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"Y quien diga que todo fuego se apaga solo tarde o temprano, se equivoca; hay pasiones que son incendios hasta que las ahoga el destino de un zarpazo y aun así quedan brasas calientes listas para arder apenas se les da oxígeno." -Isabel Allende.
Charlotte se quedó petrificada detrás del árbol, su rostro palideció al ver la crueldad con la cual el peliblanco había actuado. Conocía a George lo suficiente, pero al parecer su arte se había vuelto más intensa en ese último tiempo.
Pensó en que ese hombre debería haber hecho cosas realmente malas para llenar al peliblanco de tanto rencor; sin embargo, solamente había escuchado poco más que alguna carcajada y que era el padre de Patty.
También logró comprender que la chica había asesinado a su hermana y que esta se había involucrado con George, lo cual le hacía reflexionar. Todas las personas que se involucraban con el peliblanco terminaban siendo igual que él, si no terminaban enterradas en algún campo.
Charlotte no se creía una persona inocente, sabía que tenía las manos tan manchadas como las suyas, pero tal vez no sería de esa manera si no fuera George parte de ella.
Con el corazón acelerado se apresuró a salir del lugar sin hacer ruido, no quería volver a estar en el punto de mira del peliblanco y mucho menos ahora que no había dado señal de vida.
El rizado había sido claro, si quería permanecer segura debía de actuar como siempre lo hacía y mantenerlo informado de todo lo que sucediera. No era un acto muy inteligente de parte de ambos, pero era la única oportunidad que tenían de averiguar donde guardaba las pruebas que el ojiverdes necesitaba.
George siempre fue la clase de chico precavido, nunca le dejó saber a Charlotte sus verdaderos secretos y aunque su casa normalmente estaba llena de evidencias, cuando la policía llegó luego de las interrogaciones no había rastro de nada.
A la chica peliblanca no le asombró, sabía lo precavido que él podía llegar a ser y se lo había advertido con anterioridad al chico de cabello rizado.
Cuando subió al automóvil arrancó a gran velocidad hasta estar a varios kilómetros de distancia, entonces se detuvo y en una agenda trató de anotar las coordenadas lo más exactas posibles. Era probable que nada estuviera allí si la policía llegaba, pero al rizado no le preocupaba ir en vano a buscar evidencias.
Volvió a conducir, la invadió el miedo de que el peliblanco pudiera descubrirla en aquel lugar y perder el control. Habían empezado a jugar un juego demasiado peligroso y nada les aseguraba que pudieran salir ganadores.
Al llegar a la oficina del chico pasó la puerta y subió las escaleras, se encontraba frente a una gran pizarra donde fotos estaban pegadas. Las líneas se unían entre fotos, nombres y sitios en los que es probable que hubieran sido encontrados cuerpos sin vida en los últimos meses.
—Sabes que si muestras eso dirán que es una simple coincidencia ¿Verdad? —preguntó apoyada contra el escritorio mientras lo miraba voltearse.
Alborotó su cabello rizado que caía sobre su frente, llevaba una camisa blanca, corbata negra y unos pantalones de vestir ajustados con tirantes. Se veía jodidamente guapo ante la vista de la chica, admiró sus antebrazos venosos al descubierto y eso hizo que volviera a su mente la manera en que la noche anterior la había tomado.
—Lo sé, Manhattan se ha vuelto una ciudad sumida en el crimen y estoy seguro de que dirán que puede haber sido cualquiera, es por eso que necesito pruebas —se aproximó a ella y la rodeó por la cintura— ¿Pudiste hablar con George?
—No, ¿Tienes un rato para beber un café por aquí cerca? Traigo noticias no muy agradables —pasó la saliva con dificultad.
Sentir la presión de la traición comenzaba a pesarle mucho más de lo que la peliblanca pensaba, pero cuando recordaba la forma en que George la había tomado por el cuello, aquel sentimiento desaparecía y su razonamiento le hacía entender que era lo mejor que podía hacer.
—Claro —respondió apresurado y tomó su abrigo— Vamos.
Bajaron a una cafetería bastante cercana, al llegar Charlotte se dio cuenta de que Aiden era un cliente habitual del lugar, pudo darse cuenta cuando un camarero le palmeó la espalda y le preguntó que iban a tomar.
—Bien, ¿De qué querías hablar? —preguntó al tomar asiento frente a ella.
—Seguí a Patty, prácticamente todo el día, vigilarla a ella siempre me va a resultar mucho más fácil Aiden —soltó un suspiro audible y comenzó a jugar con una sé las servilletas sobre la mesa— Estuvo en un edificio donde recogió a su padre temprano en la mañana y lo llevó con George.
—No estoy entendiendo, ¿A donde quieres llegar Charlotte?, ¿Qué tiene de especial una tonta reunión familiar? —preguntó perdiendo su poca paciencia.
—No fue una reunión familiar, lo llevó a un bosque en medio de la nada y allí George disfrutó de quitarle la v... —guardó silencio cuando vio al camarero acercarse con dos tazas de café.
Ambos recibieron el café con sonrisas amables sobre sus rostros, Aiden pareció palidecer al momento de escuchar aquellas palabras y le dio un gran sorbo a su café antes de continuar hablando.
—¿Estás segura de eso? —interrogó como si ahora estuviera dudoso sobre lo que el peliblanco fuera capaz de hacer— No es que dude de tu palabra, pero ¿Qué razón tendría Patty para asesinar a su propio padre?
—Las mismas razones que tuvo para acabar con su propia hermana tal vez —musitó sumida en el reflejo de su café negro.
—Esas son acusaciones muy gra... —la chica de cabellera blanca levantó la mirada y la fijó en sus ojos verdes logrando que guardara silencio.
—¿Piensas que George jugaría a ser un chico bueno delante de alguien? Ella sabe bien quién es él y son tal para cual —soltó las últimas palabras cargadas de rabia— Tienes que tener cuidado con esa chica y no la subestimes, haría cualquier cosa por George, eso incluye matar.
Ambos guardaron silencio, se dedicaron a beber café, mientras disfrutaban de la vista de las calles plagadas de autos de Manhattan.
Cuando terminaron salieron de la cafetería y aún no habían vuelto a dirigirse la palabra, Aiden se encontraba bastante consternado pensando en como debería de proseguir tras las palabras que habían salido de la chica de cabellera blanca. Al llegar a la entrada del edificio él la rodeó en un cálido abrazo y besó su frente, aunque todo aquello le resultara abrumador tenerla cerca era sin duda una gran ayuda.
—¿No quieres quedarte un rato a hacerme compañía? —preguntó el chico tomándola por las mejillas con una media sonrisa.
—Voy a ir a buscar a George, si pasa mucho tiempo sin verme la cara empieza a desconfiar y creer que puedo estar haciendo un plan en su contra —se queda pensativa algunos momentos y sonríe— Casi se me olvida darte algo importante, ven conmigo.
Lo arrastró sin darle tiempo de dar una respuesta hasta su automóvil que se encontraba estacionado en la calle de en frente, el chico puso una sonrisa tonta, quizá pensando que era la excusa perfecta para un momento a solas. Cuando abrió la puerta de su automóvil y le entregó una libreta, él frunció el ceño como si no comprendiera para qué podría servirle aquella cosa.
—Adentro tiene las coordenadas de donde estuvo George con Patty, quizá puedas encontrar algo que te sirva de ayuda y consigas pruebas —le explicó con una media sonrisa.
El chico depositó un gesto de decepción mientras revisaba la información, de pronto le pareció que aquel lugar si era tan alejado como Charlotte le había mencionado, cerró la libreta para mirarla nuevamente a los ojos y se encontró con una sonrisa traviesa sobre sus labios. Ella lo tomó por la camiseta que le quedaba un poco holgada, lo giró apoyándolo sobre el automóvil y le dio un beso desesperado por algunos minutos que le quitó el aliento.
—¿Estás libre esta noche? Tenía ganas de que tal vez veamos una película —relamió su labio superior y le dio una leve mordida a su labio inferior— Claro si tienes ganas.
—Me muero de ganas —musitó presionando las caderas de la chica.
—Entonces te veo esta noche.
Subió al automóvil y lo dejó allí parado en medio de la calle, viendo como se marchaba mientras las bocinás no dejaban de pitarle para que se moviera. Volvió a su oficina y al cabo de varios minutos que la temperatura corporal le había bajado volvió a centrarse en el trabajo.
Regresaron a su mente las palabras de la peliblanca, los detalles que le había dicho y a su mente volvió por algunos segundos el recuerdo de su pequeño hermano sonriente. En su mente veía su rostro borroso, pero no era necesario imaginarlo para saber como sería si ahora estuviera vivo, bastaba con mirarse al espejo cada mañana para recordarlo.
Tomó una cámara fotográfica y algunas cosas necesarias para recaudar las evidencias necesarias, no estaba seguro de que tan buena idea sería ir al medio del bosque solo, pero estaba dispuesto a correr los riesgos por encontrar evidencias.
Al cabo de varios minutos comenzó a conducir rumbo al lugar que le había indicado el GPS de su celular, esperaba que al menos el peliblanco hubiera sido un poco descuidado y encontrara algo que pudiera servirle para incriminarlo en ese crimen también.
Charlotte llegó a la casa del peliblanco, respiró profundo y golpeo a la puerta. No parecía haber nadie en casa; sin embargo, siguió insistiendo y comenzaba a pensar que tal vez aún seguían en aquel sitio.
Entonces abrió la puerta y se topó con el rostro pálido de Patty, llevaba unas ojeras profundas. Esta no dijo ni una sola palabra ante su presencia, tan solo dejó abierta la puerta para que pudiera pasar y volvió a caminar dentro.
—¿Dónde está Geo? —preguntó desconfiada la chica cerrando la puerta.
—Tuvo que salir, no me dijo a donde iba —prenunció con un tono de voz un poco apagado— Puedes esperarlo si quieres, yo voy a recostarme, no me encuentro muy bien.
—¿Comiste algo? Parece que estuvieras débil y luego del castigo de Geo, imagino que no te has alimentado bien —fingió preocupación la peliblanca.
—Estoy mal del estómago, me lleva a pensar que puede haber sido el tiempo que estuve sin comer —confesó la joven apoyándose sobre la pared.
La peliblanca la tomó de la mano, corrió una silla del comedor y la obligo a sentarse. Le tocó la frente y parecía ser que tenía un poco de fiebre, por su mente pasó la posibilidad de que estuviera por enfermarse.
—Voy a preparar una infusión para ti y luego debes irte a la cama, tienes un poco de fiebre —le advirtió la peliblanca.
La chica tan solo asintió, en su mente no entendía a Charlotte, una chica que parecía preocuparse por los que la rodeaban y de repente se volvía demasiado indeseable como si nada le importara. Sin embargo, cuando tenía ese tipo de gestos volvía a apoderarse de su pecho una familiaridad, como si ella fuera como la hermana mayor amable que no tuvo.
...
Aiden llegó al lugar, estacionó frente a la cabaña, el sol comenzaba a ponerse, tomó una linterna de su guantera y se bajó con todo lo necesario para comenzar la investigación. Le tomó una foto a la cabaña parado desde su automóvil, luego avanzó en dirección a la puerta y como era de esperarse estaba cerrado.
Le preocupaba más poder encontrar el camino al lugar donde tenía que ir, al parecer aún contaba con cobertura en su celular por lo que utilizó el GPS para guiarse y comenzó a caminar por el camino de tierra.
Fue tanto tiempo caminando que sus piernas comenzaban a acalambrarse, se secó la frente y alumbró con la linterna la oscuridad espesa que se filtraba entre los árboles por donde tenía que meterse. El aullido de los lobos lo paralizó, ni siquiera había tenido en cuenta que podría toparse con alguno; sin embargo, no había llegado tan lejos para irse.
Se adentró entre los árboles alumbrando a los alrededores y el camino lleno de las raíces de los árboles, alguna que otra rama crujía a su paso quejándose de su entrada. Cuando el GPS le indicó que había llegado a su destino, se detuvo en seco, tomó la cámara y tomó la primera de las fotos, un charco de sangre que había sido absorbida por la tierra, pero que aún se veía claramente.
Se aproximó al árbol donde yacía parte de la sangre y tomó una de las bolsas de evidencia, con un hisopo tomó parte de la sangre que luego podría enviar a analizar para cerciorarse de que lo que decía Charlotte fuera verdad.
Siguió buscando en el suelo, alumbrando los alrededores en el suelo y un poco más lejos del lugar pudo ver algo brillante, se acercó. Era una anillo, con un guante en su mano lo tomó y lo puso en una bolsa, se sentía nervioso por la oscuridad, como si algo estuviera asechándolo en medio de ella.
Luego tendría tiempo de asegurarse de quien era aquel anillo, sin embargo, siguió buscando en busca de cualquier cosa que pudiera encontrar y tomó fotos de los alrededores. Cuando estaba a punto de sacar la siguiente foto vio a través de la cámara una sombra pasar corriendo entre los árboles, una sombra de una persona con una capucha y su corazón se paralizó.
Soltó la cámara colgada sobre su cuello, pasó saliva y alumbró los alrededores, pero no logró encontrar nada. El silencio le permitía escuchar los latidos desbocados de su corazón, las manos le sudaban y su boca expulsaba una pequeña nube de humo al respirar.
Decidió volver al automóvil, aquello sería lo mejor, revisó su celular para ver si podía utilizar el GPS en busca de la salida, pero ya no había cobertura disponible y sin ello no podría utilizarlo. Caminó en con el celular alzado en el aire, miraba la pantalla en busca de señal cuando de pronto miró al frente y unos ojos grises con una sonrisa cuadriculada lo miraban.
—Estás muy lejos de casa Ai —pronunció en un tono burlón el peliblanco— ¿Me has estado siguiendo? Pensaba que había sido claro contigo cuando mandé a Charlotte decirte que no debías involucrarte.
—Estoy algo lejos de casa, es verdad —murmuró el chico de cabello rizado— No le tengo miedo a tus amenazas George, no soy como Jayden, nunca me has causado miedo.
—Jayden era mucho más inteligente, es una pena que haya decidido contarte mis secretos, si no lo hubiera hecho serían dos ahora mismo —confesó soltando una pequeña risa.
El chico de cabello rizado tensó su mandíbula y con su mano sudorosa tanteó el arma en su cintura, por supuesto que no era tan tonto para venir desprevenido.
—Escucha Aiden, si quieres conservar tu vida intacta, voy a darte un consejo —se cruza de brazos frente al chico de cabello rizado— Vas a darme ahora mismo esas estupideces que acabas de tomar y vas a irte de aquí, si no comenzará una guerra sin descanso, no podrás comer ni dormir tranquilo, porque no sabrás en qué momento voy a acabar contigo.
—Estás siendo un poco ingenuo ¿No lo crees George? —pregunta con cierto recelo en la palabra— Matas a mi hermano y mi madre desaparece por tu culpa, ¿Piensas que puedo simplemente dejar pasar eso? ¿No recuerdas como tu vida se volvió un infierno desde que tu madre murió aquel día? Quizá haya sido eso lo que te volvió esto que eres ahora.
—¿Qué se supone que soy ahora Aiden? Soy un ser humano más justo que otros, me encargo de librarme de personas que no merecen respirar el mismo aire que respiramos y libero a los débiles del peso de cargar con esos secretos, no todo el mundo va a entender el bien que hago —le explica el peliblanco aproximándose a él— Tu mismo lo viviste, todos esos años encerrado en aquellas paredes frías e incoloras, ¿Son esos humanos los que quieres proteger? ¿Los mismos que te encerraron como si fueras un delincuente? Vaya injusticia.
Aiden respiró profundo, buscando la calma, pero había estado calmado por demasiado tiempo y ahora la rabia fluía con tanta fuerza que no pudo evitarlo, le dio un golpe en el rostro al peliblanco que lo hizo caer al suelo. Él escupió un poco de sangre y una sonrisa teñida de rojo se asomó sobre los labios.
—Eso fue tu maldita culpa, arruinaste mi familia, me encerraron en tu lugar ¿No entiendes que el verdadero asesino eras tú? —lo tomó de la camiseta obligándolo a levantarse— Tú mataste a mi hermano y por tu culpa mi madre no volvió a aparecer, ese lugar era tuyo, me voy a encargar de que lo pagues.
—No te equivoques Aiden, no tienes pruebas y no vas a conseguirlas —se carcajea y toma la mano que se dirige una vez más a su rostro— Vivimos en un mundo lleno de injusticias, no está hecho para débiles, por eso la vida te puso donde debías estar para volverte fuerte, para que pudieras sobrevivir.
—Puedes olvidar la idea de que voy a darte las pruebas George, las voy a utilizar en tu contra —musitó rabioso.
—Entonces deberías de irte Aiden —murmuró al lado de su oreja— No deberías tentar a la suerte, no sabes cuando te abandonará.
El chico de cabellera rizada lo soltó, retomó su camino sin dejar de mirar cada dos pasos hacia atrás para asegurarse de que el peliblanco estuviera allí. Sin embargo, cuando llegó al camino por el cual había llegado perdió de vista al peliblanco, no había rastros del lugar donde se había quedado mirándolo y con los dedos temblorosos revisó su celular.
La señal ya estaba de vuelta, y tenía un mensaje de texto de Charlotte que le advertía que tuviera cuidado, ya que George no estaba en su casa. No le dio respuesta, se dedicó a regresar y una vez frente de la cabaña encontró al peliblanco sentado a las afueras de la cabaña.
Le hizo un gesto con la mano, un gesto de despedida burlón, como si siguieran siendo los mismos amigos de infancia. George no había querido quitarle las pruebas, hubiera sido tan simple como usar la fuerza, pero le gustaba más la idea de averiguar como había llegado hasta allí, incluso cuando ya lo estaba esperando.
Una vez dentro del automóvil arrancó y lo primero que se aseguró fue que todo en su automóvil estuviera exactamente como lo había dejado, todo funcionaba bien, no había cortado sus frenos tampoco para que se accidentara. Era verdaderamente sospechoso que teniendo la oportunidad de acabar con él le haya permitido seguir viviendo, no era propio del peliblanco, mucho menos luego de la conversación que habían compartido.
Cuando estaba bastante alejado se detuvo, le comenzó a marcar a su "Mujer de Hielo" que al cabo de varios tonos contestó.
—Me tenías preocupada —susurró en un tono que apenas escuchó.
—¿Sigues en su casa? —Preguntó alborotando su cabello nervioso.
—Por supuesto, te dije que iba a esperarlo para despistarlo —murmuró con confusión en su tono.
—Tienes que salir ahora mismo de esa casa Charlotte, me topé con George en el medio del bosque y no sé cómo supo que estaría ahí.
La tensión se notó en la respiración agitada de la chica, ni siquiera le respondió, tan solo cortó la llamada y el chico de cabello rizado sintió un amargor recorrer toda su boca. Seguramente se había apoderado de ella el miedo, pero lo mejor que podía hacer ahora mismo era salir de aquel lugar, mucho más luego de esa llamada, si el chico de cabellera blanca llegaba y la encontraba tensa, sabría que había sido ella quien se lo contó todo.
Aiden miró la oscuridad que se veía a los lados de la carretera, sacó de su bolsillo la bolsa que contenía el anillo que había levantado con anterioridad y su cuerpo se paralizó. Una lágrima gruesa corrió por una de sus mejillas, dentro del anillo, aunque apenas lograba distinguirse, estaba un grabado que reconocería en cualquier lugar, el anillo de bodas de su madre, aquel anillo que nunca se había sacado del dedo a pesar de estar divorciada.
Helena Adams nunca había elegido separarse, su esposo se había enamorado de una mujer mucho más joven y la había abandonado a pesar de que le había dado dos hermosos hijos. La mujer nunca había dejado de amar al padre de ambos chicos, por lo que llevaba el anillo en sus dedos a pesar de los años y de que el hombre había seguido con su vida.
Al verlo recordaba a su madre con lágrimas en las mejillas, a pesar de que el hombre no venía seguido de visita porque se había mudado de ciudad, cada vez que lo hacía la mujer lloraba sin detenerse.
¿Qué significaba que George tuviera aquel anillo? La primera posibilidad que pasaba por la cabeza del chico era la más dolorosa, luego venía a su mente que él supiera en donde se encontraba y que todos esos años lo había dejado en aquel lugar sufriendo por puro placer. También pasó por la mente que la mujer en algún momento le hubiera regalado el anillo, después de todo le tenía un gran aprecio a aquel pequeño infiernillo.
—Madre —murmuró sumiendo su nariz— Si supieras en lo que se convirtió... Sí, tan solo en aquel entonces hubieras sabido lo que era, nunca nos hubieras puesto en riesgo quedándote con él.
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