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"De todos modos, yo no existo. Soy un ser evanescente; la hija del aire, enamorada del viento." -Alejandra Pizarnik.
El peliblanco miró la cucaracha que caminó encima del plato sobre la mesa, la noche anterior al llegar a su casa tenía la cena lista que al parecer Charlotte le había dejado como muestra de paz y una nota que le pedía disculpas por no haberse quedado más tiempo a esperarlo.
Aplastó a la cucaracha con el vaso de agua que estaba bebiendo, disfrutó de ver como movía sus patas en un inútil intento por evitar que su vida fuera arrebatada y con una sonrisa sobre los labios hizo presión disfrutando del leve sonido que emitió.
Fue directo a la cocina para limpiar aquel desastre que la noche anterior había dejado y decidido a preparar el desayuno de Patty. No se levantaba de la cama desde la noche anterior, a pesar de ser media mañana seguía dormida placidamente y George ya no soportaba estar quieto haciendo de su almohada.
La chica de ojos diferentes lo había rechazado alegando que se encontraba cansada, era la primera vez desde que estaban juntos que ella no deseaba estar con él y aquello le pareció bastante extraño. Pero habían sucedido demasiadas cosas en cuestión de días, a pesar de que no parecía seguir molesta por el castigo que George le impuso, aun así estaba la muerte de su padre de por medio y la presión de la policía que los asechaba.
Le preparó unas tostadas con jalea de fresas, un delicioso café como tanto le gustaba y puso frutas picadas, todo en una bandeja para llevarlo a la habitación.
Cuando entró ella estaba acostada bocabajo mirando hacia la puerta con una sonrisa de labios cerrados, lo ojeó de pies a cabeza mordiendo su labio inferior y cuando se aproximó para colocar la bandeja a su lado ella se inclinó dejando un beso intenso sobre sus labios.
—Al parecer alguien se levantó recargada de energías —le acomodó el cabello detrás de la oreja, dándole pequeños besos sobre las mejillas y se detuvo a mirar sus hermosos ojos brillantes.
—Me levanté antojada de ti —susurró rozando su nariz— ¿Eso te dice algo?
Rodeó al chico por el cuello mientras sostenía aquella sonrisa coqueta sobre los labios, el chico de cabellera blanca colocó sobre la mesa de noches la bandeja y aquella fue la señal para la chica subir sobre sus piernas.
Besó sus labios con pasión, enlazó sus dedos en su cabello y él la tomó por las caderas con fuerza. La chica se movía levemente haciendo fricción, la temperatura elevada se sentía en el ambiente y las respiraciones calientes de ambos chocaban.
La chica de ojos distintos le empezó a desabotonar la camisa con apuro, se lograba apreciar el abdomen de George, cuando tan solo le faltaban unos botones se detuvo en seco y se quedó pasmada por unos segundos.
El peliblanco apreció su rostro que palideció y luego, en cuestión de breves instantes salió corriendo hacia el baño de la habitación. El chico se alborotó el cabello, se puso de pie y se aproximó para ver que era lo que sucedía y allí la encontró arrodillada frente al inodoro.
Sostuvo su largo cabello castaño, se caía sobre su rostro mientras ella vomitaba, por supuesto que la escena no era la más agradable, pero al parecer llevaba varios días mal y se comenzaba a sentir culpable. Tal vez aquel castigo que le había dado era suficiente para que una chica tan delicada como lo era ella estuviera afectada.
—Creo que lo más conveniente es que vayamos a un médico Patty, ya llevas varios días sin poder comer bien —se frotó la frente aun sosteniendo el cabello de la chica.
Ella no le dio respuesta, solamente continuó en la misma postura por varios minutos más. Cuando al fin logró parar aquel malestar, jaló de la cadena y fue nuevamente a la cama, se dejó caer como si estuviera verdaderamente agotada.
—Geo, no quiero comer, solamente me apetece quedarme en la cama—-hizo un leve puchero en busca de la aprobación del peliblanco que negó.
—No, iremos con el médico para ver que tienes y luego voy a cuidarte como la reina que eres —le acomodó el cabello y de los labios de la joven se asomó una sonrisa genuina.
Y así fue, ambos fueron al hospital más cercano, se sentaron en la sala de emergencias a esperar por un médico que pudiera atenderlos. Estuvieron aproximadamente una hora esperando y George comenzaba a perder la paciencia cuando una joven de ojos café y una coleta alta con una sonrisa se asomó.
—Pueden pasar, adelante —les indicó parada en la puerta.
Dentro esperaba una mujer de mediana edad que anotó todos los datos de Patty y comenzó a preguntarle al respecto de sus malestares, por supuesto que la chica de ojos diferentes no mencionó nada al respecto del castigo que George le impuso. Se limitó a decirle que estaba pasando por momentos difíciles familiares y que por lo mismo no estuvo comiendo de manera adecuada, a lo que la mujer le restó bastante importancia.
—¿Cuándo fue la última vez que tuviste tu periodo? —preguntó a lo que ella guardó un largo silencio.
—Con todo lo sucedido se me pasó por alto —dijo en un susurro apenas audible.
La mujer se puso de pie y buscó en una repisa que se encontraba detrás de ella un recipiente que estaba empaquetado y se lo entregó.
—Te voy a pedir que lo rellenes con orina, podremos hacer una prueba para descartar y luego ver en el caso de que sea negativa cuál puede ser la razón —explicó con toda calma.
George no emitió palabra alguna, estaba estático, paralizado por el miedo que recorría su cuerpo por primera vez. La chica de ojos distintos tomó el recipiente y salió de la sala con el peliblanco que caminaba por inercia, la espero fuera del baño mientras se encargaba de cumplir con la petición de la mujer.
Cuando regresaron la castaña que antes los había invitado a pasar, recibió la muestra y les pidió con amabilidad que esperaran por los resultados sentados allí. Fueron los cinco minutos más eternos de su vida, George tenía la boca seca y las manos temblorosas, fue entonces que Patty se armó de valor para abrir su boca.
—¿Qué pasará si estoy embarazada? No recuerdo cuando fue la última vez que tuve mi periodo, no llevo un control —lo miró directo a los ojos.
En pleno silencio él la rodeó con sus brazos y ella apoyó su rostro en su pecho, se dejó tranquilizar por el aroma que desprendía su calido cuerpo.
—Yo estoy contigo, no tiene que preocuparte nada —le susurró al oído.
—¿Estás dispuesto a tener un hijo conmigo? —preguntó en un hilo de voz con las lágrimas al ras.
—Estoy dispuesto a compartir mi vida entera contigo Patty —murmuró dejando un cálido beso sobre sus labios.
Antes de que la chica de ojos diferentes pudiera abrir la boca para responder algo, la puerta se abrió y la chica de antes les indicó que pasaran, ambos se tomaron de la mano con las miradas fijas. Pasaron aquella puerta y se sentaron frente a la mujer de edad, esta tomó la prueba y la puso sobre la mesa.
Aquellas dos rayas los obligaron a cruzar miradas, no tenían la menor idea de lo que significaba, Patty era una chica que se dedicaba hacía mucho tiempo a estudiar, no tenía la menor idea sobre algo tan simple. Por otra parte, George era un especialista en arte, pero no tenía idea sobre mujeres y menos sobre pruebas de embarazo.
—Felicidades, futuros padres —dijo llena de emoción.
—G-gr-gracias —dijo tartamudeando la chica.
—Lo recomendable es hacer una prueba de sangre para confirmar y luego podemos hacer una cita para la primera ecografía —indicó la doctora.
—Yo les indicaré donde está la sala de extracciones —indicó la joven ayudante.
Aquello les llevó gran parte de la mañana, luego de la extracción volvieron al consultorio de la doctora que le entregó una indicación a George de unos medicamentos que Patty necesitaría.
Mayormente se trataba de vitaminas y unas pastillas para las náuseas, les explicó que en muy pocos casos las pruebas fallan y que lo mejor que podría hacer era comenzar a tomar desde ya las vitaminas.
Al volver a la casa la chica de ojos distintos regresó a la cama, George le preparó el almuerzo y le dio la pastilla para las náuseas, para que al fin pudiera comer. La chica sintió un verdadero alivio, era como si su apatito regresara ante la ausencia de las náuseas.
Cuando acabó de almorzar se quedó viendo la televisión, el peliblanco la acompañó un rato y luego vino a su mente el rostro de su padre. Recordó que aquello le regresaría las ganas de vivir, la alegría de tener a un pequeño niño corriendo por toda la casa y se apoderó de él la nostalgia del hombre.
—Patty trata de descansar, voy a ir a visitar a mi padre y creo que va siendo hora de que regrese a casa —le informo con seriedad.
—Creo que luego del daño que mi padre le hizo lo mínimo que puedo hacer es ayudarte, quiero ayudarte a cuidarlo —dijo la chica tomando su mano.
—Comienzo a pensar que eres la mujer perfecta, bueno, ahora mucho más perfecta —rodeó su rostro con sus manos y besó su frente con ternura— Me tomó por sorpresa todo esto, pero quiero que sepas que me esforzaré por ser el mejor padre.
—Estoy segura de que lo serás —murmuró la chica sonriente— ¿Te molesta si le pido a mi madre que venga? Necesito darle la noticia.
—¿No crees que deberías esperar a que tengas los resultados de la prueba de sangre? —preguntó mientras caminaba hasta el armario.
La chica de cabello castaño siguió cada movimiento del peliblanco, lo miró abrir una caja que estaba arriba en una pequeña repisa y de allí sacar algo. Luego caminó hasta ella y le devolvió su teléfono, ante lo que ella sonrió con alegría.
—No quiero dejarte sola, pero realmente tengo que ir a la casa de Morgan, esa mujer debe estar furiosa —expresó en un tono un tanto burlón— Si me necesitas no dudes en llamarme y estaré de regreso lo antes posible.
—Estaré bien cariño, de cualquier manera si sucede algo te llamaré —se limitó a responder.
Esperó hasta que el peliblanco se fuera, cuando la puerta de entrada sonó, encendió el celular y encontró reiteradas llamadas de su madre. Su primer impulso fue marcarle para asegurarse de que la mujer estuviera bien, se sentía apenada porque a final de cuentas ahora su madre estaba sola y lo único que le quedaba era ella.
—Últimamente se ha vuelto imposible contactarte Patty ¿Qué te está pasando? —dijo como reclamo al contestar la llamada, su voz sonaba ronca como si hubiera estado llorando toda la noche.
—Madre, lo lamento —se limitó a expresar con preocupación.
—¿Lo lamentas? Tu padre salió ayer de la maldita oficina y no volvió a aparecer, eso es lo que dice su secretaria —su voz se quebró por breves momentos— Tengo miedo de que esto haya sido demasiado duro para él y que haya cometido una locura, aunque haya hecho cosas que no tienen perdón, sigue siendo de nuestra familia.
—Madre, ¿¡Por qué todavía no lo entiendes!? ¡No nos merece! —la rabia volvió a apoderarse de ella, soltó un gran suspiro audible y trató de buscar la calma— No me parece justo que él desaparezca a quien sabe donde y tú estés mal, seguramente debe estar divirtiéndose.
No podía decirle la verdad, aquello terminaría por devastarla y aunque George dijera que debía de ser una mujer fuerte, no creía que fuera lo correcto. En el fondo estaba segura de que la vería como un monstruo y que no podría perdonarla, pero los humanos eran eso a la vista de Patty. El peliblanco le había mostrado que el mundo estaba lleno de personas dispuestas a perdonar, de personas que se vendaban los ojos y permitían que esos seres hicieran lo que querían.
"El mundo está podrido, cada día más asesinatos, más violaciones y abusos de diferentes tipos ¿Cuánto más le vamos a permitir eso al mundo?" Aquellas eran las palabras que habían salido de la boca de George, las palabras que mantuvieron a la castaña pensando en medio de la noche. ¿Cuánto más? Volvió a preguntarse y aquello trajo a su mente el siguiente pensamiento "Si los seres humanos supieran que por sus pecados recaería sobre ellos el castigo de la muerte, ¿Cuántos estarían dispuestos a desobedecer las reglas?"
La verdadera razón por la cual la chica de ojos diferentes admiraba al villano del cual se había enamorado era esa, George estaba dispuesto a castigar los pecados de aquellos que lo merecían y no le importaba correr con los riesgos de ser descubierto.
—¿No te preocupa en lo más mínimo? No sé en qué momento perdiste el corazón, incluso ese chico del cual te enamoraste muestra muchas más emociones cuando habla de su padre —escuchó un quejido de tristeza brotar de sus labios.
—Eso es porque su padre es un hombre de bien, incapaz de hacerle daño a nadie, madre —la rabia estaba al borde de volver a apoderarse de ella y miró su vientre plano, que aunque estuviera así, ella sabía que había una vida creciendo dentro de ella— Madre, no puedo continuar con esta discusión, estoy embarazada y esto no me hace bien.
—¿Embarazada? —repitió en un tono suave casi un susurro apenas audible— ¿Por qué no me lo dijiste antes?
—Fue algo reciente —dirigió su mirada a la puerta cuando escuchó un ruido y se encontró con el rostro perplejo de la peliblanca— Me acabo de enterar esta mañana, te llamaré en un rato, trata de descansar ¿Vale?
—De acuerdo mi niña, envíame la ubicación para poder ir a verte pronto.
Tras sus palabras cortó a la llamada, la mirada insistente de la peliblanca en medio del silencio le hizo correr un escalofrío. Llevaba una mirada inexpresiva, era para la castaña difícil descifrar si detrás se encontraba alegría o quizá una tristeza profunda.
—George no está —murmuró sentándose en la cama.
—Lo vi salir hace nada, quise venir para poder hablar contigo, pero esto me ha tomado por sorpresa —admitió apoyándose contra la pared— No me lo creía que iban tan en serio, ¿Estás segura de que quieres formar una familia con ese hombre?
—Hablas de él como si no lo consideraras parte de tu familia Charlotte, sé muy bien que ustedes tienen sus diferencias, pero ¿Te has puesto a pensar si hoy estarías aquí si no fuera por George?
—Mi lealtad hacia él todos estos años fue mi manera de darle las gracias, porque me enseñó a tener la fuerza para seguir viviendo, ¿Te has cuestionado que pasaría si George no fuera el hombre que crees que es?
—Te escucho, por primera vez en mi vida quiero escuchar lo que tienes que decirme —suelta con desconfianza la castaña.
—Si te digo que su nombre es Mark ¿Qué pensarías? —murmuró colocando sus manos temblorosas en los bolsillos para ocultarlo.
—Creo que estás pirada —soltó entre risas esperando que Charlotte soltara una carcajada, quería pensar que aquello era una broma, pero la peliblanca nunca se rio— ¿Hablas de verdad?
—Mark tiene una libreta de cuero negra, una que vi en mi vida contadas veces, en ella tiene los nombres de cada asesinato que comete y también está escrito su historia.
Patty se quedó petrificada al recordar aquel día en el que la policía llegó hasta George, él le pidió que revisara la libreta de cuero negra para buscar la dirección. La chica de ojos distintos en medio de los nervios no se detuvo a verificar todo lo que se encontraba en ella, tan solo llegó a la conclusión de que tenía que buscar lo que necesitaba y en aquella primera hoja en blanco se encontraba todo.
—¿Estás segura de que esa libreta lo tiene todo? —preguntó con plena curiosidad.
—Estoy segura, aunque nunca llegué a ver lo que la libreta contiene, en una ocasión logré verla, vi una lista de nombres y Mark me amenazó —confesó frotando su frente y asomó su cabeza hacia las escaleras asegurándose de que no hubiera nadie que pudiera escuchar sus palabras.
—Acompáñame —dijo la chica de ojos diferentes dando un salto de la cama.
Se colocó los tenis y envuelta en una bata, bajó las escaleras casi corriendo, tenía miedo de que George hubiera sacado la libreta de aquel lugar en donde la había dejado. Pero luego recordó cada uno de sus pasos y creía que no había tenido tiempo suficiente de hacerlo, mucho menos luego de la noticia que había recibido aquella mañana.
Salieron al jardín, el cielo se había apoderado de las nubes negras que amenazaban con dejar caer un diluvio. Los truenos reinaban en el lugar y aunque los días de tormenta no fueran sus favoritos, la chica de ojos diferentes avanzó por el jardín húmedos.
Se detuvo delante del tronco viejo ahuecado y la peliblanca se detuvo detrás de ella, tuvo que volver a colocarse en la misma postura de la vez anterior. Su brazo se adentró en aquel hueco que desprendía la humedad del ambiente, sus dedos rozaron la bolsa y sintió un cosquilleo que se apoderaba de su estómago.
Cuando sacó la bolsa la peliblanca depositó en ella toda su atención, se inclinó a la altura de la chica que ahora estaba sentada en el césped y cuando sacó la libreta de allí su rostro se iluminó.
George había sido precavido todos esos años, pero su gran error había sido contarle sus secretos a una chica que no tenía la misma inteligencia y que podía revelar todo arruinando su plan de los últimos años. La chica pasó las páginas, luego de la dirección se encontraba en grande un nombre escrito con pluma negra en un diseño bastante peculiar, "Mark" acompañado por "Si lees lo que se encuentra dentro correrás con el riesgo de acabar enredado en mi juego".
Un escalofrío recorrió su cuerpo, no sabía si estaba haciendo lo correcto, no luego de recordar como George había sido capaz de encerrarla dentro de aquel sótano y dejarla sin comida un día completo. El bebé tal vez le aseguraba que no volviera a castigarla, pero si no era capaz de perdonarla ni siquiera llevando su hijo en el vientre, ¿Qué debía hacer?
Dejó de cuestionarse demasiado el asunto y pasó a la siguiente página, lo cual tenía un dibujo que le erizó la piel. Era un dibujo de un pequeño niño en un amplio pasillo y detrás se encontraba una gran sombra de ojos grandes y sonrisa alargada, esto dejó su labio temblando.
La siguiente página era nuevamente de un dibujo, uno del mismo niño, esta vez sentado cubriendo sus oídos y palabras sueltas, como si estuvieran susurrándole palabras que no lograra entender, ya que lo escrito en el papel eran palabras a medias.
Cuando pasó a la siguiente página se dio cuenta de que había páginas arrancadas, quizá aquellas donde estaba la historia que Charlotte le había comentado y levantó un poco la mirada para dirigirse a la peliblanca.
—Aquí no está su historia Charlotte ¿Quién es Mark? —preguntó con insistencia.
—Puedo responder a tu pregunta —dijo la voz detrás de ambas chicas.
Al darse la vuelta se dieron cuenta de que el peliblanco estaba allí parado con una media sonrisa sobre los labios, Charlotte sintió un frío asqueroso recorrer su cuerpo y Patty se quedó con los labios separados sin saber como reaccionar.
Se aproximó y le arrebató la libreta de la mano antes de que pudiera siquiera permitirse ver la lista de muertos que George guardaba, la chica pasó saliva con dificultad.
—Me hubiera gustado Charlotte, que pudieras permitirme a mí contarle al respecto de mi hermosa historia —soltó una carcajada— Pero siempre tienes que adelantarte a los hechos, siempre me tienes que traicionar.
—Nunca te he traicionado —soltó en un tono frío mientras se levantaba— Te sientes de esa manera sin razón alguna.
—¿Pensabas que iba a irme y dejarte a sola con Patty para que la pudieras manipular a tu antojo? Creía que podría hacerte feliz la noticia de que serías tía, pero al parecer para ti eso no es suficiente —dice en un tono calmado mientras camina a su alrededor.
—¿Tía? —musitó la chica de ojos diferentes.
—¿Eso no se lo has contado? Querías sacar a la luz que mi nombre es Mark y te olvidaste de explicarle que también le has ocultado la verdad, no le dijiste que eres hermana de George —suelta en un tono sarcástico negando con la cabeza y se para detrás de ella para susurrarle— Tienes que recordar que todo lo que sabes lo aprendiste de mí.
—Patty, no debes escucharlo, volverá a envolverte en una red de mentiras —intentó tomar la mano de la chica, pero esta retrocedió.
—Mi nombre es Mark —dirigió la mirada a la chica de ojos diferentes— Pero en mi documento de identidad soy simplemente George Allen, nací en medio del caos, un día en Alemania y fue ese día mismo que conocí la maldad. Me abrazó la maldad de un hombre que nos engendró a través de la violación y de una madre que nunca hizo nada para protegernos, me duele saber que Charlotte no ha sabido apreciar mi valentía.
—¿Valentía? —repitió la peliblanca en un tono de burla— Valiente he sido yo que me enfrente a ese cerdo y le arranque el corazón Mark.
Por primera vez en su vida se atrevía a llamarlo por su nombre, desde aquella vez que se dio cuenta de que el chico de cabellera blanca cambiaba sus actitudes y se volvía un poco sombrío, nunca se había atrevido a llamarlo como tal. Sabía su nombre gracias a aquella libreta de cuero, cuando empezaron a vivir juntos había notado que había un George diferente que se apoderaba del niño adorable gran parte del tiempo; sin embargo, siempre había tratado de ignorar su existencia.
Le aterrorizaba volverlo real, porque en el fondo no quería aceptar que aquello que habían vivido a tan corta edad había sido demasiado fuerte para el chico y se había refugiado detrás de esa personalidad sobria. Sus deseos por salvar lo que amaba habían creado no solamente una protección para su estabilidad mental, sino un arma para hacer justicia y destruir cualquier cosa que quisiera hacerles daño.
—Mientras tú volvías a casa a mí todos los días me tocaba verle la cara a esa escoria, me tocaba sentarme en la misma mesa y sentir como su mano resbalaba por mi rodilla mientras desayunaba ¿Eso me convirtió en una maldita asesina? —preguntó como si esperara que aquello le devolviera al George que extrañaba y añoraba.
—Te convirtió en una caníbal —susurro en un tono asqueado— Aunque quieras ser diferente a mí, aunque te empeñes en jugar un papel feliz en esta historia, estás tan podrida como yo.
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