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"Desde algún tiempo yo he salido de la órbita donde se mueven los seres equilibrados." -Gabriela Mistral.
El peliblanco se meneaba en su silla giratoria, volvían a su mente las palabras de Charlotte del día anterior y una fuerte rabia se apoderaba de él. ¿Quién pensaba que era ella para darle órdenes? Él llevaba el mando en esa familia hace mucho tiempo, por una sencilla razón, cuando lo compartían las cosas salían mal.
Charlotte tiende a dejarse llevar más por las emociones, se deja abrumar por sus sentimientos y no piensa de manera externa a todo como George lo hace. Por ser una chica de emociones tan frágiles en el pasado perdieron a Amanda de vista y con ello se avecinaron tormentas de las cuales George tuvo que sacarlos a ambos.
Los días siguientes a la noche en que dejó escapar a Amanda tuvieron que pasarlas escondidos en una casa abandonada, una que para ellos dos siendo tan solo unos niños era riesgoso. Efectivamente, como el peliblanco lo había pensado, Amanda llegó a esa casa con la policía en busca de ambos niños y empezaron una búsqueda por toda la ciudad.
Para la mala suerte de George, aunque la mujer no contaba con sus fotos, no habían muchos niños albinos por la zona y mucho menos una pareja de niños albinos que rondaran por el lugar.
La mujer tampoco pensaba rendirse con facilidad, hacerlo significaba permitir que las acciones de ambos niños fueran congeladas y ella se quedara en una completa ruina. Tuvieron que pasar hambre y robar de restaurantes comida para poder sobrevivir, así fue hasta que pasó quizá un año desde que empezó la búsqueda.
Aunque Amanda fuera una mujer de mucho dinero, cuando las cuentas bancarias se bloquean, no pasa mucho tiempo cuando comienzas a quedarte en quiebra. Mucho más cuando tienes que dar parte del dinero a policías ineptos que busquen a dos niños tiempo extra luego de su trabajo.
Cuando el dinero comenzó a terminarse de un momento a otro, la mujer dejó de rondar los alrededores, la casa en la que antes estuvieron viviendo por un corto lapso pasó a tener un cartel de venta y ni la sombra de la mujer volvió a aparecer por los alrededores.
George hasta el día actual vive con la desconfianza de que esa mujer vuelva, que aparezca de nuevo en sus vidas y quiera tomar lo que les pertenece de alguna manera.
Por esa misma razón, aunque actualmente viven una vida normal, George no permite que Charlotte tenga voto sobre las decisiones, claro que ella le asegura que esos tiempos terminaron, que ya no se deja llevar por las emociones hacia otras personas. Claro que el peliblanco sigue teniendo sus desconfianzas con respecto a sus palabras, en este último tiempo le permitió un poco más de libertades, pero con la propuesta que le hizo ayer le estaba dando a entender que, debía de tomar una decisión vital para un equipo.
Se levantó de la silla, bajó las escaleras y escuchó el vacío de la casa. Le hacía falta escuchar la voz de Patty, pero parte de ser integrante de una familia es saber que hay reglas que no pueden desobedecerse y entre ellas se encuentra hacer caso a lo que manda.
George jamás pronuncia una palabra en vano, cuando habla sobre algo es porque está seguro al respecto de sus palabras y no permitirá que ni Charlotte ni Patty arruinen los planes.
Tomó una bandeja en la cual colocó una taza de café recién preparado y un par de galletas, caminó por el pasillo y abrió la puerta que daba directo al sótano. Se encontró con una chica no solamente molesta, sino furiosa con él y que al parecer no estaba dispuesta a ceder en su enojo.
—Te traje un poco de café y galletas —anunció sentándose en los pies de la cama.
—No soy un animal George, no puedes encerrarme en este lugar y esperar que acepte tus galletas como si estuviera de acuerdo con tu decisión —espetó en un tono de reclamo fuera de lo usual.
George guardó silencio, se presionó el entrecejo con los ojos cerrados en busca de algo de la paciencia que, seguramente, le debería de quedar. Abrió sus ojos grises de una manera repentina, colocó la bandeja en el suelo de la sala y de un golpe con el pie derramó el café dentro de la bandeja.
De esta manera las galletas pronto se volverían blandas, el café se enfriaría y de aquel desayuno que en algún momento se vio apetecible no quedaría nada. En esos momentos la chica de ojos diferentes se sintió confundida, el peliblanco sonrió con todos sus dientes blancos y aspiró aire suficiente antes de darse la vuelta en dirección a la salida.
—No juegues con tu suerte pequeña, si rechazas lo que te ofrezco tendrás que aprender por las malas, las reglas en esta casa las pongo yo —suelta en un tono gélido— Si no deseas comer, no lo hagas, en algún momento del día no podrás del hambre y comerás, si no veo esa bandeja vacía no te voy a traer más alimentos ¿Lista para ver quien ganará este juego?
No le dio tiempo de responder nada, subió las escaleras con una tranquilidad total y solo escuchó los gritos de rabia de la castaña en la vieja almohada de la habitación. Era ahora cuando las palabras que Charlotte le había dicho el día anterior comenzaban a tomar sentido para ella, George podía ser un hombre que la tratara como una verdadera princesa, siempre y cuando todo estuviera bajo su control.
Al volver a la vacía casa de su infancia recorrió los muebles cubiertos con sabanas blancas, se cuestionó si ya era hora de que volviera a colocar aquella casa como la recordaba y si debía traer a su padre nuevamente a vivir a aquella casa. Se lo cuestionó por varios momentos, hasta que el teléfono comenzó a sonar y supo de quién se trataba.
Solamente una persona sabe que él se está quedando en esa casa, Charlotte, quién seguramente está en busca de una respuesta por su parte.
—Hola —respondió con total confianza.
—¿Tienes una respuesta? —preguntó en un tono frío.
—Ven a la casa, te daré aquí la respuesta que esperas —respondió de igual manera.
No esperó a que le diera una respuesta, colgó el teléfono y se puso manos a la obra. Fue a la cocina y buscó en el refrigerador ingredientes para prepararle un almuerzo digno de Charlotte, aunque el peliblanco no fuera tan bueno como ella en la cocina, haría lo que fuera necesario.
Cuando el timbre sonó la comida ya estaba casi lista, se acomodó la camisa antes de abrir y al hacerlo la encontró apoyada en el umbral con un cigarrillo en la boca. Entró a la casa dejando un rastro de humo y se detuvo en seco al ver la mesa puesta, ver su rostro de sorpresa junto a una sonrisa burlesca que se asomaba hizo al peliblanco carcajearse en su interior.
Se regocijó al analizar con la mirada cada uno de sus gestos, su mirada fija en la manera que acomodó los cubiertos, la loza festiva que era intocable para Yaneth. Sí, esos platos caros que solo permitía que se utilizaran en reuniones de negocios, en las navidades y que el pequeño infiernillo no podía tocar bajo ninguna razón.
—Sacaste a relucir la herencia Sr Allen —bromeó la peliblanca apoyada en la silla de madera.
Con una amplia sonrisa sobre los labios que remarcaba levemente sus hoyuelos, George corrió la silla para que Charlotte se sentara, luego la acomodó seca de la mesa y fue a la cocina por la comida.
Al traer un pavo competo horneado y una asadera con carne, Charlotte se quedó pasmada, no dijo nada, tan solo lo miró ir y volver con otra amplia bandeja que tenía ensalada para acompañar.
—No sé en qué momento te volviste un buen cocinero —confesó olfateando todo con desconfianza.
—Te preparé algo especial —clavó el tenedor en un trozo de carne que descansaba en la asadera y lo colocó en su plato— ¿Cuánto tiempo pasó desde que probaste el corazón de un humano? Creo recordar de manera clara cuando dijiste que, te había encantado la sensación de la sangre recorriendo tu boca, la sangre caliente de Alfred.
—Preguntaría de quién es el corazón, pero, por alguna razón, no me interesa —sonríe de lado— Tu gesto me parece generoso, pero ¿No tenemos una conversación pendiente?
—Me parece que no estás entendiendo Charlotte, vamos a comer, luego habrá tiempo de hablar sobre eso —sentenció antes de cortarle una pata al pavo.
La peliblanca guardó silencio por completo, cortó un trozo del corazón que derramaba aún sangre y probó el primer bocado. Cerró los ojos dejándose deleitar por el sabor, hacía tiempo que no experimentaba la satisfacción, vuelve a su mente el momento en que probó por primera vez la sangre recorrer su boca y respira profundo.
—Debo admitir que, esto me trae tantos buenos recuerdos —esboza una amplia sonrisa mirando al peliblanco— Está delicioso.
—Todo por verte con esa sonrisa —se limpió la boca con una servilleta antes de servir para ambos una copa de vino— Soy tu otra mitad, siempre lo has dicho.
—Es verdad, Geo, eres mi otra mitad, es por eso que estaría dispuesta a darlo todo por ti —le toma la mano encima de la mesa.
George tomó la copa de vino y la elevó en el aire en su dirección, ella imitó su acto chocando ambas copas que emitieron un sonido. Las miradas de ambos dijeron mucho más que las palabras, Charlotte que se sentía triunfante sin imaginar lo que pasaba por la mente del ojigrises y George que, por su parte, esperaba el momento exacto para abrir la boca.
Cuando terminaron de cenar, Charlotte dejó salir un suspiro audible, estaba completamente llena luego de aquel banquete, recostada sobre la silla de madera, casi deseando que se volviera cama y bebiendo su segunda copa de vino cuando George se puso de pie.
—¿Recuerdas que cuando formamos esta familia todo fue difícil? —caminó y se colocó detrás de ella, rodeándola con sus brazos.
—Por supuesto que lo recuerdo, no fue fácil adaptarme, tuve que aprender de las peores maneras que los seres humanos son criaturas ruines —soltó con desprecio acariciando el brazo del peliblanco.
—Siempre fuiste débil, te costaba seguir mis órdenes, hasta que cometiste un error que hasta el día de hoy te cuesta perdonarte —susurró en su oído— Si no te hubieras equivocado soltando a Amanda, la señora Adams estaría viva.
Un escalofrío recorrió el cuerpo de Charlotte al recordar ese día, la sangre corriendo y el sonido de los huesos crujiendo mientras cortaba la carne. Cerró sus ojos con resignación, porque sabía que las palabras del peliblanco eran ciertas, sabía que tenía toda la razón al decirle que, fue su culpa, lo sucedido.
—Aiden perdió a su madre, creció pensando que era su madre quién lo había mandado a un loquero —le acomodó el cabello detrás de su oreja— No tiene la menor idea de que comiste de ella ¿Crees que podría perdonarte algo como eso?
—No serías capaz de decirle —murmuró temerosa.
Le extendió la mano, ella temblando la tomó y se puso de pie quedando frente a él. Le levantó el rostro por el mentón, la obligo a verlo directo a los ojos y soltó una pequeña risita que le causó escalofríos a la peliblanca.
—No sería capaz de hacer algo que te haga infeliz, mi único objetivo siempre fue protegerte ¿Recuerdas? —pasa su mano por su mejilla y ella se apoya.
—¿A dónde quieres llegar con todo esto Geo? —pregunta con su voz dulce.
—Patty va a quedarse, va a aprender las reglas de esta casa y ella forma parte de esta familia ahora —al salir esas palabras por su boca la peliblanca endurece su mirada y su cuerpo se pone rígido.
—¿Entonces tu respuesta final es esa? ¿Es más importante para ti ella que deshacerte de Aiden? —eleva el tono de su voz.
Hoy no era un buen día para George, no tenía la paciencia para soportar un capricho, ni de Patty ni de Charlotte ¿Por qué las mujeres se empeñaban en hacer su vida más compleja?
La tomó por el cuello y la pegó contra la pared, la copa que sostenía en su mano cayó al suelo. Se escuchó el estruendo en la vacía casa, la peliblanca tomó la mano de George que presionaba su cuello y trataba de zafarse de su agarre.
—Presta atención a lo que voy a decirte Charlotte, como tú aprendiste a obedecer y lo hacías sin rechistar, ella también aprenderá —la presionó con un poco más de fuerza— Si Aiden decide seguir interfiriendo, seré yo con mis propias manos que termine el trabajo que un día empecé, pero quiero que tengas en claro que mientras estés de este lado y formes parte de mi familia, no, no vas a cuestionar mis decisiones.
La soltó y cayó de rodillas sosteniendo su cuello mientras tosía, aquello era algo nuevo para la peliblanca, no esperaba que él mismo chico que le sacaba sonrisas sería quien podría llegar tan lejos como para amenazarla.
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