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"Yo solo trataba de ser una buena persona

—¿Ya sabes lo que le pasa a las buenas personas en este mundo, no?" -Charles Bukowski.

El agua caliente recorrió su cuerpo, permanecía con los ojos cerrados disfrutando de las sensaciones que le causaba el contacto de las gotas sobre su piel. El rostro de Charlotte, sus labios enrojecidos y húmedos no abandonaba su cabeza ni un solo segundo.

Cerró el grifo cuando la calidez lo abandonó y en su lugar un escalofrío se apoderó de su cuerpo, sin darse cuenta se había agotado el agua caliente. Salió de la ducha y se colocó una bata mal sujetada, la misma dejaba ver su torso por el cual corrían aún los restos de agua. Una vez frente al espejo se miró la barba que apenas comenzaba a crecer y dudó si debía o no rasurarla, le resultaba un tanto molesto que creciera tan rápido, parecía que hacía tan solo unos días se la quitó y justo ahora no se sentía de ánimos.

Volvió a su habitación con una toalla en mano secando su cabello y el sonido de su celular hizo que se desviara de su camino al closet. Lo tomó con su mano libre y al desbloquearlo leyó en su pantalla, "Ice Woman" «mujer de hielo», ver aquel nombre le hizo sonreír.

"Ai, aquí tienes el contacto del consultorio de la doctora Morgan. Me lo podrás agradecer en alguna otra ocasión si te fue de ayuda".

Rápidamente, copió el contacto y corrió a la sala, desde el teléfono inalámbrico marcó el número.

—Buenos días, habla con el consultorio de la doctora Jazmín Morgan, ¿En qué puedo ayudarle? —escuchó el sonido de la goma de mascar explotar y como la masticaba.

—Buenos días, me gustaría agendar una consulta para hoy mismo con la doctora —suspiró deseando que pronto terminará la llamada.

—Disculpe, la doctora no podrá atenderlo hoy mismo, el próximo horario disponible que tiene... —sintió cómo pasaban las hojas— Tiene apenas para la próxima semana, si agenda ahora mismo por supuesto.

—No puedo esperar tanto tiempo, señorita, es con suma urgencia —protestó levantando el tono de la voz un poco y escuchó como nuevamente la goma de mascar explotaba.

—Bueno, es lo que le queda joven, si no le sirve busque otra doctora que pueda atenderlo antes —respondió de igual manera.

Aiden colgó a la llamada golpeando el teléfono una tras otra vez contra la mesa de madera, aquella mujer que había atendido a la llamada era la peor secretaria con la que le tocó lidiar en su vida. Corrió a la habitación y apresurado tomó lo primero de su closet, unos jeans gastados por los años que llevaba utilizándolos y una camiseta manga larga negra.

—Maldita mujer —se quejó mientras marcaba un número en su celular.

Sonó una y otra vez sin obtener respuesta, en cada momento volvía a escuchar la voz de Charlotte en el contestador. Se había exaltado tanto con la mujer que no llegó a preguntar la dirección del consultorio, pero no volvería a pasar por aquel incómodo momento.

Una vez vestido, tomó las llaves de su automóvil y se colocó una chaqueta de cuero antes de salir de su apartamento. Debía de admitir que no era el mejor lugar para vivir, pero con el salario tan pequeño era para lo que le bastaba.

Condujo aproximadamente una hora mientras solo escuchaba las bocinas de los conductores que iban ya saliendo a almorzar, su estómago se quejaba de vez en cuando, ya que no había alcanzado a comer nada. Cuando llegó a la casa donde Charlotte vive se encontró con que George estaba allí, lo supo por su Vw que estaba estacionada frente a la casa y dudó si debía o no bajar. La última vez que tuvieron contacto días atrás le quedó en claro que no le gustó la conversación que tuvieron.

Bajó y a paso apresurado llegó a la puerta de madera marrón, tocó el timbre que no terminaba de sonar cuando escuchó los pasos que se aproximaban.

Los ojos de la joven de cabellera blanca se fijaron en él con sorpresa al instante de abrir la puerta y miró rápidamente hacia atrás como si George pudiera aparecer en cualquier momento.

—¿Qué es lo que estás haciendo acá? —susurró jalándolo de la chaqueta.

—No me enviaste la dirección del consultorio y creí que iba a enloquecer si hablaba con esa secretaría un momento más —pasó una mano por el cuello de la chica y olisqueo su piel.

—Te la enviaré por mensaje de texto, ahora tienes que irte, la familia de Patty está aquí —murmuró tomando distancia.

—Aiden, ¿Qué haces por aquí? —George se apoyó detrás de Charlotte de brazos cruzados— Estamos en un almuerzo familiar, ¿Nos acompañas?

—Solo andaba de pasada, quería asegurarme de que Charlotte estuviera bien, pasa mucho tiempo sola últimamente —relamió sus labios sin quitar la mirada de aquellos ojos grises— Aceptaré tu invitación.

—Aparta Charlotte, sé cortés con nuestro invitado —colocó una mano en su hombro y la joven se sobresaltó.

Aún con la respiración agitada se hizo a un lado y dejó que el chico de cabellera rizada pasará, vio cómo limpió sus tenis en la alfombra y dejó su chaqueta colgada en el perchero.

Pasaron al comedor los tres, Charlotte no dijo palabra alguna, solamente miraba a ambos chicos que tenían una conversación, hablaban de cómo estaba siendo para Aiden adaptarse de nuevo a la ciudad.

—Ellos son los padres de Patty, ella es la señora Clare y él mi queridísimo Christopher —sonrió atravesando con la mirada al regordete que tosió con un pedazo de carne en la boca— Este es Aiden, crecí en su casa, somos como hermanos.

George palmero su hombro y a Aiden no le quedó otra opción que dedicar una sonrisa de labios cerrados.

—Es un placer conocerlos, lamento mucho haber interrumpido su almuerzo así, no sabía que Charlotte y George tendrían visitas —estrechó la mano de ambos.

—Siendo sincera, tampoco teníamos planes de venir, fue algo improvisado —tomó la mano de Patty entre las suyas y la miró con cariño— Todo por hacer feliz a mi pequeña.

—¡Mamá! —protestó con las mejillas amanzanadas y bajó la mirada.

Tomaron asiento y el ojiverdes miró la mesa, todo se veía sumamente delicioso, lo que provocó que su estómago se quejara de una forma apenas audible, pero que le avergonzó.

—Adelante come lo que gustes, fue Charlotte quien preparó todo —apuntó con el tenedor a la comida.

—Lss das fleisch nicht —le colocó un plato y acarició su cabello. «No te comas la carne».

—Has Du so viel gewagt? —frunció el ceño con la quijada tensa—. Du hast versprochen, dass du es nicht mehr tun würdest. «¿Te atreviste a tanto?», «Prometiste que ya no lo harías».

—Lass sie in ruhe Aiden —levantó el tono de la voz. «Déjala en paz Aiden».

Aiden dejó los cubiertos a un lado y se puso de pie en silencio, solo le dedico una mirada de asco a Charlotte.

Entonces el teléfono del regordete sonó, miró a la mujer a su lado y está asintió.

—Disculpen un momento, ¿Dónde se encuentra el tocador?.

—Por el pasillo, última puerta a la derecha —le indicó la peliblanca.

—Beruhige dich und setz dich —colocó la mano en el hombro del rizado y ambos tomaron asiento. «Cálmate y toma asiento».

Patty se aproximó a George y apoyó su cabeza en el hombro del joven ganándose su mirada.

—Es incómodo que hablen sin que podamos entender —dijo de manera que la regordeta junto a ella no se diera cuenta.

Iba a darle una respuesta justo cuando el hombre semicalvo pasó la puerta pálido, no tardó mucho en que la mujer se pusiera de pie y se acercara para sostenerlo. Patty se incorporó rápidamente, tomó un vaso y sirvió agua con rapidez como si de ello dependiera el robusto.

—¿Qué sucede cariño? —tartamudeo la mujer sosteniendo su pecho.

El hombro bebió el agua que Patty le ofreció, en unos largos tragos, y soltó el aire sin pronunciar palabra.

—Acaba de llamar Gregory, dice que la casa está en llamas y que los bomberos están tratando de apagar el fuego —dijo con la voz casi quebrada y presionó sus ojos con una mano tratando de evitar que las lágrimas salieran.

—Pero, ¿¡Cómo!? —se tomó de la silla la mujer de ojos verdes y cerró sus ojos con la mano en su frente— ¿Cómo sucedió?

—No supo decirme nada —rascó su barba— Tenemos que irnos.

—Me ofrezco a llevarlos de vuelta —el peliblanco dijo con una voz suave.

—Muchas gracias, querido —la mujer más baja envolvió con sus brazos a Patty que estaba con sus ojos fijos en un punto sin mover un músculo.

—Los acompaño si gustan, soy detective, puedo ser de ayuda en algo, tal vez —George lo atravesó con la mirada.

—No creo que sea necesario Aiden —negó rápidamente.

—Me gustaría que nos acompañe —el regordete volteo para comenzar a caminar.

Patty cruzó miradas con George, que maldecía internamente al rizado, pero no le quedaba de otra más que aceptar que fuese con ellos, ya que no estaba dispuesto a levantar sospechas discutiendo con él.

—¿Puedo quedarme aquí contigo Charlotte?, no creo tener el valor de ver la casa donde crecí destruida —la madre de la chica la abrazó con menos fuerza y una lágrima corrió por su mejilla.

—Claro querida, esta es tu casa, después de todo ahora somos familia.

Patty se separó de la mujer, miró sus verdes ojos por un instante y se acercó a la peliblanca que pasó su brazo por encima de sus hombros. A pesar de la piel fría de la joven, la chica de ojos distintos apoyó su cabeza casi en el regazo y dejó que aquellas manos de hielo acariciaran su largo cabello suelto.

Aiden miró a ambas chicas antes de centrarse nuevamente en lo que estaba sucediendo, era un incendio y aquello lo remontó en el tiempo. Condujo en su auto tras Vw Golf que George conducía, las carreteras estaban desbordadas de autos, lo que indicaba que tardarían en llegar.

Luego de aproximadamente dos horas entre los sonidos de las bocinas y la lentitud en que avanzaban, llegaron a los restos de la casa. No quedaba ni un solo vidrio sano, las paredes exteriores ya no eran blancas sino grises y algún que otro trozo de madera amenazaba con caer desde el segundo piso. La gente se acopló en el área del césped detrás de las bandas amarillas que impedían el paso. Aiden se aproximó a tres policías que charlaban mientras uno de ellos tomaba apuntes.

—Buenas, mi nombre es Aiden Adams —extendió su mano hacia cada uno de ellos— Soy detective, podrían informarme que es lo que sucedió aquí.

—Un incendio al parecer provocado, se encontró un cuerpo que estamos casi seguros que se encontraba en donde se originó el incendio —informó el chico que estaba con la libreta en mano— También sabemos que se trata de una mujer, ¿Aquellos son los dueños de la casa?

—Si ellos mismos, me gustaría que me permitieran antes hablar con ellos —apoyó la mano sobre uno de los policías que tenía intenciones de dirigirse a ellos y este asintió.

Se acercó y vio a la mujer que cubría su boca con una de sus manos, en esos momentos pensó en su madre y en aquel trágico día en que perdió a su hermano.

—¿Qué es lo que está sucediendo? —el hombre preguntó tomando a Aiden por ambos hombros y sacudiéndolo.

—Cálmese señor —se quitó sus brazos de encima— ¿Alguien se quedó en la casa cuando salieron?.

—No, Rene salió Patty dijo que la vio irse y no vive nadie más con nosotros —negó rápidamente la mujer con un gesto de horror.

—Encontraron el cuerpo de una mujer quemado y al parecer el incendio fue provocado —la voz se le quebró un poco y George lo abrazó.

—Por esto no quería que vinieras, esto de los incendios te trae malos recuerdos —acarició el rizado cabello del muchacho y este sollozo.

—¡No puede ser! —la mujer se desplomó de rodillas llorando y gritando— ¡No!, ¡Mi hija no!

—Me tendría que haber quedado, algo me decía que me quedara —la voz del hombre se quebró por completo y se inclinó junto a la mujer para abrazarla.

George depósito un rostro entristecido al ver la escena, pero los deseos de carcajearse al ver al robusto en aquella situación eran grandes. Aiden sintió el aire que le faltaba y se tomó con fuerza del brazo del peliblanco.

—No puedo respirar —de forma apenas audible se quejó y se dejó caer de rodillas jalando al chico aún sé su chaqueta.

—Solo es tu mente Aiden, puedes respirar, solo inhala y exhala —el muchacho tomó sus manos fijándose en sus verdes ojos y sus mejillas pecosas.

Despertó en una habitación y lo primero que vio fue el techo de madera, se sobresaltó con sus últimos recuerdos y se sentó en la cama. Se encontró con Charlotte que se enderezó en el sillón de madera en el que se encontraba con un libro en mano, sus ojos labios le dieron una sonrisa leve y pasó a sentarse en la cama junto a él, dejando el libro a un lado.

—¿Estás cómodo? Me has dado un buen susto cuando llegó George contigo inconsciente —acarició su brazo y fue entonces que notó la ausencia de su camiseta.

—¿Es tu habitación? —recorrió el cuerpo de la chica de pies a cabeza con la mirada.

Llevaba un camisón y una bata de seda encima, el listón se encontraba mal sujeto y dejaba ver la tela traslúcida que estaba debajo. Pudo ver parte de uno de sus pechos y volvió a subir la mirada a su rostro, colocó un mechón blanco tras su pequeña oreja y apareció el arete de pero que llevaba.

—Si, le pedí a George que te dejara aquí, quería estar a tu lado cuando despertarás.

Aiden se levantó al instante con las mejillas ruborizadas al saber que estuvo dormido en la cama de la ojisgrises.

—Creo que será mejor que me marche, ya he dado demasiadas molestias —buscó con la mirada su ropa.

La chica subió sobre la cama y agarró su brazo llamando la atención de él, su bata caía por uno de sus brazos dejando al descubierto uno de sus pechos por completo que se remarcaba.

—Quédate, ya es muy tarde para que te vayas...

Automáticamente, se sentó sin quitar su vista de aquella tela que dejaba ver su pecho, no tenía los pechos grandes ni nada similar, pero Aiden sentía una atracción por ella que ninguna otra mujer le provocaba. La chica sonrió traviesamente y deslizó el otro extremo de la bata.

—te ves tan guapo —se subió encima de él y quitó la bata por completo, el chico apoyó sus codos en la cama y su abdomen al descubierto se marcó aún más por la flexión— Me encanta ver como mueres de ganas por tenerme.

Levantó su rostro por el mentón y unió sus labios, se dejó caer sobre la cama cuando rodeó con sus fornidos brazos el delgado cuerpo de Charlotte. La peliblanca posó sus manos sobre el rostro del muchacho mientras devoraba sus labios con desespero, la respiración de ambos se apoderó de la habitación y el chico le levantó el camisón. Recorrió su fría piel, deslizó sus dedos acariciando su espalda suave y giró quedando encima de la chica.

—Charlotte, sabes que te amo, ¿Verdad? —acarició una de sus mejillas y su pecho rosa al suyo.

—Lo sé, siempre supe que nadie nunca me amará como tú lo haces —susurró casi sobre sus labios para unirlos poco después, esta vez en un tierno beso.

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