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"Quien con monstruos lucha, que se cuide de convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti". —Friedrich Nietzsche.


George bramó y su pequeña mano se tomó de la mesa, sus mejillas estaban empapadas en lágrimas.


—Maldito mocoso, harás lo que yo te diga —presionó su brazo con más fuerza y las largas uñas que posee se incrustaron en su piel.


El pequeño gritó de dolor y se dejó caer al suelo, aquella mujer no le permitiría hacer lo que quisiera, estaba en claro, pero el niño de cabellera blanca no pensaba darle la oportunidad de hacer con él lo que quisiera. La mujer inclinó su cuerpo con todas las intenciones de obligarlo a ponerse de pie, claro no se lo esperaba, no hasta que la sangre se hizo presente y el dolor era inexplicable.


El pequeño rufián se regocijó al ver entre sus dedos la uña de la mujer de cabellera negra.


—¡Hijo de tu puta madre! —le gritó a todo pulmón, tomando su dedo y haciendo presión mientras la sangre se filtraba.


Con el corazón acelerado se paró y comenzó a correr, George no era ningún tonto, él recordaba como tantas veces ella había mostrado ser capaz de hacer lo que fuera necesario.


Flash back


—Me lo llevaré y usted sabe que no puede hacer nada para impedirlo, señora, puede hacerlo por las buenas o puedo llamar a la policía —se cruzó de brazos en la puerta.


—¡No! No quiero ir con usted, es una bruja —el pequeño se aferró a las faldas de la mujer.


—Soy tu tía, no una bruja —rodeo los ojos— Lo que es la imaginación de los niños.


—¿Quieres que deje salir un poco más de mi imaginación? —protestó en tono amenazante.


—Podrás dejar salir un poco más de esa imaginación cuando lleguemos a la casa, vámonos —estiró su mano.


Él golpeó la mano de aquella mujer y corrió al auto donde se encontraba Charlotte, ella abrió la puerta para encontrarse con un fuerte abrazo de él.


—Estaremos bien Geo, solo debemos hacer lo que ella diga —susurró tocando el cabello del peliblanco que negaba.


Fin Flash back


—Charlotte, ¿dónde estás? —susurró abriendo puertas a su paso.


Se detuvo en seco cuando escuchó golpes provenientes al final del pasillo, se inclinó a la altura del suelo donde los golpes se hacían más intensos e insistentes.


—Aquí estabas maldita ladilla —caminó dejando gotas de sangre en el suelo— ¿Buscas a esa mocosa entrometida?


—¿Dónde la tienes? —dijo sin dejar de ver sus ojos y corrió a donde se encontraba.


—¡Eres un demonio!


Tomó la cabellera blanca del niño que se aferró a su larga falda que llevaba una abertura en una de sus piernas, lo jalo del cabello que se tiñó con su sangre y este la mordió incrustado sus cortas uñas en la piel de su pierna.


—¡Vas a hacerle compañía! —gritó bramando de dolor.


Le dio una bofetada que quedó marcada en su pálida piel, aquellos ojos grises estaban desbordados de lágrimas, pero no desistió, volvió a incrustar sus uñas, esta vez en los brazos y con él sin soltarlo dio unos leves pasos.


Su pequeña oreja fue atrapada entre las largas uñas de su mano sana, no lograría escapar de ellas sin salir lastimado.


—Suéltame bruja maldita, Yaneth era mucho mejor que tú, por eso Alfred la prefería —chilló al sentir como las uñas se incrustaban más.


—No tienes la menor idea de lo que estás hablando mocoso, vas a estar semanas —se quejó levantando una pesada puerta oculta en los tablones de madera bajo una alfombra sin soltarlo— Sin salir de aquí.


Lo tiró dentro de aquel lugar que estaba alumbrado por un pequeño farol a vela. Trató de mirar los alrededores, la poca luz no llegaba más allá de su entorno.


—Disfruta de tus bellas semanas, por cierto de vez en cuando traeré alguna nueva vela y un poco de comida para que no mueras —soltó una fuerte carcajada— Hay una sorpresa que creo que hará menos difícil tu estadía en París.


Vio aquel rostro joven que sonreía con odio, antes de que el estruendo de la puerta llenará el sitio de una oscuridad casi completa. El silencio era casi absoluto, solo escuchaba el latido de su corazón acelerado, a George no le molestó jamás la oscuridad, pero desde las sombras sintió un sonido de algo que se arrastraba y no pudo evitar estremecerse.


Se paró en puntas de pie para alcanzar el farol que colgaba de un clavo, lo tomó y la luz lo encandiló un poco; pero aquel sonido inquietante se intensificó y con sus piernas temblantes dio los primeros pasos. Escuchó un quejido que se hacía más fuerte a medida que avanzaba y con lo que encontró hizo que quedara paralizado.


Charlotte estaba allí tirada en el suelo de barro, sucia y amordazada. Sus brazos tenían cortes y sus mejillas estaban llenas de tierra mojada, solo destacaban sus espejados ojos grises.


—Mira cómo se atrevió a dejarte esta arpía, voy a desatarte, pero no hagas ruido o bajará —susurró dejando el farol a un lado.


La pequeña niña solo asintió y George le bajó la mordaza al cuello, Charlotte solo dejó salir un suspiro entrecortado.


—Creí que iba a enloquecer en este lugar tan horrible —susurró dejando salir las lágrimas.


—¿Por qué te tiene aquí? ¿Cómo llegaste aquí? —terminó de desatar a la chica y ambos se sentaron con la espalda apoyada en la pared fría.


Flash back


—Tengo al niño, así es —soltó una leve carcajada— Ahora que tengo las acciones, podré hacer y deshacer a mi antojo, solamente tengo que desaparecerlo antes de que crezca y pueda hacerse cargo de todo esto.


Endureció sus puños parada tras la puerta, la pequeña de cabellera blanca poseía aquella misma manía que tanto caracterizaba al pequeño George.


Abrió la puerta que crujió y la mujer cortó a la llamada diciendo que luego volvería a llamar, «seguramente hablaba con la arpía de Lisa, esa amiga extranjera maliciosa al igual que ella» pensó.


—No voy a permitir que le hagas daño a George —levantó el tono de su voz logrando que la mujer se pusiera de pie.


—Una niña como tú debería estar durmiendo a estas horas de la noche Charlotte y estoy muy cansada de que estés espiando tras la puerta —se paró frente a ella y la tomó de su brazo— Te llevaré a la cama ahora mismo.


—No dejaré que lastimes a mi primo —se soltó de su agarre logrando que las uñas largas de la mujer lastimaran su delicada piel.


—Estoy perdiendo la poca paciencia y cariño que te tengo Charlotte, ve a la cama o no me hago responsable de lo que pueda suceder —levantó una ceja.


—¿Qué harás? ¿Vas a desaparecerme junto con George? —se cruzó de brazos.


—Es mejor que no me des ideas o puedo hacerlas realidad —depositó en sus labios una sonrisa y caminó hasta el sofá aterciopelado y se dejó caer tomando la copa de vino que tenía en frente.


La miró en silencio, como bebía de aquel vino que ella sabía que había comprado con el dinero de los Allen, porque después de todo, una mujer como ella solo tenía belleza y una mente retorcida.


—Tal vez debería de comerme tu corazón cómo me comí el de Alfred —empezó a reír a carcajadas y pudo ver el horror en el rostro de la mujer.


Empezó a toser con la copa aún en los labios, la niña jamás se lo había confesado, ni siquiera sabía cómo sucedió, solamente sabía que Alfred un día como cualquier otro salió y nunca más regresó.


—¿Fuiste tú? ¿Mataste a tu padre? ¿Te atreviste a hacer una atrocidad como esa? Comerte el corazón de tu propio padre —colocó la copa con su mano temblorosa en la pequeña mesa de cristal frente a ella y los tacones resonaron en el piso de madera cuando se levantó.


—Ese bastardo no merecía el título de padre, pero debo de admitir que disfrute de la sangre caliente en mi boca y el sabor de la carne de su corazón no tiene precio —con una sonrisita agregó— Aún palpitaba cuando se lo arranqué.


Se disponía a salir cuando la mujer apresuró su paso y la tomó nuevamente, pero esta vez solo fue un instante para luego dejar su mano marcada en su rostro. La jovencita acarició su mejilla y las lágrimas corrieron por sus mejillas, la mujer con su rostro endurecido la arrastró por el pasillo.


—Esto no te lo perdonaré, tendrás tu castigo eterno.


Fin del Flashback


—¿Tú te comiste su corazón? —sus ojos brillaron y no pudo evitar reír.


—lo hice y por eso me tendrá aquí por tiempo indefinido Geo, es más probable que salgas tú antes que yo —suspiró con la mirada en el piso.


—¿Crees que saldré sin ti? Tengo un plan.


Aquella sonrisa maliciosa le dijo a Charlotte que haría alguna de sus travesuras, pero hiciera lo que hiciera, cualquier opción era mejor que estar en aquel lugar; tan oscuro, húmedo y en el cual las ratas caminaban entre tus piernas sin que pudieras verlas.


—¡Ayuda!, por favor ayuda —gritó.


Ambos estaban parados en un rincón, George abrió el farol y apagó la vela, Charlotte tomó su mano con fuerza, el niño volvió a gritar.


Los tacones sonaron encima de ambos y la pequeña puertecilla se abrió.


—Ayúdame por favor tía, Charlotte fue mordida por una rata y del susto dejé caer el farol —su voz le tembló un poco.


—Bajaré enseguida, solo voy a ir por una vela.


—Tía no me dejes aquí, ¿Y si la rata me muerde? No me atrevo a moverme —sollozó.


La mujer rodeó los ojos y bajó la escalera de soga, se quitó los tacones y comenzó a bajar poco a poco. George soltó la mano de la jovencita y ambos se movieron en la oscuridad, aquel lugar no tenía nada, ni una cama, ni un mueble, solamente ratas y lodo.


—George, ¿dónde estás? —dio el primer paso adentrándose en el lodo.


—Aquí —susurró.


Se movió rápidamente en la oscuridad con el farol en la mano y tomó la mano de la mujer.


—Aquí estoy tía.


—Bien, salgamos, necesito una vela para ver a Charlotte —dijo apresurada jalándolo.


George en silencio y con todas sus fuerzas le dio un golpe en la cabeza con el farol, el cristal se rompió y el sonido del cuerpo cayendo para el niño de cabellera blanca fue como música para sus oídos.


—Sube Charlotte rápido —dijo corriendo a la escalera de soga.


Charlotte subió primero y luego lo hizo George, no había rastros de la mujer, tal vez estaba muerta ya, pero no se quedaría a averiguarlo o si no terminaría estando en verdad muerta. Subió aquella escalera de soga y cerró la puerta de madera, ambos muchachos se dejaron caer sobre aquel suelo. Se miraron con picardía y se unieron en un abrazo fuerte, ahora estaban a salvo de todo mal.

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