... y ahora sólo tenemos que esperar los resultados.
— Lamento haberte arruinado la fiesta —dije, dedicándole una sonrisa de medio lado.
— No importa... aparte de la oferta de los chicos fue todo super aburrido. Creo que esto fue lo más emocionante que pasó. Steve nos trajo volando y detrás venía el auto de Jess, el de Mark, el de Jimmy y unos dos o tres más. La sala de espera allá abajo estaba llena de tipos ebrios vestidos de negro, imagina eso.
Ambos reímos por culpa de ella. Y cuando me ofreció mi teléfono celular descubrí que eran ya las nueve y treinta de la mañana. Nuestras risas se vieron interrumpidas cuando un médico un tanto viejo apareció. Traía un par de hojas en sus manos y nos dedicó una mirada significativa antes de volverse a mirarme exclusivamente.
— ¿Podríamos tener unos minutos a solas? —preguntó, yo asentí.
Lindsey entendió al instante y luego de hacerme unos gestos con la mano abandonó la sala. Sólo cuando estuvimos en absoluta soledad el médico se acercó a mi cama, y mirándome por sobre los anteojos volvió a hablar.
— Esto es extraño... extraño en verdad —comenzó—. Tengo aquí los resultados de tus exámenes. Todavía cabe la posibilidad de que sean erróneos, así que necesito tu autorización para realizarte una ecografía.
— ¿Una qué?
— Es sólo para salir de dudas —dijo—. ¿Es posible?
Yo accedí. Por una puerta interna salimos a un pasillo y a través de él llegamos a un pequeño ascensor dedicado solamente al personal de la clínica. Él no dijo nada en todo el camino hacia el tercer piso. Y sólo se detuvo cuando llegamos a una nueva puerta. No alcancé a ver las letras sobre ella pero el interior era bastante similar a la habitación que visité meses atrás, cuando conocí al doctor Urie. El médico me invitó a recostarme y luego él mismo alzó mis prendas para dejar a la vista mi abdomen. En esa posición semi-acostado se veía más abultado.
— Veamos... —dijo luego de poner el frío gel sobre mi pálido abdomen. Y en cuanto comenzó a arrastrar ese pequeño artefacto por sobre mi piel, su rostro palideció. Y pronto el mío lo hizo también. Era difícil comprender qué era lo que mis ojos veían en la pantalla, pero esos latidos cardiacos fueron respuesta suficiente a las interrogantes mudas que se formaron en mi cabeza— Así es... se trata de un embrión —murmuró el doctor, sonaba maravillado.
— ¿Un... embrión?
— Así es. Su acompañante debió habernos dicho que se realizó el tratamiento para la fertilidad, hubiese sido mucho más fácil tratarlo cuando llegó. Es usted uno de esos pocos afortunados, ¿No es así?
— Yo...
— Y según su expediente vino a esta clínica hace unos meses. ¡Es el segundo embarazo efectivo que practicamos en esta clínica! La comunidad médica estará asombrada. ¡Hay que llamar a la televisión!
— ¡Yo no me practiqué nada! —grité para llamar la atención por sobre su voz.
Él se giró a mirarme, su solo gesto me gritó a la cara que no bromeara. Llevé ambas manos a frotar mi rostro y luego de recuperar mínimamente algo de compostura volvió a mirarlo.
— Vine hace poco más de dos meses, la segunda o tercera semana de diciembre porque quería ver si era uno de ellos pero el doctor Urie dijo que no y... no entiendo qué está pasando, de verdad.
El doctor me dejó con la palabra en la boca y se marchó. Ya no se veía nada en la pantalla, pero mis ojos seguían viendo esas manchas y mis oídos seguían escuchando sus latidos. Latidos... esa cosa tenía un corazón, y estaba dentro de mí.
Mis pensamientos no pudieron llegar más lejos porque instantes después el doctor que estaba tratándome y el doctor Urie entraron a la habitación. El segundo lucía terriblemente asustado.
— El doctor Groom me dijo... me dijo todo —comenzó Urie—. Yo fui quien te trató y estoy dispuesto a responsabilizarme por esto. Fui yo.
— ¡Pero dijiste que yo no era uno de ellos! ¿Cómo mierda hiciste esto?
— Planeaba buscarte para decírtelo, ¿Sí? —Dijo Urie— Por instantes miró al otro doctor pero él no parecía querer irse así que continuó. Ese día... bueno, yo ya había terminado mi turno y estaba, bueno, estaba ocupado y, uh... llegaste tú y... bueno, le di un par de órdenes a un alumno en práctica y... creo que se confundió, un poco.
— ¿Un poco? —Grité— ¡Estoy embarazado!
— Si te sirve de algo son poquísimo los casos en los que funciona este tratamiento... él usó una vía especial para implantarte un óvulo fecundado y... bueno, la naturaleza hizo lo suyo. Es un... es un milagro.
— ¡Pero yo no quería este milagro! —Estallé— Quiero sus nombres, quiero sus nombres porque voy a demandarlos. Esto no se va a quedar así, ¿Entendiste?
Posiblemente con el abdomen al descubierto en esa incómoda silla no me veía muy amenazante. Pero después de una pausa en la que el doctor Groom comenzó a gritarle al doctor Urie, aproveché de limpiar mi abdomen y acomodar mis prendas. Y sólo cuando estuve ante ellos volví a mirar a Urie.
— Brendon Boyd Urie, mi nombre. Pero... podemos llegar a un acuerdo, yo...
— ¿El nombre del alumno en práctica? —Exigí.
Él suspiró.
— George Ryan Ross.
— Tengo todo el derecho de demandar a este idiota, ¿No es así? —Dije mirando al doctor Groom. Él se limitó a asentir y realmente parecía interesado en decir algo más, pero yo pasé de ellos y volví al pasillo. Con prisa regresé por sobre nuestros pasos y luego de tomar mis cosas desde mi camilla, salí a la sala de espera. Lindsey ya no estaba ahí, y eso fue un verdadero alivio porque en cuanto salí de la clínica rompí en llanto.
¿Qué demonios iba a hacer con un bebé?
NOTA: Más adelante voy a entrar en detalles con respecto al tratamiento ese y todo el asunto, ¿ok? El doctor Urie estaba demasiado asustado como para dar detalles.
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