CAPÍTULO 4: Aprovechar el tiempo
Manasés
Después de almorzar papá y mamá se fueron a trabajar. Ambos prometieron que todo ese ajetreo solo duraría aquella semana, esto debido a que necesitaban ponerse al día con el desarrollo y desempeño de sus empresas, las cuales estuvieron en manos de sus socios el tiempo que nos fuimos de vacaciones por mi cumpleaños. Luego ya se dedicarían al trabajo y a la vez a nosotros como los anteriores años. Emiliano se despidió también y fue a recoger a Valeria a su casa.
Ya era hora de realizar lo que tenía planeado. Así que tomé dinero de mis ahorros y salí al supermercado Lidl a comprar ingredientes para la cena improvisada que haría en casa.
Al ingresar me encontré con Diego, él era uno de los cajeros del supermercado y como mencioné ya, el mejor amigo de Emiliano. Me llevaba muy bien con él; y parecía que esa auténtica alegría no se le despegaba nunca.
—Ciao Manasés, que buono es verte otra vez por aquí —me saludó Diego tan contento como siempre, aparentemente no había un día en que se lo viese de mal humor.
—A mí también mi piace pasarme por aquí —le aseguré entre contento y agitado, ya que había ido corriendo y a pie desde mi casa hasta allí. Por supuesto que no iba a molestar a Bianco, él también merecía descansar.
Además me encantaba hacer ejercicio trotando, con mi característica energía propia de aquella edad.
—Viniste en el momento perfetto —Diego esbozó una reluciente sonrisa—. ¿Qué viniste a comprar?
—Ingredientes para preparar lasagna, le prepararé una cena sorpresa a mia famiglia.
—Ya veo, ¿alguna occasione in speciale?
—Non, ninguna. No tiene que haber una para pasar un momento agradable in famiglia —expliqué.
—Tienes razón, aunque no lo había meditado. Buono ¡que disfrutes las compras! Como sempre, supermercados Lidl te ofrece lo mejor —me anunció Diego alegremente y lo último dijo con voz de comercial.
—Eso lo tengo por sicuro —concordé y corrí unos pasos, pero me detuve al recordar algo, entonces volví donde Diego—. ¡Ah! de casualidad, ¿me podrías recomendar el mejor vino que tengan para la cena que prepararé esta noche?
—Los niños no pueden comprar vino, mi dispiace. Normas del supermercado —se dispensó Diego visiblemente apenado.
—Per favore, Diego, non è mia intenzione meterte en problemas, pero es que realmente lo necesito —supliqué.
Pues sabía cuánto amaba papá degustar un vino de buena calidad en ese tipo de veladas especiales en familia. Así que quise darle ese gusto. Aunque había olvidado ese pequeño gran detalle sobre que los niños no pueden adquirir esa clase de bebidas por cuenta propia.
Diego lo sopesó unos segundos, hasta que finalmente suspiró y dio su veredicto, acercándose confidencialmente hacia mí y hablándome en discretos susurros:
—Solo perché somos muy buenos amigos será como si el vino lo hubiese adquirido yo, su factura irá aparte a nombre mío —y al final me guiñó un ojo cómplicemente, yo le agradecí de corazón la iniciativa—. Sé que para un buon italiano el vino es imprescindible en veladas especiales. Y un vino de calidad óptima. Así que te recomendaré uno de los mejores vinos y no solo de la casa, sino de Italia entera; hablo de Flaccianello Colli della Toscana Centrale, el cual es de la cosecha de este año, está producido por Fontodi y como su nombre lo dice proviene de la Toscana; posee además el carácter distintivo de la uva sangiovese. Y tan delicioso vino saldrá solo a ciento seis euros. Créeme, les va a encantar si optas por él.
—Confiaré en tu buon criterio y una vez más, mille grazie. Te debo una.
—No es nada.
—Vaya que sí te debo una —me empeciné, y antes de darle tiempo de refutar me adelanté—: ¡Nos vemos al finalizar las compras! —me despedí enérgicamente de Diego y comencé a recorrer el supermercado.
Compré los ingredientes, papel aluminio y velas. Como un extra llevé pan, mermelada y mantequilla para el día siguiente y así ahorrarles el trabajo a las mucamas de ir a comprarlos. Por último fui a la caja a pagar.
—Wow, qué veloce volviste —me reveló Diego sorprendido.
—Sí, es que tengo prisa —argumenté agitado.
—Ya veo, pásame los productos —pidió Diego y luego de pagarlos él me dio encubiertamente el vino. Tras agradecerle me despedí y regresé corriendo a casa, como pude, debido a los productos que cargaba y por tener cuidado de no hacer caer el vino.
Ahora debía pensar en cómo distraer a Rosita, sino se empeñaría en ayudarme, o mejor dicho, debía pensar en cómo disuadirla porque el lugar donde Rosita mayormente paraba era la cocina; y se daría cuenta fácilmente lo que estaba haciendo. Dejé los productos en un lugar oculto de la cocina para que Rosita o cualquiera de las mucamas no se diesen cuenta tan pronto o la curiosidad las carcomiese, como a mí mayormente a veces.
Ya eran las 15:40PM, así que fui a mi cuarto a hacer las tareas que me habían dejado en el instituto para el día siguiente; tardé una hora en hacerlas todas, pues no eran muchas. En esa hora Amedio durmió su siesta, después lo desperté y bajamos juntos a la cocina. Me puse un uniforme para cocina, me lavé las manos y comencé a preparar la masa de la lasagna.
Dispuse la harina en forma de volcán y fui mezclando los demás ingredientes —solo los de la masa—, y en eso justo entró Rosita.
—Pero mio figlio, que estás haciendo, deja que te ayude —casi se escandalizó Rosita en tono de un regaño apenado, acercándose a mí, dispuesta a continuar con la preparación de la masa.
—Non! Va bene, es que es una sorpresa que estoy preparando para todos y debo disponerla yo —expliqué rápidamente, deteniendo su intención con un ademán de mano.
—Ah, entiendo, ¿pero en serio no quieres que te ayude?
—Con piacere aceptaría tua aiuta, pero en serio esta vez debo hacerlo solo, quiero que mi sforzo sea propio.
—Va bene —Rosita suspiró resignada—. Pero si necesitas mi aiuta me avisas sin más, ¿de acuerdo? —me dijo Rosita como si me hiciese una advertencia.
—Va bene, ¡ah! También les dices a Esther, a Penny y a las demás que no he de necesitar aiuta en caso de que me pillen.
—Va bene yo les digo. Aunque no creo que Penny te vaya a ayudar, ya la conocemos —argumentó Rosita y lo último mencionó con una risita.
—Tienes razón, aunque por hoy eso es una ventaja —reí junto con ella.
—¿Y qué estás preparando? —me preguntó Rosita, curiosa.
—Ya te dije que es sorpresa, te lo diré en la noche —aseguré misteriosamente para que le picara la duda.
—Buono buono, esperaré, pero presiento que será algo rico.
—Espero que sí.
—Bene, yo ya me retiro, te veo más tarde.
—Va bene —enuncié a modo de despedida y ella salió de la cocina.
Entonces continué con la preparación de la masa y luego la dejé reposar veinte minutos; pasados estos la extendí con un rodillo hasta que quedara lo más delgado que se pudiese. Después la corté con un cuchillo de forma rectangular, lo herví con agua y le añadí dos cucharadas de aceite y 1/2 cucharadita de sal. Estando lista la masa preparé el relleno y el sofrito. Ulteriormente trituré el tomate y lo añadí cuando la carne estuvo hecha; todo coció durante una hora y en su transcurso estuve adornando el comedor.
Cuando el relleno estuvo listo empecé a montar la lasagna, cogí una fuente apta para horno, en la cual le eché un chorrito de tomate triturado en el fondo para que no se pegara y puse los rectangulitos de masa hasta cubrir el fondo entero. Después le puse unos cucharones de relleno y le añadí mozzarella, entonces coloqué cinco capas. Ya estando la lasagna montada la cubrí con papel aluminio y la puse al horno a 180° por cuarenta minutos, en los cuales fui preparando los platos, los cubiertos y las copas. Pasados estos por otros cinco minutos le quité el papel aluminio para que dorara y quedara crujiente por arriba.
Entonces finalmente terminé y después de tanta aburrida descripción de receta, ya eran las 18:48PM. Papá y mamá llegarían a las 20:00PM y Emiliano vendría en cualquier momento, así que calenté la lasagna en el microondas para que no se enfriara y corrí a alistarme.
***
HORAS ANTES
Narrador omnisciente
Emiliano salió de la casa y se dirigió a la Caffetteria Orefici e Latteria Buonadefe, el lugar donde había citado a Valeria para ponerse al día, ya que no se veían desde hacia dos meses.
Esperó más de media hora y ella aún no llegaba, la llamó a su celular y tampoco le contestaba. Ya a punto de irse creyendo que lo dejaría plantado, la vio. Valeria tenía puesto una blusa negra con bolados y el hombro izquierdo al descubierto, un collar strapless en forma de corazón y colocado también en forma de gargantilla, un short jeans de tonalidad clara y ajustado, y unas sandalias tacón de cuero color canela vivo; además tenía su cabello azabache corto rizado. Un atuendo sencillo, pero Valeria sabía darle el debido toque de elegancia y glamour a cada outfit.
Ella era una italiana muy hermosa y con mucho donaire. Era poseedora de un buen formado cuerpo, uno que la hacía ver sexy, y una piel perfectamente bronceada.
Pero Emiliano no tenía planeado verla como mujer, ni se le había cruzado aquello por la cabeza, solo la veía como su mejor amiga, la única que verdaderamente tenía. O eso pensaba.
—Hasta que al fine llegas, pensé que me dejarías plantado. —Le reclamó Emiliano un poco molesto a Valeria, no era muy fan de la puntualidad, pero tampoco exageraba.
—Qué forma de decirme ciao —ironizó Valeria tomando asiento junto a Emiliano.
—Mi dispiace, es que te esperé más de media hora y tampoco contestabas tuo cellulare, además que te dejé un mensaje. Llegabas un poco más tarde y ya no me ibas a encontrar.
—Perdonami Em, es que al llegar a mi casa tuve que almorzar, aguantar las tonterías de mi tía, ver cómo le fue a Lily en la scuola… —Valeria suspiró antes de proseguir—. Pobrecilla, regresó triste y alterada de el instituto… y debo decirte que por colpa di tuo fratello. Además me bañé y arreglé, ya sabes, una ragazza como yo no debe estar igual que una naca. Por consiguiente a mio cellulare se le bajó la batería, por eso no te oí. Mi dispiace, ¿sí? —se explicó y disculpó Valeria un poco presumida y tosca, mas tomándolo de las manos luego.
Qué importaba eso, si Emiliano ya estaba acostumbrado a esa forma de ser de ella.
Y así la quería.
—Pero si entraban las llamadas —observó extrañado.
—Non! Es que, pues ya sabes, se le bajó la batería y tuve que cargarlo —titubeó un poco—. Y como estaba en silenciador y yo me estaba arreglando, pues, no lo escuché. Mi dispiace otra vez —se excusó Valeria rápidamente.
Y la verdad era que ella no le había respondido por voluntad propia.
Había estado en su casa con Julio, uno de los tantos chicos con los que andaba, por despecho por lo que el chico que amaba no parecía tener interés en ella. Pero ya lograría conquistarlo, estaba segura. Debía ser cautelosa nada más con cada movimiento.
—Va bene, olvídalo. ¿Qué quieres pedir? —Emiliano le cambió de tema mostrándole el menú, ya que la camarera estaba detrás de ellos.
—Un mocca y un pay de queso va bene —contestó Valeria sin observar muy bien el menú, sino prestándole más atención a la camarera que coqueteaba disimuladamente a Emiliano.
—Y usted joven, ¿qué va a pedir? Yo le aconsejaría que probara nuestros panqués que están deliciosos, especialmente el de canela. Le giuro que no se va a arrepentir. —Le sugirió la camarera a Emiliano con voz seductora disimulada y gestos coquetos, mostrando sus pechos discretamente y acercándose mucho a Emiliano, quien le parecía muy buen partido, pero provocando así la ira de Valeria.
—Per favore —bufó Valeria—, deja que él decida, él va a ordenar, no tú. —Le exigió a la camarera destilando furia y con una sonrisa que denotaba aquello.
—Signorina, mi obligación como camarera es aconsejar lo mejor a nuestros clientes —se defendió igualmente con una sonrisa forzada.
—¿Y perché no me aconsejas también? —Valeria intentó no sonar alterada. Y si Emiliano fuese oficialmente su novio, ya habría saltado a matar a aquella ofrecida, como consideraba ella.
—Porque usted ya ordenó. —Contestó la camarera con un tono forzado, si no fuese tal ya le habría callado la boca a aquella señorita pesada.
—Va bene —Emiliano se percató de la tensión que se había creado en el ambiente—, dejen que yo elija; este, a ver… Creo que pediré un cappuchino y dos tajadas de pastel de nuez per favore. —Ordenó con un gracioso nerviosismo, por la cercanía de la joven camarera y el rostro furioso de Valeria que intentaba disimular.
Aunque la camarera tampoco le era tan indiferente a Emiliano, pues empezaba a observarla de forma coqueta, lo cual enfureció más a Valeria.
—Lo que usted pida joven. —Contestó la camarera con voz algo seductora y guiñándole el ojo de una forma nada disimulada. Emiliano hizo lo mismo, pero ya a punto de marcharse esta Valeria le habló.
—¿Y a mí no me va a dar un buon trato o me va a seguir ignorando?
—Lo que usted también pida, signorina —le contestó la camarera con tono forzado, pero mirándola desafiante.
—¿Y le doy una sugerencia? Cúbrase más los pechos, así, da mal aspetto a la caffetteria. —Le aconsejó Valeria en voz baja, pero audible.
En respuesta la camarera hizo un gesto de fastidio y se retiró moviendo el trasero descaradamente, para hacer rabiar más a esa prepotente chica y para dar una buena impresión a ese joven tan apuesto que había visto. Una vez que se fue Emiliano explotó de risa—. ¿Tú de qué te ríes? —le interpeló furiosa Valeria.
—Creo que fui el único quien le vio lo divertido a la situazione. Ese tipo de ragazze no se dan cuenta de que hacen il ridicolo, pero eso no le quita lo graciosas, atractivas y sexys que son. Tu espressione queriendo matarla y yo en medio de una situazione incómoda, me pareció tan cliché y cómico —explicó Emiliano sin parar de reír, pero entrecerrando los ojos al final—. Además hay que admitir que esta caffetteria parece aún tener unas camareras muy guapas. Creo que no me arrepiento de haber venido aquí, a nuestro lugar —suspiró.
A Valeria le ofendió que se refiriera así de su sagrado lugar.
—Sii, ¿y también sabes que sería gracioso? Que le dijeras a esa tipa sus verdades. ¿Que acaso no te diste cuenta de que te estaba coqueteando de una forma tan descarada? Y aunque eso no importase, te estaba mostrando los pechos. ¿Qué signorina decente hace eso? —protestó Valeria alterada, pero más indignada que otra cosa.
Era el colmo que Emiliano todavía elogiase aquello y la dejase así, completamente de lado.
—Hey hey, tranquilla Vale. Vinimos a pasar un buon momento, non? ¿O es que estás celosa? —le preguntó Emiliano de forma directa, recordando las tantas veces que Manasés le decía que Valeria lo celaba en cuanto podía.
—Non! no es eso. Buono sí, no me piace que te estén coqueteando de esa forma, sento que me dejas de lado. —Confesó Valeria, creía que ya era hora de ponerle un punto final a todo eso.
—No creas eso, ella puede ser muy guapa pero tú eres más importante para mí, si eres mi mejor amiga, Valeria. Así que relájate y buono, ¿vinimos a ponernos al día, non? —Emiliano se humedeció los labios y prosiguió— ¿Qué tal te fue en vacaciones, qué hiciste?
Valeria resopló molesta al oírlo. ¿Emiliano tenía que ser tan despistado? Sin embargo disimuló su molestia rápidamente.
—Tienes razón. Buono, con Lily y la odiosa de mi tía viajamos a París, ¿y te confieso algo? Los franceses son muy guapos, pero bastante pasivos, y te reconozco que a veces pienso que son gays. In fine —suspiró—, también hice amistades nuevas como sempre. Y déjame decirte que si algún día planeas ir a divertirte allí, mejor desiste, le falta acción, allá la gente se muere de cursilería. ¿Y tú qué hiciste? —e iba contando Valeria con la animosidad que la caracterizaba.
Ella se frustró por no haberle podido confesar su amor otra vez, empero, ya llegaría el momento adecuado para hacerlo. Ya llegaría.
—Pues yo viajé a Cancún con mia famiglia, por il compleanno di mio fratello, cumplía once, invitamos también a sus amigos y a Diego, y la pasamos genial. ¿Te conté como Manasés se cayó del caballo? Sí, creo que lo hice por SMS. Además allí si hay buenos centros de diversión, las mexicanas son muy atentas, in speciale las morenas, Diego te lo puede confirmar —le comentó guiñándole un ojo, pero a Valeria otra vez la invadieron los celos, así que decidió cambiar de tema para no explotar.
—Súper. Pero, hablando de tuo fratello, creo que trata mal a la mía y ella que hace di tutto para llamar su attenzione, mas él simplemente la ignora y le dice groserías. No sabes cómo vuelve Lily a la casa cada vez que sucede eso, solo quiere ser su amiga, tú la conoces, es una bambina apenas. —Valeria tomó una breve bocanada de aire y continuó—. Son solamente Manasés y sus paranoias, que juzga a Lily sin conocerla. Por ejemplo, hoy ella lo invitó al compleanno de nuestra prima Gloria, y él de forma descortés le dijo que non. ¿Podrías hablar con él? No te pido que le digas que se haga amigo de ella, solo que la trate mejor; son niños, tienen que llevarse bene. —Le narró y exigió, descargando su ira en aquel asunto.
—No es eso, Manasés me dijo que solo es sincero con ella. Y la verità es que Lily exagera un poco, todas las mujeres, niñas incluidas, son unas dramáticas. Solo déjalos, como dices aún son niños y algún día se harán amiguitos por sempre. —Explicó Emiliano con tranquilidad, para él esas rencillas de niños no tenían mucha importancia de momento.
—Buono sí, creo que tienes razón. Ahora hablemos de nosotros —Valeria no soportó más a ese tema dando vueltas en su cabeza—, por ejemplo... ¿Estás interesado en alguna mujer? —le preguntó intentando sonar picarona.
Por más de que corría el riesgo de que le dijese que sí, sentía que ya no podía dejar pasar ese asunto. La ansiedad iba a terminar asfixiándola.
—Uhmmm... seré sincero contigo. ¿Pero no tomarás lo que te diga como una tontería, aunque así sea? —le pidió Emiliano, y entonces a Valeria le brillaron los ojos al oírlo, creyendo que por fin le confesaría su posible amor.
—Lo prometo —respondió Valeria sonriéndole entusiasta y tomándolo de las manos. Empezaba a festejar en su interior.
—Buono, lo irónico es que la vi solo una vez, ni siquiera le hablé. Aunque nuestras miradas sí lo hicieron, era una ragazza muy bonita. Sin embargo el punto es que no puedo olvidarla, si hasta acabé soñando con ella. —Le refirió Emiliano poniendo una expresión perdida y una sonrisa bobalicona, mirando a un punto inexistente.
Pero en vez de sentir celos, Valeria casi se ahoga de risa. Por poco y se atragantaba con su mocca. Apartó entonces sus manos de él.
—Sí que es una tontería, creo que tanta mujer guapa te está afectando seriamente —le aseguró Valeria intentando que sonara a broma, girando su dedo índice alrededor de su cabeza.
—Sí, ya sé que es una tontería, solo que… con ella es algo distinto, no es un simple deseo lo que sentí al conocerla. —Se explicó Emiliano, entonces Valeria cambió su expresión.
Era increíble, ¿Emiliano mostraba más interés en una simple desconocida, que en ella? Valeria no se la creía.
—Es una desconocida Emiliano, y te apuesto a que siquiera te sabes su nombre. ¿O conoces algún dato suyo? —indagó cambiando su expresión a una seria.
—La conocí en el aeroporto cuando íbamos a Cancún, y como te dije solo nos conocimos a través de la mirada. Es que… Dios, era muy linda, nos contemplamos un buon rato. Y solamente sé tres datos sobre ella, pero no creo que ayuden mucho. —Mencionó Emiliano, sonriendo melancólico al final y era verdad, no podía olvidarla y ni sabía quién era.
—¿Cuáles? —inquirió Valeria con interés, aunque dudaba mucho que fuesen referencias relevantes.
—El primero es que ella y sua famiglia portaban una bolsa con disfraces, máscaras y títeres; lo sé perché se le cayeron a sua sorella, así que supongo que son titiriteros. El segundo es que según Manasés venían de migrazione, así que ya debieron establecerse aquí. El tercero es que ese día mio fratello también los conoció, buono, en sí conoció a sua sorella minore que es de su misma edad aparentemente; y él sí habló con ella por un percance que tuvieron —explicó meditando en ello.
—Entonces, ¿cómo se llama sua sorella?
—Grettel.
***
Manasés
Emiliano llegó a las 19:35PM, y me contó que después de ir a la cafetería llevó a Valeria al cine. Para mí no era casualidad que ella se hubiese inscrito en la misma universidad que Emiliano, sino que quería estar cerca de él para tenerlo vigilado y el inocente de mi hermano no reparaba en ello.
Cambiando de tema no dejé que nadie entrara al comedor, siquiera las mucamas, hasta que viniesen papá y mamá; aunque Emiliano me torturaba con saber cuál era la sorpresa, así que tuve que entretenerlo con Amedio. Cuando llegaron ellos conducí a todos al comedor, el cual estaba a oscuras y solo lo iluminaban las velas encendidas al medio de la mesa.
—Figlio tú… —Mamá dejó las palabras suspendidas al aire, empero, se animó a preguntar—. ¿Tú organizaste tutto esto? —me preguntó sorprendida.
—No solo lo organizó Lucía, él hizo y preparó tutto. No aceptó aiuta de nadie, las mucamas no participaron en absolutamente nada —explicó Rosita orgullosa.
—¿En serio, figlio? ¿Y perché no aceptaste aiuta? —me cuestionó mamá.
—Porque quería que fuese sorpresa y también porque esta cena, la cual es lasagna, no solo es para ustedes... ¡Es para todos los que vivimos aquí! Y con todos me refiero a todos, no solo a ustedes y Emiliano. —Anuncié con emoción, la cual fue compartida.
—Davvero? —preguntó Esther emocionada. Ella tenía cuarenta y seis años, y era la mayor de las mucamas.
—Chiaro que sí, vengan, siéntense todos; sus lugares ya están organizados y como ven el plato de cada uno y el vino ya están servidos —expliqué con amabilidad y entusiasmo.
—¿Y no será mucha molestia para ustedes? Digo, no sé mucho di etichetta y esas cosas de los cubiertos que digamos. —Argumentó Bianco con pena y todos protestaron divertidamente contra él por ser imprudente. Papá, mamá, Emiliano y yo reímos.
—Bianco —lo regañó Rosita en voz baja.
—Chiaro que non, eso no importa, es más, pueden comer como gusten —les indiqué de buena manera a todos.
Entonces dando inicio a la velada agradecimos a Dios por un día más de vida, por los alimentos y por la oportunidad que nos daba de estar todos reunidos entre amigos y familia. Y luego comenzamos a comer.
—Hmmm, que vino tan delicioso hiciste adquirir, figlio —me felicitó papá.
—Grazie, y es de la cosecha de este año —mencioné orgulloso—. Es más, brindemos porque estamos todos juntos y felice hasta ahora. —Propuse poniéndome de pie y levantando mi copa en alto.
—Brindemos —concordó papá.
—Salute —dijimos todos brindando a la par.
—¡Ah! Esperadme un momento —pidió Emiliano recordando algo y levantándose de la mesa, entonces todos nos miramos curiosamente.
Segundos después volvió con su preciada guitarra acústica tornasolada Yamaha FG800 y fue a abrir el ventanal del comedor, el cual era grande.
—¿Perché una guitarra? —preguntó Penny extrañada y con el ceño fruncido.
—¿Para qué más sería sino para tocarla? —contestó Emiliano con obviedad, mientras se sentaba de la forma en que lo hacen los guitarristas. Una de sus pasiones era tocar la guitarra—. Como el ventanal es grande, quiero que todos pongan su vista en él, he de tocar una canción y solo déjense llevar por la melodía y por la brisa que entra por el ventanal, no hagan ningún tipo de ruido. Va bene? —pidió animado, pues ese ventanal daba vista a un pedacito de mar.
Cuando todos hicimos lo que pidió comenzó a tocar la guitarra y a cantar:
………………………………………
Canción interpretada: Mar inmenso mar - Serie Marco
«Mar inmenso mar, bello igual que tu azul bajo el sol que en tu luz se fundió. Soñar y vivir en tu mar todo mi amor. Unidos agua y sol, unidos beso y flor. Y volver de nuevo al mar unidos tú y yo».
………………………………………
Y repitió esa única estrofa por segunda vez. Cuando terminó todos rompimos en aplausos, yo había disfrutado de la melodía anímicamente melífica cerrando los ojos, sintiendo solamente la música vibrando en mi interior y el fresco céfiro que ingresaba por el ventanal, el cual al finalizar la canción fue cerrado nuevamente por Emiliano. Entonces abrí los ojos.
—Que hermosa canción figlio, me gustó muchísimo. Además tu buona voce como sempre es lo que más debo elogiar —mamá felicitaba a Emiliano.
—Grazie mamma, pero mis acordes no se quedan atrás. —Agradeció Emiliano añadiendo lo último y reímos breve ante aquello.
—¿Eso fue improvisado o planeado? —le consulté mientras él se acomodaba mejor en su silla.
—Improvisado, esta era una occasione genial para ello.
—Tienes razón, el punto di tutto esto es que la pasemos todos juntos en armonía y alegría. Momentos como este hay que aprovecharlos, porque algún día alguno de nosotros puede faltar y mejor si tenemos recuerdos gratos —expliqué.
—No sabes cuánta razón tienes, mio figlio —concordó mamá con dulzura.
Y luego comprobaría que verdaderamente tenía razón, éramos una familia feliz como se pudo comprobar. Pero no imaginábamos ni más remotamente que el gris y nuestra desintegración ya estaban cerca en nuestras vidas.
Mucho.
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