CAPÍTULO 14: Una noche de vino (Parte II)
Narrador omnisciente
Estefany había vuelto sola y exhausta a la que ahora consideraba su casa por la noche, entró a su habitación y se tumbó en la cama; en ese momento solo quería olvidarse de todo y descansar. Pero de repente alguien golpeó suavemente la puerta.
—¿Quién es? —preguntó Estefany de mala manera.
—Soy yo, signora —contestó Penny. Entonces Estefany alzó la vista y efectivamente era ella.
—¿Qué quieres? Por favor ahora no me fastidies y vete a la cocina, o no sé adónde pero desaparece. —Le ordenó Estefany irritada, dando vuelta a la cama.
—Es que, quería pedirle que me de unos días de descanso, unas semanas de ser possibile. —Le pidió Penny fingiéndose dubitativa, sentándose al borde de la cama.
—¿Tú estás loca, verdad? Mira, si quieres hacer bromas ve a hacérselas a tu tiíta, yo no estoy para escuchar tus tonterías. —Espetó Estefany tajante y con fastidio.
—Hablo en serio, davvero necesito descansar al menos un mes.
—Creo que tú no tienes claro cuál es tu lugar aquí, ¿verdad? Acá las cosas no son a tu modo, señorita; si tú no estás en condiciones de trabajar eres despedida y punto, así te tomas vacaciones eternas. —Le explicó Estefany con franqueza, sentándose en la cama, bufando al final.
—Es que usted no me está entendiendo, signora; necesito esos días —enfatizó Penny—. Si sigo trabajando rendiría mal —le advirtió.
—¿Y a mí qué me importa? Si no rindes como se debe también se te despide, no me interesa qué problemas tengas. Además de que tú no trabajas realmente, no mereces siquiera tu salario —le recordó Estefany con una risita despectiva.
—Ajá, sí; lo dice porque usted nunca estuvo en mi lugar, usted no es una sirvienta... —Le reprochaba Penny alterándose, poniéndose de pie, pero Estefany la interrumpió.
—Fíjate en cómo me hablas... —Se defendió Estefany incorporándose también, pero esta vez Penny la detuvo a ella.
—Mas bene fíjese en como me habla usted. ¿Sabe perché necesito esos días? —mencionó Penny con altanería.
—No y no me interesa, de seguro es para irse al spa o a un prostíbulo. —Contestó Estefany mirándola con desprecio.
—Lo dice la voce di la esperienza, pero non, no es para eso. Il dottore me recomendó reposo —mencionó Penny fingiendo inocencia y suavizando su tono.
—¿Doctor? ¡De qué diablos hablas!
—Estoy embarazada. —Confesó Penny con naturalidad y el cinismo plasmado en su rostro.
—¡Y eso a mí qué! Eso te pasa por zorra, por revolcarte con cuanto hombre se te pasa, de seguro no sabes quién es el padre... —Estefany negó con la cabeza—. A mí no me involucres en tus problemas, tú verás cómo los afrontas.
—Se equivoca, ahora sí es problema suyo y sí sé quién es el padre. Estás frente a la madre del futuro figlio de Armando. —Le anunció Penny mirándola con superioridad y cruzándose de brazos en esa pose.
—¿Qué dices? —espetó Estefany con incredulidad e ironía.
—Lo que escuchó, estoy embarazada de Armando, estoy esperando un figlio suyo y él debe hacerse responsable. —Le reiteró Penny alzando la voz, pero recibió una cachetada por parte de Estefany.
—No te creo nada, solo eres una sirvienta que quiere trepar alto, una arribista, una zorra y oportunista. Me da lástima ver a cuán bajo puedes caer, ¡claro! Son las mañas de los de tu clase. ¿Y sabes qué? Sí te doy tus días libres, ¡pero para siempre porque ya me hartaste! —le anunció Estefany furiosa; esa sirvienta con aires de superioridad ya la tenía harta.
—Mas bene la que me da lástima es usted, es la típica esposa ingenua. ¿No me cree? Pues con esto sí va a hacerlo. —Afirmó Penny altaneramente, sacando un sobre de su cartera y abriéndolo—. Aquí tiene la prueba de la infidelidad di suo marito. —Aseguró extendiéndole el papel que había sacado del sobre.
Estefany se lo quitó y vio minuciosamente. Luego alzó la vista sorprendida e incrédula hacia Penny, ese papel era un certificado de embarazo—. Voy dos meses —añadió ella sonando «casual». Pero Estefany lo meditó mejor.
—Esto no es prueba suficiente, ese bebé puede ser de cualquiera de los amantes con quienes te revuelcas. —Argumentó Estefany con repulsión y molestia, arrugando y lanzándole el papel en la cara a Penny.
Sin embargo, la duda inevitablemente se había fundido, aunque se mostraba reacia a creerlo.
—¿Ah, eso cree? —ironizó Penny—. No es la única prueba que tengo, hay algo más para mostrarle. —Anunció sonriendo con satisfacción, hurgando nuevamente su cartera. Estefany esperó unos segundos hasta que Penny sacó unas fotografías de allí.
»—Mire, aquí Armando y yo nos estamos besando, aquí nos encontramos después de haber hecho il amore. ¿Ahora sí me cree? Tengo varias fotos más por si quiere seguir viendo ¡y con las respectivas fechas anotadas atrás! Por ejemplo esta la tomamos el treinta de mayo del dos mil nueve, estábamos de día de campo; esta otra la tomamos el dieciséis de septiembre del dos mil nueve también, con estadía en un romántico hotel. Esta es del veintiséis de febrero de este año... ¿Quiere que siga? —le mostraba y preguntaba con malicia.
—Cállate, que ya no soporto oírte. —Le exigió Estefany con rabia, entonces Penny guardó las fotografías.
—¿Sabes? Armando y yo seguimos siendo amantes, es más, somos novios. Cuando sepa que he de darle un figlio te va a dejar, porque él me ama, cosa que no sucede contigo. —Le aseguró Penny con bellaquería y crueldad, tuteándola ya, poniéndose a rondar alrededor de ella y hablándole al oído sin susurrar.
—Por favor, él no se tomaría en serio a una simple criada zorra y fácil como tú. Solo fuiste sexo ocasional para él, yo soy una dama, estoy a su nivel y a mí sí me toma en serio, soy su esposa. Además no seas estúpida, yo ya tengo una hija con él. —Se defendió Estefany hablándole con sumo desprecio y mirándola con superioridad.
—Sí, pero también yo estoy esperando un figlio suyo, y a differenze di te él me ama. ¿Sabes? Está planeando dejarte, quitarte tu fortuna e irse conmigo —le aseveró Penny con crudeza.
—Aunque fuera cierto, yo tengo todas las de ganar. ¿Sabías que ambos somos propietarios de nuestra fortuna por partes iguales? Si uno intenta traicionar al otro ambos pierden, la cosa es así, Armando está atado a mí y además tú no tienes nada para ofrecerle; él te quita a tu hijo cuando nazca y listo. Querida hazme caso, aléjate de él, se va a aburrir fácilmente de ti. —Le aconsejó Estefany con lástima; Penny la miró de la misma forma.
—Lo dices porque estás ardida, él ya te traicionó, está haciendo negocios sucios a tus espaldas, mejor hazme caso y aléjate tú. Además de que si no lo haces, o si Armando no se va conmigo les cuento toda la verità sobre Vestirsi Bene a los Coppola y a las autoridades; lo sé tutto Estefany —Penny sonrió con autosuficiencia, mirándola directamente a los ojos—. ¿Quién crees que me pagó y sedujo para que no entregara los pre citatorios a los Coppola? Sí, yo los recibí, fui más inteligente que tú acéptalo. —Le declaró Penny con una burla despectiva.
—¿Sabes qué? No voy a caer en tus chantajes, conozco muy bien a Armando y solo fuiste una aventurilla para él; además cuenta conque voy a averiguar minuciosamente sobre tu milagrito... De momento estás despedida, vete —le ordenó Estefany muy estresada, no coordinando muy bien lo que decía y pensaba; necesitaba estar sola.
—Okay, pero no volveré como la sirvienta, sino como la signora Sandoval, así que ve buscando a tu abogado. —Le aconsejó Penny con burla.
—¡¿Que no oíste?! ¡Te dije que te vayas, maldita zorra! —le exigió Estefany ya fuera de quicio; entonces Penny, ya cumplido su cometido, se fue con un gesto irónico y burlón.
En eso llegó Armando y se cruzó con ella en la puerta.
—A ver qué haces ahora, ya Estefany está pensando en dejarte, te dije que me las ibas a pagar. —Le comunicó Penny tranquilamente a Armando con una media sonrisa y se retiró.
Él la miró con extrañeza y entró a ver qué pasaba, mas ni bien entró recibió una cachetada de parte de Estefany.
—¿Ahora qué diablos te pasa? —le preguntó desconcertado y alterado, pensaba que a Estefany ya se le había pasado la rabieta de la tarde.
—¿Que no te enteraste? —escupió ella entre irónica, furiosa y llorosa. Estaba herida—. Una de tus zorras, la criada, está esperando un hijo tuyo.
—¿Qué dices? —le increpó Armando incrédulo, dándose la vuelta nervioso; aunque ya intuía claramente de quién hablaba.
—¡Hablo de Penny, no te hagas el gil! —exclamó Estefany exasperándose.
—¿Y tú le creíste no? Solo es una arribista que está viendo la forma de sacarnos dinero. —Argumentó Armando intentando sonar seguro, buscando la forma de salir de la situación.
—No entiendo cómo fuiste tan ingenuo al punto de hacerla tu amante. —Le reprochó Estefany con tono de no poder creérselo, ocultando la decepción—. Y no piensa solo en sacarnos dinero… ¡Piensa despojarnos de todo! ¡Me chantajeó! ¡¿Cómo fuiste tan estúpido para confiar en ella?! Era que le hagas promesas de amor o cualquier tonta cursilería, ¡pero no contarle lo que hicimos! —le reclamó histérica.
—¿Quieres calmarle a tu histeria? —le exigió Armando acercándose a ella y tomándola por los brazos—. Solo fue una aventurilla, nada serio —se defendió más calmado, intentando convencerla.
—Ah sí, y en una de ellas la dejé embarazada. ¿Que no sabes usar un maldito preservativo, Armando? —añadió Estefany con ironía, lo último se lo preguntó con una evidente molestia.
—Te juro que ese embarazo lo está inventando, lo hace para extorsionarnos, mira, te prometo que ahora mismo la despido para que sepas que te digo la verdad.
—Ya la despedí y más le vale no regresar —afirmó Estefany furiosa.
—Solo para recoger su liquidación... No te preocupes, yo me encargaré de ella, vas a ver que te mintió. —Le aseguró Armando con tono suave, como pocas veces hacía.
—Me presentó un certificado de embarazo Armando, además de varias fotos donde estás con ella. —Mencionó Estefany aún molesta.
—Debe ser falso, seguro cogió con un doctor y listo. ¿Qué te sorprende de una tipa tan fácil como ella? Conmigo cayó a la primera; de seguro inventó su embarazo para chantajearnos, para sacarnos dinero. Yo me aburrí de ella, le terminé y ella aprovechó la situación; además lo que tenía con ella era meramente sexo ocasional, nada serio y sí usábamos protección. Aparte Dios sabe cuántos tipos más se la estarán cogiendo, si su embarazo es cierto ni debe saber quién es el padre y me vio la cara de ingenuo. —Se justificaba y explicaba Armando; entonces Estefany se quedó callada unos segundos, meditándolo.
—Deshazte de ella. —Decretó al fin Estefany, mirándolo con un sinfín de emociones encontradas a los ojos.
—Te lo prometo. —Le garantizó él tomándola de las manos y dándole un tierno beso.
Estefany le correspondió, situaciones como esas debían ser aprovechadas. Pero sin duda nada quedaría así. Claro que no.
***
Manasés
A Peppino lo sacaron apenas del restaurante, había bebido hasta más no poder, estaba muy borracho haciendo el ridículo delante de todos y encaprichado con quedarse allí.
—¡Esto no se vale! ¡Ustedes se lo pierden! —ni bien le cerraron la puerta en la cara les gritó Peppino tambaléandose, sosteniendo una marioneta de un soldado.
—Papá ya basta, andiamo. —Le exigió Diana ya cansada de tanto suplicarle, jalándole del brazo.
—Non! Es muy temprano todavía... —Se resistió Peppino con tristeza, soltándose.
—Papá per favore, ya son las diez de la noche —insistió Diana molesta.
—Manasés en serio perdona este espectáculo de mi padre, estoy muy avergonzada contigo. —Se disculpó Grettel apenada, mientras Diana seguía lidiando con Peppino.
—No tienes de qué avergonzarte, tu padre es muy divertido, además me va ayudar. —Presumí orgulloso, cruzando los brazos, pero de repente sentí un mareo.
—Sei tutto bene? —me preguntó Grettel preocupada; su rostro estaba muy cerca al mío, nuestras miradas volvieron a conectar.
—Sí, no es nada. —Aseguré con una sonrisa, reponiéndome.
—No debiste beber tanto vino, mi padre es un irresponsable; no quiero que tengas problemas con tus tutores por nuestra colpa. —Rezongó Grettel preocupada.
—Non ti preoccupare, tuo padre es genial; además no bebí tanto... —Quise excusarme con una media sonrisa despreocupada.
—¿No te diste cuenta? Al menos tu copa no era grande y no te pones como mi pa... —Decía Grettel, pero justo el mencionado nos interrumpió.
—¿Y qué dices? ¿Te gustó la cena? —me preguntó Peppino abrazándome por la espalda.
—Sí, y mucho —respondí alegremente.
—Eres uno de los míos, y ya que nos vas a aiutare con las funzioni, ¿perché no ensayamos ahorita? Mira, sostienes la marioneta así y cantas: ¡Marioneta, tu sonrisa, jamás morir...! —me indicó Peppino manejando la marioneta graciosamente y gritando, pero al querer dar un salto se cayó.
La poca gente que deambulaba por el lugar lo miró reprobatoriamente, otros se rieron al igual que yo; ese espectáculo era digno de grabarlo.
—Papá, mira como te estás poniendo, andiamo a casa a descansar. —Le pidió Diana mientras que junto con Grettel lo ayudaban a levantarse, y para ello Diana tuvo que dejar a un lado de momento los materiales de la función. Apenas lograron hacer que se parara. Peppino se quedó idiotizado un momento, y tal era su inestabilidad que ellas lo soltaban y él volvía a caer—. Manasés, ¿podrías ayudarme a hacerlo caminar? Es que Grettel va a cargar los materiales y entre tú y yo haremos buon equilibrio.
—Chiaro —acepté abrazando a Peppino por la espalda. Sin que se diera cuenta logramos hacerlo caminar unas cuadras, a pesar de los ligeros pequeños mareos que yo sentía; pero de repente se detuvo abruptamente.
—¿Sabes qué, muchacho? Muy pronto encontraremos a tu madre, que te está esperando allá en el horizonte; las estrellas nos van a guiar, la Cruz del Sur está en Argentina ¿sabes...? Y cuando la encontremos nos haremos exitosos. ¡El mondo entero va a reconocer mi talento! —Peppino se puso a gritar con un súbito júbilo.
—Papá, estás diciendo muchas incoherencias —le hizo saber Diana en tono de súplica, volviendo a sostenerlo.
—No son incoherencias, muy pronto veré a mi madre. ¿Verità que usted me ayudará, Pepe? —quería confirmar una vez más, tambaléandome un poco.
—Chiaro que sí, eso no lo dudes jamás. —Aseguró Peppino moviendo la cabeza frenéticamente en señal de afirmación.
—A veces, creo que mia mamma me oye desde las estrellas. —Afirmé contento, de manera inesperada.
Diana y Grettel me miraron sorprendidas; lo admito, era una ridiculez que se me había escapado, pero en ese momento no me daba cuenta. No estaba borracho como Peppino obviamente, pero sí algo mareado y con la mente en otro lugar.
—Sí que te oye desde las estrellas muchacho; mira, ahorita está esperando que le hables, la vamos a saludar: Mammaaaa! —vociferó Peppino dando traspiés, eufórico.
—¡Mamma, muy pronto voy a verte! Y he de llevarte muchos regalos y orquídeas, ¡de las que a ti te gustan! —exclamé con animosidad, aunque no tan escandalosamente como Peppino.
—¡Aunque también ya es mio figlio, mamma! —ululó Peppino trastabillando en su equilibrio nuevamente. Diana rió quedamente y Grettel puso un gesto de sufrimiento.
—Sí que os oye perfectamente, pero ya debemos irnos. —Avisó Diana tras un suspiro resignado.
—Argentina nos aguarda, porque yo soy Peppino, soy el único, soy el mejor y si les gusta aplaudan per favore. —Iba cantando a gran voz mientras caminábamos rumbo a su departamento.
***
Después de media hora de caminata llegamos a casa de los Morselli; Peppino había pasado de su estado alegre a uno depresivo.
—¿Perché tuviste que dejarme, Isabella? Si yo te quería... —Se lamentaba Peppino sollozando, mientras entre Diana y yo lo ayudábamos a subir los escalones hacia su departamento; Grettel apenas subía las cosas—. No sabes la falta que me haces, te necesito —continuó gimoteando, pero ya habíamos llegado.
—Mille grazie por habernos ayudado Manasés, y por aguantar las locuras de nuestro padre. —Me agradeció Diana respirando con alivio.
—De nada, fue un piacere; grazie a él podré ver a mia mamma. —Afirmé orgulloso y feliz.
—No te hagas muchas ilusiones, mi papá ya lo habrá olvidado mañana —Grettel trató de convencerme.
—No digas eso, estoy sicuro de que no lo olvidará. —Aseguré, en eso Peppino se deslizó por la pared y se quedó dormido a medio lamentar.
—Al fine. Una vez más grazie per tutto —me agradeció Diana a modo de despedida, pero de repente me vino otro mareo—. ¿Te sientes muy mareado? —me preguntó preocupada.
—Sto bene, davvero; non ti preoccupare.
—¿Qué tal si te da más mareos por el camino? Diana, ¿puedo acompañarlo hasta su casa?
—Es muy de noche, Grettel y hay peligros en la calle —alegó Diana—. Yo te acompaño —se ofreció.
—No tienes que molestarte... —quise disuadirla, pero no me dejó hablar.
—No puedo dejar que camines solo a estas horas de la noche. Sacaré dinero de lo ganado para pagar un taxi aunque papá se moleste. —Afirmó Diana decidida.
—Voy con ustedes —añadió Grettel y Diana prosiguió llamando a un taxi.
***
En quince minutos ya estaba en mi casa, deseando que milagrosamente nadie se hubiese dado cuenta de mi tardanza, mas cuando ingresé me recibieron unos preocupados Rosita y Emiliano, y en eso me dio otro mareo. Tenía una suerte digna de ser envidiada.
—Mio figlio, sei tutto bene? —me preguntó Rosa preocupada y yo asentí, recomponiéndome—. ¿Dónde estabas por el cielo santo? Estas no son horas de llegar a casa, ya estaba a punto de llamar a la polizia.
—Solo estaba en una cena con Pepe. ¿Emiliano no te lo dijo? —respondí con naturalidad, lo cual sorprendió y molestó a Rosita.
—¿Perché fuiste con un desconocido? —me reprendió.
—Non ti preoccupare Rosita, es el papá de Diana; pero aún así debiste pedirnos permiso, al menos avisar que esa cena tardaría tanto. Nos tenías preocupados —me regañó Emiliano con una seriedad que era inusual en él.
—Les llamé, pero no contestaban y mio cellulare se apagó luego.
—Aún así, no debiste aceptar. —Aseveró Emiliano y esta vez me vino un fuerte mareo, mi hermano y Rosita me sostuvieron.
—Hueles a vino. ¿Bebiste, verità? —inquirió Emiliano acusatoriamente y con cierta sotpresa—. ¿Cómo fue eso possibile?
—No es cierto —mentí, aunque algo arrepentido.
—A mí no me puedes mentir, esos mareos no son normales, estás coloradísimo y además hueles a vino. Ese tal don Pepe es un irresponsable, ¿qué signore da tanto vino a un figlio della tua età? —protestó en una exclamación Rosita, yo solo atiné a bajar la cabeza—. Quiero que me lo presentes, hablaré con él muy seriamente... —Aseguró molesta, pero fue interrumpida por una tercera persona.
—Y yo también. Déjenos a solas —les ordenó Armando a Rosita y Emiliano.
—Solo no vaya a regañarlo mucho —intercedió Rosita.
—Retírate, o te despido como a tu sobrina.
—¿Qué? ¿Cómo...? —indagó Rosita desconcertada, pero Armando la interrumpió.
—¡Te dije que te largues! —le exigió Armando furioso señalándole la salida, entonces ella se retiró asustada.
—¡A ella no le hablas así! ¡Ella no hizo nada, es a mí a quien debe regañar! —lo confronté alterado.
—A mí no me dices lo que tengo que hacer, maldito mocoso... —En eso Armando quiso darme un golpe, pero Emiliano lo detuvo poniéndose enfrente mío.
—¡A mio fratello no lo tocas! No abuses de tu poder Armando, que se te puede acabar el reinado. Y también te voy a exigir que te disculpes con Rosita —le demandó Emiliano amenazante y alterado.
Entonces Armando guardó un tenso silencio unos minutos, intentando tranquilizarse.
—Está bien, lo siento, me exalté —habló al fin—. Solo que lo que tu hermano hizo no está bien. Necesito hablar con él a solas, prometo que no lo voy a agredir.
Emiliano estuvo reticente a aceptar, pero forzosamente accedió.
—Estaré vigilándolos —advirtió mi hermano suspirando tenso y se retiró.
—¿Qué clase de hora es esta para llegar? —me replicó Armando.
—Mi dispiace, me entretuve. —Me disculpé toscamente, pero me dio otro mareo.
—¿Bebiste? —espetó Armando incrédulo—. ¿Tú estás loco? ¿Con quiénes estabas?
—Eso es asunto mío. —Alegué altaneramente.
—Tienes doce años ¿y ya quieres convertirte en un marginal? ¿O es esta la mejor forma de superar lo de tus padres? —sonsacó Armando con dureza.
—¡Chiaro que non! Además don Pepe me prometió que me va a llevar con mi madre, voy a averiguar qué le pasó —fue lo único que atiné a decir.
—El alcohol te hace alucinar estupideces. ¿De qué rayos estás hablando?
—Me iré a Argentina en las vacaciones. —Aseveré, pero Armando estalló en carcajadas.
—¿No puedes pensar en algo mejor? Como, ir a Disneyland o al Polo Norte a visitar a Papa Noel —sugirió burlón.
—Lo digo en serio —afirmé molesto.
—Estás delirando... —Armando negó con la cabeza.
—Nunca hablé más en serio.
—¿Ese señor te metió tonterías en la cabeza, verdad? Dime quién es, lo vamos a denunciar. ¿Sabías que es un delito llevarse a un menor sin el permiso de los padres o tutores?
—Don Pepe si es una buena persona a diferencia tuya, él sí me va a ayudar. ¿Además quién dijo que iré solo? Iré con Emiliano, él sí es mayor di età y es mio fratello. —Expliqué con determinación, ahí Armando inexplicablemente palideció.
—¿Y cómo sabes tú que Lucía continúa trabajando y viviendo en el mismo lugar? ¿Que harán si no la encuentran? —inquirió suspicaz; entonces bajé la cabeza. Era verdad, no había pensado en ello—. ¿Lo ves? Mientras ustedes la buscan ella ingenuamente puede enviarles otra carta avisándoles sobre su paradero.
—Necesito saber qué le pasó. ¿Qué tal si está enferma o tuvo un accidente? —de tan solo pensar en ello me alteraba, me estremecía.
—¡Ya supéralo! ¿Hasta ahora no te diste cuenta? ¡A tu madre no le pasó nada! ¿Por qué crees que dejó de escribirles? Ella debe creer que Daniel cometió el fraude, no pudo sobrellevar la situación y decidió rehacer su vida; y para que no se desilusionaran de ella siguió escribiéndoles, pero ya debe estar empezando una nueva vida y decidió olvidarlos. Ahora solo deben ser su pasado —explicó su teoría duramente.
Inevitablemente las lágrimas me corrieron solas. Esa especulación había sido como un puñal atravesándome el corazón, mas no lo dejaría así.
—¡Eso no es certo! Mi madre una buena persona y nos ama, por eso hizo ese sacrificio por nosotros. —Quise aferrarme a ese argumento, lo intentaba con todas mis fuerzas.
—Por favor, cualquiera hubiera optado por lo fácil. —Ironizó Armando, pero en eso Emiliano apareció e intervino.
—¡Te prohibo que difames a mi madre, Armando! Mas bene el que debió ver conveniente la situazione fuiste tú; sin los dueños quedaba yo dueño, non? —Emiliano lo acusó exaltado y con sarcasmo.
—Piensen lo que quieran, eso no cambia los hechos. —Dijo Armando ya fastidiado.
—¡Te detesto Armando, ojalá nunca hubieses llegado a nuestras vidas! —le grité furioso, retirándome rápidamente de allí. Ya no soportaba estar cerca suyo ni oír nada más.
—¡Eres un malcriado, ya entiendo por qué hasta tu propia madre escapó de ti! —vociferó Armando también con ira.
—¡Mas bene el que se va a ir de aquí vas a ser tú cuando hable con mi padre! Y mejor cuida lo que ganaste, que lo puedes perder. —Lo amenazó Emiliano y se retiró corriendo tras mío.
Armando se puso tan tenso con la situación que bebió una copa de vino; pero lo único que pude hacer yo fue encerrarme en mi habitación, echarme en la cama y llorar de rabia, lleno de dudas y confusiones e ignorando absolutamente todo a mi alrededor, incluso las súplicas y golpes en la puerta de Emiliano para que lo dejase pasar. No era su culpa, estaba preocupado por mí y lo comprendía muy bien, pero no quería hablarle de mala manera o tener que echarlo.
Quería estar solo.
En ese momento todo lo malo se me vino a la cabeza y el centro de mis pensamientos era lo que Armando, Patrick y Peppino me habían dicho; intentaba negarlo con todas mis fuerzas y estaba reacio a creer en sus palabras, pero la duda ya estaba.
Quería marcharme de Italia, y cuanto antes fuese era mejor. Deseaba con ímpetu saber lo sucedido con mi madre.
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