Capítulo 15




— Gerard, no tenemos todo el día —bufó Frank.

— Necesito ir al baño, dame cinco segundos —respondí, aunque ya iba de camino hacia allá. Era ya la quinta o sexta vez en el día que tenía que partir corriendo al baño y eso que había despertado hacía menos de dos horas. Si bien sabía que en los últimos meses todo dentro se veía estrujado a causa del bebé y el tamaño de mi vejiga disminuiría considerablemente, nunca creí que fuese a ser tanto. Parecía una broma. Además realmente era incómodo orinar con este terrible y pesado vientre de por medio.

Me enjuagué las manos y me miré al espejo una vez más. Mi castaño y desordenado cabello lucía sucio sobre mi cabeza y por más que intentara peinarlo seguía luciendo mal. El médico había dicho que era por algo que las mujeres tenían y yo no, pero no recordaba muy bien qué era. Acomodé mi amplio suéter y salí del baño. Era genial como lucía el pasillo con esa decoración de Halloween, aunque no era algo llamativo si se comparaba con la sala de estar o la fachada de la casa. Frank realmente se tomaba en serio la festividad, y faltando ya tres días para Halloween todo estaba ya listo. Y yo seguía sin decidir qué iba a regalarle.

— Ya está, no tardé nada —dije cuando llegó a su lado, al costado del auto. Frank sólo me ofreció una de sus manos y me ayudó a entrar al vehículo. Últimamente no recibía su ayuda por opción, era que simplemente no sabía cómo rayos lidiar con este bebé en mi interior. Dejé ir un pesado suspiro cuando finalmente estuve acomodado y cerré los ojos al sentir el motor partir.

Quince minutos después estábamos estacionando fuera de la clínica.

Desde hace dos citas habían comenzado a ser semanales porque se acercaba el término y teníamos que programar una fecha, pero realmente no me gustaba que fuese tan seguido porque al parecer un periodista había descubierto qué días íbamos y desde entonces no paraba de aparecerse para tomarme fotografías. Había encontrado algunas en Twitter y amablemente le había pedido que dejara de hacerlo, pero no se detenía. Al parecer a todo el mundo le interesaba el estado del embarazo de cada uno de los raritos, y aunque varios ya habían dado a luz, seguía siendo algo llamativo para el resto del mundo.

— Me encanta que no sepan lo que hay bajo tu ropa —dijo Frank a mi costado, y sólo pude reír en respuesta.

Entramos de la mano al hospital y seguimos así todo el camino hasta la oficina de mi doctor. Él estaba esperándonos, pero en cuanto le mencioné mi problema con mi vejiga decidió perdonarme los minutos de atraso.

— Estamos ya en la semana número treinta, ¿no es así? —Dijo él con la vista fija en los documentos— Eso nos ubicaría en el séptimo mes. Es fácil ver que tu vientre ha crecido bastante este último tiempo, pero es totalmente normal. El bebé ya está casi listo para salir de ahí y tanto para ti como para ella será un alivio cuando finalmente nazca. ¿Has sentido algo raro? ¿Se te pone duro el vientre o algo así?

— Uh... a veces —respondí, Frank se me quedó mirando extrañado—. Pero leí en internet que es normal porque duran bastante poco...

— Exactamente —sonrió el doctor. Yo asentí con suficiencia—. Tu bebé ya sabe abrir y cerrar los ojos, ¿Sabías eso? Incluso tiene pestañas. Su cerebro ya es casi como el de nosotros. Él puede sentir y escuchar cosas así que pueden hablarle para que vaya conociendo sus voces. ¿Le han hablado?

— Yo no dejo de hablarle —confesó Frank—, pero a Gerard no le gusta porque dice que se ve tonto.

— Pero igual le hablo —intervine, y nuevamente Frank se me quedó mirando—, cuando estamos a solas.

— Estamos a tiempo para realizar una ecografía en 4D, ¿quieren ver a su bebé? Es una tecnología asombrosa porque sabremos si está sonriendo o si está triste. O quizás se está chupando el dedo y no veremos nada. Pero sus músculos faciales ya tienen movimiento. ¿Quieren hacerlo?

— Sí —dijimos al mismo tiempo, y no pudimos evitar reír por eso.

Nuevamente seguimos al doctor hasta la habitación contigua y esta vez no tuvo que preguntarle a Frank si quería ponerme el gel, él lo hizo, y ambos disfrutamos el momento. Luego de limpiar sus manos se acercó a mí y enlazamos los dedos de una de nuestras manos, y ambos presionamos con nerviosismo cuando una imagen amarillenta apareció en la pantalla. De inmediato descubrimos que estaba enfocando su rostro. Mi vista se fijó en su nariz, era bastante curva pero era difícil decidir a cuál de los dos se parecía. Tenía sus ojos cerrados y su boca se movía lentamente, vi una de sus manos aparecer en la imagen y cubrió uno de sus ojos con ella, y luego la bajó a su nariz y ahí se quedó. Entonces terminó todo. Y yo realmente quise pedirle que volviera a enseñárnosla, pero no era posible.

— Era Emily —dije en un suspiro, y Frank besó mi frente.

— Nuestra Emily —dijo él, no podía ser más maravilloso.

Cuando salimos del hospital regresamos de inmediato al auto, y yo estaba tan embobado mirando las imágenes de Emily que apenas noté que nos dirigíamos a otro lugar y no a casa. Más cuando alcé la mirada y pude ubicarme, descubrí de inmediato dónde estábamos.

— ¿Por qué vamos al local?

— No puedo decir nada —dijo él, y era obvio que ocultaba algo.

Estacionó media calle antes de su trabajo y cuando nos bajamos tenía una bufanda en una de sus manos, se paró a mis espaldas y cubrió mis ojos y la mitad superior de mi rostro con ella.

— ¿Qué haces? —pregunté sobresaltado.

— No puedo decir nada. —dijo nuevamente.

En silencio permití que me quitara la vista y luego me aferré a su costado, lentamente comencé a avanzar, totalmente seguro de que él cuidaría de cada uno de mis pasos, llevaba las imágenes de Emily en una de mis manos. Cuando nos detuvimos él me quitó la bufanda del rostro, las puertas del local estaban abiertas y de pronto saltaron unas quince personas desde todos lados y había globos y decoraciones en tonos rosa y blanco y muchas cosas que fueron difíciles de ver en un primer momento. Sólo pude notar que todos gritaron "¡Sorpresa!" al unísono. Y Frank estaba junto a mí, sonriendo como un niño pequeño.

Cuando el grito fue hecho vi a Lindsey acercarse a mí junto a Steve para abrazarme. Cerca de ellos estaban varias de las personas que había conocido en aquella fiesta tantos meses atrás, pero pocos nombres recordaba. Vi a algunos compañeros de mi antiguo trabajo, vi a los amigos de Frank y... vi también a mi madre y a mi hermano.

— Le pedí a tu madre que viniera —dijo Lindsey en medio del abrazo.

— No sé si agradecerte o golpearte —respondí con sinceridad.

— Después de hablar con ella decide qué quieres hacer —sonrió Lindsey y se apartó de mí.

Saludé con una sonrisa a algunas personas mientras me iba a acercando a mi madre y para cuando estuve junto a ella me quedé ahí, congelado. Y ella me abrazó de una forma tan intensa que me sentí como un niño de cinco años nuevamente. Besó mi frente y luego se apartó para mirarme y mirar a mi hija entre nosotros. Sin decir una palabra permitió que me apartara para que yo pudiera saludar a Mikey, con quien el reencuentro fue igual de intenso.

— Él es Frank —dije con nerviosismo—, es el padre de Emily. Y mi novio.

— Un placer —dijo mi madre.

— El placer es mío, Donna. ¿Puedo llamarla Donna? —Preguntó él, sonaba nervioso pero mi madre sonrió y asintió— Ha hecho a un hijo magnífico. La felicito y le agradezco por él.

— Ya no sé si es él o ella —dijo ella en tono de broma, pero mi repentina tensión fue notoria, y al parecer ellos lo notaron.

— Sigue siendo un hombre, Donna —dijo Frank—. No te olvides de eso.

— ¿Vas a quedarte algunos días? —pregunté intentando dejar el asunto atrás, ella negó.

— Tengo que volver a casa. Pero vendré cuando nazca mi nieta, no se olviden de avisarme.

— No lo olvidaré —respondió Frank.

Me quedé mirando a mi hermano por unos instantes, pero él no tenía nada que decir y realmente no encontré un tema en el cual invitarlo a participar. Con mi madre me sucedió similar, y antes de darme cuenta estaba excusándome para ir a tomar asiento en uno de los negros sofás del local, con Lindsey y Steve a un lado y Frank junto a mí. Le pedí que fuese a buscarme algo para comer y cuando regresó a mi lado, junto al plato con un par de pastelitos en tamaño miniatura llegó con la noticia de que tanto mi madre como mi hermano ya no estaban ahí.

Y realmente no me sorprendió.

— Da igual —suspiré en medio del abrazo que Frank me ofreció, y posando una de sus manos sobre mi vientre agregué—, ustedes dos son mi familia ahora.

Correspondí a su beso pero pronto nos apartamos y decididos a dejar ese ácido momento atrás, nos pusimos de pie para iniciar adecuadamente la fiesta de bienvenida de nuestra hija. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top